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Actualizada: 03 de Marzo de 2.009.  

 
 
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 Documento de la lucha del estalinismo contra el POUM.


El terror comunista en España.

 Por Eduardo Palomar Baró. 




El miembro y diputado del Independent Labour Party, John Mac Govern escribió bajo el título de “La révolution prolétarienne”, un interesante artículo publicado el 25 de enero de 1938.

El Partido Laborista Independiente (Independent Labour Party. “ILP”) fundado en enero de 1893 en la ciudad de Eradtord, contaba con delegados de varios organismos socialistas, y aunque en principio no se quiso identificar con el socialismo, sus mociones y programas contenían reivindicaciones basadas en esta ideología. En 1895 contaba ya con 200 grupos de afiliados, y participó en las elecciones generales de ese año, en las que presentó 28 candidatos.

En este partido también militó Eric Blair, más conocido por su seudónimo literario de George Orwell, autor de tres obras impactantes y muy controvertidas en su momento.               

En 1937 había escrito Homenaje a Cataluña, un elocuente testimonio sobre la revolución española y un alegato en defensa del POUM sometido a la represión republicana y a las calumnias y crímenes estalinistas. Su obra más famosa, publicada en 1946 fue Rebelión en la granja, una brillante y sutil fábula sobre la degeneración y el destino de la revolución rusa. La última obra que escribió Orwell, cuando estaba ya muy enfermo, 1984, que supuso un virulento alegato contra el totalitarismo

En 1936, tras el alzamiento militar contra la República, decide marchar a España. La intención inicial de Orwell fue incorporarse a las Brigadas Internacionales, controlados por el Partido Comunista. Pero ese partido no debió considerarle de fiar, ya que al fin y al cabo su heterodoxia era evidente, como debía serlo su proximidad a Independent Labour Party, ILP, el partido socialista de izquierdas. La negativa al ingreso en las Brigadas Internacionales hizo que finalmente se uniese a los militantes del ILP que se incorporaron a la División Lenin del POUM. Llegó a finales de 1936 y se incorporó al frente en enero de 1937, permaneciendo allí ininterrumpidamente durante varios meses.

Su primer permiso coincidió con las jornadas de mayo en Barcelona, provocadas por el intento republicano, promovido por los estalinistas del PSUC, de controlar el edificio de la Telefónica que estaba en poder de la CNT. Después de esas jornadas volvió al frente y sufrió una grave herida de bala en la garganta. Regresó a Barcelona en junio, después de la convalecencia, donde descubrió el secuestro de Andrés Nin, la muerte de su compañero Bob Smilie y la persecución contra el POUM, consiguiendo con dificultades salir del país y salvar así su vida. La represión y las calumnias estalinistas en España le marcaron profundamente, como lo hizo el descubrir las mentirosas versiones pro-comunistas que la prensa británica había dado de todos los acontecimientos que él había vivido. Su respuesta fue Homenaje a Cataluña, un rotundo canto a la revolución española y una de las obras cumbres de la literatura política del siglo veinte.

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El pueblo español ha conocido algunas de las más sombrías y brutales experiencias de la historia, pero cabe preguntarse si ha pasado por alguna más negra y cruel que la que atraviesa actualmente. Durante los últimos 17 meses ha vivido en un infierno en el que Franco hace el papel de diablo, teniendo tras él a los terratenientes, capitalistas, banqueros, oficiales del ejército y de la marina, curas; todos ellos decididos a todo precio a oponerse a los cambios económicos y culturales, a defender sus privilegios y beneficios. En su sanguinaria represión, estos tiranos españoles han tenido la ayuda de los estados fascistas extranjeros, Alemania, Italia y Portugal, y de una multitud de capitalistas reaccionarios de todos los países.

El coraje y la organización de nuestros camaradas españoles, en su lucha contra Franco y sus fuerzas bestiales, es, desde la Revolución rusa de 1917, la única luz que ha brillado entre una larga serie de desastrosas derrotas sufridas por la clase obrera. Se dice que, desde el 19 de julio de 1936, millón y medio de trabajadores españoles y de niños han sido asesinados.

El Independent Labour Party está al 100% junto a los trabajadores de España en su guerra por la libertad humana. Hemos aplaudido cualquier respuesta favorable al llamamiento a la batalla común, procediese de donde procediese. Desde el inicio de la guerra ha habido varios cambios en el gobierno español y en su política, a causa de presiones exteriores o interiores.

Rusia ha aprovisionado con algún material militar al gobierno español. Se reconoce abiertamente que, a cambio, ha colocado a algunos de sus representantes en puestos esenciales, especialmente en el ejército y la policía. Se reconoce también que los numerosos cambios ministeriales producidos desde entonces se han debido, en gran medida, a las intrigas y amenazas de los representantes comunistas en el gobierno, actuando a las órdenes de la Internacional comunista.

