Marbella:
cortina de humo.
Luis Carlos.
La
corrupción derivada de la promoción y la construcción está a la
orden del día, no sólo en Marbella sino en miles de municipios a
lo largo y ancho del territorio nacional.
La
universalidad de la política hace que sean muchos, muchísimos los
fracasados sociales que ocupan asientos en consistorios de pequeños,
medianos y grandes municipios. La incapacidad de estas personas para
desarrollar su actividad en el sector privado hace que accedan al público
utilizando los Partidos Políticos como plataforma de despegue, pero
la política es efímera y las tentaciones de hacer una buena hucha
que permita afrontar el dorado desempleo de la derrota electoral o
el empujón en las
listas del partido
son muchas.
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María
Teresa Fernández de la Vega afirma que lucharán contra la corrupción
y promulgarán leyes que atajen todos los abusos que la especulación
del suelo está generando. Ella, que participó de forma activa en
los gobiernos de Felipe González, siempre dedicados al saqueo de
las arcas públicas en sus más variopintas variantes, viene ahora a
dar clases de ética política. Una miembro destacado del PSOE se
atreve a hablar de ética mientras decenas de concejales de su
partido (recordemos que una de las principales procesadas en
Marbella era concejal por las listas del PSOE), están sumergidos en
todo tipo de tramas urbanísticas. Desde el albañil concejal de un
pequeño pueblo y que aprovecha su profesión para realizar todas
las obras del municipio sin pedir más presupuestos, hasta el
concejal de ciudad-dormitorio, que recibe cantidades de dinero por
presionar para la recalificación de un solar, todos están
envueltos en una corrupción política de mayor o menor dimensión
pero que al final, acaba afectando a los bolsillos de todos pero
viene De La Vega, en cuyo partido militaban o militan buena parte de
los corruptos y nos pretende dar una lección de ética. Dudo que
todo esto sea porque vivió algún fenómeno sobrenatural en su
reciente visita a Roma y ha recapacitado y regresado a la Fe de su
infancia.
Mientras
se trataba de distraer a la opinión pública con los
acontecimientos de Marbella, en el Congreso de los Diputados se
votaba el Estatuto de Cataluña, pistoletazo de salida para la
desintegración de España como Nación. El Congreso ponía la
puntilla mientras el gobierno ordenaba a la policía intervenir en
Marbella mediante una operación que llevaría preparada varios
meses (sino años). Es la forma evidente de distraer las miradas, de
centrar el foco sobre algo más mundano, más banal y más a la
orden del día, la corrupción urbanística en los municipios.
España
deja de ser España mientras el rey calla y Zapatero nos da toros
para que la masa se distraiga.
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