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Actualizada: 12 de Octubre de 2.006.  

 
 
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  12 de Octubre. Virgen del Pilar.

La Festividad de la Virgen del Pilar.

Eduardo Palomar Baró.





La festividad de la Virgen del Pilar es la fiesta patronal de Zaragoza, así como de la Hispanidad y de la Guardia Civil. Se celebra el 12 de octubre y las fiestas se desarrollan a lo largo de nueve días.

Fue festivo por primera vez en el año 1613 al aprobarlo así el Concejo de Zaragoza. Hasta el 27 de mayo de 1678 no se declaró patrona de Zaragoza a la Virgen del Pilar.

Siglos de historia, fe y devoción relacionada con esta patrona, hoy de toda España, preceden las celebraciones que practican los españoles actualmente.

El Pilar es la Fiesta Nacional de España y una de las fiestas más reconocidas en todo el mundo.

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La historia de la Fiesta del Pilar empieza en el año 40, cuando el apóstol Santiago El Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, entró en Celtiberia para predicar la palabra de Dios a los habitantes paganos. Mientras viajaba por tierras aragonesas, en la noche del 2 de enero del año 40 de la era cristiana, se le apareció en Zaragoza la Virgen María, cuando todavía moraba en Jerusalén -antes de su Asunción gloriosa-, para consolar y animar al apóstol Santiago, que a las orillas del Ebro predicaba el Evangelio.

La Virgen le pidió que construyera una iglesia en el pilar de mármol donde estaba de pie. La Virgen desapareció, pero el pilar permaneció, y en este mismo lugar Santiago realizó la solicitud de la Virgen, y el resultado es la hermosa Basílica del Pilar.

En 1438 se escribió el “Libro de milagros” atribuidos a la Virgen del Pilar, lo que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, en expresión del rey Fernando el Católico, “creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicada a la Purísima Virgen y Madre de Dios, titulada Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros”.

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Los primeros cristianos edifican con Santiago una capillita -“Aedicula” le llaman los autores-, es decir, un pequeño oratorio de dieciséis pasos de longitud por ocho de anchura. En el siglo II la capilla primitiva se construye mayor, y en el año 313 se convierte ya en un templo apto para el desarrollo de un culto más amplio y solemne.

Bajo la dominación árabe, parece ser que la iglesia fue respetada. Tras la reconquista de Zaragoza, el templo es objeto de grandes mejoras, y así en el año 1120, el obispo Pedro de Librana reconstruye la vieja iglesia del Pilar y la amplía en el estilo románico, quedando como recuerdo el tímpano de la fachada principal. En 1292, el obispo Hugo de Mataplana, repara y restaura las ruinas provocadas por un desbordamiento del río Ebro.

En 1434, un voraz incendio acaba con el templo románico, si bien las llamas respetaron milagrosamente la imagen de la Virgen. En el año 1515 comienza a surgir una iglesia gótica, llamada Santa María la Mayor, de la que nos queda el famoso retablo de Damián Forment, una de las obras más notables del Renacimiento, y la magnífica sillería coral.

Fruto de las grandes peregrinaciones y a la visita que el rey Carlos II realiza a Zaragoza, con motivo de su jura y celebración de Cortes, fueron decisivas para engrandecer el templo. Se puso la primera piedra del templo actual el día de Santiago, 25 de julio de 1681. El arquitecto elegido fue Francisco de Herrera Hinestrosa, llamado ‘Herrera el Mozo’. Con el apoyo real, los recursos de los arzobispos y Cabildo, y las generosas aportaciones de los fieles, las obras siguieron un rápido ritmo. El 11 de octubre de 1718 se terminaron las naves desde el altar mayor hasta el muro de occidente.

El rey Fernando VI en 1750 nombró arquitecto del Pilar a Ventura Rodríguez, el cual realizó la Capilla de la Virgen. Por falta de recursos, las obras quedaron interrumpidas, siendo reemprendidas el 22 de octubre de 1863, dirigiendo las obras los arquitectos José de Yarza y Juan Antonio Atienza.