Es innegable la masiva hostilidad de muchos trabajadores españoles hacia la presencia de elementos burgueses y moderados en puestos importantes del gobierno, y hacia el subsiguiente debilitamiento de las conquistas revolucionarias de julio de 1936. El cambio de objetivo, la defensa de la democracia en lugar del poder de los trabajadores, ha provocado entre los obreros un profundo resentimiento; sin embargo, este cambio ha tenido lugar bajo la influencia de los republicanos burgueses, del ala derecha socialista y, en particular, de los comunistas.

Se piensa habitualmente que este cambio pretendía tranquilizar a los capitalismos francés y británico. Se considera que Rusia está ansiosa de mejorar sus relaciones con el gobierno británico para poder establecer una alianza militar. Rusia cree que la mejor forma de lograrlo es ganarse la confianza del gobierno inglés repudiando toda revolución social en España. Para los obreros revolucionarios españoles, los de la CNT, la FAI y el POUM, era difícil llevar abiertamente la lucha contra esta peligrosa política. Veían muy bien que se les estaban arrebatando los frutos de sus recientes conquistas, pero no querían dividir las fuerzas antifascistas y debilitar así el frente militar, lo que habría facilitado la victoria de Franco. Pese a toda su prudencia, en Mayo se produjo una resistencia espontánea cuando los trabajadores de base salieron en Barcelona a la calle, rechazando entregar sus armas y abandonar algunas posiciones clave. El POUM no organizó está resistencia, pero, cuando se produjo, se colocó junto a los obreros. Este fue el inicio de una acción comunista para desarmar a todos los que se oponían a la política de la Internacional Comunista en España. El POUM fue disuelto y sus periódicos prohibidos.

Al comienzo de la guerra contra Franco el Partido Comunista español era débil, pero el abastecimiento ruso de armas le dio una influencia y una participación en el gobierno desproporcionada a sus verdaderas fuerzas. El Partido Comunista tenía una débil militancia, pero pronto demostró que lo que le faltaba de inteligencia era sobradamente compensado por el jesuitismo y una atroz brutalidad. Tras la resistencia de las jornadas de Mayo, reclamaron el nombramiento de un comunista español, Burillo, como jefe de la policía de Barcelona. Tan pronto como éste se instaló, también lo hizo la Checa de la Komintern, y comenzaron a producirse, de forma masiva, arrestos, secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de los opositores a la política comunista. Andrés Nin, ex-ministro de Justicia en el gobierno catalán y secretario general del POUM, fue colocado de forma especial en el punto de mira de la Checa y demás ejecutores de los designios de la Komintern. Los comunistas le acusaron de ser un espía fascista, fue detenido, trasladado a Madrid y asesinado de forma odiosa.

Nin había sido una importante figura del partido comunista español y tuvo mucha influencia en Moscú, pero defendió a Trotsky, repudió el cambio de política de la Internacional Comunista y formó el POUM, por lo que resultaba particularmente odioso para la Checa. En España, criticar la línea contrarrevolucionaria del Frente Popular y criticar a Moscú es poner en peligro la vida. Si se es miembro del POUM; o simplemente se le defiende de las calumnias comunistas, eso resulta suficiente para ser detenido y encarcelado. Actualmente, hay más de 3.000 combatientes antifascistas tras los muros de las prisiones españolas, siguiendo las órdenes de la Komintern. Entre ellos están centenares de miembros del POUM, incluidos sus dirigentes más conocidos, así como centenares de miembros de la CNT y del ala izquierda de la UGT.

La larga mano de la Checa ha llegado fuera de España. La mujer de Joaquín Maurín, el dirigente del POUM que Franco tiene prisionero, vive en París. Su casa fue asaltada por los comunistas franceses. Invadieron su apartamento, cortaron su teléfono, cerraron las puertas con llave y se pusieron a rebuscar entre sus documentos y libros. La Checa, a las órdenes de Moscú, actúa incluso en Francia.

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El ILP y el Buró Internacional de partidos socialistas revolucionarios han enviado tres delegaciones sucesivas a España para reclamar la liberación o un proceso público para los revolucionarios encarcelados. Fenner Brockway participó en la primera delegación, en julio de 1937; se le prometió un próximo proceso público para los dirigentes del POUM. James Maxton estuvo en España en agosto, con la segunda delegación; obtuvo la liberación de algunos prisioneros y, de nuevo, la promesa de un cercano juicio a los dirigentes. Pero, a finales de noviembre de 1937, aún no había noticias del proceso y estábamos muy inquietos, no sólo por que continuaban los encarcelamientos, sino también por nuevas desapariciones y por las amenazas de muerte contra Pabón, el famoso abogado español que se había encargado de la defensa de los dirigentes del POUM. Se amontonaban las pruebas de la ferocidad de la Checa. Por tanto, se decidió enviar una nueva delegación a Barcelona y se pidió al profesor Félicien Challaye, de la Universidad de París, y a mí mismo que asumiésemos esa tarea. Nuestra misión consistía en visitar a los miembros del gobierno para presionarles en el sentido de que liberasen a los dirigentes del POUM o pusiesen ya en marcha el proceso; también debíamos reclamar una amnistía para todos los presos antifascistas, investigar las condiciones de vida de los prisioneros y verificar si las ferocidades y los asesinatos que se atribuían a la Checa de la Komintern eran ciertas. Además del objetivo humanitario, también pensábamos que una amnistía y, el poner fin a las operaciones de la Checa, reforzarían el frente de la clase obrera contra Franco y sus aliados italianos y alemanes.

