A mi compañero, el soldado de escolta de la
Policía Militar, Florentino García Siller, asesinado por ETA el
30 de julio de 1980
Treinta años después de lo que
popularmente conocemos como 23-F, pese al interés que todavía
subyace en ocultar la verdad de lo sucedido, por la razón que a
tanto y a tantos compromete, y al margen de lo que nos cuenta Jesús
Palacios en "El 23-F, el rey y su secreto", que nada
nos descubre, lo importante es poner de manifiesto la clave de aquel
suceso, aunque también esté muy clara, al menos para los iniciados.
Por lo que no hubiese hecho falta que la persona que más sabía del
suceso que hoy nos trae al comentario, el ex jefe de la Casa del
Rey, Sabino Fernández Cambo, destruyera todo aquello que a tanto y a
tantos comprometía:“Quiero morir lentamente para poder destruir
todo lo que he escrito”.
Y a
tanto y a tantos sigue comprometiendo, que tendría que rescribirse
todo lo que se ha contado sobre la consolidación de la Monarquía
como la forma política del Estado español y de la llegada de la
izquierda, PSOE, al poder. Dos asuntos que siguen exigiendo la
máxima discreción, porque según lo pactado deben seguir mereciendo
todos los elogios. Que es por lo que treinta años después sigue
siendo válido el mismo argumento de racionalización explicativa
enmarañada que desde el primer momento se dio de lo sucedido,
incluso antes de cualquier investigación al uso conforme a lo que
más interesaba hacer creer, que no se diera con la clave.
Con
todo, la pista de esa clave siempre ha estado ahí para común
conocimiento de quien quisiera verla. Sin embargo, los falsos
axiomas, las proposiciones demasiados generales, las definiciones
inexactas, las palabras sin definir, las suposiciones gratuitas y,
sobre todo, las preocupaciones interesadas, han sido causa y efecto
de los juicios errados. Pese a todo, es bien cierto que el que busca
afanosamente la verdad, corre el riesgo de encontrarla.
La
Transición, que desde su "primer momento" (asesinato de Carrero
Blanco) estuvo vigilada desde fuera de nuestras fronteras y
monitorizada hacia la democracia de partidos, exigía una
contraprestación inequívoca e irrevocable, la llegada de la
izquierda al poder. Y es que no podemos pasar por alto, todo lo
contario, el enorme sentimiento de frustración que toda la izquierda
albergaba respecto a quiénes, cómo y de qué manera se estaba
desmantelando el Régimen del 18 de Julio, a todas luces de forma
distinta a como la izquierda había sospechado y previsto. Pues no
sólo había tenido que renunciar a la mayoría de sus tesis y al
impulso de pasar factura por los años en la clandestinidad, con la
consiguiente pérdida de algunos de sus terroristas más reputados
(ejecutados por delitos de sangre durante el régimen que acaudilló
Franco), sino que se habían visto obligados a reconocer, al unísono
y en el mismo paquete, cuestiones que habían combatido ferozmente:
la Bandera bicolor, que ellos consideraban franquista; la Monarquía
encarnada en la persona que designó Franco, y al Ejército de la
Victoria. Lo que explica que el PSOE, la fuerza política de
oposición mayoritaria y referente de toda la izquierda, mantuviese
una constante presión sobre el débil Gobierno presidido por Suárez,
renunciando a todo intento de colaboración, aunque fuera tan sólo
por la viabilidad del sistema que entre todos se estaban dando.
Por
eso, sabiendo que un punto de inflexión en la democracia liberal es
la alternancia de los partidos que conforman el sistema, se crearán
las condiciones de oportunidad que aquel momento ofrecía:
Una crisis
institucional-política muy grave, como consecuencia de la deriva
independentista que dificultaba articular la nueva organización
territorial del Estado, esa “excepcionalidad constitucional” a
juicio del profesor Sánchez Agesta que es el Estado de la
Autonomías. Las acciones terroristas protagonizadas por ETA y en
menor medida por los GRAPO, con continuos asesinatos de miembros de
las Fuerzas Armadas y del Orden Público. La deriva económica que no
se lograba frenar, con una hiperinflación del 40% y una escalada del
paro en caída libre que tenía sus principales causas en las
decisiones que no se tomaban y en el sobrado interés por parte de
las centrales sindicales CCOO y UGT, correas de transmisión del
Partido Comunista de España (PCE) y del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE), porque la situación degenerase, por lo que no hacían
sino politizar el debate económico-social. Y la ofensiva de acoso y
derribó que desde el principio había ejercido el PSOE sobre un
Gobierno que siempre se había mostrado débil, al que terminó
presentándole una “moción de censura” debilitándole aún más y
conduciéndole a una profunda crisis puesta en evidencia por las
repetidas e interminables lucha internas por el poder dentro del
partido que lo sostenía, la Unión de Centro Democrático (UCD).