El 10 de octubre de 1872, en una ceremonia solemnísima, el arzobispo de Santiago, Cardenal García Cuesta, consagró la nueva Basílica.

Más tarde se añadieron las cuatro torres. La más vieja lleva el nombre de Santiago, la segunda se denomina torre de Nuestra Señora del Pilar. Las dos últimas son relativamente jóvenes. Aunque nacieron gemelas el 11 de diciembre de 1949, la más próxima al puente de Santiago, llamada de San Francisco de Borja creció más deprisa, siendo acabada el 10 de octubre de 1959. Dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1961, se inauguraba la cuarta torre que le pusieron el nombre de Santa Leonor, en memoria del matrimonio zaragozano que la costeó, Francisco Urzáiz y Leonor Sala.

Las cuatro torres tienen 93 metros de altura. En la parte superior de la fachada se colocaron ocho estatuas monumentales: San José de Calasanz, San Vicente de Paúl, Santa Engracia, San Valero, San Braulio, Santa Isabel de Aragón, Santiago y San Vicente Mártir, santos todos ellos muy vinculados con la capital aragonesa.

 

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El recinto sagrado que guarda el santo Pilar y la venerada imagen de la Virgen, es el corazón de todo el templo, la meta de las peregrinaciones y el centro en torno al que giran la devoción y el culto diario. La Capilla es de estilo barroco y la santa Columna ha permanecido siempre inamovible en su lugar primitivo.

El conjunto de la Capilla es muy armonioso y de gran riqueza, resaltando la esbeltez de las columnas corintias en una preciosa combinación de mármol, jaspe, dorados y bronces.

El fondo del Camarín de la Virgen es de mármol verde de Tinos, tachonado de 148 estrellas de oro, de las cuales 80 llevan joyas incrustadas. En el centro del Camarín está colocada la imagen de la Virgen.

El Pilar es una columna de jaspe de forma cilíndrica de 1,67 metros de altura y 25 centímetros de diámetro. La parte visible del Pilar está cubierta de bronce y plata. La imagen de la Virgen es de madera, de estilo gótico, y con tan sólo 38 cm. de altura. Nuestra Señora sujeta con la mano derecha el manto que le cae por la espalda, mientras sostiene al Niño con el brazo izquierdo. El Niño Jesús con la mano izquierda coge un pajarillo y con la derecha recoge el manto de su Madre.

Desde el siglo XVII la parte superior de la columna se cubre con un manto que se cambia a diario, existiendo una colección de más de trescientos.

Sólo los días 2 y 12 de cada mes (excepto el 12 de octubre) aparece la Virgen sin manto. En el frontal están incrustados los escudos en esmalte de todas las provincias españolas. En la parte posterior de la Capilla, en un pequeño orificio, enmarcado en oro se puede besar una parte de la columna de jaspe, en la que se puede apreciar el desgaste causado por los besos de tantísimos millones de fieles, que a cualquier hora del día y de la noche, veneran la santa Columna.

En el Museo Pilarista ubicado en la parte central de la nave aledaña al Ebro, se encuentra en una vitrina la corona y el resplandor, ofrendados por todas las damas de España en suscripción nacional el año 1905. La corona y el resplandor son de oro y llevan miles de piedras preciosas. Ambos objetos fueron bendecidos en Roma por el Papa Pío X quien, emocionado por el gesto de las mujeres españolas, regaló para el Joyero del Pilar el cáliz con el que había celebrado la Santa Misa el día de la bendición.

Junto a esa preciosa corona que luce la Virgen en las grandes solemnidades litúrgicas y en los días de especial significación mariana, se pueden contemplar las pequeñas coronas del Niño Jesús.