Partimos hacia Barcelona decididos a hacer todo lo posible para lograr la libertad de los prisioneros antifascistas, impulsar la unidad de la clase obrera y ayudar a la lucha contra el capitalismo fascista en España y en el mundo entero.

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Los comunistas denuncian siempre al POUM, a la CNT y a Largo Caballero, dirigente de la izquierda de la UGT, como causantes de la división del frente antifascista y de debilitar la lucha militar contra Franco. Todo lo contrario. La Komintern y los comunistas españoles a las órdenes de Moscú son quienes han quebrado el frente único de los trabajadores y saboteado la lucha militar. Es fácil de demostrar. Al comienzo, la unidad era magnífica. Pese a profundas diferencias teóricas, sindicalistas, socialistas, anarquistas, comunistas y socialistas revolucionarios del POUM estaban juntos. Combatieron, codo con codo, a los fascistas, formaron las milicias obreras coordinadas por un Consejo militar único, en el que se había realizado la unidad de mando para combatir en un frente común contra Franco.

Todas las fracciones de la clase obrera estaban representadas en el gobierno. Fue la Komintern quien destruyó esa unidad. Envió instrucciones para que el POUM fuese excluido del gobierno, lo que las otras fracciones de la clase obrera consintieron... por amor a las armas rusas. Después, fueron excluidas del gobierno de CNT y UGT, y las filas de UGT fueron seccionadas de arriba a abajo por las maniobras comunistas. Ahora, los movimientos obreros masivos están fuera del gobierno y hay entre ellos una intenta amargura contra los comunistas. La única manera de restablecer la unidad antifascista en España en oponerse a la política comunista, liberar a los presos de las otras secciones de la clase obrera y animar así a todas ellas a implicarse totalmente y con todas las responsabilidades en la lucha.

Los comunistas son los principales responsables del debilitamiento de la lucha militar. Rechazaron que se enviasen armas al Frente de Aragón, porque las fuerzas antifascistas que allí combatían estaban formadas por miembros de la CNT y del POUM. Si se les hubiese dado las armas adecuadas, este ejército antifascista llevaría meses en Zaragoza, la presión sobre Madrid habría sido aliviada y los fascistas no habrían logrado apoderarse del País Vasco y de Asturias. Ahora se reconoce que ese fue el gran error estratégico de la guerra. Los comunistas sacrificaron la guerra a su hostilidad política contra la CNT y el POUM.

Los comunistas debilitaron la lucha militar de otras muchas maneras: la ruptura del Frente obrero creó necesariamente una disminución de la solidaridad y del entusiasmo en el ejército; por otra parte, los oficiales burgueses en número creciente impuestos por los comunistas resultaron ser mucho peores que los oficiales obreros de las milicias obreras. Málaga, Santander y Bilbao lo demostraron. Reconocemos plenamente la importancia de las armas rusas y de la Brigada Internacional, pero el precio pagado ha sido demasiado caro, por los efectos desastrosos que tuvo la ruptura de la unidad y el sectarismo militar del que los comunistas son responsables.

Por ese motivo, al ir a España, nuestro objetivo iba más allá de la liberación de los trabajadores antifascistas encarcelados, pues queríamos contribuir también a la unión de todas las fuerzas obreras contra Franco y al restablecimiento de condiciones que permitiesen un esfuerzo militar común para derrotar al fascismo.

 

ARRIBA     



Nuestra primera visita en Barcelona fue al Ministro de Justicia, Manuel Irujo. Hablamos abiertamente sobre una amnistía para los antifascistas encarcelados. El ministro, católico vasco, muy enemigo del fascismo, nos escuchó con gran simpatía. Nos indicó que, poco tiempo antes, el gobierno se había planteado una amnistía y que todos los ministros, salvo los dos comunistas, habían estado de acuerdo en liberar a todos los presos realmente antifascistas. Por el contrario, los comunistas estaban violentamente en contra de cualquier liberación, y, dado que el partido comunista pertenecía al Frente Popular, no era fácil actuar sin su consentimiento. Manuel Irujo añadió que, sin embargo, “a pesar de la oposición comunista”, el gobierno se preparaba a soltar a los prisioneros lentamente, uno a uno, cuando el 21 de noviembre de 1937 tuvo lugar una gran manifestación de la CNT y de los militantes socialistas ante la prisión de Valencia, amenazando con echar las puertas abajo si no se liberaba a los presos. Entonces, añadió el ministro, siguiendo la fórmula habitual de todos los gobiernos: “Queríamos actuar, pero no queríamos hacerlo bajo la amenaza de la violencia”.

