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Actualizada: 21 de Septiembre de 2.010.  

 
 
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 En defensa de Europa.


   Por Pablo Gasco de la Rocha.


Cuestiones básicas de un discurso europeo… ¡Reconquista!

Europa se ha adentrado en la vía de un declive que será palpablemente doloroso a partir de la generación de nuestros nietos. Un declive que viene determinado por la pérdida de identidad real y la abdicación que hemos venido haciendo de los valores que nos han configurado a través de los siglos en un proceso ininterrumpido desde la mitad del siglo pasado. Una mitad de siglo sometida a todos los vaivenes revolucionarios que una siniestra conspiración ha venido imponiendo, desde el feminismo al laicismo legalista de la actualidad. Un proceso que ha configura la actual realidad, la verdadera imagen de Europa, dominada por un relativismo suicida, e invadida por todo tipo de des-valores y anti-ideas. Cuyo primer des-valor o anti-idea es el mismo concepto-idea de democracia como areópago de las libertades públicas frente al sistema que sustenta categorías permanentes de razón, consecuencia de que los Estados, el poder político, ya no sea el ejecutor de misiones históricas, al borrar de su quehacer la justicia y la verdad. De ahí las consecuencias, tan palpables y evidentes para cualquiera, del declive de Europa.

Declive definitivo de Europa que vendría determinado por una sociedad mestiza en permanente estado de tensión, sustentada por un orden policial cada vez más asfixiante. Todo ello, naturalmente, si antes no se tiene que hacer frente a la inmigración musulmana que soportamos, verdadera invasión de nefastas consecuencias para nuestra convivencia pacífica. Una inmigración que ya es foco de tensiones sociales graves.  

Estamos, pues, inmersos, en un proceso irreversible, pero de consecuencias todavía difusas, cuyo dilema, todavía por resolver, será el resultado del enfrentamiento entre quienes sostenemos los valores que como cristianos y europeos occidentales nos constituyen y los que sostienen las consabidas ideas que soportamos. Un dilema que no resuelven los llamados euroescépticos o antiglobalización, porque sólo les dirige un empeño egoísta. Incluso cuando se manifiestan contra la inmigración que les quita trabajo y les roba. Y es que nosotros debemos ir mucho más allá de esas simples y evidentes percepciones, que hasta los políticos del sistema pueden tratar de que no se disparen de momento (ahí tenemos los casos de España y Francia dando dinero a sudamericanos y gitanos para que vuelven a sus países), manteniendo el status quo en el que vive la confiada Europa.   

Por si no fuera suficiente, la presumible entrada de Turquía en la estructura de la Unión Europea por intereses comerciales, y la penetración cada vez mayor de diferentes países eslavos dentro de nuestra estructura política y social, terminarán por encallar el conflicto.

Frente a este panorama, frío e inhóspito, tan frío e inhóspita que no tendrá alma, como cristianos y europeos occidentales debemos empezar a unir fuerzas todavía sin explotar, y, porque amamos a Europa porque no nos gusta, gritad juntos… ¡Reconquista!

ÉTICA, RELIGIÓN Y GLOBALIZACIÓN

Con el pretexto de la adecuación a los nuevos tiempos se han venido conculcando ideas, valores y conceptos que han terminado por considerarse obsoletos, incapaces de no substraerse a la visión que ha venido imponiendo el nuevo orden narrativo a través del mundo de la comunicación y la política, que han conformado un consenso más allá de diferencias ideológicas.

De ahí el argumento a favor de una ética laica universal despojada de toda creencia religiosa para nuestras sociedades ricas, estables y abiertas, frente al sustrato cristiano que hizo de la concordia fraterna y de la paz el alma de la vida comunitaria a través de la evangelización cristiana de los pueblos bárbaros que en su día se asentaron en la Europa occidental, posibilitando la cultura en todas sus dimensiones: desde el cultivo del campo hasta las letras y la convivencia ciudadana.

 Ética universal despojada de la creencia cristiana, argumento sostenido y defendido por el legalismo laicista beligerante contra la fe cristiana, que asienta su argumento sobre el principio de que cada ciudadano se comprometa a acatar las leyes compartidas. Toda una declaración de principios desde la necesidad de acordar valores entre actores que no comparten trazos muy gruesos de prácticas morales, lo que exige, dicen, innovar el discurso religioso.  

