El miembro y diputado del
Independent Labour Party, John Mac Govern escribió bajo el título de “La
révolution prolétarienne”, un interesante artículo publicado el 25 de
enero de 1938.
El Partido Laborista
Independiente (Independent Labour Party. “ILP”) fundado en enero de 1893
en la ciudad de Eradtord, contaba con delegados de varios organismos
socialistas, y aunque en principio no se quiso identificar con el socialismo,
sus mociones y programas contenían reivindicaciones basadas en esta ideología.
En 1895 contaba ya con 200 grupos de afiliados, y participó en las elecciones
generales de ese año, en las que presentó 28 candidatos.
En este partido también militó
Eric Blair, más conocido por su seudónimo literario de George Orwell,
autor de tres obras impactantes y muy controvertidas en su
momento.
En 1937 había escrito
Homenaje a Cataluña, un elocuente testimonio sobre la revolución
española y un alegato en defensa del POUM sometido a la represión republicana y
a las calumnias y crímenes estalinistas. Su obra más famosa, publicada en 1946
fue Rebelión en la granja, una brillante y sutil fábula
sobre la degeneración y el destino de la revolución rusa. La última obra que
escribió Orwell, cuando estaba ya muy enfermo, 1984, que supuso un
virulento alegato contra el totalitarismo
En 1936, tras el alzamiento
militar contra la República, decide marchar a España. La intención inicial de
Orwell fue incorporarse a las
Brigadas Internacionales, controlados por el
Partido Comunista. Pero ese partido no debió considerarle de fiar, ya que al fin
y al cabo su heterodoxia era evidente, como debía serlo su proximidad a
Independent Labour Party, ILP, el partido socialista de izquierdas.
La negativa al ingreso en las Brigadas Internacionales hizo que finalmente se
uniese a los militantes del ILP que se incorporaron a la División Lenin del
POUM. Llegó a finales de 1936 y se incorporó al frente en enero de 1937,
permaneciendo allí ininterrumpidamente durante varios meses.
Su primer permiso coincidió con
las jornadas de mayo en Barcelona, provocadas por el intento republicano,
promovido por los estalinistas del PSUC, de controlar el edificio de la
Telefónica que estaba en poder de la CNT. Después de esas jornadas volvió al
frente y sufrió una grave herida de bala en la garganta. Regresó a Barcelona en
junio, después de la convalecencia, donde descubrió el secuestro de
Andrés Nin,
la muerte de su compañero Bob Smilie y la persecución contra el POUM,
consiguiendo con dificultades salir del país y salvar así su vida. La represión
y las calumnias estalinistas en España le marcaron profundamente, como lo hizo
el descubrir las mentirosas versiones pro-comunistas que la prensa británica
había dado de todos los acontecimientos que él había vivido. Su respuesta fue
Homenaje a Cataluña, un rotundo canto a la revolución española y una
de las obras cumbres de la literatura política del siglo veinte.
ARRIBA
El pueblo español ha conocido algunas de las más sombrías y brutales
experiencias de la historia, pero cabe preguntarse si ha pasado por alguna más
negra y cruel que la que atraviesa actualmente. Durante los últimos 17 meses ha
vivido en un infierno en el que Franco hace el papel de diablo, teniendo tras él
a los terratenientes, capitalistas, banqueros, oficiales del ejército y de la
marina, curas; todos ellos decididos a todo precio a oponerse a los cambios
económicos y culturales, a defender sus privilegios y beneficios. En su
sanguinaria represión, estos tiranos españoles han tenido la ayuda de los
estados fascistas extranjeros, Alemania, Italia y Portugal, y de una multitud de
capitalistas reaccionarios de todos los países.
El coraje y la organización de nuestros camaradas españoles, en su
lucha contra Franco y sus fuerzas bestiales, es, desde la Revolución rusa de
1917, la única luz que ha brillado entre una larga serie de desastrosas derrotas
sufridas por la clase obrera. Se dice que, desde el 19 de julio de 1936, millón
y medio de trabajadores españoles y de niños han sido asesinados.
El Independent Labour Party
está al 100% junto a los trabajadores de España en su guerra por la libertad
humana. Hemos aplaudido cualquier respuesta favorable al llamamiento a la
batalla común, procediese de donde procediese. Desde el inicio de la guerra ha
habido varios cambios en el gobierno español y en su política, a causa de
presiones exteriores o interiores.
Rusia ha aprovisionado con algún
material militar al gobierno español. Se reconoce abiertamente que, a cambio, ha
colocado a algunos de sus representantes en puestos esenciales, especialmente en
el ejército y la policía. Se reconoce también que los numerosos cambios
ministeriales producidos desde entonces se han debido, en gran medida, a las
intrigas y amenazas de los representantes comunistas en el gobierno, actuando a
las órdenes de la Internacional comunista.
Es innegable la masiva
hostilidad de muchos trabajadores españoles hacia la presencia de elementos
burgueses y moderados en puestos importantes del gobierno, y hacia el
subsiguiente debilitamiento de las conquistas revolucionarias de julio de 1936.
