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Actualizada: 31 de Enero de 2.011.  

 
 
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 23-F: La "clave" de un golpe pautado


   Por Pablo Gasco de la Rocha.


A mi compañero, el soldado de escolta de la Policía Militar, Florentino García Siller, asesinado por ETA el 30 de julio de 1980

Treinta años después de lo que popularmente conocemos como 23-F, pese al interés que todavía subyace en ocultar la verdad de lo sucedido, por la razón que a tanto y a tantos compromete, y al margen de lo que nos cuenta Jesús Palacios en "El 23-F, el rey y su secreto", que nada nos descubre, lo importante es poner de manifiesto la clave de aquel suceso, aunque también esté muy clara, al menos para los iniciados. Por lo que no hubiese hecho falta que la persona que más sabía del suceso que hoy nos trae al comentario, el ex jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Cambo, destruyera todo aquello que a tanto y a tantos comprometía:“Quiero morir lentamente para poder destruir todo lo que he escrito”.

Y a tanto y a tantos sigue comprometiendo, que tendría que rescribirse todo lo que se ha contado sobre la consolidación de la Monarquía como la forma política del Estado español y de la llegada de la izquierda, PSOE, al poder. Dos asuntos que siguen exigiendo la máxima discreción, porque según lo pactado deben seguir mereciendo todos los elogios. Que es por lo que treinta años después sigue siendo válido el mismo argumento de racionalización explicativa enmarañada que desde el primer momento se dio de lo sucedido, incluso antes de cualquier investigación al uso conforme a lo que más interesaba hacer creer, que no se diera con la clave.

Con todo, la pista de esa clave siempre ha estado ahí para común conocimiento de quien quisiera verla. Sin embargo, los falsos axiomas, las proposiciones demasiados generales, las definiciones inexactas, las palabras sin definir, las suposiciones gratuitas y, sobre todo, las preocupaciones interesadas, han sido causa y efecto de los juicios errados. Pese a todo, es bien cierto que el que busca afanosamente la verdad, corre el riesgo de encontrarla.

La Transición, que desde su "primer momento" (asesinato de Carrero Blanco) estuvo vigilada desde fuera de nuestras fronteras y monitorizada hacia la democracia de partidos, exigía una contraprestación inequívoca e irrevocable, la llegada de la izquierda al poder. Y es que no podemos pasar por alto, todo lo contario, el enorme sentimiento de frustración que toda la izquierda albergaba respecto a quiénes, cómo y de qué manera se estaba desmantelando el Régimen del 18 de Julio, a todas luces de forma distinta a como la izquierda había sospechado y previsto. Pues no sólo había tenido que renunciar a la mayoría de sus tesis y al impulso de pasar factura por los años en la clandestinidad, con la consiguiente pérdida de algunos de sus terroristas más reputados (ejecutados por delitos de sangre durante el régimen que acaudilló Franco), sino que se habían visto obligados a reconocer, al unísono y en el mismo paquete, cuestiones que habían combatido ferozmente: la Bandera bicolor, que ellos consideraban franquista; la Monarquía encarnada en la persona que designó Franco, y al Ejército de la Victoria. Lo que explica que el PSOE, la fuerza política de oposición mayoritaria y referente de toda la izquierda, mantuviese una constante presión sobre el débil Gobierno presidido por Suárez, renunciando a todo intento de colaboración, aunque fuera tan sólo por la viabilidad del sistema que entre todos se estaban dando.

Por eso, sabiendo que un punto de inflexión en la democracia liberal es la alternancia de los partidos que conforman el sistema, se crearán las condiciones de oportunidad que aquel momento ofrecía:

Una crisis institucional-política muy grave, como consecuencia de la deriva independentista que dificultaba articular la nueva organización territorial del Estado, esa “excepcionalidad constitucional” a juicio del profesor Sánchez Agesta que es el Estado de la Autonomías. Las acciones terroristas protagonizadas por ETA y en menor medida por los GRAPO, con continuos asesinatos de miembros de las Fuerzas Armadas y del Orden Público. La deriva económica que no se lograba frenar, con una hiperinflación del 40% y una escalada del paro en caída libre que tenía sus principales causas en las decisiones que no se tomaban y en el sobrado interés por parte de las centrales sindicales CCOO y UGT, correas de transmisión del Partido Comunista de España (PCE) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), porque la situación degenerase, por lo que no hacían sino politizar el debate económico-social. Y la ofensiva de acoso y derribó que desde el principio había ejercido el PSOE sobre un Gobierno que siempre se había mostrado débil, al que terminó presentándole una “moción de censura” debilitándole aún más y conduciéndole a una profunda crisis puesta en evidencia por las repetidas e interminables lucha internas por el poder dentro del partido que lo sostenía, la Unión de Centro Democrático (UCD).

