Dentro de los
innumerables asesinatos que cometieron los rojos durante la Guerra Civil
española de sacerdotes, monjes, monjas, militares sospechosos, personas de
derechas, estudiantes, propietarios, comerciantes, industriales, directores de
empresas, practicantes religiosos, políticos conservadores etc. etc., destacan
los fusilamientos que ejercieron entre ellos mismos, como en los tristemente
funestos “Hechos de mayo de 1937” acaecidos en Barcelona –una verdadera
guerra civil dentro de la guerra civil–, las rivalidades en los frentes
entre anarquistas, comunistas, socialistas y nacionalistas, que se resolvían a
tiro limpio, depuraciones realizadas en el seno de las Brigadas Internacional,
al frente de las cuales se destacó el sanguinario André Marty, donde practicó
una gran represión, en uno de los muchos capítulos de las matanzas internas que
ensangrentaron la más que cruenta Historia del Frente Popular, la inclusión en
las checas y cárceles que ejercían los ‘antifascistas’ contra sus propios
camaradas. Las llamadas milicias populares que el Gobierno de la República armó
y que inmediatamente habrían de desbordarle, no se detuvieron en la eliminación
violenta de sus enemigos políticos, ante los republicanos históricos.
ARRIBA
En febrero de
1937, un grupo integrado por dieciocho jóvenes milicianos republicanos, huyeron
de las tropas de Franco, que ya habían tomado Málaga. Se dirigían a Almería –a
la conocida entonces como la ‘zona roja’–, pero su viaje no llegó a buen
término, ya que fueron encontrados por el batallón de fusilamiento que los
buscaba, dándoles de cenar “patatas fritas hasta saciarse”.
Casi todos eran
menores de 30 años. Fueron fusilados y enterrados en una fosa común en Melegís,
en el valle de Lecrín (Granada). La zanja donde ha sido hallada la fosa tiene
una longitud de 10,5 metros y una profundidad de entre 1,50 y 1,75 metros
cuadrados.
Los cuerpos los
situaron unos sobre otros y con capas de cal entre cada uno de ellos. Los
restos, encontrados, después de setenta y dos años, detectan balas en los
cráneos de los represaliados, indicativas al recibir el ‘tiro de gracia’, al no
haber muerto cuando cayeron en la zanja. También se han hallado objetos que
llevaban en el momento de su muerte, como calzado, insignias militares y hasta
cuatro monedas de uno de los milicianos que llevaba en su bolsillo y una cuchara
doblada para llevar asida al cinturón.
ARRIBA
Desde febrero a
mayo de 1937 cayeron asesinados en Madrid y sus alrededores, por los
procedimientos de las checas organizadas por los rusos, más de ochenta miembros
de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
El 7 de enero
de 1937, denunciaba Solidaridad Obrera de Barcelona, que en Mora de
Toledo habían sido asesinadas 60 personas, hombres y mujeres que pertenecían a
la CNT, y que no habían cometido más delito que el de condenar a los comunistas
sus métodos de terror y de sangre.
ARRIBA
El
enfrentamiento entre comunistas y anarquistas iba creciendo sordamente en el
interior de la España republicana, estallando a primeros de mayo de 1937 en
Barcelona. El sector llamado “Los amigos de Durruti” declaraba abiertamente su
propósito de sustituir al “gobierno burgués de la Generalidad de Cataluña” por
una Junta Revolucionaria, junta compuesta por obreros de la ciudad, del campo y
por combatientes.
El 3 de mayo de
1937, el Comisario de Orden Público de la Generalidad, Eusebio Rodríguez Salas,
de acuerdo con el Consejero de Seguridad Interior, Artemio Aiguadé, de Esquerra
Republicana, ordena a la guardia de asalto tomar el edificio de Telefónica,
centro de las comunicaciones en poder de la CNT. Los guardias ocupan la primera
planta y desarman a los milicianos que la custodiaban. La CNT protesta
formalmente y pide la destitución de Aiguadé y Rodríguez Salas, pero la
Generalidad se niega. Los guardias intentan tomar todo e edificio, pero los
anarquistas les cierran el paso con una ametralladora. La noticia se extiende
por toda la ciudad. Los anarquistas se lanzan a la calle con el respaldo del
POUM. Barcelona se cubre de barricadas. La Generalidad pide refuerzos a Madrid,
pero Largo Caballero no interviene.
El 4 de mayo de
1937, Nin, Gorkin y Andrade del POUM convocan a los “Amigos de Durruti” en el
Hotel Palace, para examinar la situación. Dado que la dirección de la CNT no
respalda el movimiento, éste no tiene posibilidad alguna. Los insurrectos
acuerdan organizar una retirada de los combatientes, pero conservando las armas.
La jornada del 4 de mayo se salda con 74 muertos.
La posición de
los insurrectos cambia por completo el día 5 de mayo, distribuyendo por las
barricadas una octavilla de los “Amigos de Durruti”, aprobada por el POUM, con
el siguiente texto: «¡Trabajadores! Una Junta revolucionaria. Fusilamiento de
los culpables. Desarme de todos los Cuerpos armados. Socialización de la
economía. Disolución de los Partidos políticos que hayan agredido a la clase
trabajadora. No cedamos la calle. La revolución ante todo».
El presidente
de la Generalidad Luis Companys, acosado, nombra un gobierno provisional para
resolver la crisis. El nuevo consejero de Defensa, Antonio Sesé, secretario
general de la UGT y líder del PSUC, es asesinado por disparos anarquistas cuando
se dirige a tomar posesión de su cargo. Ese mismo día 5 de mayo mueren los
anarquistas italianos Camillo Berneri y Franco Barbieri, así como Francisco
Ferrer, nieto de Ferrer y Guardia. También es gravemente herido el coronel
Escobar, recién nombrado jefe de orden público, cuando llega a la Ciudad Condal.
La jornada del
5 de mayo de 1937 provoca un mínimo de 55 muertos. Los militantes de la CNT
abandonan el edificio de Telefónica, que es inmediatamente ocupado por los
guardias, encargándose del servicio telefónico los militantes de la UGT. El
Gobierno de Madrid coloca en Barcelona más de 12.000 hombres entre guardias de
asalto y carabineros.