El cambio de objetivo, la defensa de la democracia en lugar del poder
de los trabajadores, ha provocado entre los obreros un profundo
resentimiento; sin embargo, este cambio ha tenido lugar bajo la influencia de
los republicanos burgueses, del ala derecha socialista y, en particular, de los
comunistas.
Se piensa habitualmente que este
cambio pretendía tranquilizar a los capitalismos francés y británico. Se
considera que Rusia está ansiosa de mejorar sus relaciones con el gobierno
británico para poder establecer una alianza militar. Rusia cree que la mejor
forma de lograrlo es ganarse la confianza del gobierno inglés repudiando toda
revolución social en España. Para los obreros revolucionarios españoles, los de
la CNT, la FAI y el POUM, era difícil llevar abiertamente la lucha contra esta
peligrosa política. Veían muy bien que se les estaban arrebatando los frutos de
sus recientes conquistas, pero no querían dividir las fuerzas antifascistas y
debilitar así el frente militar, lo que habría facilitado la victoria de Franco.
Pese a toda su prudencia, en Mayo se produjo una resistencia espontánea cuando
los trabajadores de base salieron en Barcelona a la calle, rechazando entregar
sus armas y abandonar algunas posiciones clave. El POUM no organizó está
resistencia, pero, cuando se produjo, se colocó junto a los obreros. Este fue el
inicio de una acción comunista para desarmar a todos los que se oponían a la
política de la Internacional Comunista en España. El POUM fue disuelto y sus
periódicos prohibidos.
Al comienzo de la guerra contra
Franco el Partido Comunista español era débil, pero el abastecimiento ruso de
armas le dio una influencia y una participación en el gobierno desproporcionada
a sus verdaderas fuerzas. El Partido Comunista tenía una débil militancia, pero
pronto demostró que lo que le faltaba de inteligencia era sobradamente
compensado por el jesuitismo y una atroz brutalidad. Tras la resistencia de las
jornadas de Mayo, reclamaron el nombramiento de un comunista español, Burillo,
como jefe de la policía de Barcelona. Tan pronto como éste se instaló, también
lo hizo la Checa de la Komintern, y comenzaron a producirse, de forma masiva,
arrestos, secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de los opositores a
la política comunista. Andrés Nin, ex-ministro de Justicia en el gobierno
catalán y secretario general del POUM, fue colocado de forma especial en el
punto de mira de la Checa y demás ejecutores de los designios de la Komintern.
Los comunistas le acusaron de ser un espía fascista, fue detenido, trasladado a
Madrid y asesinado de forma odiosa.
Nin había sido una importante
figura del partido comunista español y tuvo mucha influencia en Moscú, pero
defendió a Trotsky, repudió el cambio de política de la Internacional Comunista
y formó el POUM, por lo que resultaba particularmente odioso para la Checa. En
España, criticar la línea contrarrevolucionaria del Frente Popular y criticar a
Moscú es poner en peligro la vida. Si se es miembro del POUM; o simplemente se
le defiende de las calumnias comunistas, eso resulta suficiente para ser
detenido y encarcelado. Actualmente, hay más de 3.000 combatientes antifascistas
tras los muros de las prisiones españolas, siguiendo las órdenes de la Komintern.
Entre ellos están centenares de miembros del POUM, incluidos sus dirigentes más
conocidos, así como centenares de miembros de la CNT y del ala izquierda de la
UGT.
La larga mano de la Checa ha
llegado fuera de España. La mujer de Joaquín Maurín, el dirigente del POUM que
Franco tiene prisionero, vive en París. Su casa fue asaltada por los comunistas
franceses. Invadieron su apartamento, cortaron su teléfono, cerraron las puertas
con llave y se pusieron a rebuscar entre sus documentos y libros. La Checa, a
las órdenes de Moscú, actúa incluso en Francia.
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ARRIBA
El ILP y el Buró Internacional de partidos socialistas revolucionarios
han enviado tres delegaciones sucesivas a España para
reclamar la liberación o un proceso público para los
revolucionarios encarcelados. Fenner Brockway participó en
la primera delegación, en julio de 1937; se le prometió un
próximo proceso público para los dirigentes del POUM. James
Maxton estuvo en España en agosto, con la segunda
delegación; obtuvo la liberación de algunos prisioneros y,
de nuevo, la promesa de un cercano juicio a los dirigentes.
Pero, a finales de noviembre de 1937, aún no había noticias
del proceso y estábamos muy inquietos, no sólo por que
continuaban los encarcelamientos, sino también por nuevas
desapariciones y por las amenazas de muerte contra Pabón, el
famoso abogado español que se había encargado de la defensa
de los dirigentes del POUM. Se amontonaban las pruebas de la
ferocidad de la Checa. Por tanto, se decidió enviar una
nueva delegación a Barcelona y se pidió al profesor Félicien
Challaye, de la Universidad de París, y a mí mismo que
asumiésemos esa tarea. Nuestra misión consistía en visitar a
los miembros del gobierno para presionarles en el sentido de
que liberasen a los dirigentes del POUM o pusiesen ya en
marcha el proceso; también debíamos reclamar una amnistía
para todos los presos antifascistas, investigar las
condiciones de vida de los prisioneros y verificar si las
ferocidades y los asesinatos que se atribuían a la Checa de
la Komintern eran ciertas. Además del objetivo humanitario,
también pensábamos que una amnistía y, el poner fin a las
operaciones de la Checa, reforzarían el frente de la clase
obrera contra Franco y sus aliados italianos y alemanes.
