A Franco: el
Comandante legendario de la Guerra de África, porque es fácil
ensalzar a los grandes cuando están ahí, entre nosotros, pero más
digno es hacerlo cuando ya no están.
En relación a la
retirada de la estatua ecuestre de Franco, sita en el
acuartelamiento “Millán Astray” del Tercio de la Legión en Melilla,
poco o nada cabe decir respecto a quien o quienes han consentido tal
actuación, que excede con mucho la misma aplicación de la llamada
“ley de memoria histórica”, como si el Comandante legendario de la
Legión española Francisco Franco Bahamonde fuera un vulgar
filibustero, y no la figura histórica y trascendental con la que
España se encontró en una de las encrucijadas más graves y serias de
su historia.
Una actitud de
clara y manifiesta cobardía frente a la osadía socialista de
manipular la historia, que está provocando una desintegración
identitaria de la población española, una auto-negación de un futuro
compartido, que es caldo de cultivo para todo tipo de siniestras
maniobras en la desintegración de las tierras y las gentes de
España. Motivo por el que es urgente desempolvar los tópicos de la
memoria colectiva de la población española, y que mejor ocasión para
emprender esa labor que defender a Franco en la parte que le
corresponde, frente a todos esos uniformados que si vieran venir al
heroico joven teniente de la guerra de África se cagarían con los
uniformes puestos; los mismos uniformes que sólo lucen dentro de los
cuarteles y delante de su tropa mercenaria.
De ahí que este
artículo surja no tanto de la indignación como de la reflexión, pues
entiendo que los socialistas y su tropa de indocumentados hacen lo
que les es propio en su odio a Franco, cosa distinta merecen, pues,
las actuaciones y los comportamientos de los otros, y en este caso
que nos ocupa, de los militares en un tema tan urgente y prioritario
como es el conocimiento de la Historia, tan útil y necesario.
Por mi parte sólo
dos sugerencias a la señora Ministra de Defensa. La primera, que
intente suprimir de los manuales al uso y de las Ordenanzas lo de
que el “valor se presupone”, pues en el caso de nuestros
funcionarios de uniforme el valor tendría que demostrarse. Y la
segunda, que ordene que los legionarios dejen de mirar al Cielo
mientras desfilan o permanecen en posición de firmes, al fin y al
cabo un funcionario en acto público no tiene que estar pendiente si
le caga una paloma. |
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