De
esta manera, so pretexto de terminar con la situación de deriva
nacional que se vivía y sin que se sospechará la verdadera intención
del propósito, se
pone en escena la operación “Cambio de Timón”. Una solución que,
ideada y organizada por José Tarradellas: “sin salirse de marco
constitucional ponga fin a la situación de máxima gravedad que vive
el país” (en palabras textuales del honorable conspirador
republicano), contaría para su ejecución con una acción
extraordinaria desde los incentivos unificadores del poder político.
Y es que no otro que Tarradellas podría haberla ideada desde la
experiencia que tuvo de la que en 1929 puso en marcha Sánchez Guerra
con la colaboración de políticos republicanos y socialistas
catalanes, sin descartar al elemento militar como desencadenante de
fuerza, y que también tuvo como propósito poner fin a la deriva
política de la nación y de pasó echar al rey.
Una
solución, el "Cambio de Timón" (propuesta de la que tomó su impulso
el 23-F como diseño del general don Alfonso Armada), que contó con
el apoyo incondicional del PSOE, cuyo hombre en la sombra fue
Enrique Múgica, que estableció importantes contactos en la embajada
Norteamérica con concesiones y promesas como la entrada de España en
la OTAN, pero cuya evidencia todavía sigue molestando al destacado
político socialista (ex ministro de Justicia del "señor X" y desde
hace muchos años Defensor del Pueblo con el apoyo incondicional del
Partido Popular) como lo prueba la respuesta que da en una
entrevista que con motivo de cumplirse el 28º aniversario del 23-F
(ÉPOCA del 16 al 22 de octubre de 2009) le hace el periodista:
-“¿Se reunió usted con el general Armada”
-“No vamos a entrar por ahí” (contesta Enrique
Múgica)
Treinta años después queda evidenciada para la historia la clave del
23-F. La misma clave que también puso de manifiesto Sabino Fernández
Campo, bien es cierto que muchos años después y con esa forma suya
de hacernos llegar verdades ocultas, de ahí que dijera poco antes de
morirse: “Me atrevo a imaginar, ejercicios peligrosos de civiles
a quienes, siguiendo la tradición de los pronunciamientos en la
Historia de España, les gusta jugar con fuego para impulsar la
actuación militar y conseguir cambios de timón, aunque luego la
marcha de las cosas tome un rumbo imprevisto y no puedan
aprovecharse los beneficios pretendidos”. (“El Rompecabezas del
23-F”, artículo publicado en la Tercera de ABC, 19 de noviembre de
200).
Tras un breve Gobierno presidido por Leopoldo Calvo Sotelo, que
apenas sirvió para hacer condenar por dos veces consecutivas a los
militares implicados en el suceso, la entrada de la izquierda en el
Gobierno no se hizo esperar, completándose así la transición
(entiéndase como involución del orden político y jurídico que se
había jurado defender). Cuyo balance, tras trece años consecutivos,
se define por la corrupción generalizada, el descrédito de las
Instituciones y el crimen de Estado. Un asalto al Estado, más que
una acción de gobierno, que termina con Felipe González declarando
como el "señor X" ante el Tribunal Supremo, y con el procesamiento y
condena de un Ministro y varios altos cargos. Sin que faltase en la
escena , la chica del corro de la patata, nada más salir del PSOE
cargo político de confianza de Esperanza Aguirre en la Comunidad de
Madrid y aguerrida tertuliana del Gato al Agua y del resto de medios
de la derecha.
Por
lo que se respecta a la participación del rey Juan Carlos en el
suceso, y al margen de la imputación que como instigador del mismo
le hace Patricia Sverlo en su libro “Un rey, golpe a golpe”
(Editorial Arakatzen, San Sebastián, 2000, retirado del mercado),
entiendo que la clave está en lo que la propia doña Sofía le dice a
la periodista Pirla Urbana, y que ésta transcribe literalmente en su
libro “La reina” (Editorial Plaza & Yanes, Barcelona,
1996), en cuanto a la relación del Rey con Milans y Armada antes y
después del 23-F: “un juego voluntariamente ambiguo”.
Sea
como fuere, nada de esto hoy tiene, desgraciadamente, la menor
importancia para el pueblo soberano, inmerso en estos momentos en
una crisis económica, social y cultural sin precedentes en nuestra
historia. Con todo, si recuerdo que aquella fría mañana del mes de
febrero lucía un sol tibio de primavera y que para los que quisimos
ser también protagonistas el comandante don Ricardo Pardo Zancada se
nos mostraba como el auténtico héroe de aquella jornada. Porque,
aun sabiendo que estaba todo perdido no quiso dejar en la estacada a
sus compañeros, prefiriendo pasar a la historia como un rebelde
antes que como un traidor. Que es lo que diferencia a los héroes de
los simples soldados. Aunque supongo que esta no sea la visión o
apreciación del héroe que tiene el general Luís Alejandre, el
jubilado de uniforme que escribe en La Razón. |
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