De esta manera, so pretexto de terminar con la situación de deriva nacional que se vivía y sin que se sospechará la verdadera intención del propósito, se pone en escena la operación “Cambio de Timón”. Una solución que, ideada y organizada por José Tarradellas: “sin salirse de marco constitucional ponga fin a la situación de máxima gravedad que vive el país” (en palabras textuales del honorable conspirador republicano), contaría para su ejecución con una acción extraordinaria desde los incentivos unificadores del poder político. Y es que no otro que Tarradellas podría haberla ideada desde la experiencia que tuvo de la que en 1929 puso en marcha Sánchez Guerra con la colaboración de políticos republicanos y socialistas catalanes, sin descartar al elemento militar como desencadenante de fuerza, y que también tuvo como propósito poner fin a la deriva política de la nación y de pasó echar al rey.

Una solución, el "Cambio de Timón" (propuesta de la que tomó su impulso el 23-F como diseño del general don Alfonso Armada), que contó con el apoyo incondicional del PSOE, cuyo hombre en la sombra fue Enrique Múgica, que estableció importantes contactos en la embajada Norteamérica con concesiones y promesas como la entrada de España en la OTAN, pero cuya evidencia todavía sigue molestando al destacado político socialista (ex ministro de Justicia del "señor X" y desde hace muchos años Defensor del Pueblo con el apoyo incondicional del Partido Popular) como lo prueba la respuesta que da en una entrevista que con motivo de cumplirse el 28º aniversario del 23-F (ÉPOCA del 16 al 22 de octubre de 2009) le hace el periodista:

-“¿Se reunió usted con el general Armada”

-“No vamos a entrar por ahí” (contesta Enrique Múgica)

Treinta años después queda evidenciada para la historia la clave del 23-F. La misma clave que también puso de manifiesto Sabino Fernández Campo, bien es cierto que muchos años después y con esa forma suya de hacernos llegar verdades ocultas, de ahí que dijera poco antes de morirse: “Me atrevo a imaginar, ejercicios peligrosos de civiles a quienes, siguiendo la tradición de los pronunciamientos en la Historia de España, les gusta jugar con fuego para impulsar la actuación militar y conseguir cambios de timón, aunque luego la marcha de las cosas tome un rumbo imprevisto y no puedan aprovecharse los beneficios pretendidos”. (“El Rompecabezas del 23-F”, artículo publicado en la Tercera de ABC, 19 de noviembre de 200).

Tras un breve Gobierno presidido por Leopoldo Calvo Sotelo, que apenas sirvió para hacer condenar por dos veces consecutivas a los militares implicados en el suceso, la entrada de la izquierda en el Gobierno no se hizo esperar, completándose así la transición (entiéndase como involución del orden político y jurídico que se había jurado defender). Cuyo balance, tras trece años consecutivos, se define por la corrupción generalizada, el descrédito de las Instituciones y el crimen de Estado. Un asalto al Estado, más que una acción de gobierno, que termina con Felipe González declarando como el "señor X" ante el Tribunal Supremo, y con el procesamiento y condena de un Ministro y varios altos cargos. Sin que faltase en la escena , la chica del corro de la patata, nada más salir del PSOE cargo político de confianza de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid y aguerrida tertuliana del Gato al Agua y del resto de medios de la derecha.

Por lo que se respecta a la participación del rey Juan Carlos en el suceso, y al margen de la imputación que como instigador del mismo le hace Patricia Sverlo en su libro “Un rey, golpe a golpe” (Editorial Arakatzen, San Sebastián, 2000, retirado del mercado), entiendo que la clave está en lo que la propia doña Sofía le dice a la periodista Pirla Urbana, y que ésta transcribe literalmente en su libro “La reina” (Editorial Plaza & Yanes, Barcelona, 1996), en cuanto a la relación del Rey con Milans y Armada antes y después del 23-F: “un juego voluntariamente ambiguo”.

Sea como fuere, nada de esto hoy tiene, desgraciadamente, la menor importancia para el pueblo soberano, inmerso en estos momentos en una crisis económica, social y cultural sin precedentes en nuestra historia. Con todo, si recuerdo que aquella fría mañana del mes de febrero lucía un sol tibio de primavera y que para los que quisimos ser también protagonistas el comandante don Ricardo Pardo Zancada se nos mostraba como el auténtico héroe de  aquella jornada. Porque, aun sabiendo que estaba todo perdido no quiso dejar en la estacada a sus compañeros, prefiriendo pasar a la historia como un rebelde antes que como un traidor. Que es lo que diferencia a los héroes de los simples soldados. Aunque supongo que esta no sea la visión o apreciación del héroe que tiene el general Luís Alejandre, el jubilado de uniforme que escribe en La Razón.

 


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