Carta
abierta al Consejo de Europa.
Pío Moa. Libertad Digital, 28/03/2006.
Han propuesto ustedes hacer del 18 de julio de 2006 día
internacional de repulsa al franquismo, erigir monumentos en memoria de sus víctimas
y recordar que el Valle de los Caídos fue construido por presos republicanos.
Inmediatamente se vienen a la cabeza las frases del gran filósofo español
Ortega y Gasset dirigidas a Einstein y otros intelectuales, favorables al Frente
Popular español: "Einstein se ha creído con derecho a opinar
sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Albert
Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España
ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente
intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el
desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy
vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel".
Me temo que la
información que ustedes manejan sobre el 18 de julio proviene del gobierno español,
liderado por un autoproclamado "rojo", el señor Zapatero. Se trata básicamente
de la propaganda elaborada por la Comintern comunista, reproducida desde los años
60 por historiadores de la misma ideología, como Tuñón de Lara o Gabriel
Jackson. Acerca de ella expresaba su indignación otro de los más distinguidos
intelectuales liberales españoles del siglo XX, el doctor Gregorio Marañón:
"Esa constante mentira comunista es lo más irritante de los rojos. Por no
someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad, es por lo que estoy
contento de mi actitud". El reconocido historiador británico Paul Johnson
ha señalado la guerra de España como uno de los episodios del siglo XX sobre
los que más se ha mentido. Creo que ustedes debieran imitar a Ortega y a Marañón,
y precaverse contra esa "constante mentira comunista", hoy nuevamente
tan en boga.
Según esa propaganda,
la guerra de España enfrentó a la democracia y al fascismo. Pero si ustedes
prestan atención a los integrantes del Frente Popular y sus aliados, verán cuán
imposible es tal pretensión. Ni los anarquistas ni los comunistas ni los
socialistas de entonces, en muchos aspectos más radicalizados que los
comunistas, tenían nada de demócratas. Tampoco el racista Partido Nacionalista
Vasco, ni los republicanos de izquierdas y nacionalistas catalanes, que habían
intentado golpes de estado nada más perder las elecciones democráticas del
1933. Y, en fin, como no pueden ignorar ustedes, aquel Frente Popular estuvo
dirigido, más que protegido, por Stalin, a quien, supongo, nadie calificará en
serio de demócrata.
En la guerra de España
la democracia no jugó ningún papel, pues la relativa democracia republicana
había sido destruida previamente en dos golpes sucesivos. El primero fue el
movimiento revolucionario de octubre de 1934, contra un gobierno de derecha
plenamente legítimo y respetuoso con la ley. La revolución fue organizada,
textualmente como guerra civil, por el PSOE con el fin explícito de imponer un
régimen de tipo soviético; y por los nacionalistas catalanes, con fines
separatistas. La apoyaron los comunistas, los anarquistas (en parte) y los
republicanos de izquierda. El ataque a la legalidad fracasó en dos semanas,
pero dejó 1.400 muertos y cuantiosas destrucciones.
El segundo golpe a la
democracia fue el proceso revolucionario desatado tras las elecciones de febrero
de 1936. Elecciones irregulares por sus violencias y sus fraudes, reconocidos
por Azaña, el republicano de izquierda que pasó a gobernar entonces. Las
izquierdas, agrupadas en el Frente Popular, ganaron en escaños, aunque
empataron en votos, y de inmediato comenzó a imponerse la ley desde la calle,
mientras el gobierno destituía ilegítimamente al presidente de la República,
Alcalá-Zamora, arrebataba despóticamente escaños parlamentarios a la derecha,
depuraba el alto funcionariado, liquidaba la independencia del poder judicial y
amparaba unas violencias callejeras que en sólo cinco meses causaron 300
muertos, centenares de incendios de iglesias, centros culturales y políticos de
la derecha, periódicos, etc. Las izquierdas respondían con amenazas de muerte,
en pleno Parlamento, a los líderes derechistas, el moderado Gil-Robles y el más
extremista Calvo Sotelo, cuando éstos pedían al gobierno, simplemente, que
cumpliese e hiciese cumplir la ley.
