El 23 de agosto de 1939 se firmó un
tratado de no agresión entre Alemania y la URSS que
se conoció con el nombre de Pacto o Acuerdo
Ribbentrop-Molotov, y que contenía un protocolo
secreto adicional, firmado en Moscú por el ministro
de Asuntos Exteriores del III Reich, Joachim von
Ribbentrop, y el comisario soviético de Asuntos
Exteriores, Viacheslav Molotov. Además de establecer
una mutua garantía de no agresión, las dos naciones
se comprometían a consultarse sobre asuntos de
interés común y a abstenerse de unirse a cualquier
alianza entre potencias que fuera hostil a alguna de
ellas. El protocolo secreto dividía la Europa del
Este y Central en esferas de influencia rusa y
alemana, permitiendo al dirigente soviético Iósiv
Stalin mantener una política de ‘manos libres’ en
Finlandia, los Países Bálticos y Besarabia.
Desde comienzos de 1939, cuando
empezó a delinearse el acercamiento entre Stalin y
Hitler, la situación internacional se ponía cada vez
más tensa.
La Alemania de Hitler, después de
ocupar la región del Sarre, Austria y
Checoslovaquia, casi sin obstáculos, se dirigía
hacia Polonia. La economía germana iba por delante
de la francesa y la inglesa y, al igual que antes de
la Primera Guerra Mundial, se convirtió en el
enemigo número uno para Londres y París.
La mejor salida a la situación para
los políticos de Occidente era el enfrentamiento
militar entre Alemania y la URSS. Sin embargo, sus
errores políticos provocaron lo contrario: una
alianza provisional entre Hitler y Stalin. El
dirigente alemán necesitaba, por su parte,
neutralizar a la URSS en su inminente conflicto con
Polonia; en tanto que Stalin deseaba extender sus
fronteras hacia el Oeste por razones de seguridad y
evitar cualquier implicación en una guerra para la
que Rusia no estaba preparada.
La guerra contra Polonia duró menos
de un mes: del 1 al 28 de septiembre de 1939. Los
ejércitos alemanes habían ocupado la mayor parte de
Polonia Occidental y Central. En el día 17 del mismo
mes, las tropas soviéticas invadieron Polonia desde
el Este, por lo que las dos potencias invasoras se
dividieron el país.
Polonia, al igual que Austria y
Checoslovaquia, desapareció. Fue el cuarto reparto
histórico de Polonia, solo que esta vez Austria no
participó, por que ya estaba incluida en el III
Reich.
Los polacos de las zonas ocupadas
por los alemanes sufrieron duras represalias,
mientras que en el territorio ocupado por los
soviéticos, muchos miles de polacos fueron
deportados a Siberia y otros muchos fueron
eliminados, como en el tremendo y dramático episodio
de las matanzas de Katyn.
Ya iniciada la II Guerra Mundial y
con Francia a los pies de Alemania, el 12 de
septiembre de 1940, Hitler y Molotov se encontraron
en Berlín, donde el jerarca soviético no ocultó su
preocupación por los triunfos militares de Alemania
y su enorme poderío militar. Las relaciones entre
Alemania y la URSS se volvieron tirantes. El 18 de
diciembre de 1940, Hitler aprueba los planes de la
“Operación Barbarroja” para la invasión de la Unión
Soviética.
El pacto firmado para diez años duró
muy poco. En junio de 1941, Hitler, desembarazado
del frente occidental por el hundimiento de Francia
y sin ver la posibilidad de éxito en la “Operación
Otari”, que era como se llamaba en secreto la
invasión de Inglaterra, atacaba a Rusia el 22 de
junio de 1941 sin previa declaración de guerra.