Partimos hacia
Barcelona decididos a hacer todo lo posible para lograr la
libertad de los prisioneros antifascistas, impulsar la unidad de
la clase obrera y ayudar a la lucha contra el capitalismo
fascista en España y en el mundo entero.
ARRIBA
Los comunistas denuncian siempre al POUM, a la CNT y a Largo
Caballero, dirigente de la izquierda de la UGT, como
causantes de la división del frente antifascista y de
debilitar la lucha militar contra
Franco. Todo lo contrario.
La Komintern y los comunistas españoles a las órdenes de
Moscú son quienes han quebrado el frente único de los
trabajadores y saboteado la lucha militar. Es fácil de
demostrar. Al comienzo, la unidad era magnífica. Pese a
profundas diferencias teóricas, sindicalistas, socialistas,
anarquistas, comunistas y socialistas revolucionarios del
POUM estaban juntos. Combatieron, codo con codo, a los
fascistas, formaron las milicias obreras coordinadas por un
Consejo militar único, en el que se había realizado la
unidad de mando para combatir en un frente común contra
Franco.
Todas las
fracciones de la clase obrera estaban representadas en el
gobierno. Fue la Komintern quien destruyó esa unidad. Envió
instrucciones para que el POUM fuese excluido del gobierno, lo
que las otras fracciones de la clase obrera consintieron... por
amor a las armas rusas. Después, fueron excluidas del gobierno
de CNT y UGT, y las filas de UGT fueron seccionadas de arriba a
abajo por las maniobras comunistas. Ahora, los movimientos
obreros masivos están fuera del gobierno y hay entre ellos una
intenta amargura contra los comunistas. La única manera de
restablecer la unidad antifascista en España en oponerse a la
política comunista, liberar a los presos de las otras secciones
de la clase obrera y animar así a todas ellas a implicarse
totalmente y con todas las responsabilidades en la lucha.
Los comunistas
son los principales responsables del debilitamiento de la lucha
militar. Rechazaron que se enviasen armas al Frente de Aragón,
porque las fuerzas antifascistas que allí combatían estaban
formadas por miembros de la CNT y del POUM. Si se les hubiese
dado las armas adecuadas, este ejército antifascista llevaría
meses en Zaragoza, la presión sobre Madrid habría sido aliviada
y los fascistas no habrían logrado apoderarse del País Vasco y
de Asturias. Ahora se reconoce que ese fue el gran error
estratégico de la guerra. Los comunistas sacrificaron la guerra
a su hostilidad política contra la CNT y el POUM.
Los comunistas
debilitaron la lucha militar de otras muchas maneras: la ruptura
del Frente obrero creó necesariamente una disminución de la
solidaridad y del entusiasmo en el ejército; por otra parte, los
oficiales burgueses en número creciente impuestos por los
comunistas resultaron ser mucho peores que los oficiales obreros
de las milicias obreras.
Málaga, Santander y Bilbao lo
demostraron. Reconocemos plenamente la importancia de las armas
rusas y de la Brigada Internacional, pero el precio pagado ha
sido demasiado caro, por los efectos desastrosos que tuvo la
ruptura de la unidad y el sectarismo militar del que los
comunistas son responsables.
Por ese motivo,
al ir a España, nuestro objetivo iba más allá de la liberación
de los trabajadores antifascistas encarcelados, pues queríamos
contribuir también a la unión de todas las fuerzas obreras
contra Franco y al restablecimiento de condiciones que
permitiesen un esfuerzo militar común para derrotar al fascismo.
ARRIBA
Nuestra primera visita en
Barcelona fue al Ministro de Justicia,
Manuel Irujo. Hablamos abiertamente sobre una amnistía para
los antifascistas encarcelados. El ministro, católico vasco,
muy enemigo del fascismo, nos escuchó con gran simpatía. Nos
indicó que, poco tiempo antes, el gobierno se había
planteado una amnistía y que todos los ministros, salvo los
dos comunistas, habían estado de acuerdo en liberar a todos
los presos realmente antifascistas. Por el contrario, los
comunistas estaban violentamente en contra de cualquier
liberación, y, dado que el partido comunista pertenecía al
Frente Popular, no era fácil actuar sin su consentimiento.
Manuel Irujo añadió que, sin embargo, “a pesar de la
oposición comunista”, el gobierno se preparaba a soltar a
los prisioneros lentamente, uno a uno, cuando el 21 de
noviembre de 1937 tuvo lugar una gran manifestación de la
CNT y de los militantes socialistas ante la prisión de
Valencia, amenazando con echar las puertas abajo si no se
liberaba a los presos. Entonces, añadió el ministro,
siguiendo la fórmula habitual de todos los gobiernos:
“Queríamos actuar, pero no queríamos hacerlo bajo la amenaza
de la violencia”.
