Traición
III.
Jakim Boar.
Los tristes acontecimientos que llevaron a España a una
Guerra Civil en 1936 fueron causa de una República desbocada y no
de un conflicto auténtico entre españoles como cuentan algunos
historiadores. Los partidos políticos se convirtieron en dueños y
señores de nuestro país en aquellos años sin que nadie pudiera
evitarlo ni hubiese nadie con la función de frenar el abuso. La
izquierda española aliada con la soviética y la francmasonería
sacó todo su odio e intentaron llevar a España bajo una máscara
democrática a la revolución del proletariado. En sus años de
gobierno, la izquierda se permitió desde adueñarse de los bienes
de la Iglesia, obligar a tragar con embudo un Estado laico a la
población, permitir, fomentar y protagonizar desmanes y crímenes
políticos y religiosos, y declarar la guerra civil a las derechas
en una revolución armada.
Todos aquellos abusos y tropelías generaron un conflicto entre los
españoles que no eran conscientes de que todo estaba preparado para
someterles a un régimen comunista opresivo. La República no fue
mas que una excusa para permitir a los revolucionarios adueñarse
del país sin que nadie pudiera parar su ambición marxista de
someter y aniquilar culturalmente a una nación milenaria.
Analizando en profundidad que función daba la República a España,
esta no era otra que la de eliminar el papel supervisor de un
monarca. Los partidos de izquierdas tenían como máximo enemigo al
Rey ya que este si tenía la potestad de parar los abusos y
situaciones de alto riesgo de la nación con un ejército bajo su único
mando. Por ello, la izquierda para llegar a su revolución
necesitaba eliminar la figura del Rey y así controlar en su
totalidad el mando del ejército, convirtiendo al poder militar en
un simple instrumento político de fuerza armada.
Pero la izquierda de aquel entonces se topó con unos militares
expertos en la acción bélica, llenos de heridas de batallas,
patriotas capaces de morir por su paria sin ningún temor ya que
todos los días derramaban su sangre en África. Era este un ejército
cultivado y conocedor de la historia de su pías. En definitiva se
encontraron con un ejército lleno de ideales y enamorado de su
patria al que no podían hacerles las tragaderas anchas. Los
militares se resistieron a la sovietización de España y fue el único
instrumento del estado que se rebeló a la máquina aniquiladora.
Esta resistencia hizo despertar la ilusión en los españoles que
andaban heridos en el alma viendo como su nación se desintegraba
hacia un estado revolucionario, caótico y sanguinario. Los españoles
fieles a su patria también se rebelaron y entusiasmados se unieron
al ejército. Todos unidos se sublevaron en armas frente a una
izquierda antidemocrática que se había adueñado de la República
y caminaba a marchas forzadas hacia una revolución sangrienta en la
que pagarían todos. Una muestra de a dónde dirigía a España la
izquierda se pudo experimentar en los primeros años de la Guerra
Civil donde la izquierda sometió a la población a un terror rojo,
protagonizado por crímenes brutales y armando a los delincuentes más
crueles para cometerlos.
Quizás nada de esto hubiese ocurrido si España hubiera tenido la
fuerza de un monarca capaz de frenar el abuso de poder y que
sofocase la revolución con un ejército bajo su mando. Sin la
necesidad de que los militares se sublevasen por su cuenta contra un
poder supuestamente legítimo pero que era ilegal en todas sus prácticas;
ya que la izquierda violaba todas las instituciones y legislaciones,
fulminando la democracia pero conservando una legitimidad de cara a
los desconocedores de la auténtica realidad de España.
Cuarenta años después de nuestra Guerra Civil, los creadores de la
Constitución Española de 1978 sabían perfectamente los motivos
por los que España había llegado a un conflicto armado años
antes. Por ello no podían dejar España en manos absolutas de unos
políticos para que desbocaran de nuevo la democracia y volvieran a
intentar aniquilar nuestra nación con la ambición del poder
absoluto de la izquierda. Y es por este motivo que le dieron el
mando supremo de las fuerzas armadas a nuestro actual monarca. Y no
solo eso, sino que además nuestra constitución convertía a Juan
Carlos I en Jefe del Estado.
Por tanto la figura de nuestro Rey toma un papel de moderador que no
debe implicarse en temas exclusivamente políticos, pero sí debe
defender la unidad de España por encima de todo y debe vigilar que
la justicia se cumpla al pie de la letra y que todas las
instituciones cumplan la Constitución sin saltarse una sola coma.
Por ello, la Constitución Española de 1978 creaba un poder mixto;
para la política los políticos, para la defensa de España y sus
instituciones el Rey y su ejército.
