Los conflictos
y las disputas que mantuvieron durante la Guerra Civil española, Juan Negrín e
Indalecio Prieto, se prolongaron en el exilio. Un enfrentamiento grave oponía en
el seno del PSOE a negrinistas y prietistas y sus respectivas
organizaciones, el S.E.R.E. (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles) y
la J.A.R.E. (Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles).
ARRIBA
Organismo creado en los últimos días de la
guerra civil por el Gobierno republicano presidido por Juan
Negrín, que tenía por objeto atender y ayudar a los republicanos
españoles –y especialmente a los funcionarios del Estado– que al
final de la contienda se refugiaron en Francia.
El S.E.R.E. fue
fundado por Negrín el 31 de marzo de 1939, y en él se depositaron fondos del
tesoro de España, que el Gobierno de Negrín había conseguido traer a Francia,
así como oro, alhajas, joyas y dinero, procedentes de las incautaciones y
decomisos efectuados durante el conflicto.
Dicho
organismo, en el que colaboraron gran número de elementos comunistas, estuvo
presidido por Pablo de Azcárate y tuvo su sede oficial en la rue de Tronchet, nº
11 de París. El objetivo era el de financiar y organizar la salida de exiliados
especialmente hacia Hispanoamérica y preferentemente hacia México, merced a la
“generosidad” del entonces Presidente Lázaro Cárdenas –miembro prominente de la
Gran Logia Masónica Valle de México de la que fue Gran Maestre del Alto Cuerpo–
quien abrió sus puertas a los exiliados españoles, por la presión ejercida desde
Rusia y también por lo apetitoso que resultaba el depositar en Bancos mexicanos,
tan cuantiosos depósitos.
Los fondos del
S.E.R.E. estaban administrados por José Puche Álvarez, que procedía de la
escuela fisiológica de Augusto Pi y Suñer, incorporándose al grupo de Negrín en
1926, en su laboratorio de la Residencia, para realizar la Tesis Doctoral. En
1929, obtuvo la Cátedra de Salamanca, trasladándose posteriormente a la de
Valencia, donde fue Rector interino durante la Guerra Civil.
En realidad el
‘verdadero’ administrador de los fondos era Negrín, y tenía una orientación
preferente hacia el sector comunista, y dentro de este a un sector muy selectivo
(políticos, militares, etc.), los cuales cobraron subsidios durante cierto
tiempo.
Seis días antes
de la creación del S.E.R.E., el 24 de marzo de 1939, llegaba el yate “Vita”,
con un importante tesoro, valorado según unos en 50 millones de dólares de la
época, y según otros en 180 millones.
Hacia finales
de 1938 el gobierno republicano presidido por Negrín, alquiló un elegante hotel
en Deauville, lugar famoso de veraneo en la costa de Normandía y a unos 140 km.
de París. En este hotel depositó Negrín el tesoro que había acumulado, y desde
ese lugar salieron durante la primera quincena de febrero de 1939, enormes cajas
llenas de diamantes, zafiros, esmeraldas, perlas y joyería de plata, oro y
platino, para cargarlos en el “Vita”.
También se cargaron cajas fuertes con acciones y obligaciones, robadas por los
revolucionarios en las cajas de seguridad de bancos y cajas de ahorro.
Las joyas
procedían de incautaciones realizadas a comienzos de la guerra, a aristócratas,
terratenientes, magnates industriales, ‘fascistas’ ejecutados o encarcelados.
Salvador de Madariaga, matiza aún más este expolio, señalando que también
procedía el tesoro de gente llana, pues muchas personas modestas, entregaron sus
cuatro monedas de plata ante el temor de represalias.
Del contenido
del “Vita” se hizo cargo,
con la ayuda del Presidente mexicano, el ex Ministro de Defensa Nacional,
Indalecio Prieto, que marchó de España el 27 de noviembre de 1938, encontrándose
en México, ya que se había quedado allí, después de asistir a la toma de
posesión del nuevo Presidente de Chile Pedro Aguirre Cerda, aunque otras
versiones aseguran, que salió de España con una importante cantidad de dinero
para comprar armas y… ya no volvió.
Negrín
probablemente tenía programado mantener el S.E.R.E., con los depósitos ya
citados y con el tesoro del “Vita”,
cuyo control se le había ido un tanto de su mano, por la evolución de la guerra
civil, fallándole su objetivo de mantener a toda costa la guerra, hasta que se
iniciara la II Guerra Mundial, y presumiendo que vencido el eje Berlín-Roma,
tanto Francia como Inglaterra aplastarían al régimen franquista, recuperando la
República el control de Estado, pero con la hegemonía del Frente Popular, quien
pronto establecería en España, una república popular al estilo de las
soviéticas. |
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Juan
Negrín e Indalecio Prieto. |
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ARRIBA
Este organismo fue creado el 28 de julio de 1939
por la Diputación Permanente de las Cortes de la República en el
exilio, con la colaboración de los socialistas y de otros
partidos republicanos, que tenía por finalidad “administrar
cuantos recursos y bienes pueda y deban destinarse al auxilio de
quienes emigran de España por defender las Instituciones
democráticas de nuestro país”. A tal fin, dicho organismo
dispuso de parte del oro, alhajas, joyas y dinero que se
hallaban depositados en Francia, y después en México,
procedentes de las incautaciones y decomisos.