Igualmente, planteé el tema del posible canje de Joaquín Maurín por un prisionero fascista, pues Maurín no sólo era dirigente del POUM sino también miembro del Parlamento. Es prisionero de Franco desde agosto de 1936, y actualmente se encuentra en una prisión militar de Zaragoza. Yo tenía una lista de fascistas importantes que se encontraban en las cárceles gubernamentales y sugerí uno de ellos, Lucia, que también era miembro de las Cortés, podría ser canjeado por Maurín. Manuel Irujo replicó que el gobierno había hablado recientemente de ello, y que solamente se habían opuesto los comunistas. Sin embargo, me autorizó a dirigirme al Ministro de Asuntos Exteriores británico de parte del gobierno español, solicitándole que hiciese las gestiones necesarias. Me dijo también que mantendría su palabra. Tras mi retorno a Inglaterra, llegó la noticia de que el gobierno español había dado a la Cruz Roja Internacional una lista de prisioneros fascistas que podían ser canjeados por Maurín, lo que conforma la promesa de Manuel Irujo.

Preguntamos también si era cierto que una hermana de Díaz, secretario del PCE, había sido canjeada por un fascista. Nos respondió que los miembros comunistas del gobierno habían insistido en que fuesen canjeadas la hermana y la madre de Díaz; de hecho, ambas fueron canjeadas a cambio de dos importantes jefes fascistas que estaban en las cárceles gubernamentales.

Irujo nos aseguró que él estaba a fondo “por la libertad” y que haría todo lo posible para conseguir una amnistía general. Él y su hermano, que asistía a la entrevista como su secretario particular, protestaron enérgicamente contra la mentira comunista de que Nin o cualquier otro líder del POUM hubiesen tenido relaciones con Franco.

Solicitamos visitar las cárceles de Barcelona. Se nos entregó una carta oficial del director de prisiones autorizándonos a entrar en cualquier cárcel y permitiéndonos visitar a Julia Landau en el Hospital general de Barcelona, donde había sido transferida, tras 11 días de huelga de hambre, en la cárcel de mujeres y cuyo marido, antifascista alemán que había prestado grandes servicios en la lucha contra Hitler, había sido asesinado por los comunistas.

ARRIBA    



El 28 de noviembre de 1937 fuimos a la Cárcel Modelo de Barcelona y presentamos nuestras autorizaciones al director de la cárcel de hombres. Fue muy cortés y nos llevó junto al médico de la prisión. Se nos dijo que había 1.500 prisioneros, de los que 500 eran antifascistas, 500 fascistas y 500 comunes. Como era domingo y hora de visita, nos encontramos en presencia de 500-600 visitantes pidiendo ver a sus amigos. Como corresponde, los presos de izquierda estaban en el ala izquierda de la cárcel. Entramos en una sala muy grande, a través de una inmensa puerta de hierro de 6 metros de ancho y 3,5 metros de alto. Los presos se habían enterado de que íbamos a llegar y nos dieron una calurosa bienvenida. El problema era quién iba a comenzar a contarnos las brutalidades cometidas por la Checa contra ellos, antes de entrar en esta cárcel. Un preso italiano nos hizo una notable descripción de las torturas que le habían sido infligidas en una celda subterránea. Fue atado al muro, las manos encima de la cabeza, con dos guardias colocados a ambos lados y con bayoneta en el fusil, mientras que un joven oficial de la Checa apuntaba, con la mano derecha, un revólver hacia su pecho, sosteniendo unos papeles en la mano izquierda. El oficial le sometió a un interrogatorio de tercer grado, pretendiendo que su documentación era falsa y conminándole a revelar dónde podrían estar algunos de sus camaradas, bajo la amenaza de matarle y arrojar su cuerpo a una cloaca que pasaba por la celda. Fue sometido a esta tortura, durante cinco o seis horas diarias, hasta que, finalmente, se le transfirió a la Modelo.

Félicien Challaye y yo hablamos también con un francés que había pertenecido al ejército francés y que había abandonado su situación para venir a combatir al fascismo en España. Había sido nombrado oficial en el ejército español gubernamental y combatió en el frente de Madrid durante más de 5 meses. La única razón que le había llevado hasta la Cárcel Modelo era por expresar francamente su opinión sobre la Komintern y los métodos de la Checa. Me dio una espléndida impresión. Sufría como un ultraje espantoso llevar más de 4 meses en prisión: “Que se me haga un proceso si he cometido alguna falta, y si no, que se me ponga en libertad”. 