ARRIBA
Cuando la Operación Barbarroja
comienza en junio de 1941, Stalin se encontró en la
paradójica situación de tener como aliados a los
polacos, que habían sido sus enemigos poco tiempo
atrás, al tener ambos países un común enemigo, la
Alemania de Hitler. Así las cosas, el Gobierno
polaco en el exilio en Londres, pidió a los rusos la
puesta en libertad de los prisioneros polacos
capturados tras la agresión soviética a Polonia, con
el objeto de crear un ejército para combatir a los
alemanes. Una comisión, dirigida por Joseph Czapski
(1),
viajó a Rusia para reclutar soldados entre los ya
ex-prisioneros para prepararlos e integrarlos en las
diferentes unidades a crear. Dicha comisión
descubrió que no se conocía el paradero de varios
miles de prisioneros, internados en los campos de
Kozelsk, Starobielks y Ostashkov y que luego habían
sido trasladados hacia un destino desconocido, sin
que nadie, ni sus familiares, recibieran más
noticias de dichos prisioneros. Cuando el teniente
coronel Z. Berling, del Estado Mayor General polaco
habló con el segundo jefe de la policía secreta
soviética, Merkulov, al referirse a que con los
internados en los campos de Kozelsk y Starobielsk se
podrían formar los cuadros del nuevo Ejército
polaco, Merkulov, de forma harto impulsiva replicó:
“¡No, esos no! Hemos cometido un grave error con
ellos.”
Sobre la base del informe redactado
al respecto por Czapski, el profesor Jan Kot,
embajador polaco en Moscú, pidió una entrevista con
el ministro de exteriores ruso, Andrei Vichinsky, el
6 de octubre de 1941, para tratar de las
desapariciones, y con el objeto de que le ayudara en
la búsqueda de los soldados desaparecidos. Vichinsky
aludió a la situación caótica existente en Rusia
para intentar desentenderse del asunto, añadiendo
que los prisioneros liberados estarían perdidos por
algún lugar desconocido. Jan Kot le indicó que si
alguno de los prisioneros indicados estuviera libre
se habría puesto en contacto con las autoridades
polacas. Al no haberlo hecho, consideraba que era
imposible imaginarse que los aludidos no estuvieran
en Rusia. Vichinsky, no sabiendo que decir, despidió
a Kot, pero este, no dándose por vencido, pidió otra
entrevista. Pero esta vez fue más arriba, esta vez
pidió hablar con Stalin.
En el encuentro de Kot con Stalin,
celebrado el 14 de noviembre de 1941, expuso que a
comienzos de 1940 habían sido trasladados 40.000
oficiales polacos de los campos de concentración de
Starobielsk y Kozelsk a otros centros desconocidos y
que se ignoraba el paradero de esos hombres.
Asimismo, le recordó que había concedido la amnistía
a soldados polacos pidiendo al Gobierno ruso
colaboración para localizar a todos los que aún no
habían aparecido. Stalin se extrañó por la petición
y dijo que ordenaría una investigación. Kot, hizo
referencia a la urgencia de dar curso a la petición
para organizar el Ejército polaco, a lo que Stalin
replicó preguntando al embajador si tenían listas de
los prisioneros, contestando Kot que sí y que las
tenían de un modo detallado y por orden alfabético.
____________
(1)
Joseph Czapski, aristócrata de
origen, notable pintor, narrador minucioso y soldado
de circunstancias, escribió el libro “En tierra
inhumana” en el que relata los horrores de la
Rusia de Stalin, desde su posición de oficial del
Ejército polaco derrotado. Narra sus años de
cautiverio en las cárceles soviéticas y su papel
posterior en la búsqueda de los miles de prisioneros
polacos repartidos por los distintos ‘gulags’.
Estuvieron un rato hablando de otros
temas hasta que llamó de nuevo el jefe policial a
Stalin. Éste, una vez escuchó las explicaciones del
policía, continuó con la conversación que tenían,
sin mencionar a los prisioneros. Desde aquel momento
el Gobierno polaco envió hasta 49 notas diplomáticas
al Gobierno ruso relacionadas con el tema, sin
obtener contestación alguna.
El Gobierno polaco en Londres hizo
uso de sus contactos en los campos de prisioneros,
para intentar descubrir si algunos de estos
prisioneros polacos habían sido vueltos a capturar
por los alemanes. Los resultados fueron negativos.
Hasta que las fosas de Katyn fueron descubiertas el
13 de abril de 1943.