El 6 de mayo,
con la rebelión sofocada, aún habrá 42 muertos. Según la dirigente anarquista
Federica Montseny, el número total de muertos durante los “hechos de mayo”
ascenderá a 400, más un millar de heridos.
Durante el mes
de junio de 1937, el Gobierno del Frente Popular, ya claramente bajo presión
comunista, aniquila a los sectores del propio ejército que estaba en manos del
POUM y de los anarquistas, todos ellos en el frente de Aragón. El 29 de julio se
desarma a la división 29 del POUM en el frente de Huesca y el 4 de agosto se
aprueba el decreto que disuelve el Consejo anarcosindicalista de Aragón.
En Barcelona,
la policía emprende la persecución más cruenta contra el POUM. El nuevo jefe
policial es, desde mayo, Ricardo Burillo Stholle, militar de carrera y masón,
que fue el jefe de los guardias de asalto que mataron a José Calvo Sotelo, y que
ahora ha ingresado en el Partido Comunista de España. Por indicación de
Alexander Orlov –enlace del NKVD (policía secreta soviética) con el Ministerio
de Interior de la Segunda República de España y responsable del lado soviético,
en el traslado del Oro de Moscú desde España a la Unión Soviética–, los policías
de Burillo detienen al líder del POUM, Andrés Nin. Llevado primero a Valencia y
después a Madrid, Nin será torturado, desollado, desmembrado y, finalmente,
asesinado en Alcalá de Henares, el 20 de junio de 1937, por los chequistas de
Orlov. |
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ARRIBA
El empleo del terror y la violencia en el
seno del Ejército Popular, supuso la muerte –sin ninguna
formalidad previa– de un número imposible de precisar de
soldados movilizados. También destacó la participación de
las autoridades en una represión que alcanzó gran virulencia
entre 1937 y 1938.
Los métodos de intervención eran muy diversos:
La jurisdicción castrense.
Un organismo nacido para la investigación y
vigilancia de todo el personal militar: Servicio de
Investigación Militar (S.I.M)
La extensión de responsabilidades a los
parientes.
La labor de las instituciones civiles queda
reflejada en una circular del Gobierno Civil de Badajoz, de
noviembre de 1937, con Instrucciones a las fuerzas de seguridad,
Agentes de la Vigilancia y autoridades locales, que en uno de
sus puntos haciendo referencia a las movilizaciones, decía:
«Entrará también, sin descuidarlo en ningún momento, en esta
labor de fiscalización de aquellos individuos que componen las
quintas llamadas a filas y no lo hayan efectuado con la debida
diligencia. Asimismo todo lo que sea resistencia pasiva, saboteo
disimulado o falta de cooperación indispensable en todos los
órdenes».
La actuación directa sin sujeción a norma que se
vio ratificada legalmente, el 25 de marzo de 1938, cuando se
llegó a otorgar a los Comisarios autorización «tanto para
degradar como para suprimir físicamente a aquellos mandos
enemigos declarados del régimen».
ARRIBA
La 84ª Brigada Mixta del Ejército Popular,
durante trece días puso asedio al principal reducto nacional
de la capital turolense, donde se defendía el coronel Rey
D’Harcourt, que en la noche del 7 de enero de 1938 salió de
su puesto de mando para ofrecer su rendición al jefe de la
84ª Brigada Mixta, el mayor de milicias Benjamín Juan Iseli.
Esta Brigada llevaba ya un mes combatiendo, en
ocasiones bajo temperaturas de 20 grados bajo cero. El 15 de
enero de 1938 fue retirada del frente, en cumplimiento de una
promesa del mando, como recompensa a su valiosa actuación, a
descansar a retaguardia en el acuertelamiento del convento de la
población de Rubielos de la Mora, a unos 55 km. de Teruel.
Habían sufrido considerables bajas, más de una
cuarta parte de sus efectivos. Apenas cumplidos tres días de
aquel permiso tan esperado, el 19 de enero de 1938 se les da la
orden de volver al frente, como consecuencia del ataque de los
nacionales, y los soldados de la 40ª División correspondientes a
los batallones primero y segundo de la brigada “Largo
Caballero” y “Azaña”, respectivamente, se negaron.
El teniente coronel de Carabineros, Andrés Nieto
Carmona, al frente de la 40ª División, mandó la ejecución de
tres sargentos, doce cabos, treinta soldados y un tambor, en la
madrugada del 20 de enero de 1938, en el pinar de Piedras
Gordas, cercano a Rubielos.
ARRIBA
Esta unidad, de carácter anarquista, fue
formada sobre la base del batallón “Spartacus” y
diversas milicias andaluzas y extremeñas, cuyos oficiales
eran en su inmensa mayoría reos de delitos comunes, habiendo
cumplido condena algunos de ellos, en el presidio de Puerto
de Santa María.
Las milicias que dieron origen a esta Brigada habían ya cometido
toda clase de tropelías, en su huída ante el avance del Ejército
nacional, por todas las localidades por donde fueron pasando
hasta llegar a Madrid.
La Brigada hizo sus primeras armas en el frente de Madrid, en el
llano de Comillas y Opañel frente a Basurero, a las órdenes del
coronel Prada, cuando mayor presión ejercían las tropas
nacionales sobre la capital de España. De hecho, retrocedieron
hasta perder el Basurero o Cerro Blanco. Aquí, el comandante
José Sabín Pérez, destacado anarcosindicalista de Carmona
(Sevilla), se encontró con el teniente coronel Julio Mangada
Rosenhorn, un pobre viejo, –había nacido en Sancti Spiritus
(Cuba) en 1877–, al que sus tropas habían dejado solo en la
carretera de Toledo, y que lleno de rabia, maldecía y juraba,
con lágrimas en los ojos, la cobardía y la falta de coraje y
disciplina de las malditas almas que le habían tocado mandar
Los asesinatos perpetrados en esta Brigada pasan de mil,
habiéndose dado el caso de que, al incorporarse un reemplazo
llamado por el Gobierno rojo, y de cuyo reemplazo fueron
destinados a la 77 Brigada Mixta muchos catalanes, fueron
asesinados en dos meses unos doscientos, por lo cual tuvo que
ser reorganizada la Brigada sin haber entrado en combate,
alarmándose los propios mandos militares rojos, que amenazaron
con disolver dicha Brigada.
