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Actualizada: 29 de Noviembre de 2.010.  

 
 
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 Franco no quiso ser Caudillo de España


   Por Pablo Gasco de la Rocha.


La tesis que mantengo no está ni mucho menos sustentada en mi declarada admiración por Franco, pues aunque no fuera así, objetivamente habría que descartar esa ambición por ser más propia de un iluminado que de un hombre comedido, ponderado y prudente, que es lo que fue siempre Franco. Un hombre cuya carrera, la de militar, estaba jalonada de éxitos, consideraciones y distinciones más allá de toda especulación al uso. 

Con todo, si a nadie se le puede juzgar aislado, descontextualizado del momento histórico que vive y de las circunstancias que animaron su vida, mucho menos se puede caer en este error respecto a una figura histórica como lo fue Franco, que es con toda razón, uno de los grandes protagonistas de la historia contemporánea de España, de Europa y del mundo.

En este sentido, Franco fue asumiendo a lo largo de su recorrido vital, siempre al servicio de España, el papel que creía debía asumir como contribución en su quehacer con la Patria. Y así, si desde muy joven se creyó en la obligación de servir como soldado hasta conseguir ser el "Comandante legendario de la guerra de África" (comandante al que regresó en sus últimos meses de vida, según nos contó su médico personal, el entrañable doctor don Vicente Pozuelo), la guerra de Liberación de 1936-39 y las circunstancias posteriores le situaron en el hipocentro de las diversas encrucijadas de España, Europa y el mundo.  

De esta forma, siguiendo un recorrido histórico sustentado documentalmente con hechos, fechas y documentos, porque sin esa autenticidad nuestra memoria colectiva y de dónde venimos quedaría sepultada entre los escombros de la falsedad, recorramos sucintamente, dejando para otro momento su ampliación, el por qué del recorrido histórico-vital de la Jefatura indiscutible del Caudillo, Generalísimo Francisco Franco:

Franco no se hace Caudillo así mismo cuando fue elegido como Jefe del Estado, en principio hasta que terminase la guerra, en un barracón del aeródromo de Salamanca. Ni se perpetua en el poder cuando una vez finalizada es consciente que su destino le ata al de su Patria por haber sido el General de la Victoria contra el comunismo, intrínsecamente perverso. Ni más tarde, cuando durante la Segunda Guerra Mundial y en los años del aislamiento sólo su autoridad indiscutible pueden salvarnos, consiguiendo que España alcanzase una buena situación entre los dos grandes bloques, impidiendo pese a enormes dificultades que España descendiera a ser peón de las grandes potencias. Ni durante la reconstrucción nacional que comenzó bajo su indiscutible autoridad sobre los principios de planificación económica y las ideas sociales del ideario del Nacional-Sindicalismo. Ni siquiera porque no creyese en la democracia liberal que había fracasado en todo Europa, y a la que con toda razón hacia responsable de la decadencia nacional que arrastrábamos desde hacía un siglo.  

Y es que Franco fue sostenido y reclamado para el poder durante casi cuarenta años porque supo formar una simbiosis con el sentir de la gran mayoría de los españoles, y porque siempre supo reaccionar con acierto ponderado ante la dificultades. Una capacidad de gobernar propia de los grandes estadistas.

Capacidad indiscutible que como militar le hizo alcanzar la Victoria en la guerra de Liberación. Capacidad de maniobrabilidad que supo manejar tanto con las naciones del Eje como con las aliadas. Capacidad para fundar y afirmar un régimen absolutamente distante de los regímenes fascistas, más próximo a las democracias liberales, pero sin ser una democracia liberal, pues en puridad el Régimen del 18 de Julio fue una democracia orgánica.  

Una capacidad indiscutible la de Franco, que le hacen llevar a España hacia modernas formas de política económica y de desarrollo social y cultura, que es lo que se conoce como el "milagro español". Pues su política se sostuvo sobre el principio básico de que primero hay crear para luego poder repartir.  

Capacidad que favoreció el más largo período de paz en la historia de España, al ponerse en marcha una obra reformadora integral que no les fue dado realizar ni a Cánovas ni al general don Miguel Primo de Rivera, ni mucho menos a los revolucionarios sociales y políticos, los golpistas de la II República y los causantes de la guerra de Liberación que por lo que evito debemos considerar como una Cruzada, la última Cruzada de Occidente. Y todo ello, a pesar de sus encarnizados enemigos, de dentro y fuera, de los problemas de toda índole que toda nación tiene a lo largo de su recorrido histórico y de las luchas entre las oligarquías que cohabitaban dentro del Régimen, hasta lograr alcanzar nuestro puesto civilizador en el concierto de las naciones. Un logro que como se ha reconocido por todos los analistas es causa del desenlace pacífico de la transición. Una involución soterrada, y fabricada desde el engaño de una Reforma, que finalmente se pudo conseguir sin grandes sobresaltos, gracias, precisamente, a ese nivel civilizador al que habíamos llegado  


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