Notas para una crítica de la realidad nacional
Por Pablo Gasco de la Rocha, 08/12/2010.
1ª.-Ante el desconcierto sobre la Verdad, el hombre ofende al Rey del Universo, la Palabra encarnada, Nuestro Señor Jesucristo.
No hemos sido creados por nosotros mismos ni para la nada. No hemos nacido para crecer, multiplicarnos y morir como las plantas y los animales, que un día viven y son bellos, pero al otro se acaban. Nuestra vida está marcada por una trascendencia inmanente que en todo tiempo alumbra la esperanza de un mañana que será para siempre. De lo contrario, la sociedad humana hubiese desaparecido. Y es que, sin sentido, qué sentido hubiese tenido progresar socialmente. Ni siquiera el instinto de conservación de la especie humana hubiese resistido a su aniquilación total.
Por eso el hombre, echo a imagen y semejanza de Dios y dotado de un alma capaz de salvarse o condenarse, fue capaz desde la aurora de los tiempos de estructurar su vida conforme a un código moral que en todo momento le interpelaba por encima de sus circunstancias y al margen de sus determinaciones: "Caín, dónde está tu hermano".
A través de la Historia el hombre ha tenido siempre la manifestación cercana de su Creador, cuya presencia personal ha evidenciado y explicitado a través de lo que sus ojos veían, las manifestaciones de su Obra: el sol, la luna, las montañas... Sin embargo, a partir de un determinado momento Dios nos da la posibilidad de la visión de su presencia real a través de su Hijo, Jesucristo, la Palabra encarnada en la Historia del Hombre. De ahí, por tanto, que la ofensiva contra la Verdad se haga atacando a la Persona de Jesucristo:
Es decir, atacando a Jesús de Nazaret que vivió tres años como servidor y amigo de todos, socorriendo a cualquiera que se le acercara: dando de comer al hambriento, sanando al enfermo y librando del demonio al poseso; pues no se sabe de nadie que recurriera a Él y fuera rechazado.
De ahí que sus enemigos, los de antes como los de ahora, sólo puedan aducir un motivo: no es amigo del Poder del Mundo. Esto es. "No es amigo del Cesar".
2ª.- A qué nos enfrentamos con el Islam
El punto de inflexión del despertar del Islam como cosmovisión que lo abarca todo viene marcado por la revolución iraní (1979), que instauró la república islámica y que supuso la comprobación de la impresionante capacidad movilizadora y política del islamismo militante. Algo que luego se ha ido extendiéndose con rapidez por el conjunto de los países musulmanes, y también por todo Occidente. Pero que ha carecido de un debate serio y en profundidad en nuestras sociedades europeas por cuanto una buena parte de la izquierda lo ha impedido sobre la idea de que el "islam político" significaba una fuerza de cambio que ha terminado por admitirse como una categoría social, cultural y religiosa en nuestras sociedades.
Frente al declive moral y material de Europa se alza el Islam, que expresa la cosmovisión esencialista del islamismo:
a) Que se fundamenta, por encima de cualquier otra consideración, en la visión que tiene de Occidente: vicio y lujuria, hedonismo, alcohol y fiestas desenfrenadas. Razones que les han llevado a esa convicción, pues tienen qeu ver con la historia de las sociedades en que viven. Razones que logran trasmitir a todos los musulmanes del mundo con toda la intensidad con que las viven quienes viven entre nosotros, aunque todavía no la expresen en clara beligerancia al habérseles reconocido parte de su propia esencia en las expectativas que no se les han defraudado (mezquitas, velo, celebración del Ramadán, etcétera). Esencia que choca frontalmente con la realidad cultural y social de las sociedades europeas en las que viven.
b) Que centra su atención en la expansión y dominación de la civilización occidental con sus interés básicos.
c) Que se expande silenciosamente por medio de la acción de los "Jóvenes Musulmanes", organización domiciliada en Austria y vinculada a la "Word Assembly of Muslim Youth" (WAMY), y a través de los "Hermanos Musulmanes" y a Arabia Saudí.
Frente al declive moral y material de Europa se alza el Islam, quedando en el aire cuánto espacio se dejará a nuestra identidad para dar cabida a la suya dentro de Europa.
3ª.- Cuánto más resistirá España sin descomponerse
El desplome del Comunismo marcó una nueva era en el mundo, en la que faltó explicitar sobre qué esquemas se estructuraría a partir de ese momento la economía. De ahí la creencia en la magnanimidad del mercado, que nadie oso poner en duda. Hoy, y como consecuencia de aquel imaginario, surge esta crisis profunda, honda y de resultados inciertos, pero sin duda alguna determinante para el próximo futuro del mundo.
Estamos hablando de personas, de proyectos vitales y de una sociedad, la española, que tras la crisis, que será muy larga y costosa, puede salir reconvertida en algo diametralmente distinto a lo que hoy es. Pues, precipitada a una deriva sin precedentes sobre los problemas estructurales que soportamos, pueden reventar las costuras, apenas hilvanadas, del orden jurídico-político que sustenta la Constitución. Una Constitución que es un contrasentido jurídico-político que ni el propio Tribunal Constitucional es capaz de solucionar (Sentencia 32/1981, de 28 de julio), por cuanto admitiéndose la superioridad del Estado dicha superioridad no puede entenderse como una relación de supra-subordinación de las Comunidades Autónomas respecto al propio Estado... ¿Quién lo entiende?
De ahí, por tanto, las últimas declaraciones sobre el problema, las referidas por la ex ministra Teresa de la Vega en el acto de toma de posesión como miembro del Consejo de Estado: "El Estado en España es un invento delicado al que no le convienen las conmociones sísmicas" (4/11/2010).
4ª.- Máxima emergencia nacional y europea
Ante la situación de máxima emergencia nacional en la que nos encontramos, es necesariamente urgente e ineludible posponer todo personalismo, prejuicio o sensibilidad, e ir directamente a una gran convergencia de fuerza políticas. Y esa gran Convergencia Nacional no debe regatear esfuerzos ni compromisos en orden a luchar contra tres realidades: La Globalización, como propósito mundialista para imponer un nuevo orden internacional. El tratado de Maastricht, como proyecto para liquidar las patrias europeas. Y el espíritu Hedonista y Laicista, como propósito de destruir la sociedad occidental.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com