CRISIS ECONÓMICA E INMIGRACIÓN

 La crisis económica actual, la recesión más grave desde la crisis de 1929, tiene, pese a la dimensión oficial de su tratamiento, un calado mucho más grave y profundo del que nos quieren hacer ver por las consecuencias que podría tener en el orden social y político del mundo. Sobre todo cuando la deuda pública que todos los países han contraído para evitar una depresión puede crear una burbuja financiera, dando lugar a una “segunda crisis” o a un agravamiento mayor de la actual, como reconocen todos los análisis económicos que al respecto se han manifestado. Y todo este análisis desde la constatación que los Gobiernos reunidos en Davos hicieron de la situación real: que “el desempleo seguirá creciendo más allá de 2010” y que cada vez se tendrá que ir a un “mayor proteccionismo comercial”.

Sobre este panorama, y sin necesidad de acudir a los llamados gurús de lo futuro, una creciente irritación popular ira instalándose entre las naciones, que los gobiernos serán incapaces de frenar, pues lo que se derrumba es el llamado “estado del bienestar”, cuya mayor voluntad será el cierre de fronteras por necesidad de supervivencia nacional.

Por eso es conveniente empezar a tomar medidas de rectificación contra la inmigración que nos desborda antes de que surja el problema. Articulando una ley de extranjería que aborde todas las cuestiones de la residencia y la acogida desde la dimensión estructural de nuestra capacidad y nuestras necesidades: controlando las fronteras de forma más efectiva; procediendo a la expulsión inmediata de los extranjeros delincuentes e ilegales, y prescindiendo, incluso, gradualmente, de quienes nos sobren o vayan sobrando.

SEGURIDAD  Y LIBERTAD

El dato es tan incuestionable, que ni siquiera los servidores del sistema pueden maquillarlo, las cárceles de Europa están llenas, y llenas sobre todo de extranjeros. Por poner el dato más sobresaliente: en España, por ejemplo, hay más de 90.000 presos, más que en cualquier país de Europa, el 71% extranjeros, según la Memoria de Instituciones Penitenciarias del año de 2009.

Por ende, frente al considerable aumento de una criminalidad extrema, que obligaría se tomasen medidas adecuadas y proporcionadas para proteger el bien jurídico de la seguridad amenazada, cuestión determinante de una sociedad libre, los guardianes del centeno no dudan en tergiversar la verdad esgrimiendo alegatos vacios de contenido como el de considerar que la pena de cadena perpetua “vulneraría el equilibrio entre seguridad y libertad”. O el esgrimido por el Consejo General del Colegio de Abogados de Madrid que califica esta iniciativa, cada vez más recurrente por parte de la ciudadanía, de “populismo punitivo contrario a la Constitución”. Obviando unos y otros no sólo la dimensión legítima del castigo, sino el reconocimiento constitucional que como iniciativa legislativa tiene la voluntad popular libremente expresada mediante instrumento-constitucional específico como es el caso de la propuesta legislativa o articulación de referéndum.      

Pero este discurso es peligroso. Peligroso para nosotros, nacionales europeos, frente a los inmigrantes que viven entre nosotros, abusando de nuestra confianza y aprovechándose de todos los recursos sociales y legales que ponemos a su disposición, que ellos han convertido en táctica desde el consabido lema: “pega, llora y acude a denunciarlo”. Y digo peligroso, porque las buenas gentes que nos invaden pueden sentirse agraviadas y ofendidas, y por tanto, inducidas a matarnos. Todo ello desde la justificación que les concede el sacrosanto “Dialogo de Civilizaciones”. Ahí tenemos la desaparición de Pim Fortuyn y Jorg Haider, vilmente asesinados en aras de la conjura del silencio. Aunque antes que ellos otros ya había desaparecido de la escena, si bien es cierto que no de forma tan dramática. Me refiero a Fini en Italia, Blas Piñar entre nosotros y hasta Le Pen suavizando el discurso nacionalista francés. Figuras todas ellas de una enorme valía política, y en el caso de Piñar de una enorme categoría cristiana y humana, sustituidos por personajes de segunda fila que dirigen organizaciones que no terminan de resolver nada de lo que se proponen, porque desde la atomización no se constituyen en actores imprescindibles a tener en cuenta. Cuestión de una enorme gravedad que en España es más que evidente.

Estamos en la hora de la verdad. Una hora de largo alcance, en la que debe primar articular una fuerza política que llene el espacio huérfano de representación y cuya acción política tentacular llegue a otros espacios en una acción política de intersección. Pero, ¡ojo!, no trocando los valores de Dios, Patria y Justicia por una Página Web llena de corazones rojos y niñas sacando tarjetas rojas.


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OPINIÓN


Pablo Gasco:
En defensa de Europa.

Jaime Miguel:
Franco ... ¡Socorro! (18)

Jesús Flores:
Cobardes y suicidas.

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