Igualmente,
planteé el tema del posible canje de Joaquín Maurín por un
prisionero fascista, pues Maurín no sólo era dirigente del POUM
sino también miembro del Parlamento. Es prisionero de Franco
desde agosto de 1936, y actualmente se encuentra en una prisión
militar de Zaragoza. Yo tenía una lista de fascistas importantes
que se encontraban en las cárceles gubernamentales y sugerí uno
de ellos, Lucia, que también era miembro de las Cortés, podría
ser canjeado por Maurín. Manuel Irujo replicó que el gobierno
había hablado recientemente de ello, y que solamente se habían
opuesto los comunistas. Sin embargo, me autorizó a dirigirme al
Ministro de Asuntos Exteriores británico de parte del gobierno
español, solicitándole que hiciese las gestiones necesarias. Me
dijo también que mantendría su palabra. Tras mi retorno a
Inglaterra, llegó la noticia de que el gobierno español había
dado a la Cruz Roja Internacional una lista de prisioneros
fascistas que podían ser canjeados por Maurín, lo que conforma
la promesa de Manuel Irujo.
Preguntamos
también si era cierto que una hermana de Díaz, secretario del
PCE, había sido canjeada por un fascista. Nos respondió que los
miembros comunistas del gobierno habían insistido en que fuesen
canjeadas la hermana y la madre de Díaz; de hecho, ambas fueron
canjeadas a cambio de dos importantes jefes fascistas que
estaban en las cárceles gubernamentales.
Irujo nos
aseguró que él estaba a fondo “por la libertad” y que haría todo
lo posible para conseguir una amnistía general. Él y su hermano,
que asistía a la entrevista como su secretario particular,
protestaron enérgicamente contra la mentira comunista de que Nin
o cualquier otro líder del POUM hubiesen tenido relaciones con
Franco.
Solicitamos
visitar las cárceles de
Barcelona. Se nos entregó una carta
oficial del director de prisiones autorizándonos a entrar en
cualquier cárcel y permitiéndonos visitar a Julia Landau en el
Hospital general de
Barcelona, donde había sido transferida,
tras 11 días de huelga de hambre, en la cárcel de mujeres y cuyo
marido, antifascista alemán que había prestado grandes servicios
en la lucha contra Hitler, había sido asesinado por los
comunistas.
ARRIBA
El 28 de noviembre de 1937 fuimos a la Cárcel Modelo de Barcelona y
presentamos nuestras autorizaciones al director de la cárcel
de hombres. Fue muy cortés y nos llevó junto al médico de la
prisión. Se nos dijo que había 1.500 prisioneros, de los que
500 eran antifascistas, 500 fascistas y 500 comunes. Como
era domingo y hora de visita, nos encontramos en presencia
de 500-600 visitantes pidiendo ver a sus amigos. Como
corresponde, los presos de izquierda estaban en el ala
izquierda de la cárcel. Entramos en una sala muy grande, a
través de una inmensa puerta de hierro de 6 metros de ancho
y 3,5 metros de alto. Los presos se habían enterado de que
íbamos a llegar y nos dieron una calurosa bienvenida. El
problema era quién iba a comenzar a contarnos las
brutalidades cometidas por la
Checa contra ellos, antes de
entrar en esta cárcel. Un preso italiano nos hizo una
notable descripción de las torturas que le habían sido
infligidas en una celda subterránea. Fue atado al muro, las
manos encima de la cabeza, con dos guardias colocados a
ambos lados y con bayoneta en el fusil, mientras que un
joven oficial de la
Checa apuntaba, con la mano derecha, un
revólver hacia su pecho, sosteniendo unos papeles en la mano
izquierda. El oficial le sometió a un interrogatorio de
tercer grado, pretendiendo que su documentación era falsa y
conminándole a revelar dónde podrían estar algunos de sus
camaradas, bajo la amenaza de matarle y arrojar su cuerpo a
una cloaca que pasaba por la celda. Fue sometido a esta
tortura, durante cinco o seis horas diarias, hasta que,
finalmente, se le transfirió a la Modelo.
Félicien
Challaye y yo hablamos también con un francés que había
pertenecido al ejército francés y que había abandonado su
situación para venir a combatir al fascismo en España. Había
sido nombrado oficial en el ejército español gubernamental y
combatió en el frente de Madrid durante más de 5 meses. La única
razón que le había llevado hasta la Cárcel Modelo era por
expresar francamente su opinión sobre la Komintern y los métodos
de la
Checa. Me dio una espléndida impresión. Sufría como un
ultraje espantoso llevar más de 4 meses en prisión: “Que se me
haga un proceso si he cometido alguna falta, y si no, que se me
ponga en libertad”.
Muchos
prisioneros que había sido heridos combatiendo contra
Franco, y
que, sin embargo, ¡estaban en prisión acusados de ser aliados de
Franco! Nuestra delegación fue recibida especialmente bien por
los presos del POUM, y pasamos una hora en la celda de Gironella,
en la que se encontraban varios presos más. En esta prisión
había una verdadera internacional de presos, procedentes de
Francia, Grecia, Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Holanda,
Suiza, América y España. Todos ellos nos insistieron en que
diéramos a conocer las brutalidades de la
Checa, con sus
torturas, su “tercer grado” y sus asesinatos de militantes
socialistas que luchaban en España.