Del Frente de Madrid, pasó al Frente de Jarama en el Pingarrón
donde relevó a la 70 Brigada Mixta que mandaba Carlos Sans y de
la que era comisario su hermano Eusebio. Este relevo fue un
verdadero desastre. Si los nacionales hubieran estado preparados
para atacar en aquel frente, hubiesen llegado las tropas del
Frente Popular hasta Valencia. Había llovido con intensidad,
cuando llegaron las tropas de la 77 Brigada al cortijo
denominado Casasola, a unos cuatro kilómetros del frente. Nada
más ver los soldados de los batallones de la 70 Brigada la
llegada del relevo, de forma precipitada, salieron de sus
trincheras y tirando los fusiles en montón sobre el fango, se
pusieron a correr hacia los camiones que habían quedado en
Casasola. Cuando los nacionales se dieron cuenta de que se hacía
el relevo empezaron a disparar, contestando los hombres de la 77
Brigada con fusiles embarrados y ametralladoras llenas de
humedad. En Casasola estaba el Estado Mayor de la División, de
juerga y borrachos. Y al frente de la misma se hallaba Líster…
ARRIBA
Durante la ofensiva sobre Segovia y La
Granja de San Ildefonso, a finales de mayo de 1937, fueron
fusilados en la misma línea de combate, sin juicio alguno,
cinco brigadistas de la compañía disciplinaria de la 35º
División Internacional en los pinares del río Eresma.
Estas ejecuciones fueron debidas a una decisión salvaje del
capitán Duchesne de la XIV Brigadas Internacionales. Ante la
incapacidad de sus hombres para alcanzar los objetivos
designados en el cerro del Puerco ante el pueblo de Valsaín,
Duchesne eligió a cinco soldados al azar, a quienes descerrajó
un tiro a la nuca; con la mano izquierda los cogía por el cuello
y con la derecha disparaba. El quinto quedó sólo herido
agarrándose fuertemente a las piernas del capitán. El comisario
político Bidet le derribó en tierra y allí le saltó la tapa de
los sesos. A pesar de la dureza del castigo, la capacidad
combativa de los brigadistas no se vio aumentada.
ARRIBA
El militar polaco Kart Swierczewski, que en
España utilizó el pseudónimo de “general Walter”, el 1 de
junio de 1937 recibió la orden de conquistar Valsaín y La
Granja y mantener el control sobre Cabeza Grande, pero no
consiguió ninguno de estos objetivos. A mediodía, la LXIX,
martilleada por la aviación enemiga, se vio obligada a
abandonar Cabeza Grande. La noticia encolerizó a Walter, que
ordenó que se llevaran a cabo las medidas disciplinarias más
despiadadas. Estas incluyeron desde apaleamientos a
fusilamientos sobre el terreno.
ARRIBA
El jefe de la XIV BI, el teniente coronel
Dumont, en la ofensiva de La Granja, se vio obligado a tomar
medidas drásticas para mantener el orden en la unidad y
acabó recurriendo a los fusilamientos, que se sucedieron con
una periodicidad prácticamente semanal.
A la desmoralización y relajación de la XIV Brigada
Internacional, se unía el hecho de que contaba con una
denominada Compañía de pioneros formada sobre la marcha como
unidad de carácter penitenciario. A la citada Compañía fue
enviado el deshecho de otras unidades brigadistas, lo que
significaba fundamentalmente un porcentaje considerable de
cobardes, alcohólicos y delincuentes.
La indisciplina no era solamente un hecho atribuible a la tropa
de la XIV Brigada Internacional, sino también a sus mismos
mandos, los cuales no obedecían las órdenes con las que no
estaban de acuerdo. Cuando se ordenó a las unidades que
marcharan de noche con los faros de los camiones apagados para
no frustrar el factor sorpresa de la ofensiva, el propio Dumont
se negó a obedecer. Alertado el enemigo por la luz de los faros,
rápidamente emplazó un par de baterías, que batieron el cruce de
carreteras que iba de Villalba a Navacerrada y Guadarrama.
ARRIBA
En el enfrentamiento en Brunete, en la noche
del 26 de julio de 1937 surgió otro conflicto de disciplina
relacionado con los interbrigadistas de la XIII BI, cuyos
combatientes polacos estaban especialmente afectados por la
disolución, sin explicaciones, del Partido Comunista de
Polonia, acusado en bloque de “trotskista”, por el
Komintern. En esa jornada se ordenó su relevo, pero al
producirse la desbandada de las unidades que sustituyeron a
los brigadistas, estos recibieron nuevamente la consigna de
regresar al frente. Cuando uno de los soldados se negó a
obedecer la orden, Vincenzo Bianco “Krieger” respondió
levantándole la tapa de los sesos de un tiro. Sólo la
intervención de los oficiales le salvó de verse linchado por
sus hombres. Decididos a no regresar al frente, los
brigadistas se dirigieron a Torrelodones, donde se
apoderaron de unos camiones para marchar a Valencia. No lo
consiguieron porque una compañía de Guardias de Asalto
apoyada por blindados, enviada por el general José Miaja
Menant, los instó a entregarse y procedió a desarmarlos. Los
jefes de la unidad fueron destituidos, la Brigada disuelta,
y sus hombres, tras severo examen, distribuidos por el resto
de las unidades del sector.
El militar austro-húngaro, de origen judío y nacionalizado
soviético, Emilio Kléber –su verdadero nombre parece ser que era
el de Manfred Stern, aunque también es probable que se llamase
Lazar Stern o Lazar Farete–, hizo un informe a Moscú en el que
decía: “Hay muchas cosas que van mal: la actitud de los
españoles hacia los brigadistas y la actitud de los brigadistas
hacia los españoles”.
Brunete fue un golpe de gracia para la moral y para la historia
de las Brigadas Internacionales.