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El día 12 de octubre por la mañana se lleva a cabo una ofrenda, en la que miles de personas ataviadas con el traje regional aragonés o de otros lugares del mundo, llevan ramos o centros de flores hasta las puertas del Pilar. En la Plaza de las Catedrales unos voluntarios tejen un enorme manto a una Virgen situada sobre una estructura metálica. Esta tradición de la ofrenda data del año 1952 y el desfile de personas dura más de ocho horas.

Tras la ofrenda a la Virgen, se celebra una misa pontifical en la Basílica del Pilar, tras la que se desarrolla una procesión.

En la madrugada del día 12 se celebra en el Altar Mayor la llamada Misa de Infantes.

El día 13 por la mañana se lleva a cabo la ofrenda de frutos, que tiene un recorrido similar al de la ofrenda de flores. Se presentan a la Virgen los más variados frutos de la tierra. Su primera edición tuvo lugar en el año 1949.

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Es un espectáculo sin parangón en el mundo. La procesión consiste en un conjunto de 29 carrozas de cristal iluminadas interiormente de las que, al menos, quince representan los misterios del Rosario. A ellas, se aúnan un buen número de farolas y estandartes. Los pasos fueron portados a hombros hasta 1926 y no se alumbraron con luz eléctrica hasta el año 1940.

El Rosario de Cristal parte de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en donde tiene su sede, realizando su recorrido al anochecer del día 13 por las principales arterias de Zaragoza.   

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Miguel Juan Pellicer natural de Calanda (Teruel) más conocido como el “Cojo de Calanda”, sufrió un accidente al volcarse el carro que conducía, cargado de trigo, lo que le provocó tan graves heridas en la pierna derecha, que sufrió gangrena, por la que le tuvieron que amputar el miembro inferior en el Hospital de Gracia de Zaragoza, amputación efectuada por el Licenciado Juan de Estanga, ayudado por Diego Millaruelo y Juan Lorenzo García, en el mes de octubre del año 1637. Dicha pierna amputada fue enterrada en el cementerio del hospital.

Al abandonar el centro médico Miguel Juan, imposibilitado para seguir trabajando, tuvo que resignarse a pedir limosna en las puertas del templo del Pilar. Fue entonces cuando comenzó a asistir diariamente a misa y a comulgar con frecuencia, al tiempo que una fe, cada vez mayor, le llevaba a suplicar a la Virgen la “devolución” de su pierna. El joven se ungía el muñón de la pierna amputada con el aceite de las lámparas de la Basílica.

Retornó a su casa de Calanda y en la noche del 29 de marzo de 1640, estando en la cama y antes de quedarse dormido, una vez más había estado rogando a la Virgen del Pilar por su curación. Hacia las once de esa misma noche, los padres de Miguel entraron en la habitación del hijo al percibir que de allí venía “una extraña fragancia”, “un olor suave y desacostumbrado”; a la luz de un candil y con la natural sorpresa y estupor pudieron contemplar que Miguel tenía nuevamente restituida la pierna que le había sido amputada.

El 5 de junio de 1640, abierto el proceso canónico correspondiente, el arzobispo de Zaragoza don Pedro Apaolaz Ramírez dictó la siguiente sentencia el 27 de abril de 1641:

“Decidimos, pronunciamos y declaramos que a Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda, de quien en este proceso se trata, le ha sido restituida milagrosamente su pierna derecha, que antes le habían cortado y que tal sustitución no ha sido obrada naturalmente, sino prodigiosa y milagrosamente; debiéndose juzgar y tener por milagro, por haber concurrido en ella todas las circunstancias que el Derecho exige para constituir un verdadero milagro, como por el presente le atribuimos a milagro, y por tal milagro lo aprobamos, declaramos y autorizamos”.

Este es el milagro más sorprendente de la Virgen del Pilar, absolutamente verificado. Tan cierto, tan comparable, y, sobre todo, tan espectacular que se le califica como el “milagro de la resurrección de la carne”. El Cabildo entregó a Su Santidad Juan Pablo II una edición facsímil del Proceso del excepcional milagro.