El general de división Kaczkowski y
el capitán Eugene Lubomirski, directores del
departamento que examinó las cartas de los
familiares de los desaparecidos a sus familiares,
testificaron que las últimas cartas y noticias de
los oficiales desaparecidos llegaron en abril y mayo
de 1940. Asimismo comentaron que todas las cartas
enviadas por los familiares a los oficiales
desaparecidos con posterioridad a mayo de 1940,
fueron devueltas por las autoridades soviéticas con
la inscripción de que se desconocía el paradero de
esos oficiales. |
|
ARRIBA
En diciembre de 1942 el jefe del Gobierno
polaco en el exilio, general Wladislaw Sikorsky decidió, de
acuerdo con el presidente de la República polaca Raczkievick,
discutir el problema personalmente con Stalin y se fue a
Moscú acompañado del general Ladislaw Anders, nuevo
comandante del Ejército polaco. Stalin estuvo evasivo
añadiendo que en territorio ruso no había ni un solo polaco
prisionero y además que quizás habían huido a algún lugar,
después de concedida la amnistía. Anders preguntó que adonde
podían haber ido y Stalin contestó que probablemente a
Manchuria.
Entonces llegó el golpe demoledor: el martes
13 de abril de 1943, cuando Radio Berlín, tras las noticias
de lo que ocurría en los diferentes frentes, informó que en
Smolensk, la población local había indicado a las
autoridades alemanas de la zona, el lugar donde la NKVD
había cometido asesinatos en masa de 10.000 oficiales
polacos y que en Kosogory y, más concretamente en el bosque
de Katyn, cerca de Gniezdowo a 18 km. de Smolensk, en la
carretera Smolensk-Vitebsk, habían encontrado una fosa de 28
metros de larga por 16 de ancha, llena con doce capas de
cadáveres de oficiales polacos con un total de 4.143
cuerpos, todos ellos con el uniforme militar y las manos
atadas, y presentando heridas de bala en la nuca, causadas
por pistola. La identificación no presentaba grandes
dificultades ya que estaban enterrados con su documentación.
El Ministerio de propaganda de Goebbels indicó como autor
del crimen en masa, al NKVD, quien habría actuado por
órdenes directas de Stalin.
En 1942, unas brigadas de la Organización
Todt (OT) (grupo de construcción y de ingeniería alemana)
que trabajaban en la zona de Katyn, tuvieron noticia por un
campesino de la zona, que entre las estaciones de Katyn y
Gniezdowo se encontraban unas tumbas. Las brigadas excavaron
en el lugar señalado y encontraron restos humanos, pero
volvieron a cubrir los restos y colocaron en el lugar una
cruz con ramas de abedul. Luego de la limpieza del bosque y
cuando las fuerzas de ocupación tenían totalmente asegurada
la zona, no había razones para revisarla nuevamente.
Probablemente, nunca se hubieran hallado las fosas que
ocultaban el crimen en masa, de no ser por un hecho fortuito
que rebelaría uno de los crímenes de guerra más espantosos
del siglo XX. A comienzos del año 1942, una jauría de lobos,
que azotaba la zona, era rastreada por un oficial subalterno
del Regimiento de Transmisiones 537, estacionado en el
Bosque de Katyn en Rusia. En su búsqueda, se tropezó con lo
que parecía una parte escarbada del terreno, al lado de una
cruz hecha con ramas de árbol. En los alrededores había
huesos. Comunicó el hallazgo a sus superiores, quienes
enviaron una patrulla que incluía al médico de la unidad. El
doctor confirmó que se trataba de huesos humanos. Para
identificar los restos, se hicieron investigaciones con
personal médico del Grupo de Ejército Centro, quienes
realizaron excavaciones en los alrededores de lo que parecía
una fosa común y confirmaban que se trataba de osamentas
humanas. Se encontraron más huesos, correspondientes a
varios cadáveres, lo que obligó a extender la búsqueda. Lo
que hallaron fue espeluznante. Se trataba de enormes fosas
con miles de cadáveres apilados, todos con uniformes
polacos. Al lugar fueron enviados médicos forenses alemanes
y polacos, grupo al que más tarde se unieron prestigiosos
profesionales de varios países, para formar un equipo de
investigación dirigido por la Cruz Roja Polaca. Su misión
era elevar un informe completo sobre lo sucedido en la zona.
