Cuestiones básicas
de un discurso europeo… ¡Reconquista!
Europa se ha
adentrado en la vía de un declive que será palpablemente doloroso a
partir de la generación de nuestros nietos. Un declive que viene
determinado por la pérdida de identidad real y la abdicación que
hemos venido haciendo de los valores que nos han configurado a
través de los siglos en un proceso ininterrumpido desde la mitad del
siglo pasado. Una mitad de siglo sometida a todos los vaivenes
revolucionarios que una siniestra conspiración ha venido imponiendo,
desde el feminismo al laicismo legalista de la actualidad. Un
proceso que ha configura la actual realidad, la verdadera imagen de
Europa, dominada por un relativismo suicida, e invadida por todo
tipo de des-valores y anti-ideas. Cuyo primer des-valor o anti-idea
es el mismo concepto-idea de democracia como areópago de las
libertades públicas frente al sistema que sustenta categorías
permanentes de razón, consecuencia de que los Estados, el poder
político, ya no sea el ejecutor de misiones históricas, al borrar de
su quehacer la justicia y la verdad. De ahí las consecuencias, tan
palpables y evidentes para cualquiera, del declive de Europa.
Declive definitivo
de Europa que vendría determinado por una sociedad mestiza en
permanente estado de tensión, sustentada por un orden policial cada
vez más asfixiante. Todo ello, naturalmente, si antes no se tiene
que hacer frente a la inmigración musulmana que soportamos,
verdadera invasión de nefastas consecuencias para nuestra
convivencia pacífica. Una inmigración que ya es foco de tensiones
sociales graves.
Estamos, pues,
inmersos, en un proceso irreversible, pero de consecuencias todavía
difusas, cuyo dilema, todavía por resolver, será el resultado del
enfrentamiento entre quienes sostenemos los valores que como
cristianos y europeos occidentales nos constituyen y los que
sostienen las consabidas ideas que soportamos. Un dilema que no
resuelven los llamados euroescépticos o antiglobalización, porque
sólo les dirige un empeño egoísta. Incluso cuando se manifiestan
contra la inmigración que les quita trabajo y les roba. Y es que
nosotros debemos ir mucho más allá de esas simples y evidentes
percepciones, que hasta los políticos del sistema pueden tratar de
que no se disparen de momento (ahí tenemos los casos de
España y Francia dando dinero a sudamericanos y gitanos para que
vuelven a sus países), manteniendo el status quo en el que
vive la confiada Europa.
Por si no fuera
suficiente, la presumible entrada de Turquía en la estructura de la
Unión Europea por intereses comerciales, y la penetración cada vez
mayor de diferentes países eslavos dentro de nuestra estructura
política y social, terminarán por encallar el conflicto.
Frente a este
panorama, frío e inhóspito, tan frío e inhóspita que no tendrá alma,
como cristianos y europeos occidentales debemos empezar a unir
fuerzas todavía sin explotar, y, porque amamos a Europa porque no
nos gusta, gritad juntos… ¡Reconquista! |
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ÉTICA, RELIGIÓN Y
GLOBALIZACIÓN
Con el pretexto de
la adecuación a los nuevos tiempos se han venido conculcando ideas,
valores y conceptos que han terminado por considerarse obsoletos,
incapaces de no substraerse a la visión que ha venido imponiendo el
nuevo orden narrativo a través del mundo de la comunicación y la
política, que han conformado un consenso más allá de diferencias
ideológicas.
De ahí el argumento
a favor de una ética laica universal despojada de toda creencia
religiosa para nuestras sociedades ricas, estables y abiertas,
frente al sustrato cristiano que hizo de la concordia fraterna y de
la paz el alma de la vida comunitaria a través de la evangelización
cristiana de los pueblos bárbaros que en su día se asentaron en la
Europa occidental, posibilitando la cultura en todas sus
dimensiones: desde el cultivo del campo hasta las letras y la
convivencia ciudadana.
Ética universal
despojada de la creencia cristiana, argumento sostenido y defendido
por el legalismo laicista beligerante contra la fe cristiana, que
asienta su argumento sobre el principio de que cada ciudadano se
comprometa a acatar las leyes compartidas. Toda una declaración de
principios desde la necesidad de acordar valores entre actores que
no comparten trazos muy gruesos de prácticas morales, lo que exige,
dicen, innovar el discurso religioso.