Pero esto no ha sido así desde que Juan Carlos I ocupa el trono de
España. Bajo un lema cínico aceptado por todos como “el Rey no
puede hacer nada” se ha creado la falsa creencia de que el Rey no
puede implicarse en los asuntos nacionales y que queda relegado a
recibir honores, representar a España, presidir desfiles y visitar
países, cual títere de los políticos. Y no es que los españoles
se hayan sacado esta conclusión de la manga, es que al propio
monarca le ha interesado evadirse de sus responsabilidades y bajo
esa apariencia cede su poder a los políticos. Al rey Juan Carlos le
conviene que todos creamos que él no puede hacer nada.
Una comprobación de que el Rey tiene poder en España la tenemos en
el 23F, supuestamente el Rey consiguió parar un golpe de estado y
los militares le obedecieron a pie juntillas. Otra muestra de su
poder la tenemos en la amnistía que dio a los etarras a la muerte
de Franco. Bajo el pretexto de reconocer a estos como presos políticos
sacó a la calle a auténticos criminales responsables del asesinato
de personas tan ilustres como el Almirante Carrero Blanco. Pero
aquello fue un engaño, ya que un preso político es aquel que ha
sido privado de su libertad exclusivamente por sus ideas, pero los
etarras estaban en la cárcel por sus crímenes y no por sus
ideales. Al igual que Santiago Carrillo estaba detenido por su
implicación en el genocidio de Paracuellos y otros crímenes de
guerra. Por lo que el Rey se convirtió en aquel momento en cómplice
de los etarras y responsable de las mil muertes que llegaron después
a manos de una crecida ETA.
Nuestro Rey, sin embargo, jamás se ha implicado en asuntos que
realmente le conciernen a un Jefe de Estado y afectan a la unidad de
España. Dejó que libremente nos arrebataran el protectorado del
Sahara. Protagonizó los lamentables hechos del 23F. Ha asistido
como espectador al derrumbe de la Constitución Española, ya que ha
permitido a los separatistas convertirse en amos de sus territorios
incumpliendo día tras día la Constitución. Ha consentido que
salgan a la calle etarras asesinos que en cualquier país se
hubieran podrido en la cárcel. En la Constitución se dice que es
deber de todo español conocer el castellano, y este artículo a día
de hoy casi es un chiste porque ni en Cataluña, Vascongadas y
Galicia se imparte la enseñanza en la lengua de todos los españoles.
Este Rey ha firmado leyes inconstitucionales como la de los
matrimonios homosexuales. Ha permitido el acoso y derribo del
recuerdo del anterior régimen del que él mismo viene de la mano.
Como Capitán General del Ejército y mando supremo de las fuerzas
armadas ha permitido la humillación de nuestro ejército por parte
de los políticos. No ha representado la unidad territorial
ignorando a Ceuta y Melilla en sus visitas. Ha asistido inmóvil a
la violación de una jornada electoral el día 13 de Marzo de 2004,
consecuencia de unos actos terroristas brutales contra la población
y con su silencio ha sido cómplice de lo que ha podido ser un golpe
de Estado en un día electoral. Y ahora no se inmuta frente a la
excarcelación de los máximos asesinos de la ETA o la desmembración
de España en un estado plurinacional con capital en Cataluña y
Vascongadas como naciones privilegiadas y todopoderosas frente a las
demás.
En definitiva Juan Carlos I desde el comienzo de su reinado ha
claudicado deliberadamente ante el poder político y les ha
entregado las llaves de su poder que le otorgaron la Constitución y
todos los españoles. A causa de esta desidia las instituciones se
han corrompido, los jueces no tienen independencia, el separatismo
se ha apoderado de sus territorios y estamos al borde de la fractura
absoluta de España. Pero parece que Su Majestad es feliz
conservando sus honores, sus privilegios, su fortuna, sus paseos en
el Bribón y no haciendo nada por su país. Mientras la izquierda
campa a sus anchas por nuestra nación tal y como hizo en la Segunda
República, con el único objetivo resentido de destruirla y
descomponerla. La izquierda golpea y el monarca consiente.
En nuestra historia hemos tenido reyes con sobrenombres muy
descriptivos como un “Hermoso” Felipe I, o un rey
“Hechizado” Carlos II, o un “Animoso” Felipe V, o un
“Deseado” Fernando VII, y también un “Pacificador” Alfonso
XII. Actualmente tenemos a un “Republicano” Juan Carlos I, como
acertadamente le bautizó Zapatero. Por lo que hoy podemos asegurar
con mayor rotundidad que nunca que España ha sido traicionada,
altamente traicionada por un Republicano.
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