Por
Pío Moa. Blog
Libertad Digital. 26/01/2006.
Dice Zapo que la transición se hizo a base de mucha concordia y poca
memoria. Y no deja de tener algo de razón el grotesco sujeto.
Se borró casi por completo, durante muchos años, la memoria de cómo
el PSOE había cooperado con la dictadura de Primo de Rivera y
en cambio había saboteado la república. De cómo había practicado
abundantemente el terrorismo desde 1933 o asaltado
sangrientamente la legalidad democrática en octubre de 1934, con
propósito, parcialmente fallido por el momento, de desatar la
guerra civil. Se borró la memoria de la campaña, increíblemente
falsaria, sobre la represión derechista en Asturias, que envenenó,
por expresarlo como Besteiro, a millones de personas y creó el
ambiente guerracivilista del 36; se borró el desplazamiento del
poder, dentro del partido, de Besteiro y los suyos, el único sector
moderado en el partido; se borró el proceso revolucionario desatado
por los socialistas tras las anómalas elecciones del
Frente Popular; o la participación socialista en el asesinato
de Calvo Sotelo; se borró el recuerdo de las checas socialistas, de
los García Atadell, de la gigantesca corrupción de sus dirigentes
con los suministros de armas, corrupción que pagaban con su
sangre sus propios soldados.
Se borraron los gigantescos expolios y las
sanguinarias luchas por el poder dentro del Frente Popular. Se borró
la prácticamente nula oposición del PSOE al franquismo, o la
reorganización del partido, ya muy al final de la dictadura y con
permiso de la Guardia Civil. Y tantas cosas más.
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Tan excesiva concordia se habría justificado si, a su vez,
las izquierdas y los separatistas hubieran adoptado el mismo
talante. Pero fue totalmente al revés: estos no han cesado de
producir multitud de libros, artículos, películas y panfletos
acusatorios contra la derecha, en los que las verdades y las
mentiras se mezclaban de forma inextricable. Ese talante resentido y
retorcido, con fines políticos ajenos a la democracia, ha
culminado ahora con la pretensión de oficializar por ley su versión
de la historia, como en los países totalitarios.
Hubo mucha, excesiva concordia, en efecto, por parte
de la derecha. Y mucha memoria, aunque falseada, por parte de la
izquierda. Pero sospecho que eso se acabó. En los últimos años la
verdad histórica ha vuelto por sus fueros, y no puede extrañar la
furia inquisitorial, con propuestas abiertas de censura y de cárcel
para los disidentes, con que ha sido recibida por la izquierda y los
separatistas. Y no es de extrañar su ira: ¡ya daban por ganada la
partida!
Al día siguiente del asesinato de Calvo Sotelo, un órgano
socialista decía que era preferible la guerra civil y, como observa
Payne, iban a tener más guerra civil de la que pensaban. Ahora Zapo
está por la memoria. Me parece que va a tener más memoria de la
que imagina su malévola ignorancia.
En fin, dice también Zapo que su abuelo pidió no quedar
como traidor a la patria. A nadie se le ocurriría hoy acusarle de
tal cosa. Pero a su nieto sí. Traidor a la patria y a la
democracia, colaborador de una ETA que nunca había conseguido
tales posiciones políticas como con él y gracias a él
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