Muchos prisioneros que había sido heridos combatiendo contra Franco, y que, sin embargo, ¡estaban en prisión acusados de ser aliados de Franco! Nuestra delegación fue recibida especialmente bien por los presos del POUM, y pasamos una hora en la celda de Gironella, en la que se encontraban varios presos más. En esta prisión había una verdadera internacional de presos, procedentes de Francia, Grecia, Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Holanda, Suiza, América y España. Todos ellos nos insistieron en que diéramos a conocer las brutalidades de la Checa, con sus torturas, su “tercer grado” y sus asesinatos de militantes socialistas que luchaban en España.

Cuando resolvimos abandonar la cárcel, hubo un movimiento espontáneo de todo el mundo hacia la puerta. Los presos cantaron dos himnos de la CNT, seguidos de La Internacional y de gritos a favor de la CNT, de la FAI y del POUM. El delegado del ILP fue especial objeto del reconocimiento internacional; finalmente, hubo gritos de “¡Abajo la Checa de la Komintern!” y violentos abucheos contra ella. Resultaba muy emocionante ver a los 500 presos antifascistas, jóvenes en su mayoría, llenando las galerías, las escaleras y la sala, con el puño cerrado, la mirada brillante, la cabeza alzada en actitud de desafío. Lo último que vimos fue a centenares de hombres aplaudiendo, al otro lado de la inmensa puerta de hierro, símbolo de la Checa del Komintern. Por esos medios pretendían suprimir el movimiento revolucionario en España con el propósito de remplazar la consigna “poder obrero” por la de “Democracia burguesa”. La Internacional comunista y su organización de asesinos están haciendo nacer un odio formidable contra ellos. Un día, estallará la tempestad y destruirá su espantoso gangsterismo. Será un desastre para todos los que hayan participado en él.

El director y el médico no habían visto nunca a los presos tan emocionados y temían una revuelta, por lo que se nos pidió dirigirnos tranquilamente hacia la oficina. En el camino, nos encontramos con Aurelio Fernández, ex-jefe de policía de Barcelona (CNT), que nos contó que llevaba tres meses y medio en la cárcel. Un año antes, John Mac Nair y yo habíamos sido muy bien sido recibidos por él en Barcelona, pero ahora estaba en la cárcel por voluntad de su sucesor comunista, Burillo. El pretexto para la detención fue la desaparición y muerte de un oficial de policía durante su período al frente de la policía.

 

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Nuestra siguiente visita fue al Hospital General, donde Julia Landau estaba prisionera y enferma a causa de su huelga de hambre. Llevaba encarcelada más de 5 meses, durante los que su marido había sido secuestrado por la Checa, torturado y asesinado. Pese a todo, la encontramos llena de combatividad. Estaba orgullosa de su lucha contra la Komintern y la Checa. Era una mujer pequeña, de metro y medio de altura y unos 45 kilos de peso, pero llena de coraje y energía. Julia tenía a su lado dos guardias armados y nadie podía verla sin autorización. Julia había escapado con su marido del terror hitleriano y se había refugiado en París. Ambos tenían un pasado de heroísmo en la lucha antifascista. Cuando estalló la Guerra Civil española, fueron a España para ayudar, en la medida que fuera posible, a la derrota de Franco. Cuando Julia fue detenida por la Checa, logró prevenir a su marido, lo que le permitió escapar, pero en los días siguientes muchas víctimas fueron sometidas a tortura y al tercer grado para, bajo amenaza de muerte, obligarles a revelar donde se ocultaba Kurt Landau. Un comunista alemán, cuyo nombre poseo, era uno de los oficiales de la Checa del Komintern y, tal y como hemos sabido por un preso que la sufrió, decía “es preciso que cojamos a Kurt Landau y que le matemos, pues es un opositor a la Komintern y al Frente Popular, un trotskysta del POUM”. Finalmente, Kurt fue descubierto, secuestrado y matado por orden de la banda de asesinos de Moscú.

Habíamos planteado el caso de Julia al ministro de Justicia. Éste nos dijo que la había visitado en prisión, disuadiéndola de hacer huelga de hambre e informada que su marido había muerto. El ministro la liberó al día siguiente de nuestra visita, pero ella se encontró en una difícil situación, pues los comunistas le habían robado toda su documentación y su pasaporte, sus certificados de nacimiento y de matrimonio, como hacen siempre. A petición nuestra, recibió nuevos documentos oficiales, al igual que otra camarada alemana, Else Homberger, que, pese a tener un pasado de cinco años y medio de lucha obrera en España, había estado encarcelada 5 meses, uno de ellos en la prisión secreta de la Checa que describiré más tarde. Su marido estaba en el frente, y fue expulsado a Francia cuando vino a visitar a su mujer.

En la cárcel de mujeres, que visitamos inmediatamente, vimos un grupo muy variado de presas antifascistas, que estaban mezcladas con las presas comunes. Entre ellas había una familia de tres personas: madre, hija y nuera. El marido de esta última estaba en el frente y ella le había avisado de que se quedase allí, ya que su vida estaría en peligro si volvía. Era una joven alemana, Erika Jilpen, encinta de 6 meses. Llevaba más de 6 meses en la cárcel por el solo hecho de ser, como otras presas, miembro del POUM.