Cuando
resolvimos abandonar la cárcel, hubo un movimiento espontáneo de
todo el mundo hacia la puerta. Los presos cantaron dos himnos de
la CNT, seguidos de La Internacional y de gritos a favor
de la CNT, de la FAI y del POUM. El delegado del ILP fue
especial objeto del reconocimiento internacional; finalmente,
hubo gritos de “¡Abajo la Checa de la Komintern!” y violentos
abucheos contra ella. Resultaba muy emocionante ver a los 500
presos antifascistas, jóvenes en su mayoría, llenando las
galerías, las escaleras y la sala, con el puño cerrado, la
mirada brillante, la cabeza alzada en actitud de desafío. Lo
último que vimos fue a centenares de hombres aplaudiendo, al
otro lado de la inmensa puerta de hierro, símbolo de la Checa
del Komintern. Por esos medios pretendían suprimir el movimiento
revolucionario en España con el propósito de remplazar la
consigna “poder obrero” por la de “Democracia burguesa”. La
Internacional comunista y su organización de asesinos están
haciendo nacer un odio formidable contra ellos. Un día,
estallará la tempestad y destruirá su espantoso gangsterismo.
Será un desastre para todos los que hayan participado en él.
El director y el
médico no habían visto nunca a los presos tan emocionados y
temían una revuelta, por lo que se nos pidió dirigirnos
tranquilamente hacia la oficina. En el camino, nos encontramos
con Aurelio Fernández, ex-jefe de policía de Barcelona (CNT),
que nos contó que llevaba tres meses y medio en la cárcel. Un
año antes, John Mac Nair y yo habíamos sido muy bien sido
recibidos por él en Barcelona, pero ahora estaba en la cárcel
por voluntad de su sucesor comunista, Burillo. El pretexto para
la detención fue la desaparición y muerte de un oficial de
policía durante su período al frente de la policía.
ARRIBA
Nuestra siguiente visita fue al Hospital General, donde Julia Landau
estaba prisionera y enferma a causa de su huelga de hambre.
Llevaba encarcelada más de 5 meses, durante los que su
marido había sido secuestrado por la
Checa, torturado y
asesinado. Pese a todo, la encontramos llena de
combatividad. Estaba orgullosa de su lucha contra la Komintern y la Checa. Era una mujer pequeña, de metro y
medio de altura y unos 45 kilos de peso, pero llena de
coraje y energía. Julia tenía a su lado dos guardias armados
y nadie podía verla sin autorización. Julia había escapado
con su marido del terror hitleriano y se había refugiado en
París. Ambos tenían un pasado de heroísmo en la lucha
antifascista. Cuando estalló la Guerra Civil española,
fueron a España para ayudar, en la medida que fuera posible,
a la derrota de Franco. Cuando Julia fue detenida por la
Checa, logró prevenir a su marido, lo que le permitió
escapar, pero en los días siguientes muchas víctimas fueron
sometidas a tortura y al tercer grado para, bajo amenaza de
muerte, obligarles a revelar donde se ocultaba Kurt Landau.
Un comunista alemán, cuyo nombre poseo, era uno de los
oficiales de la Checa del Komintern y, tal y como hemos
sabido por un preso que la sufrió, decía “es preciso que
cojamos a Kurt Landau y que le matemos, pues es un opositor
a la Komintern y al Frente Popular, un trotskysta del POUM”.
Finalmente, Kurt fue descubierto, secuestrado y matado por
orden de la banda de asesinos de Moscú.
Habíamos
planteado el caso de Julia al ministro de Justicia. Éste nos
dijo que la había visitado en prisión, disuadiéndola de hacer
huelga de hambre e informada que su marido había muerto. El
ministro la liberó al día siguiente de nuestra visita, pero ella
se encontró en una difícil situación, pues los comunistas le
habían robado toda su documentación y su pasaporte, sus
certificados de nacimiento y de matrimonio, como hacen siempre.
A petición nuestra, recibió nuevos documentos oficiales, al
igual que otra camarada alemana, Else Homberger, que, pese a
tener un pasado de cinco años y medio de lucha obrera en España,
había estado encarcelada 5 meses, uno de ellos en la prisión
secreta de la Checa que describiré más tarde. Su marido estaba
en el frente, y fue expulsado a Francia cuando vino a visitar a
su mujer.
En la cárcel de
mujeres, que visitamos inmediatamente, vimos un grupo muy
variado de presas antifascistas, que estaban mezcladas con las
presas comunes. Entre ellas había una familia de tres personas:
madre, hija y nuera. El marido de esta última estaba en el
frente y ella le había avisado de que se quedase allí, ya que su
vida estaría en peligro si volvía. Era una joven alemana, Erika
Jilpen, encinta de 6 meses. Llevaba más de 6 meses en la cárcel
por el solo hecho de ser, como otras presas, miembro del POUM.
