El profesor Moradiellos
acaba de decir en una entrevista a El País que “hay que
contar la guerra civil de forma desapasionada”. Para quienes
conocemos los trucos de la manipulación, la expresión resulta
reveladora, pues se pueden contar los más desvergonzados embustes
con un estilo frío y en apariencia sereno, técnica en la que
descuella, precisamente, El País. Un verdadero historiador
sólo podría decir: “Hay que contar la historia con
veracidad”, pero ya he comprobado en otras ocasiones que
Moradiellos dista mucho de sentir pasión por la verdad.
De hecho, el buen profesor
no es un historiador propiamente dicho, sino más bien un miembro
del no muy ilustre gremio de funcionarios de la historiografía,
mucho más relacionado con el erario que con la investigación
independiente. No es que entre los profesores no haya
historiadores independientes, por supuesto. A lo que me refiero es
al mandamaseo de un nutrido grupo de funcionarios que desde hace
veinte años intentan acaparar tanto el dinero público
(subvenciones, congresos, etc.) como la presencia en los medios;
funcionarios empeñados en una oficialización de la historia
perfectamente indiferente a la espinosa cuestión de la verdad.
Este feo estilo lo
manifiesta Moradiellos a cada paso, y con menos desapasionamiento
del que presume. Su libro, al que tanta publicidad están dando,
copia sin rebozo el mío de Los mitos de la guerra civil y
viene adornado, además, con una faja en que, no con estilo
desapasionado, sino panfletario e insultante, nada académico, me
trata de mentiroso. En una entrevista a ABC ha dicho que la
faja fue asunto de la editorial, como si él no tuviera nada que
ver. Él sí miente, claro, y de forma demasiado obvia para sus
pretensiones de historiador: ni la faja ni el título pueden
haberse puesto sin su consentimiento. Mentira y fraude al lector,
porque si éste, atraído por el título y la faja, compra el
libro, se llevará la sorpresa de que Moradiellos no desmiente uno
solo de mis supuestos embustes, y ni siquiera me cita, salvo una
vez y de pasada. A esto en términos coloquiales se le llama
golfería.
La escasa pasión de
Moradiellos por la verdad vuelve a manifestarse cuando, en la
entrevista, afirma con la mayor caradura que yo sólo he repetido
“lo que ya habían defendido autores como Arrarás”.
Nuevamente utiliza Moradiellos un truco deleznable y fraudulento.
Una de las hazañas de los funcionarios de la historiografía en
estos años ha sido desacreditar completamente a Arrarás, como
han intentado hacerlo con De la Cierva o conmigo mismo. Por
supuesto, Arrarás era un sectario, al igual, por lo demás, que
los integrantes del gremio. Pero algunos libros de Arrarás, en
particular su Historia de la Segunda República, son
simplemente imprescindibles por el enorme caudal de datos que
proporcionan, fehacientes casi todos ellos, y de ahí que le
saqueen tanto y tantos, explotando sus datos sin citarle. Por
ello, si hay que elegir entre sectarios, Arrarás resulta mucho más
aprovechable para una historiografía no sólo desapasionada, sino
veraz, que quienes han logrado sumirlo en el descrédito.
Pero, como sabe sobradamente
Moradiellos, yo me he apoyado muy poco en Arrarás, y mucho en los
documentos de la izquierda, en particular del PSOE, así como en
los testimonios de Azaña, tan tergiversado por sus seguidores, y
otros muchos parecidos. Vuelve a mentir, por lo tanto, y a
conciencia, y dos veces en una sola frase, porque Arrarás, como
franquista, tenía la democracia (salvo la “orgánica”) por un
mal, mientras que mis estudios examinan la república precisamente
desde el punto de vista de la democracia liberal. Un punto de
vista que no comparte Moradiellos, como no lo compartía Arrarás,
según he puesto de relieve en Los crímenes de la guerra
civil. Ni repito a Arrarás ni sigo su enfoque.
No voy a entrar aquí en sus
interpretaciones concretas de la guerra –las causas de la
victoria franquista, el cuento de “las tres Españas” y
similares–, porque se las he rebatido abundantemente en el
citado libro, sin que él pudiera mantener sus tesis con un mínimo
de solidez. Además, estoy a punto de publicar un nuevo libro
sobre el comienzo de la guerra en este 70 aniversario del mismo,
divulgación en cierto modo de Los orígenes de la guerra
civil.
Sí señalaré que su
entrevista en El País repite casi textualmente otra que le
hicieron en ABC el día anterior, también con
descalificaciones hacia mi trabajo. He enviado un artículo de
respuesta a ABC, que saldrá este fin de semana. Ni
siquiera se me ocurre hacer lo mismo con El País, porque
este periódico, desapasionadamente fascistoide, me ha negado de
forma reiterada el derecho de expresión y de réplica.
Moradiellos, en cambio, no puede quejarse de quienes son llamados
“fachas” por tales fascistoides.