CRISIS ECONÓMICA
E INMIGRACIÓN
La crisis
económica actual, la recesión más grave desde la crisis de 1929,
tiene, pese a la dimensión oficial de su tratamiento, un calado
mucho más grave y profundo del que nos quieren hacer ver por las
consecuencias que podría tener en el orden social y político del
mundo. Sobre todo cuando la deuda pública que todos los países han
contraído para evitar una depresión puede crear una burbuja
financiera, dando lugar a una “segunda crisis” o a un agravamiento
mayor de la actual, como reconocen todos los análisis económicos que
al respecto se han manifestado. Y todo este análisis desde la
constatación que los Gobiernos reunidos en Davos hicieron de la
situación real: que “el desempleo seguirá creciendo más allá de
2010” y que cada vez se tendrá que ir a un “mayor proteccionismo
comercial”.
Sobre este
panorama, y sin necesidad de acudir a los llamados gurús de lo
futuro, una creciente irritación popular ira instalándose entre las
naciones, que los gobiernos serán incapaces de frenar, pues lo que
se derrumba es el llamado “estado del bienestar”, cuya mayor
voluntad será el cierre de fronteras por necesidad de supervivencia
nacional.
Por eso es
conveniente empezar a tomar medidas de rectificación contra la
inmigración que nos desborda antes de que surja el problema.
Articulando una ley de extranjería que aborde todas las cuestiones
de la residencia y la acogida desde la dimensión estructural de
nuestra capacidad y nuestras necesidades: controlando las fronteras
de forma más efectiva; procediendo a la expulsión inmediata de los
extranjeros delincuentes e ilegales, y prescindiendo, incluso,
gradualmente, de quienes nos sobren o vayan sobrando.
SEGURIDAD Y
LIBERTAD
El dato es tan
incuestionable, que ni siquiera los servidores del sistema pueden
maquillarlo, las cárceles de Europa están llenas, y llenas sobre
todo de extranjeros. Por poner el dato más sobresaliente: en España,
por ejemplo, hay más de 90.000 presos, más que en cualquier país de
Europa, el 71% extranjeros, según la Memoria de Instituciones
Penitenciarias del año de 2009.
Por ende, frente al
considerable aumento de una criminalidad extrema, que obligaría se
tomasen medidas adecuadas y proporcionadas para proteger el bien
jurídico de la seguridad amenazada, cuestión determinante de una
sociedad libre, los guardianes del centeno no dudan en
tergiversar la verdad esgrimiendo alegatos vacios de contenido como
el de considerar que la pena de cadena perpetua “vulneraría el
equilibrio entre seguridad y libertad”. O el esgrimido por el
Consejo General del Colegio de Abogados de Madrid que califica esta
iniciativa, cada vez más recurrente por parte de la ciudadanía, de
“populismo punitivo contrario a la Constitución”. Obviando unos y
otros no sólo la dimensión legítima del castigo, sino el
reconocimiento constitucional que como iniciativa legislativa tiene
la voluntad popular libremente expresada mediante
instrumento-constitucional específico como es el caso de la
propuesta legislativa o articulación de referéndum.
Pero este
discurso es peligroso. Peligroso para nosotros, nacionales europeos,
frente a los inmigrantes que viven entre nosotros, abusando de
nuestra confianza y aprovechándose de todos los recursos sociales y
legales que ponemos a su disposición, que ellos han convertido en
táctica desde el consabido lema: “pega, llora y acude a
denunciarlo”. Y digo peligroso, porque las buenas gentes que nos
invaden pueden sentirse agraviadas y ofendidas, y por tanto,
inducidas a matarnos. Todo ello desde la justificación que les
concede el sacrosanto “Dialogo de Civilizaciones”. Ahí tenemos la
desaparición de Pim Fortuyn y Jorg Haider, vilmente asesinados en
aras de la conjura del silencio. Aunque antes que ellos otros ya
había desaparecido de la escena, si bien es cierto que no de forma
tan dramática. Me refiero a Fini en Italia, Blas Piñar entre
nosotros y hasta Le Pen suavizando el discurso nacionalista francés.
Figuras todas ellas de una enorme valía política, y en el caso de
Piñar de una enorme categoría cristiana y humana, sustituidos por
personajes de segunda fila que dirigen organizaciones que no
terminan de resolver nada de lo que se proponen, porque desde la
atomización no se constituyen en actores imprescindibles a tener en
cuenta. Cuestión de una enorme gravedad que en España es más que
evidente.
Estamos en la hora
de la verdad. Una hora de largo alcance, en la que debe primar
articular una fuerza política que llene el espacio huérfano de
representación y cuya acción política tentacular llegue a otros
espacios en una acción política de intersección. Pero, ¡ojo!, no
trocando los valores de Dios, Patria y Justicia por una Página Web
llena de corazones rojos y niñas sacando tarjetas rojas.
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