Libertad
Digital. 17/12/2005.
Los insultos a los historiadores Pío
Moa y César Vidal se vienen sucediendo en los últimos
tiempos. Si hace unos días El Periódico de Cataluña insinuaba
que debían ir a la cárcel por su visión de la Guerra
Civil, este sábado es El País el que vuelve a arremeter
contra ellos en el principal artículo
de opinión firmado por el profesor catalán Jordi
Gracia. En el texto se llega a decir que algunos
historiadores "están tentados de pensar que los
neofranquistas de la cuerda de Pío Moa y César Vidal
necesitan un escarmiento" pero que sería catastrófico
porque "...podrían jactarse de haber alcanzado
sus últimos objetivos militares".
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Jordi
Gracia |
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La
campaña contra os historiadores César Vidal y Pío Moa
marca este sábado en el diario El
País una nueva estación. El diario de Prisa cede su
principal artículo de opinión a Jordi Gracia, profesor de
Literatura Española de la Universidad de Barcelona, para arremeter
contra el «neofranquismo de Moa y Vidal». Hasta en cinco ocasiones
cita el autor los nombres de César Vidal y Pío Moa para tildarlos
de "neofranquistas" y advertir de una reacción por parte
de los historiadores de izquierda.
El
texto parte de la base de lo que parece ser una advertencia del
sentimiento de algunos historiadores de la izquierda. Dice Gracia en
"Gallos
de Pelea" que «...el efecto más temible del actual
extremismo neofranquista de algunos historiadores es la réplica
extremista neoantifranquista. Se alimentan mutuamente y pueden echar
a perder parte de un terreno de lucidez ganado poco a poco en el
espacio lento y habitualmente pudoroso de los historiadores». Para
Gracia «la historiografía académica puede estar empezando a
sentirse obligada a plegar veles y detener el camino emprendido de
comprensión integral del franquismo con grises por todos los
sitios, grises de los de verdad y grises de los otros: matices y
sutilezas, ajustes y límites, contradicciones y concesiones
razonadas. Eso comportaría un asunto mucho más grave: romper la
inercia que había consolidado la cultura española para tratar de
comprender la complejidad del siglo XX completo».
Y
es que el autor se muestra absolutamente crítico con las tesis de César
Vidal y Pío Moa a los que de manera velada advierte de las
consecuencias de su "neofranquismo": «...Por
decirlo a la brava: el neofranquismo de Pío Moa está propiciando
una nostalgia de las viejas banderas de la izquierda en
historiadores profesionales, en articulistas sensatos urgidos de dar
respuesta rápida y actual a la irresponsabilidad de profesionales
de la propaganda en su sentido duro, el de la propaganda como
mercado de la mentira, la propaganda política como maniobra de
disolución de la verdad. Existe la tentación de pensar que los
neofranquistas de la cuerda de Pío Moa o de César Vidal necesitan
un escarmiento, y ese escarmiento consiste en volver a poner las
cosas en su sitio y dejarse de monsergas comprensivas para condenar
sin paliativos -o con paliativos de poca monta- a quienes anduvieron
cerca del régimen, en el núcleo duro, en el blando, en la
periferia y aunque llegasen a salirse».
Para
Jordi Gracia «...cuando el historiador de una cierta izquierda
razonable no maximalista ha hecho el esfuerzo de razonar lo que pasó
por las cabezas de quienes nutrieron el franquismo, con sacrificio
de la propia querencia instintiva y en favor del decoro historiográfico
(y del conocimiento), resulta que llegan los neofranquistas y se
suben a la parra del puro desbarre, alimentando de nuevo la
legitimación de la guerra y su prolongación política con
argumentos estrictamente filofranquistas». Esto motiva, para
Jordi Gracia, que «de golpe y porrazo volvemos a las andadas de
buenos y malos, y desaparece la capacidad de enterarse de veras de cómo
funciona un sistema político y cultural complejo, donde una abyecta
construcción política sometió a un sinnúmero de personas reales
y no sólo súbditos numéricos o figurantes ciegos».
Sin
embargo tras advertir de la tentación que subyace en muchos
historiadores ya articulistas de izquierda, Jordi Gracia apuesta por
mantener lo que el califica como «tono moderado» para conseguir «un
contraataque más efectivo». Graca dice que «...el efecto de
contaminación de esos propagandistas de la momia de Franco se basa
en un mecanismo perverso en el que la inteligencia no debería caer,
o del que debería precaverse. Aludo al tránsito que emprende la
razón desde el ámbito moral hacia la razón política cuando se
trata de historiar. Los deberes del historiador pertenecen al campo
de la moral, pero el acoso de los sentimientos políticos -y la cólera
ante los embustes difundidos masivamente- puede dar al traste con el
decoro historiográfico, con la integridad interpretativa. La
convicción de fondo es que el contraataque será más efectivo e
impedirá ceder ese espacio ponderado donde se mueve la ecuanimidad,
el matiz lento y contextualizado, todo ello tan poco ágil y tan
poco rentable como gallo de pelea».
Gracia
cree que la radicalización del discurso historiográfico de la
izquierda en respuesta a los "neofranquistas" Moa y Vidal
podría tener un efecto más pernicioso y un «resultado catastrófico»
«no sólo no se habría conseguido arrancar ningún alma de cántaro
de las zarpas guerrilleras de Moa o Vidal, sino que se habría
arruinado la decencia historiográfica en plena democracia. No sólo
habrían obtenido grandes éxitos de difusión, sino que casi podrían
jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares. Deberíamos
ser capaces de aguantar el envite sin miedo y con razón, o mejor,
con Ángel González, sin esperanza y con convencimiento».
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