En la J.A.R.E. estuvieron representados todos
los partidos exiliados excepto el PCE y el PNV por decisión
propia.
Su fundación fue un acto de clara oposición al
S.E.R.E., liderado por Juan Negrín.
La organización interna estaba compuesta por un
presidente, un vicepresidente y cinco vocales nombrados por la
Diputación Permanente. Su primer presidente fue Luis Nicolau
D’Olwer y el vicepresidente, y auténtico líder de la nueva
organización, Indalecio Prieto. Fueron nombrados vocales José
Andreu Abelló, Emilio Palomo Aguado, Faustino Valentín, Amador
Fernández y Juan Peiró.
Fueron designados tres administradores para
cuidar del tesoro del “Vita”:
Indalecio Prieto, José Andreu y Emilio Palomo. No tardó Prieto
en destituir a este último, con estas palabras textuales: “Yo
castigué la deslealtad de Palomo obligándole a dimitir,
restituir algo que no le pertenecía y a abandonar México
inmediatamente”.
La J.A.R.E. tuvo su sede en Ciudad de México y
una delegación en Veracruz. Cuando el S.E.R.E., en 1942, se
quedó sin recursos, sus “funciones” las asumió en exclusiva la
J.A.R.E., que tuvo la confianza absoluta del presidente mexicano
Lázaro Cárdenas, actuando en el país con entera libertad.
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El S.E.R.E. se ocupó de
ayudar a los comunistas y la J.A.R.E. a los socialistas, y a los
demás, como vulgarmente se dice ¡qué les parta un rayo! Se
precisa ser muy cándido, para no interpretar este comportamiento
de los inefables políticos Negrín y Prieto, como una muestra de
“pura política bananera”, pues deberían haber razonado, que el
“tesoro robado” no pertenecía exclusivamente a comunistas y
socialistas, ni siquiera a los “republicanos de verdad”, sino
que era patrimonio del pueblo español, al que al margen de
ideologías políticas, nunca debió perjudicársele.
Algunas notas fueron publicadas posteriormente
por la prensa “nacional” –que naturalmente llevaba un objetivo
político– reflejaban sin embargo hechos reales que dificultarían
la recuperación económica de España durante la inmediata
posguerra, ya que no puede olvidarse que la carencia de divisas
coincidió además con el inicio de la II Guerra Mundial y el
bloqueo internacional al finalizar la misma, y que se
prolongaría hasta la década de los cincuenta.
Entre estos recortes de prensa, cabe señalar el
siguiente:
“Mientras Prieto, Negrín, Álvarez del
Vayo y demás ralea, gozan hasta la hartura de los placeres
que se proporcionan con los centenares de millones robados a
las víctimas del expolio español, unos millares de rojos o
simpatizantes, se mueren de hambre, de hastío y acaso
también de remordimiento en la tristeza del destierro”.
Otra noticia, decía así: “Ante las masas hambrientas, se
recordaban los lingotes ‘robados’ por la canalla marxista,
que había maniatado la recuperación del país”.
ARRIBA
«Las correrías que Negrín había hecho por el
extranjero, es seguro que no las hizo, como decimos
vulgarmente, a humo de pajas. Es de suponer que se
ocupó de preparar el tinglado para actuar una vez terminada
la guerra civil, colocando fondos en varios sitios y a
nombre de diferentes personas. El oro depositado en Rusia
había de servirle para la maniobra, quedando allá como
depósito de garantía, ya que en Francia e Inglaterra se
convertiría en francos y libras papel. La súbita retirada de
mi firma, sin mi aquiescencia ni intervención, para la
extracción de fondos con que sufragar los gastos de compras
de material de guerra, tuvo como finalidad indudable la de
quedar con las manos libres para realizar sus combinaciones
financieras. A los rusos, que me habían desahuciado, no les
podía asaltar ningún escrúpulo al prescindir de mi
autorización; Negrín era su instrumento y bastaba.
Naturalmente que eso no se puede hacer
honradamente sin la autorización y conformidad del
depositario, pero tengo mis motivos para suponer que éste no
sería ajeno a esa idea.
Con esos medios económicos constituyó Negrín
el S.E.R.E. Creyó que volveríamos pronto a España, y procuró
sostener una clientela que le sirviese de apoyo después de
la repatriación.
La historia del S.E.R.E. no cabe en el
espacio de unas cartas; sería necesario escribir un libro de
muchas páginas para recoger las miserias morales que allí se
incubaron y salieron a la vida.
El folleto conteniendo las cartas de Negrín
a Prieto produjo una impresión de asco a todas las personas
decentes, que no concebían tanto cinismo y desprecio para la
consideración de los demás. No se podía concebir cuál era
más despreciable de los dos.