ARRIBA
André Marty fue encargado por la
Internacional Comunista de la organización del reclutamiento
y disposición de las Brigadas Internacionales, con el cargo
oficial de Inspector General.
Comisario político y hombre conflictivo, sus propios compañeros
de la base de Albacete, donde se encontraba el grueso de la
organización brigadista, lo apodaron “el carnicero de
Albacete” por sus numerosos fusilamientos de civiles y de
brigadistas a los que consideraba criminalmente cobardes ante el
enemigo, si bien él apenas participó en combate alguno.
Tales atrocidades cometió en nombre de la disciplina, que fue
llamado a rendir cuentas ante el Comité Central del Partido
Comunista de Francia al que pertenecía.
El 15 de noviembre de 1937 respondió a las acusaciones en los
siguientes e increíbles términos, que incluían un pavoroso
retrato de las Brigadas Internacionales bajo su mando.
«A España, con los buenos militantes comunistas,
socialistas, antifascistas italianos, emigrados alemanes,
anarquistas de todos los países y razas, acudieron muchos
centenares de elementos criminales y mientras parte de ellos
se limitaban a vivir cómodamente sin hacer nada ni combatir,
otros muchos, aprovechándose del desorden, iniciaron una
serie innumerable de abominables delitos: estupros,
violencias, rapiñas, homicidios por pura maldad, hurtos,
secuestros de personas, etc. No contentos con ello han
promovido sangrientas rebeliones contra las autoridades de
Valencia y hasta algunos se han dedicado al espionaje a
favor de Franco. A medida que la policía de Valencia se iba
haciendo dueña de la situación, tales elementos eran
detenidos y conducidos a Albacete, centro de formación de
las Brigadas Internacionales puestas bajo mis órdenes.
Mientras una parte de los citados elementos consiguieron
lavar sus culpas, marchando a combatir valientemente y
cayendo en los más sangrientos encuentros que para la
defensa de Madrid han sostenido las Brigadas
Internacionales, otros han dado pruebas de ser
incorregibles. En Albacete pretendían continuar las
criminales empresas realizadas en otras partes; apresados,
se evadieron del campo de concentración, agrediendo o
asesinando a parte del personal de vigilancia. Ante todo
ello no vacilé y ordené las ejecuciones necesarias. Las
ejecuciones ordenadas por mí no sobrepasaron las quinientas;
todas efectuadas contra auténticos
criminales enmascarados de defensores de la libertad».
ARRIBA
La afluencia de desertores a la Ciudad
Condal alcanzó tales proporciones que se tuvo que habilitar
como prisión un cuartel próximo a la nueva base de las
Brigadas Internacionales en el barrio barcelonés de Horta.
Junto con la base, trasladada desde Albacete después de la
retirada de Aragón, hizo también mudanza la cárcel de los
“Internacionales”, que se estableció en Castelldefels
(Barcelona).
La situación de los desertores en la prisión de Horta no tardó
en hacerse desesperada y se tradujo en un motín que algunos
aprovecharon para fugarse. La revuelta fue sofocada
sangrientamente: cincuenta presos fueron ejecutados, un centenar
fueron enviados a la cárcel de Castelldefels y el resto pasaron
a formar parte de batallones disciplinarios.
ARRIBA
Esta Unidad estaba mandada por Valentín
González “El Campesino”. La capacidad de mando de este
cabecilla rojo era escasísima, pero en cambio gozaba de gran
influencia política, y su carácter era tan duro, según
declaraciones de sus propios subordinados, que tan pronto
como era desobedecido, o se sentía descontento de algún
oficial o soldado, ordenaba su fusilamiento, siendo esta
División considerada como una Unidad de castigo a causa de
los malos tratos que en ella sufrían los soldados.
Frecuentemente los mandos de la 46 División organizaban, sobre
todo en Alcalá de Henares, alegres reuniones, que se prolongaban
algunas veces por espacio de varios días, embriagándose los
jefes rojos de tal manera que en ocasiones arrojaban en este
estado bombas de mano, habiendo resultado muertos por este
motivo algunos soldados de la Unidad.
Fueron asesinados en esta División, entre otros muchos, Eduardo
Álvaro de Benito y Costa, Juan Verín Garrido, Jesús Ros
Emperador, Agustín Ramírez Callar, José Riaza Gonzáles, Manuel
San Bartolomé Rodríguez y José Antonio Cascales Sánchez.
ARRIBA
Bajo este nombre fueron creadas dos Unidades
rojas, que cubrieron línea en el sector de la Sierra de
Guadarrama.
En el Batallón Alpino, mandado sucesivamente por Raimundo
Calvo Moreno y por Ángel Tresaco, fueron asesinados unos 200
soldados, entre ellos Pascual Vallespín Vicente, Luis Rodríguez
Manteola, Gonzalo Blanco Cal, Francisco Collado Soler, Emiliano
Agudo Salvador, José María Muñagorri Acorta, Manuel Bouz Bouz,
Antonio Molinero, Ramón Campa, Antonio Muñoz de Vacas (que fue
asesinado en unión de otros dos soldados en el sector de
Fuenfría), Miguel Cervantes y dos soldados apellidados Larraz y
Arconada.
Como en pura “democracia” resultaba conveniente dar a estos
crímenes una apariencia de legalidad, se encargaban de esta
misión de encubrimiento los Tribunales Militares rojos, en los
que se seguía por cada caso –y no siempre– un procedimiento
brevísimo, recibiéndose unas cuantas declaraciones, de las que,
invariablemente, aparecía que la víctima «al intentar saltar las
alambradas e ir corriendo en dirección a la zona facciosa» era
sorprendido por las guardias, y «al darle el alto y no atender
la llamada», dichas guardias tenían que disparar, «matándole en
el acto»; en vista de lo cual, el acuerdo de dicho Tribunales
era siempre el sobreseimiento y archivo de las diligencias, sin
imposición de sanción alguna, en vista de que los asesinos
habían cumplido con su deber; siendo dictadas tales resoluciones
con perfecto conocimiento por parte de los Tribunales de los
crímenes cometidos, según resulta, entre otras muchas pruebas,
de las declaraciones del Presidente de uno de estos Tribunales
dependientes del Ejército del Centro. Por millares de
declaraciones prestadas por familiares y amigos de soldados del
Ejército del Frente Popular que perecieron de esta forma, así
como por individuos que pertenecieron a dicho Ejército, y hasta
por los mismos asesinos en muchos casos, han quedado
perfectamente esclarecidos estos asesinatos, que se encubrían
con la fórmula «al intentar pasarse al enemigo».