Tuve una larga conversación con la doctora Carlotta Margulin, una alemana que hablaba muy bien el inglés. Estaba en España desde hacia 4 años, y más de 5 meses en prisión. Se había encargado del primer tren sanitario en el Frente de Aragón y, después, del Hospital Maurín; se había adherido al POUM, por lo que fue detenida. Durante las primeras semanas, había estado en la cárcel secreta de la Checa, donde se la sometió al tercer grado durante cinco horas y media. Fue a ella a quien el oficial de la Checa de la Komintern dijo que Kurt Landau debía ser asesinado. La doctora Margulin fue amenazada varias veces antes de ser enviada a la cárcel de mujeres. Me alegra decir que, tras mi retorno a Londres, supe que había sido liberada.

 

ARRIBA    



Visitamos al ministro del Interior Julián Zugazagoitia, del ala derecha del socialismo. Hablamos dos horas con él. Deploraba la desaparición de Andrés Nin y Kurt Landau, y nos aseguró que se estaba llevando a cabo una enérgica investigación. Reconoció abiertamente que la acusación de que los líderes del POUM estaban relacionados con Franco era una calumnia. Yo le preguntaba: “¿Cómo es posible que Aurelio Fernández, de la CNT, jefe de policía bajo el gobierno precedente, esté en prisión por la desaparición de un oficial, mientras que está en libertad Burillo, jefe comunista de la policía cuando desaparecieron Andrés Nin, Kurt Landau, Erwin Wolf, Marc Rhein, Georges Tioli y otros”? El ministro no pudo explicarlo. Como respuesta a una pregunta sobre el poder de la Checa, nos dijo: “¿Qué queréis? Hemos recibido ayuda de Rusia y, a cambio, hemos tenido que permitirles algunas cosas que no nos gustan”. Nos prometió acelerar las gestiones para todos los presos verdaderamente antifascistas.

Hicimos también una visita a Miravitlles, ministro de Propaganda. Vimos nuevas filmaciones de un ataque sobre Madrid y de las ofensivas sobre Belchite y Aragón, y mantuvimos una larga conversación con él, que deploraba la muerte de su amigo Andrés Nin y nos contó que cuando éste fue detenido él telefoneó a varios ministros para alzarse contra la hipótesis de que Nin tuviera cualquier relación o simpatía hacia Franco. Pensaba que había sido un error apoyar la resistencia de Mayo, pero decía que se trataba de un conflicto interno entre antifascistas y que no quedaba ninguna duda de que Nin y algunos otros, habían sido asesinados.

ARRIBA    



Nuestra última visita fue a la cárcel secreta de la Checa. Varios buenos camaradas nos habían advertido de la existencia de esta cárcel. Presos que habían estado allí nos habían contado como dormían sobre el suelo, hombres y mujeres en la misma celda, vigilados por guardianes y sin luz. Yo no podía olvidar el relato del camarada italiano sobre las torturas que sufrió en la celda por la que pasaba una cloaca. Cuando nos acercábamos a esta prisión, no podía dejar de preguntarme: “¿Cuántos seres humanos han sido torturados y asesinados por la moderna Inquisición?”.

Tras subir los peldaños que llevan a la entrada de la prisión, encontramos el camino cortado por dos guardias armados con fusiles y con la bayoneta calada. Presentamos nuestra autorización del director de prisiones y del ministerio de Justicia para visitar las cárceles. Apareció un oficial, que miró nuestras autorizaciones con evidente desprecio. Nos indicó que no recibía órdenes del director de prisiones o del ministerio de Justicia, pues no eran sus jefes. Le preguntamos que quién era entonces su jefe, y nos dio una dirección, la del cuartel general de la Checa. Su rechazo a permitirnos visitar la cárcel y ver a los presos era total y definitivo. Debo añadir que este oficial, así como sus guardias armados, nos dieron a Félicien Challaye y a mí, una impresión mucho peor que los oficiales que habíamos visto hasta entonces, pues tenían todas las características de los gángsteres.

Nos trasladamos al cuartel general de la Checa, en la Puerta del Ángel 24. Entramos en un patio y por un pasillo llegamos a una habitación interior que tenía toda la pinta de un lugar de detención. Observamos que sobre la mesa había numerosos libros rusos de propaganda y periódicos comunistas. Tras una corta espera, entró una joven que nos preguntó qué queríamos. No ocultó que sabía quienes éramos y que había sido avisada de nuestra llegada desde la cárcel. Tomó los documentos que nos autorizaban a visitar las prisiones, y en seguida aparecieron dos hombres jóvenes que no eran españoles. Nuestro intérprete, conocedor de muchos idiomas y países, estaba convencido de que uno era ruso y otro alemán. El ruso nos informó que no podíamos ver el interior de la prisión ni hablar con los presos. Contesté que teníamos autorizaciones del director de prisiones y del ministro de Justicia, y preguntamos que si nuestro interlocutor era acaso más poderoso que el gobierno, añadiendo que si se nos negaba la entrada estaríamos obligados a sacar las conclusiones pertinentes.