En la Basílica del Pilar se encuentra un gran lienzo de Bernardino Montañés, titulado “Milagro de Calanda”. Debajo tiene la siguiente inscripción: Por intercesión de Nª. Sª. del Pilar se le restituye a Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda una pierna que hacía 2 años y 5 meses se la habían cortado. Sucedió este portentoso milagro en dicha Villa la noche del 29 de Marzo del año 1640”.

También figura un fresco de R. Stolz que representa el momento de la curación. Una de las calles que bordea el templo se llama “Calle del Milagro de Calanda”, en memoria del sobrenatural suceso.

Dentro de los prodigios y milagros, se explica que el 12 de octubre de 1492, salieron unos destellos luminosos desde el templo del Pilar que guiaron a Cristóbal Colón a descubrir las tierras americanas.

Otro caso, este más reciente, ocurrió durante la Guerra Civil española. Pasadas las 2 de la madrugada del día 3 de agosto de 1936, el trimotor ‘Fokker’ pilotado por el alférez republicano Manuel Gayoso Suárez, arrojó tres bombas de 50 kg cada una sobre la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, pero ninguna hizo explosión.

Una de ellas se clavó en la calle, a unos pasos del templo, y después de levantar unos adoquines, dejó en el pavimento la silueta de una cruz.

Las otras dos cayeron sobre la Basílica: una atravesó el techo dando en un nervio de la bóveda de descarga de la cúpula de la Santa Capilla. La otra dio en el mismo marco dorado del fresco “Adoración del nombre de Dios”, pintado por Francisco de Goya y Lucientes en la bóveda del ‘Coreto’, frente a la Santa Capilla de la Virgen.  Los daños causados fueron más de índole artístico que materiales, ya que estos dos artefactos tampoco llegaron a explosionar.

Las dos bombas, restauradas y niqueladas se exhiben en una pilastra de la Santa Capilla, con una leyenda que dice: “Dos de las tres bombas, arrojadas contra el S.T.M. DEL PILAR, el día 3 de agosto de 1936”.

 

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12 de octubre de 2002

La gran Fiesta Mariana de España

Mis queridos hermanos y amigos:

Ayer celebramos en todas las diócesis de España la Fiesta del Pilar siguiendo una más que milenaria tradición de devoción y amor a la Virgen bajo esta advocación tan querida por todos los españoles. En este día también celebra España su Fiesta Nacional recordando sin duda la fecha histórica del descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492: un hecho que ha definido como ningún otro la singular y decisiva aportación española a la configuración moderna de la comunidad internacional. Aquel día lejano, hace 510 años, cuando las tres naves colombinas tocan tierra en la que ahora conocemos como la Isla de Santo Domingo, celebraba Zaragoza la Fiesta de su Patrona, conocida y venerada ya en todos los Reinos de España.

Rememorar y actualizar el significado eclesial de la Fiesta de la Virgen del Pilar es siempre de gran provecho pastoral. En este año 2002, en el que la Conferencia Episcopal Española ha aprobado su nuevo Plan de Pastoral -“Una Iglesia Esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5,4)”-, parece incluso obligado. Pocos caminos mejores, pastoral y espiritualmente hablando, se podrán encontrar para la renovación de la autenticidad evangélica en el encuentro con el Misterio de Cristo, que el de la memoria de la Evangelización primera de España, enraizada en la fidelidad apostólica y en la ferviente piedad mariana que la ha acompañado. 

