1ª.-Ante el desconcierto sobre la Verdad, el hombre ofende al Rey
del Universo, la Palabra encarnada, Nuestro Señor Jesucristo.
No
hemos sido creados por nosotros mismos ni para la nada. No hemos
nacido para crecer, multiplicarnos y morir como las plantas y los
animales, que un día viven y son bellos, pero al otro se acaban.
Nuestra vida está marcada por una trascendencia inmanente que en
todo tiempo alumbra la esperanza de un mañana que será para siempre.
De lo contrario, la sociedad humana hubiese desaparecido. Y es que,
sin sentido, qué sentido hubiese tenido progresar socialmente. Ni
siquiera el instinto de conservación de la especie humana hubiese
resistido a su aniquilación total.
Por eso el hombre, echo a imagen y semejanza de Dios y dotado de un
alma capaz de salvarse o condenarse, fue capaz desde la aurora de
los tiempos de estructurar su vida conforme a un código moral que en
todo momento le interpelaba por encima de sus circunstancias y al
margen de sus determinaciones: "Caín, dónde está tu hermano".
A través de la Historia el hombre ha tenido siempre la manifestación
cercana de su Creador, cuya presencia personal ha evidenciado y
explicitado a través de lo que sus ojos veían, las manifestaciones
de su Obra: el sol, la luna, las montañas... Sin embargo, a partir
de un determinado momento Dios nos da la posibilidad de la visión de
su presencia real a través de su Hijo, Jesucristo, la Palabra
encarnada en la Historia del Hombre. De ahí, por tanto, que la
ofensiva contra la Verdad se haga atacando a la Persona de
Jesucristo:
Es decir, atacando a Jesús de Nazaret que vivió tres años como
servidor y amigo de todos, socorriendo a cualquiera que se le
acercara: dando de comer al hambriento, sanando al enfermo y
librando del demonio al poseso; pues no se sabe de nadie que
recurriera a Él y fuera rechazado.
De ahí que sus enemigos, los de antes como los de ahora, sólo puedan
aducir un motivo: no es amigo del Poder del Mundo. Esto es.
"No es amigo del Cesar".
2ª.- A qué nos enfrentamos con el Islam
El
punto de inflexión del despertar del Islam como cosmovisión que lo
abarca todo viene marcado por la revolución iraní (1979), que
instauró la república islámica y que supuso la comprobación de la
impresionante capacidad movilizadora y política del islamismo
militante. Algo que luego se ha ido extendiéndose con rapidez por el
conjunto de los países musulmanes, y también por todo Occidente.
Pero que ha carecido de un debate serio y en profundidad en nuestras
sociedades europeas por cuanto una buena parte de la izquierda lo ha
impedido sobre la idea de que el "islam político" significaba una
fuerza de cambio que ha terminado por admitirse como una categoría
social, cultural y religiosa en nuestras sociedades.
Frente al declive moral y material de Europa se alza el Islam,
que expresa la cosmovisión esencialista del islamismo:
a) Que se fundamenta, por encima de cualquier otra
consideración, en la visión que tiene de Occidente: vicio y
lujuria, hedonismo, alcohol y fiestas desenfrenadas. Razones que
les han llevado a esa convicción, pues tienen que ver con la
historia de las sociedades en que viven. Razones que logran
trasmitir a todos los musulmanes del mundo con toda la
intensidad con que las viven quienes viven entre nosotros,
aunque todavía no la expresen en clara beligerancia al
habérseles reconocido parte de su propia esencia en las
expectativas que no se les han defraudado (mezquitas, velo,
celebración del Ramadán, etcétera). Esencia que choca
frontalmente con la realidad cultural y social de las sociedades
europeas en las que viven.
b) Que centra su atención en la expansión y dominación de la
civilización occidental con sus interés básicos.
c) Que se expande silenciosamente por medio de la acción
de los "Jóvenes Musulmanes", organización domiciliada en Austria
y vinculada a la "Word Assembly of Muslim Youth" (WAMY), y a
través de los "Hermanos Musulmanes" y a Arabia Saudí.
Frente al declive moral y material de Europa se alza el Islam,
quedando en el aire cuánto espacio se dejará a nuestra identidad
para dar cabida a la suya dentro de Europa. |
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3ª.- Cuánto más resistirá España sin descomponerse
El
desplome del Comunismo marcó una nueva era en el mundo, en la que
faltó explicitar sobre qué esquemas se estructuraría a partir de ese
momento la economía. De ahí la creencia en la magnanimidad del
mercado, que nadie oso poner en duda. Hoy, y como consecuencia de
aquel imaginario, surge esta crisis profunda, honda y de resultados
inciertos, pero sin duda alguna determinante para el próximo futuro
del mundo.
Estamos hablando de personas, de proyectos vitales y de una
sociedad, la española, que tras la crisis, que será muy larga y
costosa, puede salir reconvertida en algo diametralmente distinto a
lo que hoy es. Pues, precipitada a una deriva sin precedentes sobre
los problemas estructurales que soportamos, pueden reventar las
costuras, apenas hilvanadas, del orden jurídico-político que
sustenta la Constitución. Una Constitución que es un contrasentido
jurídico-político que ni el propio Tribunal Constitucional es capaz
de solucionar (Sentencia 32/1981, de 28 de julio), por cuanto
admitiéndose la superioridad del Estado dicha superioridad no puede
entenderse como una relación de supra-subordinación de las
Comunidades Autónomas respecto al propio Estado... ¿Quién lo
entiende?
De ahí, por tanto, las últimas declaraciones sobre el problema, las
referidas por la ex ministra Teresa de la Vega en el acto de toma de
posesión como miembro del Consejo de Estado: "El Estado en España es
un invento delicado al que no le convienen las conmociones sísmicas"
(4/11/2010).
4ª.- Máxima emergencia nacional y europea
Ante la situación de máxima emergencia nacional en la que nos
encontramos, es necesariamente urgente e ineludible posponer todo
personalismo, prejuicio o sensibilidad, e ir directamente a una gran
convergencia de fuerza políticas. Y esa gran Convergencia Nacional
no debe regatear esfuerzos ni compromisos en orden a luchar contra
tres realidades: La Globalización, como propósito mundialista para
imponer un nuevo orden internacional. El tratado de Maastricht, como
proyecto para liquidar las patrias europeas. Y el espíritu Hedonista
y Laicista, como propósito de destruir la sociedad occidental.
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