Obsesión
antifranquista del diario «La Vanguardia» y de sus colaboradores.
Dr. Manuel
Clemente Cera.
Abunda
en nuestros días una pléyade de periodistas serviles, carentes de
la agudeza más elemental y el ingenio necesario para redactar un
artículo académicamente admisible que suscite interés entre los
lectores de un rotativo centenario como “La Vanguardia”.
Ante
la falta de estímulos neuronales imprescindibles para abordar una
temática actual constructiva -especialmente durante la época estival-
recurren desde hace tres décadas al cajón de sastre acostumbrado,
exhumando la tragedia fratricida de 1936, desde una óptica
subjetiva y falaz, sembrando cizaña, despertando viejos rencores -superados
definitivamente tras la transición, benévolamente consensuada
desde las alturas que detentaba el poder- fomentando de nuevo el enfrentamiento cainita entre los españoles.
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El
‘juntaletras’ de “La Vanguardia” (antes Española)
Lluís Permanyer, escribió un artículo (?) titulado La
calle del otro Franco, exteriorizando una vez más su aversión
visceral al antiguo Régimen, exaltando patológicamente su pasión
iconoclasta. Exento de menesteres más prioritarios y edificantes,
se dedica a perder el tiempo, inspeccionando inquisitorialmente el
callejero barcelonés en la búsqueda obsesiva de símbolos, nombres y pedestales, descabalgados con
nocturnidad y alevosía, que recuerden al ahora llamado
“franquismo”.
No
importa que la nomenclatura de una calle obedezca a gestos heroicos
universalmente reconocidos y valorados como el vuelo del “Plus
Ultra”, dos lustros antes del Alzamiento. Pero es suficiente,
para los menesterosos de la pluma, que algunos nombres como Ruiz de
Alda y Ramón Franco, tengan connotaciones franquistas -si bien el segundo se identificó, al principio, como ferviente
republicano-
para borrarlos definitivamente del nomenclátor ciudadano, ya que de
la Historia no los pueden eliminar. Estos especialistas en manipular
y tergiversar la Historia, hacen un flaco servicio a la sociedad aséptica,
interesada en conocer y aprender con veracidad y objetividad nuestro
reciente pretérito.
Imagino
la satisfacción extraordinaria que habrá experimentado ese
emborronador de páginas del diario barcelonés, Lluís Permanyer,
tras la reciente retirada de la Academia General Militar de Zaragoza
de la estatua de su primer director, sufragada en su día por
suscripción popular.
Centro
de formación militar inaugurado por Don Miguel Primo de Rivera y
clausurado por la República “democrática” de 1931. Ese régimen
“liberal” impoluto especialista en el cierre de conventos,
colegios religiosos, expulsión de los jesuitas y diezmador del Ejército.
Como
es habitual, estos gobiernos “tan formalmente liberales”,
recurren desde los primeros momentos al incendio de iglesias,
monasterios, noviciados, etc. para testimoniar su “talante”
anticlerical.
Lamentablemente
la filosofía republicana de Azaña y sus adláteres tiende a
repetirse en nuestros días auspiciada por el actual gobierno
ayudado por la mayoría de los medios de comunicación audio
visuales y escritos, como por ejemplo el diario barcelonés, que fue
recuperado de las garras rojas por el Generalísimo Franco y
entregado a sus dueños los Condes de Godó.
Es
una pena que ese ínclito escritor colaborador de La Vanguardia
no se dedique a denostar calles y plazas de la Ciudad Condal con
nombres como Sabino Arana, Buenaventura Durruti, Federica Montseny,
Lluís Companys, Salvador Allende, Francesc Macià, Josep
Tarradellas, Ángel Pestaña (anarcosindicalista), Andreu Nin
(marxista revolucionario y fundador del POUM), Manuel Azaña, Karl
Marx, Pablo Neruda, Pablo Iglesias, Joan Comorera (dirigente
comunista y uno de los fundadores del PSUC), Joan Peiró (anarquista
catalán y ministro del Frente Popular), Dr. Emilio Mira López (el
Dr. Mengele catalán), etc. etc.
Claro
está que Permanyer debe profesar gran cariño y estima a esos
“democráticos” personajes por ser de su misma cuerda.
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