La marcha del Rey:
¿Se puede seguir prestando afecto, lealtad y colaboración a don Juan
Carlos de Borbón?, según nos pidió Franco
A treinta y cinco años del fallecimiento del Caudillo,
Generalísimo Francisco Franco, y del derribó de la gran Obra de
rectificación que España realizó bajo su indiscutible autoridad,
la Constitución de 1978 reconoció la forma de Estado monárquica,
prefigurada en una monarquía constitucional.
En la actualidad el concepto que mejor define el reino de España es
el de una nación deficitaria. Un “déficit” que indica un menoscabo o
incapacidad para vivir juntos, una pérdida de la identidad y un
millar de carencias y pérdidas de funciones o facultades
específicas. Y es que, habiendo podido optar por otra forma de
conducirnos escogimos la peor, ir de la mano de los enemigos de Dios
y de España.
De ahí que, en esta hora difícil y grave en la que nos estamos
jugando nada menos que la propia existencia de la nación, la
pregunta devenga obligada: ¿Se puede seguir prestando afecto,
lealtad y colaboración a don Juan Carlos de Borbón?
En noviembre de 1948, cumpliéndose el “pacto del Azor” entre
Franco y don Juan de Borbón, se apeó del tren en la estación de
Villaverde un niño de diez años que respondía al nombre de Juan
Carlos de Borbón. Venía a educarse y prepararse a España para ser el
sucesor de Franco a título del Rey.
Años después aquel niño ya convertido en Rey le diría a su biógrafo
José Luís de Vilallonga lo que sigue
-“Franco me hablaba muy raras veces de política y nunca me daba
consejos. A veces cuando le preguntaba qué hacer en tal o cual
situación me respondía: No sé, Alteza. En todo caso no podréis
hacer lo que yo hubiera hecho”.
La elección de un Rey: la culminación de una Obra
A partir de 1969, Franco da entrada en el Gobierno a los conocidos
con el nombre de “tecnócratas” que tendrían una importancia decisiva
en el futuro de la Monarquía, habida cuenta que desde las filas
falangistas la aceptación de tal forma de Estado estaba condicionada
sólo al deseo de Franco, cuya decisión acatarían por respeto y
lealtad al Caudillo.
Ese mismo año, el día 22 de junio, las Cortes presididas por Franco
proclaman a don Juan Carlos sucesor a título de Rey cuando se
cumplieran “las previsiones sucesorias”, según la propuesta que
había presentado el Caudillo. El resultado de la votación fue de 491
procuradores a favor, 19 en contra y 9 abstenciones. Tres días
después el Príncipe "de España" juro en las Cortes los Principios
del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino.
No es lo que parece. Pero permanece callado
Don Juan Carlos, que se sentía heredero de Franco, sin cuya decisión
no se hubiera instaurado nunca una Monarquía en España y que varios
años antes había tomado la decisión de desbancar a su padre en el
orden sucesorio (“Cuando mi padre me hablaba de España lo hacía de
una España que formaba parte de su memoria histórica, de su
nostalgia, una España convertida en un sueño, un puro reflejo de su
espíritu. Y yo, que vivía en España, que la respiraba, que le tomaba
el pulso cada día, me decía: La España de la que me habla mi padre
ya no existe”), empezó a concebir la idea de que la monarquía
encabezada por él no podía ser la monarquía del Movimiento y que la
reforma del Régimen del 18 de Julio tendría que hacerse desde dentro
y con disimulo.
No obstante, procuró ser extraordinariamente discreto y no compartió
sus propósitos más que con un puñado de personas de confianza, entre
ellas con su antiguo tutor, Torcuato Fernández-Miranda, personaje
que sería clave en la operación de derribó del Régimen del 18 de
Julio, y más tarde con Fernando Herrero Tejedor (protector y mentor
de Adolfo Suárez) que ocuparía la presidencia de la Secretaria
General del Movimiento y que moriría víctima de un accidente el 12
de junio de 1974 cuando su coche chocaba en "una carreta sin
árboles", siendo sustituido por Adolfo Suárez, el político que según
se ha dicho mejor se movía entre las espesas sombras del poder,
además de ser un lector empedernido de dosieres "comprometidos".
