Traidores y víctimas. J.M.Novoa
Les veremos
de nuevo por las calles con gesto confiado y crecido. Nos mirarán
con sorna como miran los que se saben protegidos y te pueden
perdonar la vida cuando o si quieren. Los dueños de la fuerza y del
chantaje, hoy tan comprendidos, volverán a tomar vinos en sus
tabernas con la soberbia y la mueca travestida de sonrisa sucia,
celebrándolo de nuevo con risotadas podridas.
El
responsable que les devolverá a las calles nos dirá que somos un
país más digno después de tan noble acción mientras nuestros
muertos nos dejan una ausencia humillada y los mutilados se quedan
en casa viviendo con los recuerdos rotos y la traición de los que
creían suyos.
Todo esto se
nos comunicará con hipócrita gravedad o sonrisa estúpida y será
entonces cuando por fin entenderemos el significado y la angustia
que supone la ‘insoportable levedad de ser’.
Nos habrán
convencido para entonces de que las vidas de todos los muertos por
terrorismo ‘ya no pesan’, ya no cuentan, aunque se trate de
decir lo contrario. Se nos hablará de circunstancias y rencores, de
represiones terribles y de justificaciones varias de lo imposible.
El resultado ya lo sabemos: los verdugos serán recibidos como héroes
y los botarates estarán dichosos. Será como matar dos veces, antes
el cuerpo y ahora el recuerdo.
Quizá
alguien todavía piense entonces que estas vidas mutiladas tan
pronto y sin razón son las que realmente pesan. Son la flor entrañable
y vejada de los que han sido expulsados de la vida por el odio
disfrazado de tiros en la nuca y bombas. Quizá alguien de los que
conservamos la dignidad en este reducto, más hostil y oscuro que
nunca, nos decidamos a recoger el peso de esas flores. Y ese peso se
convertirá en las alas que poseen el recuerdo de los nuestros y por
tanto el futuro de nosotros mismos, de la parte nuestra que ha
querido ser mutilada por los verdugos de pistola y los burócratas
de cartera y miedo.
El
terrorismo ha ganado y sabemos que no es la primera vez. Es la
consecuencia directa de la enfermedad que nos están incubando desde
hace tiempo. Nos han cortado la libertad, los valores, los
sentimientos y el pasado. Acabaron con Dios a burlas intimidando a
los que conservaban sentimientos sagrados, e interpretaron la
tradición como la historia de una represión continua.
Nos han
instalado en un presente hueco y sucio tratando de cortar los
referentes y las sendas que nos trasladaron hacia aquí: las enseñanzas
de nuestros padres hoy falseadas por los planes de educación y los
sentimientos purísimos hoy negados por el relativismo. La vida
hacia delante se capa por abortos libres y parece que hay un plan
para quitar cualquier oxígeno vital que nos haga hombres y haga
pesar nuestras vidas.
Ahora será
el momento de dotarlas de peso con el recuerdo infalible de los
nuestros, porque si no somos capaces de pedir justicia para ellos,
mejor será no volver a utilizar determinadas palabras, como
dignidad y verdad. Si así fuere no me costaría imaginarnos con una
sonrisa estúpida que desvelaría que quizá sea que los muertos
somos nosotros mismos.
INICIO |