Después de desenterrar todos los cadáveres y hacerles la
autopsia, se contabilizó un total de 4.143 oficiales y
profesionales polacos, y se determinó que eran los cadáveres
de prisioneros procedentes de campos de concentración
soviéticos, cuya población, a partir de un traslado, habían
sido declarados desaparecidos. Las autoridades polacas, que
participaron en las investigaciones, confirmaron que había
suficientes evidencias que determinaban que los soviéticos
fueron quienes cometieron el asesinato de todos los
militares y civiles.
ARRIBA
Tras la derrota de Polonia y la partición de
su territorio entre Alemania y la URSS, el general Wladislaw
Sikorski, antiguo primer ministro, logró escapar a
Inglaterra, junto a su esposa Elena y de su hija Sofía,
convirtiéndose en el jefe del Gobierno polaco en el exilio.
Gran Bretaña se vio obligada a jugar un
difícil papel diplomático entre polacos y soviéticos, tras
la invasión germana de Rusia en 1941. Lo rusos mantenían sus
aspiraciones sobre el suelo polaco, una vez que concluyera
la guerra, y por otra parte, eran muy remisos a la
liberación de los prisioneros polacos capturados en 1939.
Ante esta situación, Sikorski defendía valientemente, en la
medida de sus posibilidades, los derechos de la sufrida
Polonia, enfrentándose a un Gabinete británico demasiado
transigente en esta cuestión.
Los polacos exilados en la capital británica
recibieron la ratificación del hallazgo de las fosas de
Katyn y de las atroces cifras. Sikorski se reunió con
Winston Churchill y le manifestó que las evidencias
encontradas indicaban, irrefutablemente, a los aliados
soviéticos como los culpables del crimen en masa. Churchill
hizo lo posible por evitar una confrontación entre los
aliados, manifestándole –cínicamente– al Primer Ministro,
que mejor era olvidar el asunto, en vista que nada le
devolvería la vida a los oficiales asesinados. El 19 de
abril de 1943, el Ministro de Asuntos Exteriores británico,
Anthony Eden, culpó a los alemanes, asegurando que habían
hecho todo un montaje para enemistar a los aliados. No logró
engañar a nadie; las pruebas eran demasiado indudables. Los
polacos pidieron una investigación por un equipo
internacional, mientras el Kremlin acusaba a los servicios
de propaganda alemanes. El gobierno soviético acusó de
mentirosos a los polacos exiliados en Londres y ratificaba
sus imputaciones contra los alemanes. Churchill se dedicó a
apaciguar a sus aliados, pero no lo logró, ante la cantidad
de evidencias presentadas por los propios polacos.
Dentro de las certezas encontradas, se
hallaron los uniformes de los oficiales polacos con sus
insignias e identificaciones, condecoraciones, objetos
personales, diarios, cartas, periódicos, fotografías, es
decir, todo lo que cualquier soldado lleva encima. En el
lugar se encontraron casquillos percutidos y de los
cadáveres fueron extraídas balas. Los casquillos y las balas
eran de fabricación alemana. Goebbels escribió en su diario,
que lamentablemente se habían encontrado balas procedentes
de la fábrica Genschow de Karlsruhe-Durlach y él mismo se
preguntó, si las balas fueron usadas por los soviéticos para
involucrar a Alemania o si fueron parte de las ventas de
armamento a los países bálticos en cumplimiento del acuerdo
de Rapallo. Posteriores investigaciones confirmaron que se
trataba de las municiones vendidas a los soviéticos y que
formaban parte del parque regular de sus fuerzas armadas.
Periodistas noruegos acudieron a examinar el
lugar y comunicaron del crimen a los periódicos de Oslo.