Todavía había de publicarse otro folleto,
que hizo buena pareja con el de las cartas.
Prieto hizo tomar taquigráficamente el
discurso que pronunció ante el Comité Nacional del Partido,
dando cuenta del porqué salió del Ministerio de la Defensa
Nacional, en cuyo discurso culpaba a los comunistas de su
salida, en complicidad con Negrín.
Claro es que se cumplía el refrán de que:
el que a hierro mata, a hierro muere. Los que le
ayudaron en la intriga del mes de mayo del 37 le derribaron
a él por los mismos procedimientos.
Unos amigos de Prieto –se decía que Amador
Fernández y Belarmino Tomás– editaron dicho discurso en
folleto, al que pusieron de prólogo otro discurso que
pronunció en un mitin electoral de Cuenca. Ni uno ni otro
discurso creemos que hayan servido para aumentar la gloria
de su autor, y el efecto producido en la opinión acredita lo
desdichado de ambos. Prieto se apresuró a publicar otra
edición con otro prólogo hecho por él, en el que arremetía
furiosamente contra los comunistas y con el S.E.R.E.
insinuando que éste era auxiliar de la policía francesa.
Todas estas cosas realizadas por unos locos
de atar, producían en la emigración, tanto de las
poblaciones como de los campos de concentración, el
consiguiente desaliento y la pérdida de la esperanza de
nuestra repatriación, porque todo llegaba a conocimiento de
la prensa española, que se aprovechaba de esas miserias para
su propaganda. También eran conocidas por hombres políticos
de otros países; lo que ha contribuido, y no poco, a que nos
hayan tomado por una banda de aventureros. Todo esto
contribuía a enrarecer el ambiente internacional contra los
rojos españoles».
Francisco
Largo Caballero. París, enero de 1946.
* * * * * * * * *
*
«Dado el plan de lucha en que se habían
colocado Prieto y Negrín, parecía extraño que no surgiera
otro organismo frente al S.E.R.E. Posiblemente lo impedía la
carencia de dinero, pero la casualidad hizo que esa
dificultad desapareciera.
Negrín, y su titulado Ministro de Hacienda,
Méndez Aspe, encomendaron a Enrique Puente una misión
importante para México. Este individuo, Enrique Puente,
había sido panadero; fue presidente de la Juventud
Socialista de Madrid; jefe de un grupo denominado “La
Motorizada”, organización particular armada al servicio de
Prieto para atemorizar a los tímidos, en la querella que
sostenía con elementos del Partido y de la Unión; durante la
guerra civil fue Comandante de Carabineros. La misión que se
le encomendó fue la de llevar a México un importante número
de bultos conteniendo objetos de valor. Para el transporte
adquirieron un barco –el “Vita”– y contrataron un
equipo con su capitán correspondiente.
La historia de lo ocurrido en este barco y
su cargamento ha llegado a mí por diversos conductos, y tal
me lo contaron la cuento sin poner ni quitar nada. Que
respondan los autores de su autenticidad.
Los bultos que el barco transportaba
deberían ser entregados en Veracruz a un médico, amigo de
Negrín –doctor Puche–, que residía en Washington y que debía
trasladarse a México, para hacerse cargo de todo.
El barco llegó al puerto de Veracruz, pero
el médico no estaba porque se había retrasado. La gente
acudió al puerto para ver el barco, que nadie sabía a qué
iba ni de quién era; pero empezó a circular la noticia de
que transportaba el tesoro español y hasta los periodistas
acudieron para informar del acontecimiento. El rumor
despertó codicias, o alguien se enteró de la verdad del
caso, y quisieron sacar sabrosa tajada a cambio de no
denunciar la verdadera carga del barco.
El Capitán bajó a tierra y durante su
ausencia, la Aduana verificó su visita, pero no dio con lo
que en el barco se ocultaba.
La situación de Puente y la de los que le
acompañaban se hacía por momentos más comprometida, y para
salir del atolladero se pusieron en comunicación con Prieto,
al que dieron cuenta cabal de lo que se trataba y le
ofrecieron la entrega del barco con lo que contenía. Prieto,
haciéndose cargo del caso, celebró entrevistas con las
autoridades para que facilitasen la admisión de lo que dicen
han de ser medios de sostenimiento de los españoles
refugiados y de movilización de riqueza para México, tanto
en la industria como en la agricultura. Obtenidas las
facilidades deseadas, se trasladó a tierra, a lugar seguro,
lo que se empezó a llamar tesoro del “Vita”. Por su
parte, Prieto informó a la Diputación Permanente de las
Cortes, que se había visto sorprendido con un ofrecimiento
que no esperaba; que no podía aceptarlo a título personal y
que lo ponía a su disposición, sugiriendo que se nombrase
una Comisión que se hiciera cargo de todo y lo administrara.
La Diputación Permanente lo aceptó y a la cabeza de la
Comisión administradora, quedó Prieto. La expresada Comisión
fue bautizada con el nombre de Junta de Auxilio a Refugiados
Españoles (J.A.R.E.).
