Muy
Señor mío:
Le
dirijo estas letras, por si acaso llegara a comandar el gobierno de
nuestro país, según nos avisan las últimas encuestas habidas.
Conste Señor, de que un servidor, ni es político ni lo sería jamás
en España, ni aunque me empalaran. Hoy día, y tras la experiencia
adquirida a través del indeseable mandato político establecido, se
puede hablar de un tremendo asco y verdadera repulsa vomitiva, ante
la desvergonzada e insolente actitud de todos los políticos que
participan en el indeseado establecimiento y porvenir de nuestra
Patria.
Y
me estoy refiriendo a todos los políticos. Tanto a los que denigran
a esa clase con mentiras, falsedades y trinconeo económico, como
a los que callan las pertinentes felonías.
Señor, por haber nacido un poco antes de que comenzara la última
guerra civil española, no tuve la ocasión de conocer y vivir en un
sistema al que llaman democrático. Por consiguiente, me pasé los
casi cuarenta y cinco años de mi vida, sin conocer al llorado y
añorado sistema de convivencia cívica, llamado Democracia.
Aunque a decir verdad, nada más que comenzó a funcionar el añorado
trajín político, me quedé “pasmao”. Por lo que a fuerza de
preocuparme y maldecir al pegote impuesto en nuestra increíble
España; logre mantener una ruda conversación mental muy severa, con
la llamada Democracia -ya la hice pública- que me respondió con los
siguientes razonamientos:
-Mira a tu alrededor y encontrarás a los culpables de todo cuanto me
achacas. Qué puedo hacer yo, si los mismos que me parieron ya fueron
los primeros que mancillaron mi nombre.
Al
poco de nacer de manos de Pericles, cuando aún no me mantenía de
pie, ya apestaba toda Grecia. Los primeros gobernantes ya habían
hecho de Atenas -ciudad Estado- el primer gran estercolero político
de la democracia. Y desde entonces me he pasado la vida dando
tumbos. Me han llevado y traído toda clase de vivales, advenedizos y
sinvergüenzas; gentuza que en mi nombre han mentido y mienten, han
robado y roban, han corrompido y corrompen todo cuanto tocan.
¿Qué puedo hacer? ¡Pobre de mí! No olvides que yo, la democracia, no
soy la solución política de nada. Ofrezco la posibilidad de que,
ateniéndose a mis postulados, los hombres vivan en libertad y en el
respeto mutuo en un Estado de Derecho representado por la soberanía
popular; pero nada más.
La
solución son ellos. Que, por descontado, han de ser demócratas. Y
eso es algo que no se adquiere por decreto. Hay que mamarlo desde
niño: en las familias, en las escuelas…
¡Dime! ¿Qué respuesta y rendimiento democrático puede dar ese
revoltijo que se ha formado en España de comunistas, socialistas,
derechistas y los del cuento centrista; cuando en la mayoría anida y
late un sentimiento dictatorial de tres pares de cojones, y en otros
muchos un nazismo que tira de espaldas; acomodados, todos ellos,
plácida y gustosamente en un fascismo que les sale por los poros?
Tú
no desconoces que las pandillas de políticos que os gobiernan han
hecho del Parlamento -legislador- un muladar; un foco infecto de
intereses particulares y partidistas supeditado al dedo fascistoide
del jefe.
Y
un fraude, ya que los diputados, peleles han de entregar su
conciencia a cambio de un ignominioso puesto en la lista electoral,
que les da el dictatorial y podrido partido político, de acuerdo con
el cabeza de esa misma lista. Tampoco ignoras que este Parlamento
-la voz del pueblo- ha sido y es cobijo de delincuentes. Entonces,
¿qué razón te induce a culparme?
¿Y
qué decir del desdichado y politizado Poder Judicial que tenéis?
¿Crees que no me duele el que mi piedra angular haya perdido su
imprescindible independencia y su integridad por mor de los
políticos corruptos y haya devenido en podredumbre, que produce
desconfianza, escarnio y vergüenza a los ciudadanos que, como bien
sabes, son obligados a contribuir con sus impuestos al mantenimiento
de ese pútrido tinglado?
¿Y
qué me dices de los partidos políticos que se cobijan a mi sombra?
Auténticos enemigos capitales del pueblo, refugio de arribistas en
busca de tocar poder por la vía dedocrática y llenarse los
bolsillos; que jamás obran pensando en mí ni en el beneficio de los
ciudadanos. Sólo los entretiene sus bajunos y rastreros problemas
internos: lamidos de culos, zancadillas, puñaladas traperas,
traiciones y demás facetas de la miseria humana.
Proceder que trasladan a la sociedad, como es natural, en cuando
ligan cargo y sillón. Y todo ello en mi nombre. Ten en cuenta que
son los golfos; la gentuza ladrona y corrupta quienes más me
reclaman y defienden, porque soy el sistema de libertades que mejor
les cuadra a sus actos punibles.
Auténtica fabrica de canallas.