Radio Berlín, como hemos dicho, informó el 13 de abril de
1943, del macabro hallazgo a todos los rincones del mundo y
ese mismo día, a las 17:15 horas, añadía algunos comentarios
a la primera noticia. Los oficiales asesinados habían sido
todos sepultados en el bosque de Katyn a la derecha de la
bifurcación que desde la carretera principal va de Smolensk
a la residencia de verano de la NKVD. Las víctimas eran
bajadas en la estación ferroviaria de Gniezdowo a cuatro
kilómetros de Katyn y posteriormente llevadas en camiones
cerrados, al lugar de las ejecuciones. El 14 de abril la
agencia Tass emitió un comunicado de Stalin, según el cual
los prisioneros mencionados habían sido internados en campos
especiales en torno a Smolensk y empleados en la
construcción de carreteras, y ocurrió que en el momento del
avance de las tropas alemanas (julio de 1941) no les fue
posible trasladarlos a otro lugar y que por lo tanto cayeron
en manos de los alemanes, por lo que si habían aparecido
muertos esas muertes eran cosa de los alemanes y que lo que
estaban haciendo eran declaraciones falsas por razones
propagandísticas.
Sikorski, en nombre del Gobierno polaco,
publicó una nota en la que comentaba la gravedad de los
hechos y al tiempo exigía una investigación exhaustiva y
rigurosa por parte de la Cruz Roja Internacional.
Siguieron transcurriendo los días y Radio
Berlín continuó dando boletines de noticias explicando
detalles sobre los descubrimientos de las fosas. El 23 de
abril de 1943, Molotov convocó al nuevo embajador polaco
Romer para entregarle una nota en respuesta a la solicitud
de la investigación sobre Katyn en la que decía que dada la
actitud del Gobierno polaco al repetir las infames calumnias
de los nazis se hacia cómplice de Hitler, por lo cual URSS
rompía relaciones diplomáticas con el Gobierno polaco.
En ese momento Churchill y Roosevelt
intervinieron en la cuestión, ya que no podían permitir que
se abriese una fisura entre sus aliados, lo cual podía
desembocar en una situación peligrosa. El mismo día de la
ruptura de relaciones el embajador polaco en Washington,
Ciekanoski, hablaba con el subsecretario de exteriores de
los EE.UU, Summer Welles, quien le comentó que no alcanzaba
a comprender porque pedían una investigación de la Cruz
Roja, ya que se veía que era una maniobra de Goebbels.
Ciekanoski le respondió que el Gobierno de EE.UU. sería
mucho menos optimista ante la matanza de miles de oficiales
americanos. Al día siguiente y en una rápida rueda de prensa
leída por un diplomático, Sikorski –que se niega a hacer
declaraciones posteriores– anuncia que el gobierno polaco en
el exilio ha renunciado a hacer ninguna investigación sobre
Katyn, lo que permite que las relaciones ruso-polacas se
reanuden. Los alemanes siguen dando noticiarios durante todo
el mes de abril sobre Katyn, en una maniobra de Goebbels
para sacar partido del asunto.
ARRIBA
El Primer Ministro, el general Wladislaw
Sikorski, el 24 de mayo de 1943, decidió inspeccionar las
fuerzas polacas que combatían en Oriente Medio, al mando del
teniente general Anders, recién liberado de una prisión
rusa. Le acompañarían su hija, jefe del cuerpo auxiliar
femenino polaco; su jefe de Estado Mayor, el mayor general
Tadeusz Kimecki; su jefe de operaciones, coronel Andrzej
Marecki: su ayudante naval; su secretario personal, y el
coronel Victor Cazalet, oficial de enlace británico.
Despegaron del aeródromo de Lyneham, cerca de Bristol, en un
bombardero “Liberator” AL 523, pilotado por el
teniente checo Edgard Prchal, y tras repostar en Gibraltar,
llegaron el 26 de mayo a El Cairo, donde permanecieron seis
semanas, repletas de contactos militares y diplomáticos. El
viaje de regreso se realizó en la mañana del 3 de julio de
1943, llegando a Gibraltar en la tarde del mismo día. A la
mañana siguiente, aterrizó en el aeródromo del Peñón, el
embajador soviético en Londres, Ivan Maisky, que fue
cumplimentado por el gobernador, quien no le comunicó la
presencia de las autoridades polacas a fin de evitar un
incidente diplomático.