Tuve una larga
conversación con la doctora Carlotta Margulin, una alemana que
hablaba muy bien el inglés. Estaba en España desde hacia 4 años,
y más de 5 meses en prisión. Se había encargado del primer tren
sanitario en el Frente de Aragón y, después, del Hospital Maurín;
se había adherido al POUM, por lo que fue detenida. Durante las
primeras semanas, había estado en la cárcel secreta de la Checa,
donde se la sometió al tercer grado durante cinco horas y media.
Fue a ella a quien el oficial de la Checa de la Komintern dijo
que Kurt Landau debía ser asesinado. La doctora Margulin fue
amenazada varias veces antes de ser enviada a la cárcel de
mujeres. Me alegra decir que, tras mi retorno a Londres, supe
que había sido liberada.
ARRIBA
Visitamos al ministro del Interior Julián Zugazagoitia, del ala
derecha del socialismo. Hablamos dos horas con él. Deploraba
la desaparición de Andrés Nin y Kurt Landau, y nos aseguró
que se estaba llevando a cabo una enérgica investigación.
Reconoció abiertamente que la acusación de que los líderes
del POUM estaban relacionados con Franco era una calumnia.
Yo le preguntaba: “¿Cómo es posible que Aurelio Fernández,
de la CNT, jefe de policía bajo el gobierno precedente, esté
en prisión por la desaparición de un oficial, mientras que
está en libertad Burillo, jefe comunista de la policía
cuando desaparecieron Andrés Nin, Kurt Landau, Erwin Wolf,
Marc Rhein, Georges Tioli y otros”? El ministro no pudo
explicarlo. Como respuesta a una pregunta sobre el poder de
la Checa, nos dijo: “¿Qué queréis? Hemos recibido ayuda de
Rusia y, a cambio, hemos tenido que permitirles algunas
cosas que no nos gustan”. Nos prometió acelerar las
gestiones para todos los presos verdaderamente
antifascistas.
Hicimos también
una visita a Miravitlles, ministro de Propaganda. Vimos nuevas
filmaciones de un ataque sobre Madrid y de las ofensivas sobre
Belchite y Aragón, y mantuvimos una larga conversación con él,
que deploraba la muerte de su amigo
Andrés Nin y nos contó que
cuando éste fue detenido él telefoneó a varios ministros para
alzarse contra la hipótesis de que Nin tuviera cualquier
relación o simpatía hacia Franco. Pensaba que había sido un
error apoyar la resistencia de Mayo, pero decía que se trataba
de un conflicto interno entre antifascistas y que no quedaba
ninguna duda de que Nin y algunos otros, habían sido asesinados.
ARRIBA
Nuestra última visita fue a la cárcel secreta de la
Checa. Varios
buenos camaradas nos habían advertido de la existencia de
esta cárcel. Presos que habían estado allí nos habían
contado como dormían sobre el suelo, hombres y mujeres en la
misma celda, vigilados por guardianes y sin luz. Yo no podía
olvidar el relato del camarada italiano sobre las torturas
que sufrió en la celda por la que pasaba una cloaca. Cuando
nos acercábamos a esta prisión, no podía dejar de
preguntarme: “¿Cuántos seres humanos han sido torturados y
asesinados por la moderna Inquisición?”.
Tras subir los
peldaños que llevan a la entrada de la prisión, encontramos el
camino cortado por dos guardias armados con fusiles y con la
bayoneta calada. Presentamos nuestra autorización del director
de prisiones y del ministerio de Justicia para visitar las
cárceles. Apareció un oficial, que miró nuestras autorizaciones
con evidente desprecio. Nos indicó que no recibía órdenes del
director de prisiones o del ministerio de Justicia, pues no eran
sus jefes. Le preguntamos que quién era entonces su jefe, y nos
dio una dirección, la del cuartel general de la
Checa. Su
rechazo a permitirnos visitar la cárcel y ver a los presos era
total y definitivo. Debo añadir que este oficial, así como sus
guardias armados, nos dieron a Félicien Challaye y a mí, una
impresión mucho peor que los oficiales que habíamos visto hasta
entonces, pues tenían todas las características de los
gángsteres.
Nos trasladamos
al cuartel general de la
Checa, en la Puerta del Ángel 24.
Entramos en un patio y por un pasillo llegamos a una habitación
interior que tenía toda la pinta de un lugar de detención.
Observamos que sobre la mesa había numerosos libros rusos de
propaganda y periódicos comunistas. Tras una corta espera, entró
una joven que nos preguntó qué queríamos. No ocultó que sabía
quienes éramos y que había sido avisada de nuestra llegada desde
la cárcel. Tomó los documentos que nos autorizaban a visitar las
prisiones, y en seguida aparecieron dos hombres jóvenes que no
eran españoles. Nuestro intérprete, conocedor de muchos idiomas
y países, estaba convencido de que uno era ruso y otro alemán.
El ruso nos informó que no podíamos ver el interior de la
prisión ni hablar con los presos. Contesté que teníamos
autorizaciones del director de prisiones y del ministro de
Justicia, y preguntamos que si nuestro interlocutor era acaso
más poderoso que el gobierno, añadiendo que si se nos negaba la
entrada estaríamos obligados a sacar las conclusiones
pertinentes.