Al negarse a cumplir
la ley y anularla activamente por medio de actos consumados, el gobierno del
Frente Popular perdió una legitimidad ya dudosa de origen. El arrasamiento de
la legalidad democrática por las izquierdas y la total descomposición del
estado quedaron de relieve cuando una fuerza mixta de policías y milicianos
socialistas secuestró en su casa y asesinó a Calvo Sotelo, después de haber
fallado en el intento de hacer lo mismo con Gil-Robles. Aquel crimen colmó el
vaso y empujó a la rebelión a una parte del ejército, que venía preparándose
para ella ante el cariz de los sucesos, pero era muy renuente a emprenderla,
entre otras cosas por la gran probabilidad de ser vencidos. Probabilidad que
estuvo a punto de materializarse.
Y, cuando la ley cae
por tierra, en todos los países vienen las atrocidades y las venganzas,
cometidas en España por los dos bandos. Pero el gran responsable de haber
llegado a ese extremo fue el Frente Popular, al cual una propaganda grotesca
pretende identificar con la democracia. Contra la "irritante mentira
roja", el alzamiento derechista y la guerra no destruyeron la democracia,
sino al revés: la destrucción de la democracia por aquellas radicalizadas
izquierdas ocasionó la guerra. La cual no fue una pugna entre demócratas y
fascistas, sino entre totalitarios de izquierda y autoritarios de derechas: la
dictadura de Franco jamás llegó al absolutismo de las comunistas ensayadas en
España e impuestas a la mitad de Europa después de 1945.
Cabe recordar, además,
las numerosas atrocidades, con torturas y asesinatos, entre unos y otros
partidos de izquierda. Y la represión franquista de posguerra no debe oscurecer
el hecho de que los jefes del Frente Popular huyeron todos, sin la menor
preocupación por el salvamento de miles de seguidores suyos comprometidos en el
terror contra las derechas. Estos últimos, culpables de crímenes
espeluznantes, fueron juzgados y ejecutados por el franquismo al lado de
bastantes inocentes. Pero es un insulto a los inocentes equipararlos a todos
bajo el título de "víctimas del franquismo". En cuanto al Valle de
los Caídos, también precisan ustedes información más fidedigna. Sólo un
pequeño número de los trabajadores en esa obra, alrededor de una décima
parte, fueron presos. Y trabajaron en régimen de "redención de penas por
el trabajo", a razón de cinco días de pena conmutados por cada uno
trabajado. Nada parecido a los campos soviéticos o nazis.
Probablemente el
gobierno del "rojo" Zapatero quiera hacerles creer a ustedes que lo
aquí expuesto es una interpretación franquista. Para que se hagan una idea al
respecto, añadiré a las citas de Ortega y de Marañón, el comentario de uno
de los mayores novelistas españoles de la época, el liberal Pérez de Ayala,
sobre el Frente Popular: "Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que
engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me
parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen,
cobardía y bajeza". Marañón observó que "todo es en ellos
latrocinio, locura, estupidez". Y las citas podrían alargarse mucho.
Pues bien, estos tres
intelectuales, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, habían sido declarados
"padres espirituales de la República", por sus esfuerzos para traer a
España una democracia liberal. La misma que fue echada abajo por las violencias
revolucionarias. "Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer
que la República española ha sido un fracaso trágico", constató Marañón
amargamente. Termino con una cita del propio Azaña, líder de las izquierdas burguesas,
sobre la calidad de aquellos republicanos: "política tabernaria,
incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta".
Nada, pues de versiones franquistas. Ustedes han sido víctimas de la "irritante mentira roja" difundida masivamente por el actual gobierno español, que les ha manipulado para convertirles en portavoces de ella, desacreditando una institución consagrada a la defensa de la democracia y los derechos parlamentarios. Un gobierno que está hundiendo la Constitución española mediante hechos consumados y en connivencia con el terrorismo etarra. No sé qué dirían de él los "padres espirituales de la República", pero no me cuesta mucho imaginarlo.