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Se abren las posibilidades del Príncipe
En junio de 1973 Franco renuncia a la Presidencia del Gobierno a
favor de Carrero Blanco, porque a partir de ese momento era
preferible afrontar los riesgos que sobre el Régimen del 18 de Julio
se cernían, que quedar prisioneros del mismo.
Pero Carrero duró en el gobierno apenas seis meses, de junio a
diciembre. Víctima de un atentado mortal, cuya puesta en escena fue
una voladura controlada, Franco dicta otra de sus grandes
verdades a través de una frase que para muchos resultó un enigma,
cuando no propio de un anciano senil: “No hay mal que por bien no
venga”. Inmediatamente después nombra como nuevo Presidente a Carlos
Arias Navarro.
Juan Carlos I de Borbón convoca a todos los españoles
Franco muere el día 20 de noviembre de 1975 en una cama de la
Residencia Sanitaria, de la Seguridad Social, “La Paz”, una de las
muchas obras sociales del Régimen que acaudillo con sumo acierto y
extremada prudencia sobre la idea-base de que primero hay que crear
para luego repartir.
El nuevo Jefe de Estado a título de Rey convocó a todos los
españoles y afirmó:
-"La institución que personifico integra a todos los españoles.
El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de cada uno en su
cultura, en sus historia y en su tradición. Una sociedad libre y
moderna requiere la participación de todos en los foros de
decisión, en los medios de información, en los diversos niveles
educativos y en el control de la riqueza nacional".
En sus palabras el Monarca apuntaba hacia una España federal
presidida por una Monarquía y a lo que en palabras más explícitas
diese a entender Suárez como presidente: "Hay que hacer normal todo
lo que esté en la calle":
El Rey y Suárez, en compañía de otros
A partir de cuyo instante entran en acción las termitas
azules del Régimen, los que se habían servido de él. Entonces, Juan
Carlos de Borbón que lo tenía todo planeado: “Cuando muera Franco,
el primer presidente de mi Gobierno tendrá que ser el que gobierne
en ese momento o haya asumido tareas de gobierno durante el
franquismo; pero de ese primer Gobierno tendrá que salir el
presidente que haga la reforma”, se sirve para la operación de
derribo de Torcuato Fernández-Miranda al que había nombrado
Presidente de las Cortes y que desde 1960 le había dado la fórmula
mágica: “De la ley a la ley, pasando por la ley”, y también a su
mirlo blanco, Adolfo Suárez, al que por imposición real incluye
el presidente Arias en su gobierno, que desde el anonimato, pese
haber estado prácticamente toda su vida en los aledaños del poder y
vistiendo la "camisa azul", aprovecha para entrevistarse con
distintas personas de la oposición: Enrique Tierno Galván, Raúl
Morodo, Gregorio López Raimundo (enlace de Santiago Carrillo) y
Salvador de Madariaga, entre otros. Una labor plena de éxitos que no
pudo por menos de ser apreciada por el Borbón.
La obra del Rey
El Rey y Suárez, el motor del cambio y su
imprescindible palanca, en compañía de otros, comienzan de
prisa y corriendo, como si de una carrera de obstáculos se tratase,
ejecutando todas las etapas imprescindible y suficientes para la
conculcación de la legalidad jurídica, política y social que ambos
habían jurado respetar y defender.
De esta forma se organizan las Elecciones Generales el 15 de junio
de 1977 en las que los españoles votaron para la composición de
unas Cortes que finalmente redactaron la constitución, pese a no
haber tenido la convocatoria carácter constituyente, que es otra de
las anomalías jurídicas de todo aquel proceso de involución. Y
finalmente la nueva Constitución que, sometida a referéndum el 6 de
diciembre de 1978 y sancionada por el Rey en las Cortes el 27 de
diciembre, consagró el Estado “autonómico” a través de un
complejísimo sistema de distribución competencial diseñado por el
Título VIII que ha hecho ineludible la constante intervención del
Tribunal Constitucional, intentando racionalizar, en la medida de lo
posible, el contrasentido constitucional que consagra dicho Título.
