A los
pocos días de comenzar la guerra civil fue detenido en
Barcelona, donde había acudido el 15 de julio para estrenar
su último éxito de Madrid. Cuando la sublevación de Goded
fracasó en la Ciudad Condal y empezó la revolución con
todos sus horrores, se refugió en una pensión modesta. Allí
lo detuvieron los milicianos y trasladado a Madrid.
Para
justificar de algún modo las oleadas de matanzas, la Junta de
Defensa, por medio de la Consejería de Orden Público,
instituyó tribunales populares, formados por facinerosos que
realizaban una parodia de juicio. Estos juicios sumarísimos
empezaron en la cárcel de San Antón el 21 de noviembre de
1936. En aquellos dramáticos momentos, Muñoz Seca aún
conservó el humor, diciendo a sus carceleros:
“Podréis
quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el
reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo,
podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no
podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo
que tengo”.
El día
25 tuvo lugar el “juicio” a Muñoz Seca. El 28 de
noviembre, salieron de San Antón dos importantes sacas, y en
la primera, compuesta por 113 presos estaba Pedro Muñoz Seca.
Sabiendo adónde le llevaban dijo a sus asesinos:
“Me
equivoqué al ingresar en la prisión de Madrid y deciros lo
que os dije; sois tan hábiles que me habéis quitado hasta
el miedo”.
Aquel
28 de noviembre de 1936 fue asesinado en Paracuellos del
Jarama.
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