A Florentino
Fernández Fernández, falangista de la “primera hora”, alcalde
reconocido y querido que fue de su pueblo, La Nava de Rocomalillo
(Toledo).
La Falange fue José
Antonio, que era un liberal no doctrinario, sino de conducta y
talante, como lo muestra y demuestra su espíritu de apertura, fruto
de una honda convicción moral y de un fuerte compromiso de
conciencia nacional que consagró su vida a la difícil tarea de
construir un marco de convivencia sobre las pretensiones de los
márgenes. Y que en su corta vida, pues antes le mataron, destacó por
contribuir a definir una tarea cívica y política más allá del tiempo
que le tocó vivir, compendió de su preclara clarividencia
intelectual y de su profunda hondura moral.
A partir de él,
unos cuantos cientos de muertos (vilmente asesinados por las hordas
socialistas, comunistas y anarquistas, o caídos en combate), algunos
miles de consecuentes camaradas y una pléyade de ostentosos, con
capa, que no duraron en repartirse premios, prebendas y medallas.
Contra Franco todos
vivieron mejor. Incluso esos falangistas, cuyos mandarines
más aparentes se inventaron lo de la “revolución pendiente”,
mientras Franco enterraba con todos los honores al Ausente y le
hacía presente en leyes, memoria y plazas.
Por eso, como antes
y como ahora, la Falange es José Antonio y cuantos desde distintas
procedencias comprendemos que el discurso de La Comedia (29 de
octubre de 1933) es la acción política completa. Un discurso en el
que José Antonio -el único Jefe-, denunció que los vicios del
sistema tenían su origen en los partidos políticos, con sus
divisiones, sus proclamas y sus intereses. Siendo necesario que
aquello acabara, y para ello era preciso que la democracia no fuera
obra de partidos, sino que con el concurso de todos y escuchando la
voz de todos los intereses legítimos se fijara para siempre la
organización política sobre los principios que a todos nos unían:
“la Patria, el Pan y la Justicia”.
Por eso hoy, en el
momento en que todos los medios, y de modo singular los
historiadores, se preguntan por su identidad, su figura destaca como
la del hombre que supo capitanear la evolución de los
enfrentamientos, asumiendo la dificultad y la rareza de aquella
propuesta que fue la confraternización. De ahí que hoy, cuando se
vuelve urgente el homenaje ante la vorágine de una ofensiva que
niega la historia y falsea la realidad, los que hemos sido educados
en su magisterio y en su ejemplo lo hagamos serios y comprometidos.
“Que sigan los
demás con sus festines”, nos dijo y nos sigue diciendo hoy
porqué su muerte no interrumpió nada.
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