Negrín se enteró, y poniendo el grito en el
cielo por la infidelidad de las personas a quienes había
confiado el traslado del tesoro, dirigió a Prieto un
telegrama desautorizándolo para hacerse cargo de lo que el
“Vita” había transportado; diciendo que él, Negrín,
era el Jefe del Gobierno y el único autorizado para hacerse
cargo de todo. Prieto, por lo visto, no hizo ningún caso del
telegrama. Realmente, tampoco conocía la importancia de lo
transportado. Entonces decidió trasladarse a París para
informar directamente a la Comisión Parlamentaria y se
embarcó en el “Normandie”, dando la casualidad de que
en el mismo barco tomó también pasaje Negrín; éste viajaba
en primera clase y Prieto en segunda.
Llegados a París, ambos prepararon sus
baterías para la lucha. Prieto movilizó a sus amigos:
Amador, Belarmino y otros. Pidieron a la Minoría
Parlamentaria Socialista que se reuniera, pero Almoneda,
secretario de la misma desde la célebre reunión de Valencia,
en la que se nos despojó de esa dirección, se inclinó del
lado de Negrín y no quiso convocar. Amador y demás amigos
suyos telegrafiaron a los diputados y organizaron la
reunión.
Yo vivía en París, lugar donde había de
celebrarse la reunión, pero no me convocaron. En cambio
convocaron pagándoles los gastos del viaje a los que
residían en provincias.
Como la Directiva no compareció, celebraron
la reunión sin su presencia. Tampoco permitieron entrar a
algunos diputados amigos míos. El objeto era ayudar a Prieto
desautorizando a Negrín y declarando la inexistencia del
Gobierno, diciendo que la única representación de la España
republicana era la Diputación Permanente de las Cortes. Así
lo acordó la Minoría parlamentaria, y además nombró otra
Directiva y otra representación en la Permanente.
Amador Fernández me envió copia de los
acuerdos pidiéndome que diera mi conformidad. Contesté que
como no había sido convocado no pude estar presente, y, por
lo tanto, no suscribía los documentos recibidos.
La Diputación Permanente se reunió bajo la
Presidencia del señor Fernández Clérigo, y, después de
tratar otros asuntos del Orden del día, acordó que quedara
constituida la Junta de Auxilio a Refugiados Españoles.
Conocido por Negrín el acuerdo, hizo
convocar de nuevo a la Permanente, ocupando un sitio al lado
de la Presidencia. Se desarrolló una discusión un tanto
pintoresca en la que Almoneda excomulgó a Prieto y a
De Francisco por haber votado en contra de Negrín, y a su
vez De Francisco excomulgó a Almoneda con el mismo
derecho, y por último se acordó la inexistencia del Gobierno
Negrín. Éste se levantó colérico y declaró que no acataba
los acuerdos, porque aquélla era una reunión facciosa.
Negrín hizo oídos de mercader a los acuerdos
y siguió ostentando la jefatura de un Gobierno fantasma.
Éste hacer y deshacer creó un laberinto en
muchas cabezas. Si no hubiera sido por el egoísmo de
conservar una representación que ya no tenía razón de ser,
el problema hubiera sido fácil de resolver. No había
República, ni Presidente, ni Parlamento, pues no podía
existir Gobierno ni Diputación Permanente de cosas
desaparecidas. Todo lo demás no era más que una comedia para
distraer al público emigrado. ¡Qué no hubiera habido dinero
por medio y todo se hubiera disuelto como el humo!
La Permanente, pues, constituyó la J.A.R.E.
¡Ya teníamos la segunda edición del S.E.R.E.!
Con el dinero que había en la Embajada de
España en Washington para comprar aviones en el Canadá se
atendió a los primeros gastos del flamante organismo
prietista. El tesoro que le birlaron a Negrín sirvió para
sembrar el disgusto y la discordia entre toda la emigración,
muy particularmente en la de México, por causa del
favoritismo y la desastrosa administración, de la que aún no
se ha dado cuenta minuciosa ni creo que se dará,
El dinero que debía servir para atender
muchas necesidades de los emigrados, si hubiera sido
escrupulosa y desinteresadamente administrado, y para
preparar una posible repatriación, se ha gastado en ahondar
más las diferencias entre los compatriotas, en crear un
cisma, que será el más sólido pilar sobre el que se
sostendrá el régimen falangista del usurpador Franco.
Por suerte he estado siempre alejado de los
dos bandos. Mi conciencia no está manchada con nada del
S.E.R.E. ni de la J.A.R.E.».
Francisco Largo Caballero. París enero de 1946.
