Hemos
perdido la memoria en estos tiempos de traición. Nos han
envenado con ácidos alucinógenos y licores brillantes para
hacernos oír voces suicidas envueltas en retórica blanda.
Nuestra generación, por lo menos la mía, fue de las últimas
en tener acceso a la Memoria, a ese espacio intangible que
va desde la fecha de nuestro nacimiento hasta el origen del
mundo. La Memoria. Aquella que se destruyó con rapidez
insolente del espacio público para ser sustituida por un
conjunto de leyendas hilvanadas y negras que tenemos que
digerir por ley. Su fin es claro: “efervescer” el
presente y lanzarnos ciegos a un futuro que desembocará en
horror y llanto.
Porque
sabemos que vivir es tarea dura, y sin memoria no se vive.
Porque el hecho de nacer supone en si una aventura tremenda
donde no hay referentes en esta selva más que un destino
seguro de muerte. Pero esto, que suena tan cierto y tan
tremendo no es tan trágico, no, no lo es. Y no lo es porque
sabemos que los nuestros han trabajado laboriosamente en
crear vida antes de la cuna y porque nos han enseñado a
pulir la herramienta formidable de la Fe para hacernos crear
vida después de la tumba. Por eso nos podemos sostener
poderosos en el abismo incierto del presente.
Y
esto se nos ha enseñado en España, esa palabra tan
ultrajada que abarca más que un territorio limitado, más
que una organización o forma de gobierno, más que una
población. España es una idea que va más allá de
cualquier elemento físico, es una actitud forjada en la
historia y proyectada en misión, en acción, en movimiento
en suma. Una acción que comenzó aprendiendo mundo y
civilización y continuó hasta llenarse de Dios. Supo
luchar y sufrir en las armas del mundo para una vez la
destrucción vencida levantar la mirada al cielo con el
proyecto de crear una tierra a imagen y semejanza de los
cielos: sin límites ni fronteras.
España
junto con la Trascendencia generó la Hispanidad, para así
compartir la buena nueva con los españoles que esperaban al
otro lado de los mares, quizá al otro lado de los cielos.
Ese viaje riquísimo e inspirado desde un cielo sin límites
y articulado bajo el motor permanente de la Tradición es lo
que nos ha permitido llegar hasta aquí.
Porque
España significa tanto, sus asesinos se esfuerzan cada vez
más en acabar con tal creación. Los medios han sido
tremendos y siempre el pueblo supo salir a vestir los
uniformes eternos que defienden su esencia, su ser. Se
intentó quemar su espíritu concentrado en los conventos e
Iglesias, sus sacerdotes, a todos aquellos que conservasen a
Dios en las entrañas. La última acción fue embriagar a
los habitantes al calor del crecimiento de las economías
para así entre susurros sensuales y bajos hacernos
renunciar a la Historia para empezar a creer en los mitos
mientras sugieren que matemos por fin a Dios. A partir de ahí
“los dioses” se encargarán de diseñar el camino.
Pero
en la Memoria, en la Tradición sigue estando el tesoro y la
fuerza hermosa de la Verdad.
Madre
Nuestra, no permitas que perdamos la Memoria. Aparta los
sopores alucinógenos que nos ciegan y ayúdanos a
desenterrar los resortes que se esconden en la Historia y
que nos impulsarán al Movimiento hacia el Padre.
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