Los dos
oficiales fueron turbados evidentemente por esta directa
respuesta y se retiraron a hablar entre ellos o a pedir órdenes.
Cuando reaparecieron, se repitió la negativa, ante lo que ya
sólo nos quedaba el retirarnos, pero antes de hacerlo
preguntamos si podíamos telefonear al ministro de Justicia. La
respuesta fue: “No, lo haremos nosotros”. Pasaron 10 minutos y
se nos informó que Irujo no estaba en su oficina, pero que su
secretario nos rogaba que no insistiésemos en visitar la
prisión. Era un desafío directo al Gobierno. Hasta entonces,
teníamos la intención de abandonar Barcelona ese mismo día,
pero, dadas las circunstancias, decidimos quedarnos y comprobar
quién sería el vencedor: el Gobierno o la Checa.
A la mañana
siguiente, telefoneamos al ministro de Justicia e informamos a
su secretario de que no habíamos podido ver a los presos. Nos
contestó: “No debéis dejar Barcelona con la impresión de que el
Gobierno no tiene esa cárcel bajo su control. Si queréis que nos
encarguemos de ello, os garantizamos que podréis entrar en
ella”. Durante algunas horas, pensamos que, pese a todo, el
ministro tenía esa cárcel bajo su control, pero cuando, tal y
como se nos había indicado, telefoneamos a su oficina a las
12:30 horas, el secretario nos contestó que no había tenido
éxito. Estaba claro que el ministro de Justicia no era capaz de
obtener el permiso de la Checa. Se nos prometió que harían un
nuevo esfuerzo y quedamos en telefonear al día siguiente, pero
cuando lo hicimos nos dijeron que se estaban haciendo cambios en
la prisión y que eso dificultaba las visitas. Pedí entonces ver
a los presos en la puerta de la prisión, especialmente a Georges
Kopp, Eva Sitting y algunos otros. Pero no tuve éxito. La
máscara había caído. Habíamos levantado el velo y demostrado
dónde residía el verdadero poder. Los ministros querían, pero no
podían. La Checa no quería, y era ella quien podía. Nos dimos
cuenta de que si insistíamos más podríamos estar nosotros mismos
en peligro.
ARRIBA
Rusia ha comprado España. A cambio de las armas de la ayuda rusa, la
Komintern ha recibido un poder tiránico que utiliza para
encarcelar, torturar y matar a los socialistas que no
aceptan la línea comunista. Hay dos Brigadas Internacionales
en España: una, la que combate en los campos de batalla y
que ha sido constituida por el movimiento socialista
internacional; la otra, es una Checa internacional formada
por gángsteres a las órdenes de la Komintern y procedentes
muy particularmente de Alemania e Italia. Lenin decía en
otra ocasión: “Los jefes tienen generalmente pasaportes en
sus bolsillos, pero como no hay bastantes pasaportes los
militantes de base deben quedarse en el interior, frente al
enemigo”. Los funcionarios comunistas alemanes e italianos
que han escapado de Hitler y Mussolini han adoptado ahora
los mismos feroces métodos del fascismo.
La Checa
comienza por destruir la autoridad moral de todo dirigente
obrero honorable, difamándole; después actúa por medio de
detenciones, secuestros, torturas y asesinatos. Las víctimas de
esta asociación de criminales yacen actualmente en Barcelona, en
Valencia y en Madrid. ¿Dónde están Andrés Nin, Erwin Wolff, Marc
Rhein, Georges Tioli y tantos otros? ¿Dónde están todos los
buenos camaradas que han desaparecido en las ciudades de España?
ARRIBA
¿Por qué Benito Pabón, el famoso abogado español, ha tenido que
abandonar España, atravesar Francia y embarcarse hacia
Filipinas? Dejemos hablar a Pabón:
“Es muy
difícil para quien parte tan activa tomó, como me sucede, en
los acontecimientos de España desde el 19 de julio, romper
sin esfuerzo supremo todas las ligaduras afectivas, nacidas
a través de esta actuación. Había puesto en ella tal dosis
de cordialidad que hasta el momento –¡craso raro!– tenía la
seguridad de no haberme creado un solo enemigo. He repetido
hasta la saciedad, en todas mis conversaciones con las
diferentes organizaciones antifascistas, en todas las
reuniones y en todos mis discursos, que estaba firmemente
convencido de que una lealtad mutua, una unidad de acción y
de objetivo eran lo único que podría darnos la victoria...
Sin embargo
–he aquí lo extremadamente doloroso–, el afán de hegemonía
de ciertos sectores y destacadísimamente del comunista, ha
hecho que donde se debió llegar a una armonía y
compenetración perfectas, sólo existían odios, desavenencias
y luchas sordas e intestinas que acabarán por dar al traste,
ayudados por notorios errores de gobierno, con la capacidad
de resistencia de nuestra retaguardia.