ARRIBA
La decisión de Negrín de enviar el
oro a Moscú,
se dijo en un principio, que era debido a la necesidad de
ponerlo fuera del alcance de los nacionales, pero acabó siendo
relacionado con la financiación de la adquisición de suministros
militares y civiles. La operación fue simple y llanamente un
descarado robo, ya que las reservas no eran propiedad del
Gobierno de la República, sino del Banco de España, que era una
sociedad anónima por acciones cuyas relaciones con el Gobierno
estaban regidas por una Ley de Ordenación Bancaria del 29 de
diciembre de 1921, refundida el 24 de enero de 1927 y modificada
por Ley de 26 de noviembre de 1931, y que no autorizaba al
Gobierno disponer de las reservas de oro, más que para ejercer
una acción interventora con relación a la estabilidad cambiaria
de la peseta.
El delito de los que consintieron ese desfalco
al tesoro público merece un juicio severísimo, y los que lo
toleraron sin protestar, también se responsabilizaron, por su
negligencia o su cobardía, de ese atentado al tesoro.
Negrín convirtió el cuerpo de carabineros en una
unidad de elite mandada por hombres de su confianza,
perfectamente equipada, que se convirtió en una especie de
ejército privado que pronto fue conocido popularmente como los
“Cien mil hijos de Negrín”.
Bajo su gobierno se produjeron numerosos
desmanes cometidos por comunistas y anarquistas, cuyas reyertas
se convirtieron en una verdadera guerra civil dentro de la
Guerra Civil, en especial en
Cataluña en mayo
de 1937.
En los últimos días de la guerra, formó un
inmenso tesoro con bienes incautados para el sostenimiento de
los exiliados republicanos que se transportó a México en el yate
“Vita”. A la
llegada del “Vita”
a Veracruz, Prieto se apoderó del barco, iniciando una larga
y amarga disputa con Negrín.
Se ha acusado a Negrín, tanto desde la izquierda
como desde la derecha, de utilizar esos fondos en beneficio
propio.
Juan Negrín ha sido uno de los personajes más
controvertidos de la Guerra Civil española. Tras el fin de la
contienda no había personaje más odiado.
Según el anarquista Diego Abad de Santillán:
"Si
el Gobierno Negrín hubiese tenido que responder de su
gestión política, económica y financiera habría tenido que
terminar ante el pelotón de fusilamiento”. Y según el
socialista
Francisco Largo Caballero: “El señor Negrín,
sistemáticamente, se ha negado siempre a dar cuenta de su
gestión, […] de hecho, el Estado se ha convertido en
monedero falso […] Desgraciado país, que se ve gobernado por
quienes carecen de toda clase de escrúpulos […] con una
política insensata y criminal han llevado al pueblo español
al desastre más grande que conoce la Historia de España.
Todo el odio y el deseo de imponer castigo ejemplar para los
responsables de tan gran derrota serán poco”.
En tanto que el pueblo en armas sacrificaba en
el área sangrienta de las batallas, unos cuantos millares de sus
mejores hijos, los hombres que se habían constituido en cabezas
visibles de la resistencia abandonaron sus puestos y buscaban en
la fuga vergonzosa y vergonzante el camino para salvar su vida.
Testimonios de personas que compartieron su
entorno de poder, incluidos compañeros de partido, presentan a
Negrín como “esclavo de una glotonería patológica” que le
llevaba a vomitar los platos que le gustaban para seguir
comiéndolos, desapareciendo con una prostituta durante horas
haciendo caso omiso de sus responsabilidades en tiempo de
guerra, o expoliando bienes ajenos, públicos y privados, para
asegurarse un futuro en el exilio.
Por las noches, hacía acordonar el Restaurante “Velódromo”,
ubicado cerca de la Diagonal, en la calle Muntaner de la Ciudad
Condal, para disfrutar de excelentes y sabrosos manjares en
compañía de féminas, mientras el pueblo pasaba una gran
hambruna, combatida con algarrobas y las tristemente famosas
lentejas, en gran medida agusanadas, y que popularmente
recibieron el nombre de las “píldoras de Negrín”.
ARRIBA
En
octubre de 1934, tras la revolución que tuvo por
escenario la región de Asturias, se exilió a Francia, pues
se hallaba gravemente comprometido en el citado movimiento,
tratando de ese modo de eludir las responsabilidades que
pudieran exigírsele. Dejó escrito en su libro “Discursos en
América. Con mi pensamiento puesto en España”, México, D.F.,
1944”:
«Me declaro culpable ante mi conciencia,
ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi
participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro
como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de
responsabilidades en la génesis de aquel movimiento; pero la
tengo plena en su preparación y desarrollo».
A finales de 1938, Prieto se encontraba fuera de
España bajo el pretexto de la toma de posesión del nuevo
presidente de Chile. Una vez cumplida su misión, en vez de
volver a España, decidió por su cuenta y riesgo iniciar una gira
propagandística por América que le llevó a Argentina, Uruguay,
Brasil, Estados Unidos y finalmente México, para exponer su idea
de un cese de hostilidades y la firma de un armisticio. Más bien
parece suponer que Prieto, valiente pero no temerario, demoró su
regreso a España a la espera de la
evolución del
frente de Cataluña, pues no en balde sus hijos se
encontraban ya en México, como los de Negrín andaban repartidos
entre Moscú
y París.