También en esta ocasión habló el Rey:
-"Al ser una Constitución de todos y para todos, lo es también
del Rey de todos los españoles. (...) Si hemos acertado en lo
principal (seguro que se refería a que su puesto no se había
alterado en la nueva España), diferencias de matiz no deben
debilitar nuestra firme confianza en España. (...) Al sancionar
la Constitución y mandar a todos que la cumplan, expreso ante el
pueblo español, titular de la Soberanía Nacional, mi decidida
voluntad de acatarla y servirla (...)".
Cuestionado y en entredicho
El 23 de febrero de 1981, y en el contexto de una deriva
política-institucional muy grave, hasta tal punto grave que
tendríamos que preguntarnos, ¿qué tipo de razonamiento había llevado
a destacados políticos, fundamentalmente socialistas, a pensar en un
Gobierno de coalición, desde luego sin Suárez, y presido por un
militar?, se organiza el "Golpe de Timón", operación diseñada por
Tarradellas, para que "sin salirse de marco constitucional ponga fin
a la situación de máxima gravedad que vive el país”. Cuya situación
se definía por cuatro elementos que generaban una tensión de máxima
gravedad, que ni el Gobierno ni el Parlamento lograban contener:
1º.-Una crisis institucional-política muy grave como
consecuencia de la deriva independentista que dificultaba
articular la nueva organización territorial del Estado, esa
“excepcionalidad constitucional” que a juicio del profesor
Sánchez Agesta era el “Estado de la Autonomías”. 2º.-Las
acciones terroristas protagonizadas por ETA y en menor medida
por los GRAPO, con continuos asesinatos de miembros de las
Fuerzas Armadas y del Orden Público. 3º.-La deriva económica que
no se lograba frenar con una hiperinflación del 40% y una
escalada del paro en caída libre que tenía sus principales
causas en las decisiones que no se tomaban y en el sobrado
interés por parte de las centrales sindicales CCOO y UGT de que
la situación se descompusiese, como correas de transmisión que
eran del Partido Comunista de España (PCE) y del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE). 4º.-La ofensiva de acoso y
derribó que desde el principio había ejercido el PSOE sobre un
Gobierno que siempre se había mostrado débil, al que terminó
presentándole una “moción de censura” debilitándole aún más y
conduciéndole a una profunda e irreversible crisis puesta en
evidencia por las repetidas e interminables lucha internas por
el poder dentro del partido que lo sostenía, Unión de Centro
Democrático (UCD).
Un "Golpe de Timón" que finalmente no se pudo concretar, pero del
que toma su impulso el 23-F. Cuyo desenlace final fortaleció al Rey,
en aquel momento muy cuestionado por la deriva a la que los
políticos estaban conduciendo a la nación, posibilitando al mismo
tiempo la llegada de la izquierda al poder. Que fue el propósito
oculto del "Golpe de Timón".
Un propósito evidente, pero ocultado y silenciado por parte de los
cronistas oficiales, que muchos años después y tras sentirse
agraviado por la forma en que es sustituido al frente de la Casa del
Rey, también explícita el hombre que más secretos de Estado
guardaba, el mismísimo Sabino Fernández Campo: “Me atrevo a
imaginar, ejercicios peligrosos de civiles a quienes, siguiendo la
tradición de los pronunciamientos en la Historia de España, les
gusta jugar con fuego para impulsar la actuación militar y conseguir
cambios de timón" (“El Rompecabezas del 23-F”, artículo publicado en
la Tercera de ABC, 19 de noviembre de 200).
Encantado de haberse conocido
Celebradas casi inmediatamente unas elecciones generales tras un
breve gobierno de transición que se encargó de prepararlo todo,
sobre todo con el ingreso precipitado de España en la OTAN, el 28
octubre de 1982 el triunfo del PSOE fue arrollador: 202 escaños
frente a los 107 de su opositor el PP. Son ciertamente las
elecciones del cambio. El fin de la transición.
