Un año más
(no sabemos por cuanto tiempo) se celebra la Fiesta de la
Hispanidad, el día de la Raza. Los políticos,
intelectuales, periodistas y demás librepensadores, se ven
obligados durante unas horas a hablar de Hispanoamérica,
dejando aparcado ese barbarismo de Latinoamérica que tanto
les gusta; aunque nuestros Jefe de Estado y Presidente,
recurran con gran habilidad a la utilización del término
Iberoamérica.
La
Hispanidad, que geográficamente no se limita al continente
americano, no es una entidad política, es algo muy
superior: una comunidad espiritual fruto de la mayor gesta
conocida; es un credo, cultura e historia común que han
dado como fruto una nueva Raza. Al español coherente con lo
que dice defender, nunca le ha importado el origen, la
sangre o el color de la piel. El español ha incorporado a
la cristiandad todas las razas y sociedades que han estado
bajo su influencia. Por eso, nuestro concepto de Raza no es
genético o morfológico; nosotros entendemos por Raza un
credo común, una manera superior de entender la civilización,
una mística, un genio. Nunca nos hemos considerado
portadores únicos de la Verdad, nos hemos ceñido a
custodiarla, seguirla, proclamarla, predicarla y
compartirla.
La generación
actual, ebria de una soberbia sin precedentes y a la luz de
un incomprensible nihilismo moral e intelectual, se ha
erigido en dueña de la historia y a proclamado:
“Hispanoamérica no existe; existe Latinoamérica”.
Ya en su día
la lengua española sufrió otro asedio y paso a ser lengua
castellana, tratando con ello de minimizar la importancia de
lo español en el mundo; incluso, le han quitado topónimos
a nuestro idioma, ya no existe Gerona, Lérida y un sinfín
de lugares más, victimas del revisionismo independentista.
No hace
falta descubrir quien está detrás del actual Imperio de la
Calumnia, incluso cuentan con la ayuda de sectores
infiltrados en la Iglesia que no muestran reparos en
utilizar por complicidad o ingenuidad, el termino de
Latinoamérica.
Isabel La
Católica, Reina de España y Madre de América también
sufre lo suyo. La ejemplar cristiana, propulsora de los
derechos humanos, es la responsable de la mayor evangelización
que ha conocido la historia después de la realizada por los
Apóstoles; quizá por eso, y ante la presión de los
exclusivistas judíos, sectarios musulmanes y perniciosos
protestantes, la Iglesia sigue postergando su proceso de
canonización. Ya se sabe: contentar al infiel que nunca va
a ser cristiano, para desorientar al que sí que lo es. La
Reina recibió una sociedad decadente y dividida, para legar
una España próspera, unida y evangelizadora…… Las
comparaciones con la monarquía actual ¡son insoportables!
Se silencian
o se pasa de puntillas sobre acontecimientos que han
resultado trascendentes para la forja de lo Hispánico.
Cualquiera habla ahora de la aparición de la Virgen en
Zaragoza o de la promesa de Cristo al P. Hoyos: «Reinare en
España y con más veneración que en otras partes»…. Por
descontado, el P. Hoyos, sigue sin ser canonizado. Menos mal
que el Papa Juan Pablo II se atrevió a decir: La Fe
Cristiana y Católica constituye la identidad del pueblo
español.
La
Hispanidad está en crisis porque nuestra actualmente triste
España tiene el alma rota, como roto está todo el que se
aleja de su vocación. España ha dejado de ser luz de
Trento para ser alcahueta del error y paradigma de lo
aberrante. Nuestra Patria esta gobernada por sus enemigos, aquellos que
se dicen españoles mientras aborrecen de todos los
episodios históricos que han forjado la unidad y proyección
de España. No puede ser grande una nación que reniega de
su grandeza; no puede ser libre quién da la razón a sus
enemigos instalados en el error.
Los que
hablan de la religión como opio del pueblo, han dado a la
actual generación el opio de la pornografía y de la orgía
de los instintos más materialistas; han relegado el
patriotismo espiritual, frente al naturalista, al sensual,
al provinciano: ¡Muera la Lira, Viva la Gaita!; han
relegado el concepto de Patria como fundación, frente al de
Patria contrato. Lo curioso es que España pasa a ser un
contrato, mientras Cataluña, Vascongadas o quien se apunte,
pasan a ser fundaciones, unidades indivisibles y realidades
nacionales prehistóricas con proyección eterna, que han
sido encorsetadas por la “inexistente España”
Para poner
fin a toda esta insensatez y lograr el resurgir de España y
la Hispanidad, nuestro patriotismo ha de fundamentarse en la
coherencia con la historia de nuestra Raza, con su vocación
y con su misión. Lo haremos con el espíritu crítico y de
perfección que caracteriza nuestro estilo, sabiendo que es
un camino duro, vertical si se quiere, pero como lo ha sido
siempre el camino de la Verdad. De lo contrario, seremos
almas de vía estrecha, prudentes, timoratas, de las que no
saben lograr réditos de sus talentos.
No se trata
de crear movimientos o partidos confesionales, y menos,
clericales; se trata de beber en las fuentes con las que la
Providencia nos ha premiado, de no olvidarnos de lo que
queremos proponer como modelo de sociedad; se trata de tener
criterio patriótico frente al desbarre patriotero que en
ocasiones puede verse en algunos movimientos que se dicen
nacionales. Para los que crean en otro estilo, tienen esa
sandez de patriotismo constitucional a su servicio o, esa
ignominia de
patriotismo “populista” que promueven algunos indolentes
personajes que se dicen cercanos a nosotros. Los que
promueven un patriotismo sin Dios: mutilan la esencia de
España; o bien, son pobres victimas de la educación laica,
o personajes condenados a peregrinar sin rumbo por la vida,
ante su ausencia de valores trascendentes.
La
Hispanidad, debe ser un pilar irrenunciable en cualquier
proyecto que se diga español. Mantengamos la esperanza y
luchemos como si todo dependiera de nosotros, sin olvidar
que depende de Dios; tengamos claro que el mundo, Él, se lo
alquila a los valientes.
¡Viva la
Hispanidad! ¡Arriba los valores Hispánicos!
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