Señor Rajoy, por ser usted -a mi entender- una persona digna de
crédito -jamás hemos oído de sus feroces enemigos políticos la
acusación de un vejatorio proceder- le voy a confiar mis inquietudes
y desconcierto ante los indeseables hechos que nadie parece ver y
por tanto ni mentar siquiera.
Como es sabido, Su Majestad el Rey pertenece a una dinastía francesa
llamada los Borbones, y que el Generalísimo Franco, recuperó,
contraviniendo el mandato judicial republicano, que desterró a toda
su familia del suelo español. |
|
Repasando la historia del Franquismo y sus relaciones con la
monarquía, 1936 guerra Civil, Juan de Borbón Escribe al General
Franco del Bando Nacional alabando el "Alzamiento" Golpe de estado y
pidiéndole poder combatir en su bando. Franco se lo agradece pero le
dice que no puede poner su figura en peligro.
1947 Se declara que España es un Reino y Ley de Sucesión que decía
que era Franco quien tenía derecho de nombrar al sucesor.
1948 acuerdo Franco y Juan de Borbón para traer al joven príncipe
(todavía no oficial el titulo en la dictadura) para que estudiara en
España y realizara su formación militar.
En
1962 se caso con Sofía que recibió la condición de alteza real y
fijaron su residencia en el Palacio de la Zarzuela.
El
22 de julio de 1969 don Juan Carlos fue designado sucesor del
general Franco en la jefatura del Estado a título de rey y con el
título provisional de príncipe de España con base en la ley de
sucesión de 1947, en la que se decía que "la jefatura del Estado
corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de
los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde" (art. 2) y que a él
le estaba reservado el derecho de designar al sucesor.
Al
día siguiente fue ratificado por las Cortes Franquistas ante las
cuales juró su nombramiento y la defensa de las Leyes Fundamentales.
El dictador aclaró que se trataba de una "instauración, no una
restauración". Asumió interinamente la Jefatura del Estado durante
el franquismo (19 julio a 2 septiembre de 1974 y 30 octubre a 20
noviembre de 1975).
El
20 de noviembre de 1975 moría Francisco Franco. Tras ésta, Don Juan
Carlos fue ascendido a Capitán General de los tres Ejércitos y dos
días después, proclamado Rey ante las Cortes orgánicas y el Consejo
del Reino, palabras del presidente del Consejo de Regencia que
entonó la fórmula final de proclamación:
"En
nombre de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino manifestamos
a la nación española que queda proclamado Rey de España don Juan
Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos
I"; y a continuación añadió un párrafo no previsto:
"Señores procuradores, señores consejeros, desde
la emoción del recuerdo a Franco, ¡¡Viva el Rey! ¡¡Viva España!
Por
lo que Su Majestad el Rey Juan Carlos 1, juró en las Cortes
Españolas exclamando:
“Juro por Dios y sobre los santos evangelios, lealtad a su
Excelencia el Jefe del Estado, cumplir las leyes Fundamentales del
Reino y guardar lealtad a los principios que Informan del Movimiento
Nacional”. Acción que originó un ¡Perjurio! Por no responder a ese
juramento.
Cambio que agradó a los políticos trincones, cuando vieron la
manera de utilizarlo en beneficio propio; aprovechando la insignia
de Capitán General; que es el más alto grado de mando en los
Ejércitos Españoles. Con el fin de que tuviera subordinado a todo el
digno Generalato Español. Y verse ellos libres para administrar
nuestros impuestos, llevándose lo que quieran y haciendo lo que les
de la gana, una vez desaparecido el posible susto militar.
Por
todo esto se han dado y se dan casos aberrantes de imposible
aceptación como acciones democráticas. Yo no he podido entender
todavía que clase de democracia es la que tenemos en España.
Conociendo el funesto y desastroso proceder del Señor Zapatero a lo
largo de dos legislaturas, no es posible entender, el que Su
Majestad el Rey nos dijera:
“El
Señor Zapatero es "un hombre muy honesto", "muy recto", "un ser
humano íntegro", "con profundas convicciones", “que no divaga” y que
“sabe muy bien hacia que dirección va y por qué y para qué hace las
cosas" “que el rechazo que recibe de los españoles es por culpa de
la forma de sus cejas”. ¡Ojú!
Por
lo que también vemos, con pena y dolor, la libertad de que goza el
señor Zapatero -trasto inútil- para destrozar todo el ímprobo
trabajo y dedicación exclusiva del Generalísimo Franco, en bien de
nuestro País. Así como la libertad de hacer desaparecer sus estatuas
representativas, sin que nuestro Rey Juan Carlos I, haya movido un
solo dedo en defensa del que lo sacó de la indigencia; procurándole
el altísimo bien material del que goza en la actualidad, sacado del
bolsillo de los contribuyentes de este más que desgraciado País.
Igualmente es de locos ver como nuestro Rey abrazó y besó a Santiago
Carrillo, en el día recordatorio del 23 F, que se celebró en Las
Cortes Españolas. Repelente personaje, responsable de todos los que
murieron fusilados -niños incluídos- en Paracuellos del Jarama. ¿Es
posible?