Se da paso a lo que en un democracia liberal es fundamental para su
credibilidad, la alternancia del partido de oposición que conforma
el sistema. Y se posibilita, que era lo realmente importante por lo
mucho a lo que había tenido que renunciar, la llegada de la
izquierda al poder.
Comenzaba el último acto de la etapa de la Involución, que entiendo
se define por el compadreo. Y hasta tal punto existió ese compadreo,
que cuando Felipe González Márquez abandona el poder por las
alcantarillas del reino, al Monarca no se le ocurrió otra cosa que
ofrecer al "señor X" un título nobiliario, seguro que hasta con
"grandeza" de España.
Y es que su Majestad, tan alegre y campechano siempre, seguro que no
había reparado en la corrupción generalizada a la que los sucesivos
gobiernos socialistas de Felipe González Márquez habían sometido a
todos los Podres del Estado y demás instituciones del Reino, ni al
desfalco de los "fondos reservados", ni siquiera a la puesta en
práctica del crimen de Estado con varios inocentes asesinados. Y si
a todo esto no le daba ninguna importancia el Monarca, mucho menos
se la dio a la situación económica que nos dejó Márquez: una
inflación entorno al 25% y un desempleo que se cifraba en 3.8000.000
personas.
La triste y grave verdad de esta hora de España
Hoy España es una nación en claro estado de descomposición, con su
unidad amenazada de muerte y en un estado de completa putrefacción
moral a todos los niveles políticos y sociales. Lo que hace
necesario la puesta en marcha de un movimiento de regeneración en el
que quepamos todos los buenos españoles. Que sin duda, y gracias a
Dios, somos todavía mayoría.
Y este movimiento de regeneración tendrá que tener y abordar como
prioridad de máxima la reforma del modelo de Estado, porque si el
Estado no puede verse como una forma coercitiva de organización de
las sociedades avanzadas, tampoco puede ser un mero espectador. Por
eso debe situarse como un ente al servicio de la comunidad nacional
a la que sirve, desde una nueva configuración constitucional que
deberá estar concebida de tal forma, que sea capaz de maximizar el
acercamiento de los individuos y las regiones que forman la nación,
la Patria común.
De ahí, por tanto, la reforma urgente de la Constitución, porque,
pese a lo que dijera y puede que siga diciendo el Monarca ("Hemos
acertado en lo principal, diferencias de matiz no deben debilitar
nuestra firme confianza"), no es un instrumento capaz de responder
al fin que debe cumplir el Estado, al no fijar un techo competencial
a las Comunidades Autónomas que se convierten en Estados
intermedios, tan centralistas y burocráticos como el Estado central.
De ahí la enorme jurisprudencia generada y, sobre todo, el
contrasentido que prefija el propio Tribunal Constitucional
(Sentencia 32/1981, de 28 de julio):
“Es obvio que el término Estado es objeto en el texto
constitucional de una utilización claramente anfibológica. En
ocasiones el término Estado designa la totalidad de la
organización jurídico-política de la nación española, incluyendo
las organizaciones propias de las nacionalidades y regiones que
la integran y la de otros entes territoriales dotados de un
grado inferior de autonomía; en otras, por el contrario
(artículos 3.º.1,149, 150), por Estado se entiende sólo el
conjunto de las instituciones generales o centrales y sus
órganos periféricos, contraponiendo estas instituciones a las
propias de las Comunidades Autónomas y otros entes territoriales
autónomos.”
Y junto a la reforma del Estado, también habrá que priorizar el
desarrollo de la democracia participativa para que los ciudadanos
podamos incidir más directamente en la gestión de la cosa pública,
en la que adquiera una dimensión real-efectiva formas comunitarias y
asociativas, voluntarias e independientes del Estado. Porque el
español está harto de esta democracia formal en la que se le obliga
a menudo a acudir a las urnas sin que después se cuente realmente
con él en la toma de decisiones.
Pero para llevar adelante las dos rectificaciones apuntadas es
imprescindible que dicho movimiento regenerador se organice desde la
base de la sociedad y se articule al servicio de la Unidad, Grandeza
y Libertad de España. Y este Movimiento Regenerador tan necesario,
con Monarquía o sin ella.
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