ARRIBA
Esta Brigada tenía su origen en varias
Unidades organizadas por el Partido de Izquierda
Republicana. En el sector de la Casa de Campo fueron
asesinados dos Tenientes del Estado Mayor del segundo Cuerpo
del Ejército rojo, siendo el ejecutor material de los
asesinatos un soldado, apodado “Carapalo”. En la misma
Unidad se cometieron varios crímenes más, entre ellos el
realizado contra cuatro soldados, que fueron asesinados
juntos, también en la Casa de Campo.
ARRIBA
Misteriosamente ‘desaparecieron’ algunos
enemigos políticos del propio Largo Caballero, tales como
Ángel Aldecoa Jiménez, Marcelino Valentín Gamazo y
Gumersindo de la Gándara Marvella.
Ángel Aldecoa Jiménez,
magistrado de cincuenta y ocho años, fue detenido porque había
juzgado un atentado relacionado con Largo Caballero, y al
parecer no de la manera que hubiera complacido al dirigente
socialista. Aldecoa pagó su independencia judicial frente al
PSOE. Fue asesinado el 26 de septiembre de 1936 en Madrid.
Marcelino Valentín Gamazo,
fiscal general de la República, el cual acusó a Largo Caballero
por los sucesos de octubre de 1934, en estricto cumplimiento de
sus deberes dentro de la legalidad republicana. El 5 de agosto
de 1936, un grupo de milicianos llegó a la casa de campo de
Rubielos Altos, donde residía Gamazo con su familia y tras
realizar un registro, previa rotura de objetos religiosos,
comenzaron a golpearle delante de sus hijos pequeños a pesar de
sus súplicas para que ahorraran a los niños aquel espectáculo. A
continuación se lo llevaron y comunicaron su detención a Bujeda,
Peña y Valeriano Casanueva, abogados del Estado con simpatía
frentepopulistas, cursando los telegramas el delegado del
gobierno en Motilla del Palancar aquella misma tarde. A las doce
y media de la noche, en el paraje conocido como Cerrajón del
término de Tévar (Cuenca), Marcelino Valentín Gamazo y sus hijos
José Antonio, Javier y Luis de 21, 20 y 17 años respectivamente,
fueron fusilados.
Gumersindo de la Gándara Marvella,
capitán de la Guardia de Asalto, que actuó en el episodio
conocido como Casas Viejas (Cádiz), el 13 de enero de 1933. La
llamada de los anarquistas a la revolución en España, sólo tuvo
repercusión en ese pueblo andaluz. Fue reprimida con gran dureza
por el cuerpo creado por el nuevo gobierno republicano, los
Guardias de Asalto. El gobierno republicano, presidido por
Manuel Azaña Díaz, se vio salpicado por un escándalo que
horrorizaba a sectores tanto de izquierdas como de derechas.
Cuando corrió la voz de que Azaña había dado la orden de
reprimir a los anarquistas con la tristemente frase de «tiros
y a la barriga», la tensión se hizo insoportable. La cobarde
reacción de Azaña fue la de culpar a los Guardias de Asalto. El
capitán Gándara junto con otros cuatro capitanes, afirmaron que
habían recibido órdenes directas del ejecutivo presidido por
Azaña.
En el procedimiento para esclarecer la responsabilidad de los
fusilamientos de Casas Viejas, se dictaminó que había sido un
crimen de Estado del que eran directamente responsables Azaña,
Casares Quiroga, Indalecio Prieto y Largo Caballero. La
acusación no prosperó, por no haber sido presentada por el
Parlamento. En 1936, aunque ya había pasado tiempo, los
responsables de la matanza de 22 campesinos, no habían olvidado.
Y así, el capitán Gándara fue asesinado en la checa, no porque
hubiera sido desleal a la República, si no por haber acusado
tres años antes a Azaña y a Largo Caballero, es decir, a dos
personajes que en el momento de su muerte, eran respectivamente
el presidente y el jefe de gobierno de la zona republicana.
El episodio del asesinato del capitán Gándara no fue,
desgraciadamente, una excepción. De hecho, hubo numerosas
víctimas que debieron sus asesinatos a desavenencias con
personajes como Manuel Azaña Díaz o Francisco Largo Caballero.
Así, por ejemplo, el 20 de marzo de 1935, se había celebrado en
las Cortes un debate político relacionado con el asunto del
alijo de armas del “Turquesa” que el PSOE había traído a
España para utilizarlo en su alzamiento contra el gobierno
republicano en octubre de 1934. En el curso del mismo, Azaña se
refirió al juez Salvador Alarcón Horcas –que había
instruido el sumario y ante el que había tenido que comparecer
el diputado– en términos injuriosos. El diario socialista
“Claridad”, lo había señalado como enemigo de la República.
Con mucha frecuencia, la prensa del Frente Popular, y no sus
líderes directamente, llamaron a la represión a la vez que
señalaban los objetivos. Alarcón fue detenido por chequistas que
aplicaron la “justicia revolucionaria”, siendo asesinado en la
Casa de Campo el 8 de agosto de 1936.
ARRIBA
Del 5 al 13 de marzo de 1939 tuvo lugar en
Madrid la última batalla de la Guerra Civil, donde se
enfrentaron fuerzas prosoviéticas socialistas y comunistas,
contra fuerzas anarquistas de Cipriano Mera Sanz y del
militar profesional republicano Casado López. Las cifras de
muertos, según historiadores, van desde 500 a más de 5.000.