Los dos oficiales fueron turbados evidentemente por esta directa respuesta y se retiraron a hablar entre ellos o a pedir órdenes. Cuando reaparecieron, se repitió la negativa, ante lo que ya sólo nos quedaba el retirarnos, pero antes de hacerlo preguntamos si podíamos telefonear al ministro de Justicia. La respuesta fue: “No, lo haremos nosotros”. Pasaron 10 minutos y se nos informó que Irujo no estaba en su oficina, pero que su secretario nos rogaba que no insistiésemos en visitar la prisión. Era un desafío directo al Gobierno. Hasta entonces, teníamos la intención de abandonar Barcelona ese mismo día, pero, dadas las circunstancias, decidimos quedarnos y comprobar quién sería el vencedor: el Gobierno o la Checa.

A la mañana siguiente, telefoneamos al ministro de Justicia e informamos a su secretario de que no habíamos podido ver a los presos. Nos contestó: “No debéis dejar Barcelona con la impresión de que el Gobierno no tiene esa cárcel bajo su control. Si queréis que nos encarguemos de ello, os garantizamos que podréis entrar en ella”. Durante algunas horas, pensamos que, pese a todo, el ministro tenía esa cárcel bajo su control, pero cuando, tal y como se nos había indicado, telefoneamos a su oficina a las 12:30 horas, el secretario nos contestó que no había tenido éxito. Estaba claro que el ministro de Justicia no era capaz de obtener el permiso de la Checa. Se nos prometió que harían un nuevo esfuerzo y quedamos en telefonear al día siguiente, pero cuando lo hicimos nos dijeron que se estaban haciendo cambios en la prisión y que eso dificultaba las visitas. Pedí entonces ver a los presos en la puerta de la prisión, especialmente a Georges Kopp, Eva Sitting y algunos otros. Pero no tuve éxito. La máscara había caído. Habíamos levantado el velo y demostrado dónde residía el verdadero poder. Los ministros querían, pero no podían. La Checa no quería, y era ella quien podía. Nos dimos cuenta de que si insistíamos más podríamos estar nosotros mismos en peligro.

ARRIBA    



Rusia ha comprado España. A cambio de las armas de la ayuda rusa, la Komintern ha recibido un poder tiránico que utiliza para encarcelar, torturar y matar a los socialistas que no aceptan la línea comunista. Hay dos Brigadas Internacionales en España: una, la que combate en los campos de batalla y que ha sido constituida por el movimiento socialista internacional; la otra, es una Checa internacional formada por gángsteres a las órdenes de la Komintern y procedentes muy particularmente de Alemania e Italia. Lenin decía en otra ocasión: “Los jefes tienen generalmente pasaportes en sus bolsillos, pero como no hay bastantes pasaportes los militantes de base deben quedarse en el interior, frente al enemigo”. Los funcionarios comunistas alemanes e italianos que han escapado de Hitler y Mussolini han adoptado ahora los mismos feroces métodos del fascismo.

La Checa comienza por destruir la autoridad moral de todo dirigente obrero honorable, difamándole; después actúa por medio de detenciones, secuestros, torturas y asesinatos. Las víctimas de esta asociación de criminales yacen actualmente en Barcelona, en Valencia y en Madrid. ¿Dónde están Andrés Nin, Erwin Wolff, Marc Rhein, Georges Tioli y tantos otros? ¿Dónde están todos los buenos camaradas que han desaparecido en las ciudades de España?

ARRIBA    



¿Por qué Benito Pabón, el famoso abogado español, ha tenido que abandonar España, atravesar Francia y embarcarse hacia Filipinas? Dejemos hablar a Pabón:

“Es muy difícil para quien parte tan activa tomó, como me sucede, en los acontecimientos de España desde el 19 de julio, romper sin esfuerzo supremo todas las ligaduras afectivas, nacidas a través de esta actuación. Había puesto en ella tal dosis de cordialidad que hasta el momento –¡craso raro!–  tenía la seguridad de no haberme creado un solo enemigo. He repetido hasta la saciedad, en todas mis conversaciones con las diferentes organizaciones antifascistas, en todas las reuniones y en todos mis discursos, que estaba firmemente convencido de que una lealtad mutua, una unidad de acción y de objetivo eran lo único que podría darnos la victoria...

Sin embargo –he aquí lo extremadamente doloroso–, el afán de hegemonía de ciertos sectores y destacadísimamente del comunista, ha hecho que donde se debió llegar a una armonía y compenetración perfectas, sólo existían odios, desavenencias y luchas sordas e intestinas que acabarán por dar al traste, ayudados por notorios errores de gobierno, con la capacidad de resistencia de nuestra retaguardia.