A las diez de la noche del día 4, Sikorski
se dirigió al aeropuerto para embarcar en el “Liberator”
y partir hacia Londres. El avión recorrió los 1.650 metros
de la pista, se elevó a una altura de 600 metros, cuando el
avión picó de forma brusca y se estrelló contra el mar, a
casi una milla de la costa. La muerte del general Sikorski,
fue un misterio sin desvelar. Así desapareció el hombre que
incansablemente se esforzaba por conseguir que se abriera
una investigación sobre Katun y se castigara a los
culpables.
ARRIBA
Abril normalmente trae la primavera a los
bosques de Katyn, pero el invierno de 1939-40 había sido muy
frío, y cuando los primeros soldados polacos llegaron de
Kozielsk el 8 de abril de 1940, aún habían ocasionales
parches de nieve sobre el terreno, y el barro cubría el
camino que llevaba desde la estación a la Kosogory o
Colina de las Cabras. En Gniezdowo los vagones de
Kozielsk, Starobieisk y Ostashkov descargaban sus pasajeros
en unas jaulas de alambre de espino rodeada de una fuerte
escolta de soldados soviéticos. Esto no pudo resultar
demasiado tranquilizador a los oficiales polacos, que seguro
recordarían que el bosque de Katyn había sido usado ya 1919
para la ejecución de numerosos oficiales zaristas. Desde las
jaulas los prisioneros fueron llevados en camiones hasta la
Colina de las Cabras, y bajados con las manos atadas.
Es fácil imaginar su desespero y horror ante el destino que
les esperaba. Si un hombre luchaba o se resistía, sus
ejecutores le ponían su abrigo sobre su cabeza, atándoselo
alrededor de su cuello y llevado a rastras a la fosa, en la
que caería una vez recibido el disparo en la nuca.
Los nazis convocaron una comisión dirigida
por Leonard Conti, profesor de 40 años y responsable de los
Asuntos de Salud del Reich. Dicha comisión estaba formada
por científicos y médicos de Finlandia, Rumania, Hungría,
Suiza, Holanda, Checoslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia,
Bélgica y Dinamarca y que también incluía un periodista
polaco. La comisión salió hacia Katyn a finales de abril. Al
llegar a Katyn en La Colina de las Cabras
descubrieron 8 fosas comunes de una longitud de unos 25-28
metros por 16 de ancho que contenían hasta 12 capas de
cadáveres. Los trabajos de investigación fueron supervisados
por los alemanes, pero el verdadero y propio trabajo estaba
comandado por la Cruz Roja polaca, con el doctor Wodzinski
como responsable de la investigación, que tenía a su
disposición vecinos de pueblos cercanos y a un grupo de
prisioneros de guerra rusos. Los cadáveres eran sacados y
colocados en fila unos junto a otros, examinados y
sacándoles los objetos que tenían en los bolsillos. Los
uniformes, aún en buen estado, sólo habían perdido un poco
el color y era imposible desabrochar los bolsillos ni sacar
las botas. Para poder obtener los objetos personales y hacer
un registro minucioso, procedieron a cortar las ropas con
cuchillos. Como ya mencionó radio Berlín, los muertos
presentan un tiro en la nuca. Además, numerosos prisioneros,
ente ellos los generales polacos Smoravinski y Bohatyrewicz,
presentaban también heridas de bayoneta. Todos los cadáveres
tenían sus manos atadas con nudos especiales usados sólo en
Rusia. Muchos de los cuerpos fueron enterrados sin quitarles
sus pertenencias, posiblemente debido a la premura con que
se efectuaban las ejecuciones.
Todos los objetos hallados (carteras, fotos,
medallas, libros, anillos, encendedores, etc.) fueron
numerados y el cadáver que los portaba recibía el mismo
número. Entre los muertos se encontraron recortes de
periódicos editados por los rusos en lengua polaca,
postales, cartas, cuadernos y diarios. Todos ellos tenían
fechas anteriores a abril de 1940.
