Don Juan Carlos
de Borbón y Borbón como lastre para España
Al margen de la
valoración moral que hagamos de la persona del rey por haber
cometido perjurio y firmar la Ley del Aborto, que ha propiciado el
asesinato masivo de miles de futuros niños en el vientre de sus
madres, la consideración que hoy me ocupa es la de su cargo como
Jefe del Estado. Y es que lo que resulta de todo punto
incomprensible es su papel de comparsa de la política socialista, en
este caso del Gobierno de Zapatero. Una política que está arruinando
literalmente a España en todos los sentidos, moral, social, cultural
y económico, ante cuya situación el Rey parece no tiene nada que
decir. Porque su quehacer constitucionalmente es ir a remolque de lo
que decida el gobierno de turno, sobre todo si éste es socialista,
sin tener en cuenta los alegatos en contra ni las voces de
ponderación que surgen en los márgenes de lo políticamente correcto.
Una actuación, la
de ir a remolque, que ya denunció el general don Alfonso Armada, de
ahí su destitución fulminante como Jefe de la Casa Real, y en los
últimos años el también general Sabino Fernández Campo, igualmente
destituido de forma fulminante.
Un pacto para qué y
contra qué, Majestad. Esa es la cuestión. Y es que, tras la petición
de una negociación con ETA y la no negativa a firmar una ampliación
de la Ley del Aborto, las cosas se le están poniendo muy difíciles
al Rey. De ahí que surja el debate por la República. Un debate que
no puede ser más que por una República Nacional al servicio de la
Unidad, Grandeza y Libertad de España, patria común e indivisible de
todos los españoles. Un debate que ya abordó Blas Piñar: “Hacia la
III República” en septiembre de 1979, anticipándose a los
biempensantes que todo lo han confiado a la buena voluntad de
las partes enfrentadas. Y es que nuestra forma de Estado se hace muy
difícil de mantener en las actuales circunstancias, por más
discursos de moderación que se hagan y dosis de campechanería que se
evidencian.
Con todo, una cosa
es cierta, que el Rey es para los pueblos, y no los pueblos para el
Rey. Y desde está constatación, guste o no, el Rey es el único que
puede salvar la situación impulsando un movimiento de regeneración.
Un movimiento de regeneración que tendrá que hacerse sobre la base
del posibilismo de la sociedad española, y para muchos españoles
desde la valoración de las últimas palabras de Franco, que ni estuvo
nunca engañado ni se dejó engañar jamás por nadie:
1. “Por el amor
que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad
y en la paz”.
2. “No olvidéis
que los enemigos de Dios y de la civilización cristiana están
alerta”.
3. “No cejéis en
alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de
España”.
De lo contrario, la
República, en la que muchos no creemos, llegará como fruta madura.
Incluso tras unas simples elecciones municipales, toda vez que, como
sabemos, los alabarderos en tales situaciones se inhiben de defender
a una institución fenecida. Esto es, a un Rey que, por inoperante e
incapaz, se había convertido en un lastre para la nación.
Con o contra el
Rey… ¡Viva España! |
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