Alfonso
Ussía. La
Razón, 26/02/2006.
Desde su ingreso en la cárcel
y checa de San Antón, el 1 de agosto de 1936, Muñoz-Seca
escribe a su mujer tres cartas y cuarenta y una tarjetas postales.
Apenas se registran rasgos de humor en sus escritos. Como buen
andaluz soporta mejor el calor que el frío. Por la brevedad del
espacio en blanco de las postales, su correspondencia se limita a la
exposición de sus necesidades. Ropa de abrigo, mudas, medicinas
para su úlcera de estómago, agua mineral y latas de conserva. En
casi todas las comunicaciones hace referencia a Dios. En veinte de
las postales, para tranquilizar a los suyos dice «estar bien y
haber engordado». Desde el 1 de agosto al 28 de noviembre,
madrugada de su asesinato, perdió 29 kilogramos de peso. Peticiones
en todas las postales de tranquilidad a su madre, que vive en el
Puerto de Santa María. De repente, en una postal, un golpe de
humor. Le pide a su mujer que le envíe a la cárcel una de sus
bigoteras. Sus bigotes se desmoronan. «Estoy harto de meter los
bigotes en la sopa del rancho». Y le llega la bigotera, recuperando
su personalidad. Meses más tarde, en el alba de su fusilamiento,
antes de ser empujado a la trasera del camión de la muerte, el
miliciano «Dinamita» le ata las manos brutalmente a la espalda con
un bramante que le alcanzaba las venas, y entre el alborozo de sus
compañeros, con unas tijeras le cortó los bigotes. «Para donde
vas, no te van a hacer falta». De esta forma, también humillaron
su estética antes de asesinarlo.
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El
trayecto de San Antón a Paracuellos del Jarama, lugar en el que las
expediciones de presos controladas por Santiago Carrillo se detenían
para fusilar a los expedicionarios, lo hizo con las manos atadas.
Allí fue liberado del bramante y le permitieron fumar un cigarrillo
mientras presenciaba las primeras descargas contra inocentes de los
amables pelotones del Frente Popular.
Muñoz-Seca
pasó su cautiverio en el Departamento 2 de la planta baja de San
Antón. Tiene al principio, como compañeros de celda, a ocho
oficiales de la Armada, y a los hijos de l5 y 13 años de un oficial
del Ejército de Tierra. También, en la misma celda, están
confinados José Arizcun, el sacerdote Tomás Ruiz del Rey, Julián
Cortes Cabanillas y el actor Guillermo Marín, padre del actual
portavoz del Partido Comunista en la Asamblea de Madrid. Todas las
tardes, con su melena blanca desvencijada, aparece por San Antón el
escritor Pedro Luis de Gálvez, que debía a Muñoz-Seca múltiples
favores. «A éste que nadie lo toque. A éste lo voy a matar yo
personalmente, ¿verdad maestro?». Y Muñoz-Seca le respondía: «Honradísimo
Gálvez, honradísimo».
En
ABC, durante una «Noche de los Cavia», me contó Cayetano Luca de
Tena. también compañero de checa de Muñoz-Seca, que sólo en una
ocasión se lo encontró llorando. Fue el día en que supo que sus
ocho compañeros de celda de la Armada y los hijos del oficial del
Ejército habían caído en una de las primeras sacas. En aquella
ocasión escupió en el rostro de sus carceleros, y éstos lo
tumbaron de un puñetazo. En el Puerto, el hermano menor de Muñoz-Seca,
José, hace gestiones con Vicente Alberti, hermano de Rafael, para
que éste se interese por don Pedro. Alberti no se dio por enterado.
En
las cartas de noviembre se adivina la desesperanza. Pero ya no le
llegan a su mujer. Gracias a un diplomático mejicano, que hacía de
correo de presos, la mujer de Muñoz -Seca recibiría esas postales
y la última carta tres años después, en 1939. Se ahorró el
sufrimiento. El 26 de noviembre es «juzgado» por un tribunal
popular y condenado a muerte «por fascista, monárquico y enemigo
de la República». El 27 es llamado por el director de la checa. En
la madrugada del 28, se encierra en su celda con el sacerdote Tomás
Ruiz del Rey. A las dos de la mañana, le escribe a su mujer la última
carta. No le tiembla la mano y su caligrafía es perfecta.
«No
te olvides de mi madre. Procura que Pepe mi hermano me sustituya en
los deberes para con ella. Y tú, dile cuando la veas, que su
recuerdo ha estado siempre conmigo. Nada tengo que encargarte para
los niños. Sé que todos ellos, imitándome, cumplirán con su
deber. Siento proporcionarte el disgusto de esta separación. Pero
si todos debemos sufrir por la salvación de España, ésta es la
parte que me ha correspondido. Benditos sean estos sufrimientos».
Después
de las palabras de despedida, añade una posdata y la fecha. «Como
comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas. 28 de
noviembre».
Le
quitaron la maleta, los abrigos, el reloj y sus objetos personales.
Le cortaron los bigotes. Al llegar a Paracuellos fumó. Tiró el
cigarrillo y dijo, «cuanto antes». Gritó «Viva España y viva el
Rey» y su cuerpo se quebró con la descarga. El tiro de gracia se
lo dio, con mucho talante, un oficial de las Brigadas
Internacionales. Está enterrado en una fosa común de Paracuellos
del Jarama.
Memoria
histórica.
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