ARRIBA
Después de desenterrar todos los cadáveres y
hacerles la autopsia, se contabilizó un total de 4.143
oficiales y civiles polacos y se determinó, que eran los
cadáveres de prisioneros procedentes de campos de
concentración soviéticos, cuya población, a partir de un
traslado, habían sido declarados desaparecidos. Las
autoridades polacas, que participaron en las
investigaciones, confirmaron que había suficientes
evidencias que determinaban que los soviéticos fueron
quienes cometieron el asesinato de todos los militares y
civiles.
ARRIBA
Nacido en Madrid el 2 de agosto de 1899, se
doctoró en Filosofía y Letras y en 1919 fue profesor de
español en la Universidad de Estrasburgo y más tarde
catedrático de Literatura en el instituto Cardenal Cisneros
de Madrid.
Su primer libro, Notas marruecas de un
soldado (1923) le valió un proceso del que salió
absuelto, y en 1927 fundó La Gaceta Literaria,
revista de extraordinaria influencia en la España
intelectual de su tiempo. Fundó también el primer cine-club
de España y publicó diversos libros de carácter vanguardista.
Durante la Guerra Civil española fue oficial
del Ejército Nacional y trabajó en los servicios de
propaganda, y posteriormente, a partir de 1958, fue
embajador en el Paraguay.
En la primavera de 1943, tuvo la oportunidad
de ser testigo en Katyn del tremendo holocausto cometido por
los soviéticos en el bosque de Katyn, escribiendo un
estremecedor artículo desde el mismo marco de la
horripilante matanza.
El bosque de Katyn
«[…] Ya a más de un kilómetro de la fosa
donde estaban exhumados los polacos asesinados, la
atmósfera había comenzado a cargarse de una pesadez
hedionda.
Cuando salté del coche militar para
saludar al famoso criminalista doctor Buhtz, que nos
esperaba rodeado de oficiales y de auxiliares médicos,
tuve que hacer un esfuerzo desesperadamente viril para
no retroceder. No era un espectáculo –lo que me echaba
atrás– de aquel cráter humano, donde lo humano había
vuelto a ser humus, tierra, fiemo. Sino aquella tierra,
aquel humus, humeaba con tal fetidez, que esa fetidez,
era casi visible, tangible, pastosa, sápida. Se mascaba
el hedor. Un olor que se me impregnó hasta el alma.
¡Pobre Polonia! El auténtico Finis Poloniae, aquel
cráter humano.
Se me hizo recorrer el inmenso matadero.
Contemplar estratos de cadáveres, unos sobre otros,
aplastados, en una hoya redonda y vasta como una plaza
de toros. Por el momento iban excavados cerca de 3.000
cuerpos. Con un profundo respeto los iban alineando
soldados alemanes, en los claros del bosque: en
formación bélica, en escuadrones funerales y solemnes,
como tributo de honor a la hecatombe de todo un
Ejército. ¡Pobre Polonia!
El hecho había ocurrido en la primavera
de 1940. Desde la estación de Gniezdowo fueron trayendo
a los oficiales prisioneros hasta aquí, en camiones. El
clásico paseo. Tal vez pensaran esos oficiales ir a un
campo de concentración. ¡Y qué concentración! Mirarían,
como yo miraba la libertad de los pinos en sus copas,
ascendiendo al cielo y al aire de primavera donde
augúrales volarían cornejas. Pero pronto sus ojos se
bajarían a la cárcava silícea –como en una trampa para
fieras– fueron cayendo las expediciones precedentes. La
mayoría de estos cadáveres tenían el rostro desencajado
de espanto y delirio, con muecas de sufrimientos
inenarrables. Los cuerpos se habían calcificado,
momificado, y muchos se conservaban enteros, pelado el
cráneo, rotos dientes, la carne fibrosa, el ojo
cristalizado, las manos engarfiadas, y los uniformes de
plomo y barro como escayola pintada.
¿Fueron los cuervos quienes con sus
graznidos y revoloteos sobre la fosa descubrieron la
inmolación, al modo que en el célebre cuento oriental?