En México, donde Prieto se encontraba en calidad
de huésped de honor del Presidente Lázaro Cárdenas, alojado en
un lujoso hotel y con automóvil y chofer oficial a su
disposición, procedió a negociar la liquidación de una deuda del
Gobierno mexicano con el español por importe de 200.000 dólares,
a la venta de unos aviones republicanos depositados en el
aeródromo local y el traslado de dos baúles que fueron enviados
a la embajada de España en México como valija diplomática.
Cuando el yate “Vita”
se trasladó de Veracruz al puerto de Tampico, las autoridades
mexicanas garantizaron a Prieto una fuerte escolta militar para
descargar cajas y maletas y posteriormente cargarlas en dos
vagones de ferrocarril con destino a la Ciudad de México, donde
fueron almacenadas en el chalet de un secretario de la embajada
española. A partir de este momento el tesoro del “Vita”,
que teóricamente fue enviado a México con el fin de asegurar el
asentamiento en aquel país de los exiliados rojos, quedó
definitivamente bajo custodia de Prieto a pesar de los denodados
intentos de Negrín para recuperarlo.
El litigio entre Prieto y Negrín por apoderarse
del cargamento del “Vita”
dio origen a una curiosa relación epistolar entre ambos
dirigentes del PSOE, amigos en otros tiempos, y enemigos
acérrimos y encarnizados a partir de este lamentable episodio.
Cuando Negrín escribió a Prieto solicitándole “una entrevista
para resolver equívocos y limar asperezas” invocando
a su vieja amistad, este le contestó agriamente que “nuestra
amistad, ya quebrantada a partir de 1938, la considero rota
desde abril de 1939. Consiguientemente no debe celebrarse
conmigo la entrevista que proyecta usted a su llegada a esta
capital. Habría de ser muy penosa. Desde luego, lo sería en alto
grado para mí”.
Sobre las actividades y la gestión de la J.A.R.E.
hay numerosos testimonios que cuentan de su opacidad y del
clientelismo con que fue regida. Un coronel republicano escribía
a Prieto, ya desde el exilio, quejándose por “las
arbitrariedades en la administración de un dinero que al Tesoro
español pertenece, dando preferencia a las queridas, amigas y
cómplices de gobernantes, mientras que los militares
profesionales que no pertenecemos a ningún partido político, ni
formamos parte de las camarillas de los dirigentes, no podemos
encontrar admisible y honesto que el fantasma del hambre, que ya
hemos conocido en nuestros hogares, nos amenace de nuevo”.
El diputado socialista Juan Sapiña hizo pública otra carta en la
que denunciaba la fabulosa fortuna de Prieto. Otro dirigente
socialista, Máximo Muñoz, acusó a Prieto de haber abandonado a
su suerte a infinidad de refugiados mientras en su círculo de
íntimos se creaba “una exhibición de insólitas fortunas,
surgiendo sujetos tan listos que habían logrado ‘ahorros’
fantásticos en una guerra en la que el pueblo español no ahorró
su sangre” y daba cuenta con nombres y apellidos de
personajes que habían amasado grandes fortunas con “el
denominador común de que todos son incondicionales de Prieto”.
El PSOE tomó cartas en el asunto, y tanto Sapiña como Muñoz
fueron expulsados “democráticamente” del partido…
ARRIBA
El derrumbe del Gobierno rojo cogió a Prieto,
tal como hemos señalado, por tierras de América, donde había
marchado a pretexto de conseguir una mediación de las repúblicas
hispano-americanas, provisto de un pesado maletín que no soltaba
de su mano conteniendo varios millones de dólares en billetes de
los más grandes. Maletín en mano se le vio por última vez en los
muelles de Río de Janeiro. Del Brasil, sigilosamente, fue a
situarse en México, donde le había precedido su íntimo, Felipe
Sánchez Román, situado ya de asesor jurídico del Presidente
mexicano Lázaro Cárdenas del Río.
1) [N. del A.] Felipe
Sánchez Román, licenciado en Derecho, fundó en julio de 1934 el
Partido Nacional Republicano (PNR). Tomó parte destacada en las
reuniones celebradas entre los principales líderes republicanos
–Azaña, Martínez Barrio, Alcalá Zamora– con el fin de construir
un bloque republicano que constituyera una sólida oposición a la
CEDA. En 1936 redactó gran parte del manifiesto del Frente
Popular. Sin embargo, y debido fundamentalmente a la entrada de
los comunistas en dicha coalición, se retiró de la misma y
decidió abandonar la jefatura de su partido. Al finalizar la
Guerra Civil se exilió a México, siendo Asesor Jurídico del
Presidente Lázaro Cárdenas del Río (1/XII/1934 al 30/XI/1940).
El escritor Eduardo Comín describe en su libro
“Historia secreta de la II República”, el asunto arriba
mencionado de la siguiente forma:
«Juan Negrín López, en sus funciones de Jefe
de Gobierno que no reconocía autoridad ni en la propia
Presidencia de la República, consiguió fletar un barco, el
“Vita”, en el que cargó dinero, alhajas y valores por
importe aproximado de tres mil millones de pesetas. La nave
hizo rumbo a México, llevando en sus bodegas el preciado
tesoro consignado al propio nombre de Negrín.