Segismundo Casado ordenó fusilar al coronel comunista Luis
Barceló Jover y al comisario José Conesa Arteaga, ya que
anteriormente fuerzas de Barceló habían ejecutado a los
ayudantes de Casado, los coroneles Joaquín Otero Ferrer, José
Manuel Pérez Gazzolo, Arnoldo Fernández Urbano y al comisario
político del Ejército Popular de la República, miembro del PSOE
y concejal de Madrid, Ángel Peinado Leal.
Joaquín Otero Ferrer.
Coronel del Ejército Popular de la República y
miembro de Izquierda Republicana. El 17 de julio de 1936 era
comandante de Ingenieros y de Estado Mayor, destinado en el
Estado Mayor Central de Madrid. En noviembre de 1936 es jefe del
Estado Mayor de la 4ª Brigada, con la que luchó en la Ciudad
Universitaria. En enero de 1937, y ya como teniente coronel, es
nombrado jefe del Estado Mayor de la Agrupación de Morata,
mandada por Eliseo Chorda, y con la que participa en la batalla
del Jarama cubriendo los accesos a Morata de Tajuña y
contraatacando hacia el puente de Pindoque.
Tras la batalla del Jarama pasa a ser jefe del Estado Mayor del
II Cuerpo de Ejército, en el frente de Madrid, puesto en que
permanece hasta el 11 de noviembre de 1938, en que pasó al
Estado Mayor del Ejército del Centro. Es uno de los encargados
de preparar la batalla de Brunete.
A principios de marzo de 1939 fue ascendido a coronel. Favorable
al golpe de Estado de Segismundo Casado, el día 6 de marzo es
apresado, junto a José Pérez Gazzolo y Arnoldo Fernández Urbano,
por los comunistas de Guillermo Ascanio Moreno en la posición
Jaca (Parque de El Capricho) y llevado a El Pardo donde fue
fusilado.
José Manuel Pérez Gazzolo.
Coronel del Ejército Popular Republicano. Al
estallar la guerra era comandante de infantería destinado en el
Estado Mayor. En agosto de 1936 acompaña a la columna de José
Miaja en su intento de ocupar Córdoba. El 18 de diciembre de
1936 es nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército del Sur, ya
con el rango de teniente coronel, el cual era mandado por el
general Martínez Monje. Hasta mayo de 1937 permaneció en este
cargo, excepto un pequeño intervalo tras la caída de Málaga, que
fue sustituido por José Billón. Durante su estancia en dicha
unidad preparó junto a otros militares el ataque, en abril de
1937, al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza.
El 30 de mayo de 1937, y con la nueva jefatura de Estado de
Negrín, es trasladado al Estado Mayor del Ejército del Centro,
en donde actuó de segundo jefe.
A principios de marzo de 1939 fue ascendido a coronel. Apoyó la
sublevación de Casado y el 6 de marzo, junto a Joaquín Otero
Ferrer y Arnoldo Fernández, fue fusilado por los comunistas en
El Pardo.
Arnoldo Fernández Urbano.
Al inicio de la Guerra Civil era comandante
diplomado del Estado Mayor. En septiembre de 1936 Largo
Caballero lo incluye entre los miembros del Estado Mayor del
Ministerio de la Guerra. En esta época asciende a teniente
coronel. A principios de noviembre pasa al Estado Mayor de
Vicente Rojo, siendo el jefe de la I Sección, participando en la
defensa de Madrid.
El 31 de diciembre de 1936, cuando se crea el Cuerpo de Ejército
de Madrid, bajo las órdenes del general José Miaja, permanece
como jefe de la I Sección del Estado Mayor.
En marzo de 1939, ya como coronel, y destinado en el Estado
Mayor del Ejército del Centro como jefe de la Sección de
Organización, apoya el golpe de Estado de Segismundo Casado
contra el gobierno de Juan Negrín. Apresado, juntamente con
Joaquín Otero Ferrer y José Manuel Pérez Gazzolo, por los
comunistas negrinistas de Ascanio, fue fusilado en El Pardo.
Luis Barceló Jover.
Al estallar la guerra en julio de 1936, era comandante, jefe de
un grupo de infantería del Ministerio de la Guerra. Participó en
los fusilamientos de los rebeldes del Cuartel de la Montaña. El
6 de agosto de 1936 es ascendido a teniente coronel.
El 8 de agosto de 1936 fue nombrado jefe de la Inspección
General de Milicias, departamento dependiente del Ministerio de
la Guerra y encargado de organizar, armar y abastecer a las
milicias que se están creando. El 20 de octubre, la Inspección
General de Milicias pasa a llamarse Comandancia Militar de
Milicias, y Barceló es sustituido al pasar a depender este
organismo del jefe de Operaciones del Centro. Entre el 14 y el
21 de septiembre de 1936 es jefe de las tropas que asedian el
Alcázar de Toledo.
En octubre se traslada a Alicante, en donde forma a los
milicianos. El 24 de octubre se incorpora con sus voluntarios al
frente madrileño, sector de Brunete, haciéndose cargo además de
todas las fuerzas de la zona, como la columna catalana
“Libertad”, contando entre 4.500 y 5.000 hombres. Cuando los
nacionales atacan Madrid, Barceló realizó continuas ataques
sobre la Casa de Campo para detener al enemigo.
A mediados de diciembre de 1936, los nacionales se proponen
mejorar sus posiciones al Este de Madrid, realizando un fuerte
ataque sobre las tropas de Barceló. El 31 de enero, debido a una
herida, es sustituido al frente de su columna, la que pronto
será numerada como 35 brigada, por Nino Nanetti.
Luego pasó a ser jefe de la 2º División (del 20 de mayo de 1937
al 16 de abril de 1938) en el sector de la Sierra de Guadarrama,
participando en la ofensiva sobre Segovia a finales de mayo de
1937, atacando con su división el Alto del León.
El 16 de abril de 1938 es nombrado jefe del I Cuerpo de Ejército
en sustitución de Domingo Moriones Larraga.
El 3 de marzo de 1939, Juan Negrín López lo asciende a coronel,
en su intento de rodearse de mandos comunistas para continuar la
guerra.