La estampa de María, consolando y animando a orillas del Ebro a Santiago, un Apóstol descorazonado y al parecer derrotado, tal como nos relata la tradición, es todo un símbolo de la importancia decisiva de la Virgen para la fecundidad de la acción evangelizadora entre nosotros desde la primera hora. Por eso España supo siempre acudir a María, su Modelo y Madre y, por ello, fue siempre fiel a la comunión con la Iglesia Universal y su Pastor, el Sucesor de Pedro, viviéndola hacia dentro de sí misma como una comunión en el amor fraterno que se proyectaría luego hacia fuera, a la sociedad y al pueblo, como fuente de unidad y de solidaridad mutua entre todos y bajo todos los aspectos de la vida personal y social.

La Virgen del Pilar evoca una historia de una muy temprana aceptación del Evangelio en los tiempos de la “Hispania” romana que fructifica en el nacimiento de numerosas Iglesias Particulares, unidas por el martirio de muchos de sus hijos e hijas y por vínculos estrechos de comunicación y comunión eclesiales, nunca interrumpidos, ni en los momentos de cruz ni en los momentos de gloria -valga la expresión-. La devoción a María alentará ese gran período visigótico de la Iglesia en España que transmite a través de los Concilios de Toledo y de los Padres hispanos de la Iglesia, en forma especialmente genial a través de San Isidoro de Sevilla, luz doctrinal, contribuciones espirituales y litúrgicas y normas pastorales a toda la Iglesia de Europa en el momento crucial de la evangelización de sus nuevos pueblos del norte, del centro y del éste. El amor a la Virgen guiará después a todos los españoles de los nuevos Reinos, que nacen en la encrucijada entre el primer milenio y el segundo milenio, en su propósito de salvaguardar las raíces de la España cristiana en un proceso histórico sin par que suela

caracterizarse y designarse como “Reconquista”. Y, finalmente, Ella, será la estrella de la Evangelización en esa gran misión americana que da sus primeros pasos, no sin una providencia particular, un día del Pilar.

La Virgen del Pilar nos evoca, por tanto, uno de los rasgos más típicos y atrayentes de la vocación específica -llamémosla así- de la Iglesia en España: su vocación misionera. Todas sus grandes empresas misioneras en América, África, Asia y Oceanía son compartidas por todas sus Iglesias Particulares. En cualquier frontera de la misión que la Iglesia ha ido abriendo por todo el mundo desde ese año-clave del descubrimiento de América han estado siempre presentes misioneros españoles, venidos desde todas las diócesis de España, para anunciar y testimoniar con sus vidas la Buena Noticia del Evangelio de Jesucristo, el Salvador del hombre.

Hagamos pues hoy de la evocación agradecida al Señor, y de nuestra profesión de amor a María, la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, súplica y plegaria dirigida a Ella bajo la advocación del Pilar, tan entrañablemente hispana y americana, para que la Iglesia en España sepa renovar su fidelidad y amor a Jesucristo, su Hijo, con tal autenticidad espiritual e ilusión apostólica que florezcan la vida cristiana y el amor fraterno entre sus hijos e hijas y la disponibilidad incondicional para ser fermento de fraterna unidad y solidaridad dentro y fuera de España y muy especialmente para ser testigos del Evangelio a donde la misión de la Iglesia nos llame. Digámosle con fervor, con el Himno de Laudes de su Oficio de la Fiesta del Pilar:

“Tú, la alegría y el honor del pueblo,
eres dulzura y esperanza nuestra:
desde tu trono, miras, guardas, velas,
Madre de España”.

Con todo afecto y mi bendición,

+ Antonio Mª Rouco Varela
Cardenal-Arzobispo de Madrid

12 de octubre de 2002

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Virgen Santa, Madre mía

luz hermosa, claro día

que la tierra aragonesa

te dignaste visitar.

Este pueblo que te adora

de tu amor favor implora

y te aclama y te bendice,

abrazado a tu Pilar.

 

Pilar sagrado, faro esplendente,

rico presente de caridad.

Pilar bendito, trono de gloria,

Tú a la victoria nos llevarás.

Cantad, cantad

himnos de honor y de alabanza

a la Virgen del Pilar.

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