El hecho es que, a causa en gran parte de la ayuda real y efectiva dada por Rusia a la guerra, el partido comunista gobierna hoy como le place los destinos de la España republicana. Si no va más lejos en la destrucción de los demás grupos políticos es solamente porque, por el momento, esto no le parece deseable ni ventajoso. En efecto, todavía debe mantener ciertas apariencias, tanto en España como en el extranjero.

Y esta hegemonía del Partido Comunista supone, y los hechos de demuestran, la implantación de los métodos políticos característicos de Rusia. La desaparición y asesinato de Nin fue un síntoma alarmante y trágico. La organización comunista, con la complicidad de sectores de la Dirección general de Seguridad, burlando la buena fe del señor Zugazagoitia –tan buen periodista como detestable ministro de la Gobernación–, lo secuestró y asesinó. Y no bastándole con esto, inventó el burdo cuento, muy apropiado para niños o idiotas, de haber sido arrebatado a la policía por una organización fascista, con la que el ex-secretario de la Internacional Sindical Roja, según ellos, estaba de perfecto acuerdo. Lanzados por este camino, los secuestros se repiten y poniendo empeño en acabar con todos los que no se someten a sus propósitos, los comunistas usan no ya sólo la violencia, sino lo que aún es más repugnante: de todos los resortes que Maquiavelo pudiera soñar como empleados contra los enemigos de los dueños del poder. La vida, la libertad y la honra, el prestigio de cualquiera por muy alto que esté, no merece el menor respeto. A diestro y siniestro, falsificando si es preciso documentos e inventando historias, lanzan las excomuniones calificando de traidores o de espías a los hombres de más clara historia revolucionaria [...]

He tomado mi decisión, pero antes de alejarme de España he creído un deber dar estas explicaciones. No fue el menor motivo, en mis dudas sobre el retorno a Valencia, el afán de defender a los compañeros de ustedes, militantes del POUM, sometidos al más injusto y absurdo de los procesos. No fue la menor entre las razones que me hicieron dudar. Si estuviese convencido de que quedarme en España daría algunas garantías a vuestros camaradas, no habría dudado en quedarme, incluso contra mis propios intereses. Desgraciadamente he de confesarles que conociendo a fondo la situación, todo mi esfuerzo, es decir, todo lo que se me había de permitir, lo considero inútil y lleno de riesgos.

Recientemente, en la España antifascista se ha adoptado una teoría más abracadabrante que todas las que hubiésemos creído posibles durante el período más despótico de la monarquía. Es la teoría de que un abogado que defiende una causa puede, por esa sola razón, ser acusado de complicidad con los actos de que son acusados sus clientes. Esa ha sido, en efecto, la explicación dada para la detención y encarcelamiento de algunos abogados bien conocidos. La prensa comunista formula claramente la opinión de que, siendo yo el abogado del POUM, era por tanto un traidor, un espía y un amigo de Franco, como se acusaba de serlo a mis clientes. En semejante atmósfera, en la que las calumnias son inventadas y las falsedades establecidas de un día para otro, ¿podéis decirme que garantías podía tener de que mi papel de abogado defensor no se habría trocado en el de acusado, sin ninguna posibilidad de defenderme contra todas las calumnias que hubiesen querido descargar sobre mi cabeza? [...]

Desde aquí y desde cualquier lugar fuera de España, estoy dispuesto a ayudaros informando sobre los verdaderos hechos de este proceso. He abandonado todo, me voy completamente desilusionado. Yo descargo mi corazón ante vosotros, lleno de tristeza por haber abandonado un país en el que he trabajado con lealtad para tratar de remediar, en la medida de mis fuerzas, las injusticias de las que sufre nuestro pueblo".

(Carta de Benito Pabón a la comisión ejecutiva clandestina del POUM).

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Moscú querría cerrar todas las bocas, encadenar todos los miembros y reducir, en el mundo entero, a cada militante a mero maniquí. Moscú compra y corrompe a los dirigentes en cada país, y gasta sumas considerables en su propaganda. Esta traición será pagada a un precio terrible y, contra ella, se está forjando en cada país una enorme hostilidad. Los amigos de Rusia están horrorizados por los asesinatos masivos que se cometen. Comenzamos a entender las razones por las que Trotsky y sus partidarios fueron desterrados y mortalmente amenazados.

Estoy profundamente convencido, por el estudio y la experiencia de la política comunista, de que ayudar a que los comunistas obtengan algún lugar en el movimiento obrero es una criminal locura. Por mi parte, no puedo excusar ni defender sus actuaciones: el honor humano exige que se denuncie su conducta bestial.

Si el socialismo significase lo que Moscú pretende imponer, yo no sería socialista. El socialismo por el que yo milito debe dar libertad y no tiranía a los trabajadores. Yo denunciaré todas las tiranías. Los trabajadores de Gran Bretaña deben escoger entre el terror del Komintern y la Libertad socialista. Sé muy bien cuál será su opción cuando lo sepan.

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