Cuando se produce la rebelión de Casado el 5 de marzo de 1939,
Barceló tiene muchas dudas sobre qué hacer. Los comunistas le
piden que luche por Madrid contra Casado, pero Barceló piensa
que su deber como soldado es no rebelarse a un superior.
Finalmente, el 7 de marzo, encabeza la reacción comunista contra
el golpe de Casado, autonombrándose jefe del Ejército del
Centro, y atacando Madrid. El 13 de marzo finaliza la lucha
entre comunistas y partidarios de la Junta, tras varios intentos
por ambas partes de llegar a un acuerdo, reconociendo los
comunistas su derrota y solicitando que no haya represalias y de
que todos los mandos permanezcan en sus puestos. Barceló, sin
embargo, será capturado por los seguidores de la Junta, juzgado
por la muerte de tres coroneles del EM de Casado (Joaquín Otero
Ferrer, José Pérez Gazzolo y Arnoldo Fernández Urbano y el
comisario Ángel Peinado Leal), fue fusilado el 18 de marzo de
1939, apenas 12 días antes del fin de la guerra, en el
Cementerio Este de Madrid. Ante el pelotón de soldados
republicanos, pidió que no le vendaran los ojos, y en el último
momento levantó el puño y gritó “¡Viva la República!”.
El comisario comunista de la VII División, José Conesa
Arteaga comparecía, junto a los coroneles Barceló y Bueno,
ante un consejo de guerra como responsable de la rebelión y de
la muerte de los tres coroneles y del comisario del Estado Mayor
de Segismundo Casado. Conesa fue condenado a muerte, siendo
ejecutado el 22 de marzo de 1939 en el cementerio del Este. Seis
días después caía Madrid y la guerra no duró ni un mes.
Importante documento emitido desde la Prisión
Modelo de Barcelona, el 15/8/1938 (Documento de los Archivos de
Bosch-Gimpera, el original en catalán)
AL HONORABLE CONSELLER” DE
JUSTICIA DE CATALUÑA
AL DIRECTOR GENERAL DE
SERVICIOS CORECCIONALES
Hace ahora dos meses, salía de esta Cárcel Modelo un documento
firmado por doscientos prisioneros antifascistas, en el que se
denunciaba el régimen de terror y de brutalidad que reinaba en
los “campos de trabajo”. Aquel documento iba dirigido a los
presidentes de la Generalitat y de la República. Era una
especie de advertencia. Un grito de alerta, saturado de tragedia
y desesperación, lanzado en medio de la cobardía general. Era
verdaderamente monstruoso, incluso para la verdadera causa del
antifascismo, que ante las paredes del cementerio de estos
“campos” pudieran caer heridos de muerte, asesinados de hecho,
una serie de obreros revolucionarios, con el puño alzado, y al
grito de “Viva el P.O.U.M.”, “Viva la F.A.I.” y “Viva la
República”, fusilados al margen de la ley, sin otra finalidad
que satisfacer el placer y la sed de sangre de un hombre como
Astorga, que se hace llamar militante responsable del Partido
Comunista de España.
En aquellos momentos, cuando firmamos aquel documento, lo
hicimos bajo la primera impresión y desconociendo la magnitud
del crimen. Más tarde hemos podido o hemos tenido que conocer el
alcance de la tragedia. Hoy podríamos hacer desfilar ante
vosotros una lista interminable de nombres –transformados
actualmente en cadáveres- de militantes obreros, detenidos todos
ellos por sus ideas y por su actuación revolucionaria y que han
muerto en el transcurso de los últimos tres meses, criminalmente
fusilados en los “campos de trabajo”. Creemos, sin embargo, que
unos cuántos ejemplos serán suficientes.
Valentín Vila Anet
era un joven de 16 años, detenido por supuesto reparto de hojas
clandestinas en un cine de su pueblo, Ayguafreda. Era un
militante abnegado de la Juventud Comunista del P.O.U.M. Fue
asesinado en el tren, camino del “campo”. El hecho tuvo lugar en
la estación de San Vicente de Castellet. Un guardia de asalto se
apeó del tren y con el fusil en la cara ordenó a unos presos que
se retirasen de las ventanillas del vagón. Para dar más fuerza a
su orden disparó el fusil. En el interior del vagón y ante una
ventanilla, conversando con otros compañeros, estaba Valentín
Vila. La bala le atravesó la nuca y le destrozó la cabeza.
Murió instantáneamente, salpicando de sangre y de restos de
cerebro a los que estaban a su alrededor. Fue desembarcado en la
estación inmediata, Manresa, y allí lo dejaron, envuelto en una
manta.
Juan Ruiz Tomás era
un viejo militante del movimiento obrero, había sido uno de los
héroes de la Rabassada y San Cugat en los hechos del 6 de
octubre. Condenado en aquella ocasión a 30 años, condena que
comenzó a cumplir en el Castillo de Pamplona. Pertenecía también
al P.O.U.M. Al día siguiente de su llegada al campo de Omells
de Nagaya, el responsable Astorga reunió a todos los reclusos y
ordenó que todos los enfermos infecciosos y crónicos se
presentasen para ser hospitalizados, puesto que el trabajo de
fortificaciones sería muy duro. Ruiz estaba gravemente enfermo
de tuberculosis desde hacía años. Eran las consecuencias de los
encierros anteriores y de las persecuciones sufridas. Él, y
otros 21 se presentaron como enfermos. Desaparecieron para
siempre. No se ha sabido nada más de ellos. Guardias amigos
aseguran que habían sido fusilados. Dudamos que jamás puedan
hermanarse mejor el cinismo y el terror.
Queda el crimen monstruoso del cementerio. Dos prisioneros
escaparon del barracón, donde dormían varias docenas de
compañeros. Al día siguiente se ordena la formación general de
toda la población penal. Y los trece compañeros que junto a los
desaparecidos formaban la escuadra, los trece con carné de U.G.T,
son criminalmente fusilados ante las paredes del cementerio.