Iba el barco por la mitad de la ruta, cuando
la tripulación recibió la noticia de que el Movimiento
Nacional había triunfado plenamente en España, liberándose
definitivamente hasta la última porción de territorio. El
capitán del buque sintió temores de que el Gobierno mexicano
llegara a reconocer al del Generalísimo Franco. Acaso
pensaba en su suerte de pirata por cuenta de Negrín y creyó
necesario adoptar alguna medida. Inmediatamente de atracar
en Veracruz, antes de dar conocimiento oficial de su
cargamento, el capitán de la nave marchó presuroso a visitar
a Indalecio Prieto, al que comunicó minuciosamente la
calidad de lo que transportaba su embarcación. No perdió
Prieto el tiempo, y como amigo personal del Presidente de
México, entonces el general Lázaro Cárdenas, acudió a verle
explicándole cuanto ocurría, con el apoyo decisivo de Felipe
Sánchez Román, abogado y consejero jurídico del jefe
mexicano en aquellos momentos.
El acuerdo adoptado satisfizo plenamente a
Prieto, que consiguió la “transferencia” de lo consignado a
su favor, haciéndose la descarga del tesoro inmediatamente,
y con toda clase de asistencias oficiales.
Sin embargo, a cambio del favor recibido,
Prieto se comprometió ante Lázaro Cárdenas a ayudar
económicamente a la candidatura oficial que para la
Presidencia de la República mexicana pudiera presentar su
omnipotente amigo».
ARRIBA
Indalecio Prieto, muy cauto él, no se había
enterado de lo que contenían las bodegas del “Vita”.
En el informe que dirigió a las “Cortes” republicanas, se
expresaba en estos términos:
«Por circunstancias especiales anotadas
anteriormente, tengo bajo mi custodia importantísimo
cargamento que no he examinado, ni hasta el presente he
consentido que lo examinara nadie. Sé, a base de
referencias, en qué consiste, y si he de guiarme por
cálculos, aunque hechos muy a la ligera, de personas que
intervinieron en España y en Francia en la revisión y
acondicionamiento de la carga, ésta se puede valorar en
varios centenares de millones de francos. Su custodia
constituye una responsabilidad muy delicada, pero muchísimo
más la de su administración, pues resultarán necesarias
operaciones de cierta naturaleza, para las cuales todo
control será escaso.
Entiendo, por otra parte, que estas
operaciones no pueden ni deben demorarse. Si México
reconociera a Franco, el cargamento podría perderse, y lo
mismo acontecería con los bienes, muchísimo menos
cuantiosos, que se trajeron a México por indicación de don
Gonzalo Zabala y con el material aeronáutico, también
trasladado aquí a instancias del coronel León Trejo.
Conviene, a mi juicio, realizarlo todo con la mayor
presteza, para eliminar los riesgos de un posible
reconocimiento de Franco, aunque ahora no quepa vislumbrarlo
en la firme actitud del general Cárdenas; pero, a veces, el
encadenamiento internacional de los países quebranta en esta
materia voluntades muy recias. Seguramente no se doblegará
la de Cárdenas. Mas nadie sabe cuál será la de su próximo y
desconocido sucesor en la Presidencia de la República
mexicana».
2) [N. del A.]
Gonzalo Zabala, subgobernador del Banco de España, se había
trasladado a EE. UU., como agregado financiero a la Embajada
española de Washington, por disposición del Ministro de
Hacienda, confiándosele la custodia de los valores extranjeros
pertenecientes al Estado y autorizándole la venta de los mismos.
Con el derrumbe de la República, Zabala dispuso la salida de los
valores con destino a México, en concreto, a la Embajada de
España en esta capital.
ARRIBA
Se pudo averiguar que la liquidación de
derechos de importación hecha por técnicos de las aduanas
mexicanas que examinaron el cargamento. Los fijaban en 300
millones de pesos. Estimando en un 10 por 100 de su valor
los derechos, serían 3.000; si en 20 por 100, serían 1.500
millones de pesos.
Ello sin contar el dinero en oro acuñado y en papel moneda que
iba en el cargamento, que no pagaban derechos de aduanas, y sin
entrar tampoco en esa cifra el material de aviación desviado
hacia México, que se cotizaría muy bien una vez estallada la II
Guerra Mundial.
La falta de un inventario y la existencia de fondos ocultos
fuera de México, hizo imposible su cuantificación.
La distribución de las ayudas se realizó a su antojo,
procediendo de una forma elitista y partidaria, así como la
contratación del personal que trabajaba en la J.A.R.E.
La J.A.R.E. también colaboró con el gobierno mexicano en el
asentamiento de españoles en zonas rurales y en la creación de
nuevas empresas. Sin embargo, ambas iniciativas cosecharon un
importante fracaso.
