A quienes
soslayan por interés o pusilanimidad la responsabilidad que cabe
imputar a nuestras FFAA por el actual estado de completa
putrefacción de España.
Con un terrorismo
irredento, a cuyos terroristas se terminará por perdonar; acosada
por Marruecos, cuya reivindicación de Ceuta, Melilla, Perejil y
demás posesiones viene efectuando con descaro y propósito evidente;
y sometida al impulso centrífugo del separatismo, que ni siquiera en
sus formas más aparentes (“guerra de banderas”) es capaz de respetar
la legalidad constitucional, las FFAA españolas se encuentran en el
epicentro, en el centro del área de perturbación de una nación
deficitaria.
Un “déficit” que
indica un menoscabo o incapacidad para vivir juntos, una pérdida de
la identidad y un millar de carencias y pérdidas de funciones o
facultades específicas. Lo que da la medida exacta de una nación,
España, que se desvanece sin que sus FFAA tengan claro siquiera cuál
es su misión constitucional. De ahí, entonces, esa actitud de ir
dejando hacer y, sobre todo, la pusilanimidad con la que se
enfrentan a la unidad e integridad de la Patria amenazada.
Manera de estar y
disposición de ánimo, comportamiento y actitud de nuestra FFAA, más
ocupadas en la labor que como contribución al dividendo de paz
internacional impone la OTAN, que como garantes de la unidad e
integridad de la Patria amenazada.
Entonces, si el
estudio de la historia no es sólo útil, sino también necesario,
tengamos presente la cuestión militar antes del Alzamiento del 18 de
julio de 1936.
La izquierda
militar, de una importancia fundamental y decisiva en el clima
revolucionario de la II República y en el desencadenamiento de
nuestra guerra de Liberación de 1936-39, no ha tenido, entiendo, el
tratamiento debido, por cuanto todavía pervive la impresión de que
prácticamente todo el estamento militar de la oficialidad quedó de
parte del bando nacional, siendo escaso el número de oficiales,
jefes y mucho menos el de generales que quedó en el bando rojo;
hasta el punto, y así se suele considerar, que fueron los mandos de
la Guardia Civil y, sobre todo, los de la Guardia de Asalto los que
suplieron tal carencia de pericia militar en el bando rojo. Una
carencia, dicen, que determinó el rumbo final de la guerra.
Sin embargo, la
verdad es que desde la época del “Directorio” de don Miguel Primo de
Rivera, la izquierda militar -de clara tendencia socialista y
comunista, y muchos de sus miembros de franca obediencia a la
masonería- se fue organizando y concentrando en la Aviación y en el
arma de Artillería, y durante la República en la Guardia de Asalto,
que como cuerpo policial de estructura militar se fue nutriendo de
militares izquierdistas fuertemente ideologizados, en su mayoría
procedentes primero de la Unión Militar Republicana (UMR) de
tendencia socialista y después de la Unión Militar Antifascista
(UMA) de clara tendencia comunista. Fusionándose ambas
organizaciones militares izquierdistas en 1935, dando lugar a la
Unión Militar Republica Antifascista (UMRA) con importante
implantación en Cataluña y Madrid, y contando con gran número de
efectivos entre la Guardia Civil y en los principales aeródromos y
bases de aerostación de toda España. Cuyos miembros se dedicaron a
labores claramente conspiratorias y a preparar la revolución junto
con el PSOE y el PCE. |
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Así, por ejemplo:
Vigilaron la contrarrevolución y denunciaron supuestas actividades
conspiratorias-golpistas a las autoridades y a los partidos PSOE,
PCE y FAI, elaborando un cuidadoso fichero sobre las tendencias
políticas y religiosas de cada jefe y oficial contrarrevolucionario
con datos muy concretos como el domicilio y el número de miembros de
su familia, que elaboraron por diferentes conductos, no siendo el
menos importante el proporcionado por miembros de la tropa afiliados
al PSOE y PCE; lo que permitió al Frente Popular el exterminio
físico de muchos de ellos nada más iniciarse el 18 de julio.
Adiestraron a las
Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) en el manejo de
armas y en tácticas insurgentes, lo que posibilitó la acción
criminal de sus miembros y la consabida lucha callejera con miembros
de organizaciones opuestas. Y participaron directamente en la
ejecución de atentados contra sus propios compañeros de armas por
simples motivos ideológicos, como fueron los asesinatos de don Luís
Arredondo, comandante retirado; el del capitán de Infantería
Gumersindo de la Gándara y el de Ingenieros, Sánchez Sacristán.
Con todo, la mayor
participación de esta “tropa” se circunscribe a los meses previos al
Alzamiento del 18 de Julio. En primer lugar, con el intento de
exterminio de los principales jefes del Ejército, que es lo que se
conoce como “Operación Romerales”, que con el pretexto de descabezar
una presunta trama golpista dentro del Ejército, miembros de la UMRA
vinculados al PSOE planearon asaltar, secuestrar y asesinar a los
principales jefes del Ejército de África. Y en segundo lugar,
mediante la propuesta que le hicieron llegar al mismísimo Gobierno
de la República el 16 de julio:
“1º.-
Disponibilidad forzosa de cuantos militares se opusieran a la
revolución que preparaba el Frente Popular. 2º.- Inspección de
todas las guarniciones militares por parte de delegados
gubernativos. 3º.- Levantamiento de la tropa contra la autoridad
de los mandos no afectos al Frente Popular. 4º.- Creación de
“unidades especiales” con personal (políticos) y mandos
(militares) de total confianza al Frente Popular. 5º.-Detención
inmediata y depuración de los miembros sospechosos a las
actividades del Frente Popular. 5º.- Disolución del Ejército.”
Era tal el programa
de medias, que hasta Casares Quiroga, Presidente del Gobierno de la
República, viendo cuál era la situación de España por aquellos días,
temió más una revolución comunista que un golpe de derechas, y no
aceptó ninguna de las propuestas.
Con todo, la
actuación más grave de la UMRA fue su participación en el asesinato
de don José Calvo Sotelo días después del fracaso de la “Operaciones
Romerales”, para cuyo asesinato utilizaron como pretexto el del
teniente Castillo, un activista comunista y autor del asesinato
alevoso de un joven en las calles de Madrid, tras cuyo suceso se
reunieron diversos miembros de UMRA decidiéndose el asesinato del
Jefe de la Oposición en el Parlamento. El encargado de dirigirlo fue
el capitán de la Guardia Civil, afiliado al PSOE y miembro destacado
de la UMRA, Fernando Condés, que actuando de paisano comandó el
piquete que secuestró y asesinó a Calvo Sotelo.
La UMRA siguió
operando durante la contienda, desempeñando la importantísima
función de la selección de personal y la dirección en las distintas
unidades de combate, y en funciones de orden público en la
retaguardia roja, cuyos resultados son de sobra conocidos.
Pese a todo, muchos
de aquellos indeseables son hoy reivindicados por una tropa alentada
por unos bárbaros y desorientada por unos cobardes que se negaron
defender el Alzamiento del 18 de julio de 1936. Una reacción moral,
legítima y patriótica que nos salvó de habernos convertido en una
colonia de la Unión Soviética dirigida por el “padrecito” Stalin,
apodo cariñoso con el que algunos de nuestros grandes poetas, Miguel
Hernández y Rafael Alberti, nombraban a uno de los mayores asesinos
de la historia de la humanidad.
España es demasiado
importante como para que confiemos toda su defensa a nuestras FFAA,
que desde hace treinta y cinco años no vienen demostrando más que
incapacidad, falta de visión y escaso patriotismo.
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