Algunos de estos compañeros tenían la libertad firmada desde
hacía días. Sin embargo ni este hecho contuvo la mano del
asesino. Entre los caídos se encontraban: Juan Corneado,
del Comité Regional de la C.N.T de Aragón y Julio Delcacho,
Secretario de la Colectividad Agraria de Ontiñena; los dos,
detenidos por supuesta participación en los sucesos de mayo;
Antonio Iniesta, de las Juventudes libertarias, “Conseller”
de Defensa de Castelldefels y más tarde miembro del
Ayuntamiento, y Alfonso Bruch, también de la C.N.T,
detenidos los dos por tenencia de armas, y Manuel Sorines
y Francisco Pina, el primero, de las Juventudes
Libertarias y el segundo de las Juventudes del P.O.U.M, los dos
de 17 años, detenidos por supuesto reparto de hojas
clandestinas.
A pesar del terror general, el aislamiento y el silencio que
rodeaba la vida de los “Campos de Trabajo”, aquella sangre
inocente no podía caer en tierra yerma. Una oleada de protesta
ha recorrido y sigue recorriendo el mundo. Los periódicos y las
organizaciones obreras y antifascistas de todos los países, los
que vienen sosteniendo con más brío y más fe la causa de nuestra
guerra, no podían menos que alzarse airadamente contra semejante
estado de cosas.
La protesta internacional ha traído, posiblemente, unos cambios
en la organización y en la vida de los “Campos de Trabajo”. Sin
embargo, han sido unos cambios de forma. Han dejado de ir allí
los que aún no estaban condenados por los Tribunales. Han dejado
también de disparar los fusiles delante de las paredes de los
cementerios con la ligereza de antes. Sin embargo, el terror y
la represión siguen con la misma intensidad que antes, o
posiblemente, peor que el primer día.
La muerte violenta, y en cierta forma honrosa, ha sido
sustituida por una agonía lenta, a base de palizas y malos
tratos. Sigue el trabajo agotador de 12 horas diarias; sigue la
comida totalmente insuficiente. Sigue la mezcla humillante de
los antifascistas con los fascistas y los delincuentes comunes.
Siguen habiendo prisioneros que no han sido condenados e incluso
prisioneros de cuya existencia no tienen noticias los Tribunales
de Justicia. Sigue la retención de prisioneros cuya libertad ha
sido firmada desde dos ó tres meses antes. Siguen al frente de
esta organización, hombres que, como Astorga, Mendoza, García,
Galán y Reguera, tendrían que haber comparecido ante los
Tribunales a rendir cuenta de sus crímenes.
Hoy nos dirigimos a vosotros como autoridades que sois de la
Justicia de Cataluña, y como responsables que sois asimismo de
nuestras vidas personales. Os repetimos la protesta que
formulamos hace ya tres meses a las autoridades de Cataluña y de
la República. La vida en los “campos de trabajo” no puede
seguir, porque aquello no es vivir. En nombre de los miles de
compañeros nuestros de las organizaciones a las cuales
pertenecemos, que han muerto en la lucha contra el fascismo. En
nombre de nuestros propios sufrimientos, o por lo menos de
nuestras heridas en batalla, exigimos que se ponga fin a este
estado de cosas. No se puede permitir que las liberaciones de
los prisioneros no se hagan efectivas. No se puede tolerar que
siga habiendo prisioneros sin condena en los “campos de
trabajo”. No se puede tolerar que se trate a los prisioneros a
golpes de bastón como si fuesen perros, o como si nos
encontráramos en un país de régimen totalitario. No se puede
tolerar que los prisioneros antifascistas sean enviados a los
“campos de trabajo” junto a los fascistas y a los delincuentes
comunes. Como no podemos comprender, los que siempre hemos
luchado por las libertades de Cataluña, que se deje pasivamente,
que se manchen de sangre obrera las instituciones autonómicas de
Justicia y que se encubra por parte de estas mismas
instituciones un terror y una arbitrariedad que huye
completamente de su control. A menos que, por pasividad o por
cesión voluntaria, se hagan cómplices conscientes de un estado
de cosas que tanto perjuicio causa en el extranjero a los
intereses de nuestra guerra.
Esperamos que tomen en consideración nuestras protestas y
nuestras denuncias y que evitarán, mientras no puedan responder
de la vida de los prisioneros que envíen a fortificaciones, que
sean enviados más antifascistas, más hombres, la identificación
de los cuales sea políticamente avalada por las organizaciones
antifascistas que con tanto heroísmo y desinterés luchan en los
frentes de la libertad.
Cárcel Modelo de Barcelona, 15 de agosto de 1938
Por los presos antifascistas
de la Modelo
Por el comité de la 2ª
Galería
(Cinco firmas ilegibles)
ARRIBA
Contra la falacia esgrimida, a través de los
medios de comunicación, de los pseudos historiadores, de los
políticos y escritores izquierdistas, queda demostrado
fehacientemente con esos casos relatados, que el bando
republicano-rojo no era demócrata ni luchaba por la
libertad, sino que estaba dominado por la dictadura del
proletariado, por la alianza entre socialistas
revolucionarios y comunistas, con el resto de los grupos del
Frente Popular en segundo plano.
George Orwell, que se afilió al POUM, fue testigo de la
desorganización e indisciplina del ejército republicano, formado
por milicias armadas apresuradamente por partidos políticos y
sindicatos diversos, comentaba: «Reconozco que, a primera
vista, el estado de cosas en el frente me dejó horrorizado.
¿Cómo demonios iba a ganarse una guerra con un ejército así?».
Según el catalán Pere Tarrés Claret, médico de Sanidad,
que se tuvo que enrolar en el Frente Popular y estuvo en el
frente desde mayo de 1938, las mayores lacras del bando y del
ejército republicano eran las mentiras, el odio entre partidos,
la desorganización, el haber dado responsabilidad de mando a
delincuentes, los abusos de la tropa y la resistencia satánica,
amén de la depravación, corrupción, blasfemia y odio
antirreligioso, que caracterizaba, en general, tanto a la tropa
como a los jefes y oficiales.
Esta situación reflejaba la cruda realidad de lo que era el
comunismo, un partido ultra jerarquizado, con disciplina
militar, con vocación golpista y profundamente antidemocrático,
que Lenin quería organizar en todo el mundo…
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