También creó el Gabinete Hispano Mexicano de Estudios
Industriales (HISME), que a pesar del voluminoso trabajo
realizado, sus resultados fueron exiguos y deficitarios en
materia financiera.
En general, la J.A.R.E. cometió los mismos errores que se
atribuyeron a la organización de ayuda de Negrín, el S.E.R.E.
Los subsidios y los embarques con destino a América se
desarrollaron bajo criterios partidistas, la contratación de
personal laboral basado en el amiguismo y el veto a las
organizaciones exiliadas de participar en la gestión de los
fondos, lo que implicó la falta del imprescindible control
‘democrático’ y un duro enfrentamiento con la inmensa mayoría de
los grupos del exilio. Tanto el S.E.R.E. como la J.A.R.E.
olvidaron por completo su objetivo primordial: la ayuda a los
exiliados españoles, sin distinción de militancia o afinidades.
El conocimiento por parte de las autoridades mexicanas de la
existencia de una importante cantidad de dinero que Prieto tenía
oculta fuera del país, provocó la reacción aireada del gobierno
mexicano que decidió intervenir definitivamente los fondos de la
organización. Un decreto de noviembre de 1942 señalaba los
incumplimientos en los que había ocurrido la Delegación y puso
fin a su actividad. En su lugar, los dirigentes mexicanos
fundaron la Comisión Administradora de Fondos de Auxilio a las
Republicanos Españoles (C.A.F.A.R.E.), con mayoría mexicana en
su dirección.
ARRIBA
En los últimos meses del año 1944, en que
aparecía muy definido el triunfo de los aliados, los
españoles se encontraron, una vez más, divididos. De un lado
los comunistas que intentaban por la violencia, en un alarde
de irresponsabilidad, derribar al Gobierno de
Franco a base de guerrillas, que fueron exterminadas.
Por otro lado, la Junta Española de Liberación, que
respondía al nominal presidente de la República, Diego
Martínez Barrio, y que llegó a amenazar muy
“proféticamente”: «Derrocaremos a Franco pacíficamente,
si es posible, pero, si Franco eleva una muralla contra
nosotros, la aplastaremos».
Indalecio Prieto, apoyando a la Junta de Liberación, olvidando
lo que Rusia significaba en el grupo de las grandes potencias,
afirmó: «El Poder vendrá a nuestras manos, y en nombre del
Partido Socialista declaro que no nos uniremos con el Partido
Comunista para el Gobierno de España. Los comunistas sirven
intereses de otra nación. Los socialistas sirven sólo a los
intereses de España».
Como era de suponer el Partido Comunista, y aquellos que de
cierta forma le acompañaban, no permanecieron en silencio. A
esas palabras de Prieto, pronunciadas el 14 de noviembre de 1945
iban, un mes más tarde, a dirigir violentos ataques contra aquél
al que acusaban de utilizar “los fondos españoles en una campaña
contra la Unión Nacional”. Figuraban en esta protesta
representantes reales o supuestos de la UGT (Unión General de
Trabajadores), de CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y del
Partido Comunista. Pero lo cierto era que, Juan Negrín, último
jefe del Gobierno de la República, a su vez, levantara su propia
bandera a fin de que, derrotado
Franco,
asumir él los Poderes que le habían sido arrebatados por el
coronel Casado, el 5 de marzo de 1939 en Madrid.
Exigía Negrín que cualquier gobierno español, contra la tesis de
Prieto, debía contar con el apoyo de todos los partidos, grupos
y elementos. Así pues, no necesitó
Franco
introducir la discordia entre los grupos que se le oponían; ésta
se originaba en forma espontánea en ellos, como un sustrato que
estaba inmerso en las propias raíces de sus componentes.
Al finalizar la II Guerra Mundial se constituyó en México una
llamada Junta Española de Liberación, la que quedó
integrada por representantes de los Partidos Socialistas,
Izquierda Republicana, Izquierda de Cataluña y Acción
Republicana de Cataluña. Esta Junta, inspirada por Prieto, fue
presidida por Álvaro de Albornoz y Liminiana. Frente a ella,
Negrín se obstinaba en mantenerse como jefe de un Gobierno
inexistente. Apoyado por los comunistas, y éstos a su vez por
Rusia, Negrín reanudaba su actividad política atacando a la
Junta de Liberación a Indalecio Prieto.
La pugna era entre Prieto y Negrín. No había posibilidad de
salvar el abismo abierto entre estos dos hombres. Este encono ya
venía desde que Negrín, en una burda maniobra, hizo saltar, en
el mes de mayo de 1938, a Prieto del Ministerio de Defensa.
José Antonio Aguirre y Lecube, que fue nombrado –el 7 de octubre
de 1936– primer presidente (lehendakari) del Gobierno de Euzkadi,
y que quiso reorganizar el Gobierno vasco en el exilio,
pretendió reunir en torno a una mesa a Prieto y a Negrín, con el
propósito de lograr su reconciliación. El primero de ellos
protestó violentamente: «Me pesan bastante los años para
admitir tutelas juveniles…»
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