Señor, aprendimos tiempo ha,
que "la democracia es una doctrina política favorable a la
intervención del pueblo en el gobierno. Régimen político en el que
el poder pertenece y es ejercido por el pueblo, directamente o por
sus representantes.
Que Locke definió los
principios del parlamentarismo moderno; Montesquieu contribuyó con
el desarrolló de su fundamental teoría de la división de poderes
como garantía frente al abuso de autoridad y la tiranía y Rousseau
introduciendo el componente netamente democrático de la voluntad
general como única fuente legítima del poder, y de la soberanía
popular como garantía principal de los derechos humanos".
Y resulta que en nuestro
Parlamento -la casa donde se paren las leyes que han de acatar los
ciudadanos o ir a la cárcel- la mayoría parlamentaria gobernante se
rige no por el principio de controlar al ejecutivo -Gobierno-, como
es la obligación del poder legislativo, sino en obedecer sus ordenes
que son los intereses del partido político a que pertenezcan.
Órdenes dictatoriales dictadas
mediante contraseñas digitales. Ya que existe la prohibición de
votar en conciencia, so pena de perder la manduca que tan
generosamente les ofrece el pesebre con nuestro dinero. Y, por
supuesto, el principio de ponerse el sueldo que se les ponga en los
cojones y el abuso de cobrar la pensión máxima si repiten
legislatura. Es decir, estamos hablando del mayor estercolero del
País.
Por lo que
tratar de sistema democrático a lo que tenemos en
España es un insulto a tan noble opción de convivencia. Ni en la
llamada dictadura Franquista, tuvimos una convivencia trincona, tan
de baja ralea, acanallada, traidora y dictatorial, como la que
tenemos en la actualidad.
Repito, una vez más, que el General Francisco Franco Instituyó la
mejor Institución médica del mundo, llamada Seguridad Social;
estableció las dos pagas extras anuales para ayudar -sobre todo- a
los más humildes; un Tribunal para la defensa de los trabajadores
españoles y un sinfín de medidas benefactoras, entre la que se
encontraba el no pagar impuestos-que estos golfantes las han mandado
al rincón del olvido.
En
la actualidad democrática, de cada 100 euros que gasta un ciudadano
español en todos los artículos que necesita adquirir para subsistir;
alrededor de 80 euros son para pagar los impuestos que van
incluidos en todos los precios de venta al público.
Por
lo que no es de extrañar que tanto el Parlamento como el Senado sean
unos estercoleros desechables para la convivencia feliz de los
sufridos y explotados contribuyentes.
Señor Rajoy, tiene la obligación, si es que, en su momento, fuera
Presidente de nuestro País, de que todos los diputados vivan de su
trabajo y acudan al Parlamento un número de días salteados y
equivalentes a un mes. Que serán los días necesarios para legislar
todo lo conveniente. Por lo que el Parlamento estará cerrado once
meses del año y sin gastar luz.
El
Senado -ese vivero de vagos y maleantes que nos cuesta un montón de
miles de millones de euros- ha de desaparecer ipso facto. De igual
modo han de pasar al olvido todas la Autonomías, con sus pandillas
de trincones. Nombrando a un único gobernador por provincia.
Igualmente es necesario que ningún político cobre más de cuatro
veces el salario mínimo acordado para un trabajador Español, 641,40
euros mensuales. Ahorrando de inmediato el montón de miles que se
llevan las legiones de mindundis que entran en la política para
trincar, lo que no está en los escritos. Cada político en función
-como poco- se lleva al mes, diez o más veces el salario mínimo
establecido.
De
igual tenor, se acabaron las listas cerradas con el dictatorial
guaperas del encabezamiento. Al macarras de la lista se le acabó la
chulería mandona. Siendo los ciudadanos los que nombren con su voto
al que ha de ser diputado. Y no la costumbre tiránica de listas
cerradas. AUTÉNTICA DICTADURA.
Igualmente han de desaparecer los cientos de coches blindados que
han adquirido los servicios del Estado Central, así como las
dilapidadoras autonomías de este insólito y desquiciado País.
Por
último Señor, es para llorar a moco tendido cuando se acuerda uno de
los sindicatos tragones que tenemos en España. Sindicatos que
subsisten, no de las cuotas de sus afiliados sino de los impuestos
del contribuyente. Por lo que se las ven y se las desean a la hora
de congraciarse con los trabajadores que representan.
Y
que pasa con los asesores -seiscientos se dice que tiene el
presidente del gobierno a su servicio- que se supone sean amigotes,
familiares y coleguillas del partido, con un sueldazo.
En
fin, Señor, esta es mi súplica en beneficio de todos las personas
que viven y trabajan en nuestro País; y que me gustaría fuera
atendido, por considerarla una muy justa reclamación.
Reciba un cálido y afectuoso
saludo.
INICIO
|