Teólogos.
Godofredo.
Para alguien que se esta formando como teólogo es interesante la
lectura del libro El Mito de los Orígenes, y en el que su
autor plantea una serie de ideas que son un fiel reflejo de la
confusión y de la crisis que sufre hoy la teología y la pedagogía
católica.
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Sobre las
afirmaciones en torno al carácter mítico de los episodios de la
infancia del Señor que nos señala el autor, no vale la pena entrar
a rebatirlos, en tanto que la tradición siempre a considerado como
hechos históricos los acontecimientos allí narrados, aun más si
tenemos en cuenta que, en el caso de San Lucas, estamos ante la
labor de un investigador serio y que ha consultado a testigos antes
de realizar su evangelio (cf. Lc 1, 1-4), muchos de ellos posiblemente
parientes de Jesús y de la Virgen, si tenemos en cuenta que el
evangelio esta escrito antes del 70.
La teología católica
sufre desde el Concilio, y en especial, la exégesis, de un proceso
de protestantización, de un complejo de inferioridad que arranca
del mito de que como los protestantes abrieron la lectura de la
Biblia a todos los fieles están en mejores condiciones de señalar
el sentido y significado de las mismas, mientras que los pobres católicos
sufrieron durante siglos la censura tridentina de acercarse a las
Escrituras y dejarse guiar únicamente por la interpretación
papista. En este sentido, se ha dejado la puerta abierta a toda
clase de especulaciones y teorías que han conducido a un proceso de
perdida de fe en los fieles, en especial, cuando se ha expuesto a
estos con demasiada crudeza y sin respeto las nuevas
interpretaciones bíblicas, con menoscabo de la fe y aumento de la
incredulidad.
Si tomamos como
ejemplo la narración de la natividad del Señor o de cualquiera de
sus milagros, nos topamos con que para unos no nació en Belén,
otros niegan que Jesús pudiera caminar sobre las aguas, que el
relato de la multiplicación de los panes y los peces es simbólico,
etc., menoscabando con ello no sólo la fe, sino la propia figura de
Jesús, pues si era Hijo de Dios porque no podía caminar sobre las
aguas o multiplicar los panes, sin que ello no impida hacer una
segunda lectura, más espiritual y catequética de esos gestos de
Jesús.
La crisis, por lo
tanto, no es sólo teológica sino también pedagógica, no se sabe
transmitir la verdad contenida en las Sagradas Escrituras de una
forma que no dañe la fe de los fieles, con ello se puede entender
el progresivo menoscabo de la celebración de la Navidad o de la
festividad de los Reyes Magos, su perdida de sentido para muchos católicos
que los contemplan como acontecimientos inventados o como parte de
un relato fantástico. Se ha perdido la fe en lo sobrenatural de las
Escrituras, todo tiene una explicación racional o si no la tiene es
un mito, un invento del evangelista para que su obra quede mejor.
La exégesis es
necesaria, pero ha de estar articulada en torno a las coordenadas de
la tradición católica, mirando con cautela aquellas aportaciones
que vienen del protestantismo, depurándolas si es necesario, pero
no aceptarlas acriticamente como se ha venido haciendo hasta hoy, en
perjuicio de la fe y en beneficio de agnósticos, relativistas y
otros amigos “de las civilizaciones”.
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