Eduardo
Palomar Baró. 02/04/2006.
Rvdo.
Hilari Raguer
Monasterio
de Montserrat
Montserrat
(Barcelona)
P.
Hilari Raguer:
Los españoles
sensatos y objetivos con nuestra reciente historia, que no servimos
a intereses ocultos ni pertenecemos al hoy importante gremio de los
menesterosos de la pluma, estamos hartos de sus artículos
panfletarios publicados en La Vanguardia.
A través de sus
escritos demuestra una innata aversión al antiguo Régimen
autoritario de Francisco Franco, atacando y tergiversando su gestión
durante cuatro décadas, ante la mínima coyuntura que se le
presenta, convirtiéndose ‘su obra’ en un
recurrente y aburrido monotema.
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En su último
escrito -quiera
Dios que sea verdaderamente el último-
titulado “La historia se repite”, trata de engañar a los
incautos y desconocedores de las actuaciones protagonizadas por la
República libertaria, la del terror y el crimen, que comenzó en
1931, quemando iglesias y conventos, acabó matando curas, frailes,
monjas y católicos, para después destruir un ingente patrimonio
cultural.
¿Cómo puede
afirmar que la persecución religiosa cesó rápidamente, y que el
Gobierno de Negrín deseaba vivamente el restablecimiento del culto,
intentando gestiones con el Vaticano?
¿Cómo se atreve a
sustentar tan inconsistentes argumentos, cuando es público y
notorio, que la persecución y asesinatos de sacerdotes y religiosos
siguió hasta que España entera fue liberada por el Ejército
Nacional?
¿Acaso no recuerda
a los veintidós monjes benedictinos de Montserrat inmolados desde
los primeros días de la alborada revolucionaria hasta el mes de
marzo de 1937, víctimas de tan feroz persecución? Si alguno se
salvó de la muerte, fue porque estaban ocultos en casas de
familiares o amigos, que al albergarlos, con una gran valentía y
generosidad, estaban decididos a correr su misma suerte.
Vivimos siendo
niños aquellos trágicos momentos, y podemos hablar de lo que
presenciamos en nuestro entorno. Por otra parte, la persecución
termina, por lógica, cuando los perseguidos han sido fulminados.
Basta recurrir a las hemerotecas para confirmarlo:
“La Vanguardia”. 2
de agosto de 1936. Andrés Nin (POUM): “La clase obrera ha
resuelto el problema de la Iglesia no dejando en pie ni una
siquiera”
Mitin del POUM. 8
de agosto de 1936. “Había muchos problemas en España que los
republicanos burgueses no se habían preocupado de resolver. Uno de
ellos era la Iglesia. Nosotros lo hemos resuelto totalmente yendo a
la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el
culto”.
“Solidaridad Obrera”.
27 de julio de 1936. “Montserrat lleno de símbolos de
bisutería galvanoplastizada, repleta de monumentos rococós, feos,
chabacanos con que el fanatismo ensució la montaña, ha de adquirir
nuevos significados”. El 28 de enero de 1937: “No les
queda un altar en pie; no existe un títere con cabeza, de esas que
se colocan en los retablos”
El 7 de febrero de 1939 -una
vez liberada Barcelona (26-I-1939) y a menos de dos meses de
finalizar la contienda-
fueron inmolados el Obispo de Teruel-Albarracín, fray Anselmo
Polanco Fontecha, su vicario general y canónigo magistral de la
catedral de Teruel Dr. Felipe Ripoll Morata y el canónigo de
Albarracín Dr. Javier García Blasco, por las fuerzas del Ejército
Rojo en retirada hacia Francia. ¿Qué argumentos le quedan después
de lo expuesto, para defender la benevolencia y cambio de rumbo del
doctor Negrín? Por si no lo sabía, eso de la libertad de cultos en
Madrid y Barcelona, difundido por el Ministerio de Justicia a
finales de 1937, fue una auténtica farsa. Ya el Padre José María
Torrent, vicario general de Barcelona, manifestó: “Los mismos
sacerdotes y el pueblo no creen que el actual gobierno de la República
tenga fuerza moral ni pueda ofrecer garantías”. El propio
ministro Irujo al serle requerida la petición de garantías,
respondió de forma harto vaga “que poco a poco se van
normalizando las cosas e imperando la justicia, la que persigue y
condena todos los desmanes”. Y es que el gobierno republicano
ni quiso ni pudo nunca restablecer el culto, no ofreciendo garantía
alguna para tutelar la libertad religiosa.
¿Cómo puede ser
tan insensato sosteniendo que la persecución religiosa en zona
republicana era el gran argumento de la propaganda franquista y por
eso mismo el Gobierno de Burgos no quería que cesara?
No se comprende como
un religioso pueda acumular tanto odio, llegando a la falacia
continua y la invención permanente, olvidando la trayectoria del
Evangelio, de cuya difusión debiera dar ejemplo si en realidad
tuviera vocación sacerdotal, en lugar de la de político siniestro,
que no tiene nada que ver con la de un verdadero y serio
historiador.
Hilari Raguer, entérese
de una vez para siempre, previo examen de conciencia que le
proporcione verdadera paz interior, de las verdaderas causas del
Alzamiento. Desde que se proclamó la nefasta Segunda República el
14 de abril de 1931 maquiavélicamente -no
por consenso nacional-
la revolución, alteración del orden público, los desmanes y
persecución a la Iglesia constituyeron sus principales directrices,
que motivaron desde los primeros momentos la desvinculación de la
intelectualidad con la célebre frase: “¡No es esto, no es
esto!”, y la dimisión inmediata del ministro de la Gobernación
del Gobierno provisional de la República, el católico Miguel Maura
Gamazo, al aprobarse el artículo 26 de la Constitución de 1931,
que entre otras ‘perlas’ decía: “Todas las confesiones
religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley
especial”.“Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas que
estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos,
otro especial a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus
bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y
docentes”. “Disolución de las Órdenes religiosas que por sus
actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado”.
La República,
turbulenta e incendiaria fue el caldo de cultivo que desencadenó el
levantamiento cívico-militar.
No escriba más
necedades y despropósitos, procure ser ecuánime y cuente la verdad
sobre la persecución religiosa.
Dedíquese a
estudiar y divulgar el Evangelio y la Historia de la Iglesia. Deje
en paz de una vez al Régimen de Franco, al que tanto le debe la
Iglesia y especialmente la orden monástica a la que Vd. no hace
ningún favor, y a la que tan inmerecidamente pertenece.
Lamentando una vez más
sus perversos escritos, frutos de sus invenciones, odios y
revanchismos, impropios de cualquier persona que se las dé de católico
y por ende con mucha más gravedad en Vd. por su condición
sacerdotal, impartiendo un tan mal ejemplo.
Como lo último que
se pierde es la esperanza, sigo en mis pobres oraciones, pidiendo
por Vd.
Atentamente,
Eduardo
PALOMAR BARÓ
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