Desde hace más de dos centurias en España
se ha desatado el anticlericalismo más violento y feroz, en cuanto
el poder ejecutivo se ha debilitado. En estas circunstancias
coyunturales de incapacidad gubernativa, las masas incontroladas
atacan de modo “inmisericorde” a la Iglesia católica y a sus
ministros. Quema de iglesias y conventos, destrucción de imágenes
sagradas, descuelgue de campanas, profanaciones y asesinatos de
curas, frailes, monjas y católicos seglares, por el mero hecho de
profesar la fe cristiana.
La revolución de
1860, la Semana Trágica, la salvajada protagonizada por determinado
público contra los conventos una tarde dominical a la salida
desenfrenada de la plaza de toros ‘El Toril’ de Barcelona
tras una mala corrida, la Segunda República desde su proclamación
y con mayor énfasis durante la revolución de Asturias en 1934,
fueron los prolegómenos de la terrorífica persecución religiosa
de 1936, superior a la de Diocleciano, fuente de tantos mártires,
muchos de ellos hoy en los altares, mientras continúan los procesos
de beatificación y canonización de tantos futuros santos de
nuestra geografía.
Los medios de
comunicación social aprovechan la debilidad humana que surge esporádicamente
en cualquier colectivo, para difamar, denostar y desprestigiar al
catolicismo.
Existe una
persecución encubierta a la Iglesia desde todos los frentes en
nuestra patria, auspiciada desde las más altas esferas. El
denominado peyorativamente nacional catolicismo, se ha transformado
de aconfesional en anticonfesional, cerrándole todas las puertas a
nuestra Religión.
Fruto de una política
neofrentepopulista -de
triste memoria-
que se ha adueñado de España, son los diversos actos vandálicos
que se suceden en diversas áreas de nuestra geografía, pasando
maquiavélicamente inadvertidos a la opinión pública.
Un pueblo de la
provincia de Huesca, Murillo de Tous, próximo a Torreciudad, ha
sido remodelado y reconstruido lujosamente por Comisiones Obreras (CC.OO)
para uso de sus asociados como lugar de recreo, transformando la
iglesia parroquial en una discoteca, sin objeción alguna de las
autoridades.
La noche del 30
al 31 de agosto de 2006, se cometió una agresión vandálica contra
la Iglesia de la Concepción de Barcelona de la calle Aragón 299.
Fueron destruidas y trituradas las vitrinas situadas en la puerta
del templo.
Según los medios
de comunicación audiovisual, en un pueblo de España ha
desaparecido la imagen de una Virgen. En otro pueblo de escasos
habitantes ha sido robada la Custodia de gran valor.
Síntomas
alarmantes, que de no tomarse medidas preventivas, desembocarán en
otra tragedia nacional.
Urge advertir a
las nuevas generaciones que ignoran el pasado de nuestra patria o
conocen sesgadamente, manipulados por los medios de comunicación y
la enseñanza secundaria, en manos de los prebostes de la segunda
restauración, especialistas en la manipulación y tergiversación
de la Historia, para que se informen de la realidad de los hechos a
través de las hemerotecas de la época o bien estudiando a
historiadores profesionales académicamente asépticos, para que
tomen las precauciones oportunas.
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