El hecho es
que, a causa en gran parte de la ayuda real y efectiva dada
por Rusia a la guerra, el partido comunista gobierna hoy
como le place los destinos de la España republicana. Si no
va más lejos en la destrucción de los demás grupos políticos
es solamente porque, por el momento, esto no le parece
deseable ni ventajoso. En efecto, todavía debe mantener
ciertas apariencias, tanto en España como en el extranjero.
Y esta
hegemonía del Partido Comunista supone, y los hechos de
demuestran, la implantación de los métodos políticos
característicos de Rusia. La desaparición y asesinato de Nin
fue un síntoma alarmante y trágico. La organización
comunista, con la complicidad de sectores de la Dirección
general de Seguridad, burlando la buena fe del señor
Zugazagoitia –tan buen periodista como detestable ministro
de la Gobernación–, lo secuestró y asesinó. Y no bastándole
con esto, inventó el burdo cuento, muy apropiado para niños
o idiotas, de haber sido arrebatado a la policía por una
organización fascista, con la que el ex-secretario de la
Internacional Sindical Roja, según ellos, estaba de perfecto
acuerdo. Lanzados por este camino, los secuestros se repiten
y poniendo empeño en acabar con todos los que no se someten
a sus propósitos, los comunistas usan no ya sólo la
violencia, sino lo que aún es más repugnante: de todos los
resortes que Maquiavelo pudiera soñar como empleados contra
los enemigos de los dueños del poder. La vida, la libertad y
la honra, el prestigio de cualquiera por muy alto que esté,
no merece el menor respeto. A diestro y siniestro,
falsificando si es preciso documentos e inventando
historias, lanzan las excomuniones calificando de traidores
o de espías a los hombres de más clara historia
revolucionaria [...]
He tomado mi
decisión, pero antes de alejarme de España he creído un
deber dar estas explicaciones. No fue el menor motivo, en
mis dudas sobre el retorno a Valencia, el afán de defender a
los compañeros de ustedes, militantes del POUM, sometidos al
más injusto y absurdo de los procesos. No fue la menor entre
las razones que me hicieron dudar. Si estuviese convencido
de que quedarme en España daría algunas garantías a vuestros
camaradas, no habría dudado en quedarme, incluso contra mis
propios intereses. Desgraciadamente he de confesarles que
conociendo a fondo la situación, todo mi esfuerzo, es decir,
todo lo que se me había de permitir, lo considero inútil y
lleno de riesgos.
Recientemente, en la España antifascista se ha adoptado una
teoría más abracadabrante que todas las que hubiésemos
creído posibles durante el período más despótico de la
monarquía. Es la teoría de que un abogado que defiende una
causa puede, por esa sola razón, ser acusado de complicidad
con los actos de que son acusados sus clientes. Esa ha sido,
en efecto, la explicación dada para la detención y
encarcelamiento de algunos abogados bien conocidos. La
prensa comunista formula claramente la opinión de que,
siendo yo el abogado del POUM, era por tanto un traidor, un
espía y un amigo de Franco, como se acusaba de serlo a mis
clientes. En semejante atmósfera, en la que las calumnias
son inventadas y las falsedades establecidas de un día para
otro, ¿podéis decirme que garantías podía tener de que mi
papel de abogado defensor no se habría trocado en el de
acusado, sin ninguna posibilidad de defenderme contra todas
las calumnias que hubiesen querido descargar sobre mi
cabeza? [...]
Desde aquí y
desde cualquier lugar fuera de España, estoy dispuesto a
ayudaros informando sobre los verdaderos hechos de este
proceso. He abandonado todo, me voy completamente
desilusionado. Yo descargo mi corazón ante vosotros, lleno
de tristeza por haber abandonado un país en el que he
trabajado con lealtad para tratar de remediar, en la medida
de mis fuerzas, las injusticias de las que sufre nuestro
pueblo".
(Carta de
Benito Pabón a la comisión ejecutiva clandestina del POUM).
ARRIBA
Moscú querría cerrar todas las bocas, encadenar todos los miembros y
reducir, en el mundo entero, a cada militante a mero
maniquí. Moscú compra y corrompe a los dirigentes en cada
país, y gasta sumas considerables en su propaganda. Esta
traición será pagada a un precio terrible y, contra ella, se
está forjando en cada país una enorme hostilidad. Los amigos
de Rusia están horrorizados por los asesinatos masivos que
se cometen. Comenzamos a entender las razones por las que
Trotsky y sus partidarios fueron desterrados y mortalmente
amenazados.
Estoy
profundamente convencido, por el estudio y la experiencia de la
política comunista, de que ayudar a que los comunistas obtengan
algún lugar en el movimiento obrero es una criminal locura. Por
mi parte, no puedo excusar ni defender sus actuaciones: el honor
humano exige que se denuncie su conducta bestial.
Si el socialismo
significase lo que Moscú pretende imponer, yo no sería
socialista. El socialismo por el que yo milito debe dar libertad
y no tiranía a los trabajadores. Yo denunciaré todas las
tiranías. Los trabajadores de Gran Bretaña deben escoger entre
el terror del Komintern y la Libertad socialista. Sé muy bien
cuál será su opción cuando lo sepan.
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