Un silencio breve, casi efímero, pero elocuente, entre el
autor y los periodistas, daba idea de la zanja que dividía la
habitación a pesar de que estábamos todos juntos. Como nadie
habló, lo hizo él y con decisión, sin que le temblara la voz un
ápice. «¿Quieren que cuente las tesis principales que defiendo?»
Y las expuso de manera sintética y clara. Algunos movían la
cabeza mientras carraspeaban en silencio y tomaban nota. Muchos
imaginaban de antemano por dónde podían salir los tiros, y por
allí fueron casi todos. «Lo peor del franquismo fue la dictadura
en sí, la represión y, desde luego, que durante todos esos años
no hubiera ninguna alternativa al franquismo», zanjó.
Guerra y democracia. Pero no todo quedó así. Los
argumentos de Moa parten de cimientos madurados y asentados en
anteriores publicaciones. «Primero –apuntó nada más
comenzar–, Franco no se rebeló contra la República, sino
contra un proceso revolucionario amparado por Azaña y Casares. La
guerra no destruyó la democracia, sino que la democracia fue
destruida por la izquierda». Segundo: «Si hay una democracia es
por la herencia de Franco. Y si la democracia está amenazada
ahora es por los nacionalistas y esos antifranquistas
retrospectivos». Las preguntas surgieron de inmediato en este
punto, y Moa no vaciló en sus contestaciones: «Estamos viendo
como los nacionalistas y el PSOE se han aliado como antes, y están
creando la crisis más grave a la democracia».
Tras esta pincelada a la actualidad, las
preguntas giraron, de nuevo, hacia el libro y resaltó que «al
final del franquismo quedó un país políticamente moderado y eso
fue lo que permitió el paso hacia la democracia. Y nuestra
democracia actual es mucho mejor que la de la II República, y
ojalá siga así». Resaltó que, con Franco y el final de la
Guerra Civil, «se inauguró el periodo de paz más largo de los
dos últimos siglos y que continúa ahora, y que sea por mucho
tiempo». Un comentario al que Bennassar pondría algún pero
–el francés sostiene que la Guerra Civil continuó latente
durante la represión–. «Fueron 25.000 muertos –dijo Moa–.
No fueron tantos si comparamos con lo que ocurrió en otros países
de Europa y, aquí, casi todos ellos tuvieron juicios, aunque es
verdad que eran juicios con muy pocas garantías. Gran parte de
ellos eran seguidores de izquierdas que fueron abandonados por sus
jefes cuando salieron al exilio. Aunque entre ellos también había
auténticos criminales». En su repaso no olvidó a Paul Preston:
«Hay historiadores que quieren imponer un punto de vista cuando
los hechos son otros. Preston dice que Franco era un mal militar,
pero ganó la guerra; dice que quería entrar en la Segunda Guerra
Mundial, pero no entró, y que empobreció el país, cuando, al
final del franquismo España era más rica de lo que nunca había
sido». No eludió en la discusión las cifras de muertos que
causaron uno y otro bando durante la contienda. «Me repugna esta
pelea que parece que sólo quiere sembrar de nuevo rencores, sobre
todo entre los jóvenes que no lo han vivido».
Tendencias. El papel del franquismo en la Transición fue
uno de los puntos más discutidos. «La mayoría de la población
era moderada y quería la libertad, pero no a partir de hacer
tabla rasa del franquismo, como querían algunos», comentó Moa,
quien también afirmó que «las guerras civiles las causan cuando
la ley se hunde. Franco defendió la legalidad de la República en
1934. Él respetó más la legalidad democrática que muchos repu-
blicanos. Sólo se levantó al final, en una situación de caos
social». A continuación, defendió que «la Transición la hizo
el franquismo, no la oposición al franquismo». Entonces, explicó,
que durante esos años exis- tían dos tendencias: «Una
reformista y otra rupturista. La de la reforma enlaza con la
democracia. El Rey está decidido por Franco y Suárez también
procede del franquismo. Todo esto está en el franquismo. La
alternativa era ruptura con todo esto, que es lo querían algunos».
La trifulca por la concesión del Doctor Honoris Causa a Santiago
Carrillo también mereció un comentario de Moa: «Siembra lo que
recoge. Me parece que hizo un destacado papel en la Transición. Más
que muchos. Pero ahora vuelve a las andadas y encima me acusa de
confidente, sin darse cuenta de que me pone a mí frente a los
terroristas».