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Actualizada: 08 de Mayo de 2.009.  

 
 
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Chulocracia.


   Por Jaime Miguel Tur, antiguo Sargento de la Legión.


Al año de jubilarme, más o menos, comenzaron a aparecer en mi mente, aún continúan, una serie de recuerdos de los que no tenía ni pajolera idea.

Breves y repentinos fogonazos mostrándome una serie de hechos pasados de todas las etapas de mi vida; elegidos a capricho y que fluyen cuando les pete.

A cualquier hora del día, ya esté leyendo, oyendo música, escribiendo, paseando, conversando, en otros menesteres e incluso de noche si me despierto.

Desde luego, a mi no hay quien me quite de la cabeza que es el inconsciente -vasto y complejo ordenador que guarda fielmente la información de todas nuestras vivencias- el que a estas alturas de la vida me está pasando factura. O dicho de otra forma, el clásico ajuste de cuentas que los jerarcas eclesiáticos llaman chistosamente el juicio final.

Y no debo andar muy lejos de la cosa porque,  hasta ahora, cada vez que aparece un flash me llevo un disgusto. Tengo la impresión de que no he hecho en toda mi vida ni una derecha. Nada digno de tener en cuenta. Todo son reproches culposos que me ponen en ridículo y hasta me hacen sentir vergüenza ajena.

Aunque no pierdo la esperanza de que el sistema tenga por norma amargarte de entrada con el Debe y a continuación significar los asientos que puedas tener en el Haber.

Y no tiene más remedio que ser así, porque alguna acción medianamente potable habré hecho a lo largo de mis años, digo yo.

 Pues de todos los recuerdos que, sin ser llamados, acuden a mi mente, como acabo de exponer, ninguno de ellos logra que me sienta tan pesaroso, ridículo, cómico y hasta estrafalario como en los tres siguientes:

Uno.- Haber estado un día entero en la Plaza de Cervantes de Alcalá de Henares recogiendo firmas y dando las gracias y chocando la mano a todo el que firmaba para salir de la OTAN. Ya saben, tiempos en los que el criminal de guerra Javier Solana, andaba en pantalón vaquero y hablándonos de la indignidad de unirse a la máquina de asesinar norteamericana; para ser luego Secretario General de la OTAN y el que ordenó los bombardeos -aviones americanos- sobre la población civil yugoslava. ¡Cerdo!

Dos.- El maldito, estúpido y grotesco papelón que protagonicé  defendiendo, por mi cuenta y riesgo, la firmeza y honradez de los izquierdosos cantamañanas que acompañaban a Julio Anguita en el proyecto de Izquierda Unida. En la actualidad metidos de hoz y coz, muy a su gusto, por el puto trinque, en la secta felipista PSOE, que es el mayor estercolero político del país. Por lo que partir de ahora serán tratados, políticamente, como lo que son: ¡Basura!

Tres.- Mi terquedad a la hora de denunciar insistentemente la sarta de fechorías que cometen a diario los miserables infiltrados en la política española, aun sabiendo de antemano que no sirve para nada.

Pues como decía Rouseau, “Los esclavos pierden todo con sus cadenas, hasta el deseo de romperlas”.

Quiero decir que la desidia, falta de unión, la inconsciencia como contribuyente y el miedo a significarse, vicios muy arraigados en la comunidad española, es obvio que nos lleva a la servidumbre, a la entrega sin condiciones.

En definitiva, a la exclavitud sin cadenas tan latente en nuestra sociedad. De ahí que la timidez y el insensato sometimiento del contribuyente español –tonto de la película que mantiene el tinglado- haya dado pie a que los dirigentes que sufrimos, fabulosos calamidades, nos chuleen.

Unos don nadies, demagogos y trincones insaciables –solo les inquieta y anima el enriquecimiento fácil-, ignorantes, inútiles y pedantes autócratas que han convertido el sistema democrático en una real “Chulocracia”. Vamos, que sin darnos cuenta y con la sonrisa en los labios, vivimos la degeneración de un sistema político claramente atentatorio contra los derechos humanos de los españoles. Y todo cristo tan contento. ¡Es una cosa...!   

Evidentemente, debería mandarlo todo al carajo. Es decir, no preocuparme nunca más por lo que a nadie parece interesar. Pero ha sido un pensamiento de Einstein, leído estos días y referido a los Derechos Humanos, el que me ha invitado a no cesar en la lucha. Decía el sabio:

“Los ideales sobre el comportamiento  mutuo de los seres humanos y la estructura más deseable de la comunidad los concibieron y enseñaron individuos  ilustres a lo largo de toda la historia. Estos ideales y creencias derivados de la experiencia histórica han sido aceptados de inmediato, en teoría, por el hombre y pisoteados  siempre por la misma gente bajo la presión de sus instintos animales. Una gran parte de la historia la cubre por ello la lucha en pro de los Derechos Humanos. Una lucha eterna en la que no habrá nunca una victoria definitiva.

Pero desfallecer en esa lucha significaría la ruina de la sociedad”. Pues eso.


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