¿Fue este campesino viejo, de caftán verdoso y montera
peluda, que relataría una vez más lo que ya relató a las
autoridades alemanas? (Escondido por el bosque, oyendo
los alaridos y los disparos, fue acercándose agazapado,
hasta contemplar la histórica carnicería.)
El doctor Buhtz –imperturbable en su
grave misión de reconocer muerto tras muerto– los iba
haciendo traer en parihuelas hasta una mesa de autopsia,
improvisada y de madera, al borde de la fosa.
Me mostraban constantemente documentos y
más documentos. Nombres y más nombres. El del General de
Brigada Smorawinsky, de Lublin. El del mayor Valeriano
Orlowski. Cuentas de hotel, billetes de teatro, carteras
de piel, medallas con la Virgen… ¡Pobre Polonia!
Polonia, Rusia y España
–Doctor –le dije de pronto al doctor
Buhtz–, creo que no es necesario este trabajo fatigoso y
tremendo que hacen ustedes. Creo –proseguí– que les
bastaría a ustedes recordar la historia secular de Rusia
contra Polonia para comprender que sólo la Rusia de
Boris Godunof ha podido tramar esta venganza histórica.
Era una vieja cuenta pendiente. Y Stalin la ha
liquidado, heredero de los Zares asiáticos.
Un oficial alemán que me estaba
escuchando, se me acercó y me ofreció un pitillo.
–Yo soy de su opinión –me dijo en lengua
española. Ante mi sorpresa prosiguió–: Estuve en la
Legión Cóndor, por eso hablo algo de su lengua. ¿Vamos a
tomar una taza de té en la casa de la GPU?
Echamos a andar por el bosque. Entre
olor de pitillo y el alejamiento de la fosa, los nervios
se iban calmando.
El palacete de leño donde la GPU corría
sus juergas tras las ejecuciones. En el vestíbulo había
pinturas de mujeres en troikas, elegantes y
provocativas. Pasamos a un comedor y nos sentamos
esperando un almuerzo.
–Me ha interesado eso que ha dicho
usted, atribuyendo el caso de Katyn a una venganza
secular de Boris Godunof.
–Es que nosotros, los españoles, tenemos
también cuentas pendientes con aquel déspota. En sus
tiempos, allá por el siglo XVI, quiso España, la
austriaca España, a través de nuestros jesuitas, salvar
a Polonia de la esclavitud rusa, terminando con el Cisma
ortodoxo y devolviendo esa tierra eslava al catolicismo.
–Se refiere usted a lo del falso
Demetrio?
–Sí. Fue muy popular en España, hasta
nuestro teatro clásico llegó aquella tragedia. Según
parece, un jesuita polaco se lo contó a Lope de Vega,
quien escribió su Gran Duque de Moscovia, o el
Emperador perseguido… Drama polaco fue La Vida es
sueño de Calderón, con un Príncipe Polaco,
Segismundo, el drama más universal de España. ¡Romántica
Polonia! ¡Heroica Polonia! ¡Calderoniana Polonia!
Inolvidable almuerzo
En la gran isla lujosa del bosque de
Katyn, donde tuvo su sede el NKVD o Comisariado del
pueblo y luego la GPU, tomamos un almuerzo frugal,
compuesto de sakuskas y té. Desde las ventanas se veía
un paisaje encharcado, silvano y arenoso. Las nubes,
entre los árboles aún sin brotes, parecían míticas
rusalkas o ninfas del bosque ruso. Llovía suavemente. La
primavera en Rusia es el barro.
El doctor Buhtz llegó aún remangado y
sin lavarse las manos, impregnadas de cadaverina; se
sentó. Tomó un pan de sandwich y, sobre él, exprimió un
pus que dijo ser pasta de salmón. Y tras tener un rato
tal bocadillo entre sus dedos para que se infestara de
olor a cadáver, me lo ofreció con una mirada de desafío.
Lo tomé. Y hasta lo mastiqué. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡El
español siempre!
Salimos a la carretera de Vitebsk a
Moscú, camino de Esmolensko.
Paramos un instante en el puesto de
policía, transformado en museo de la matanza de Katyn.
Bajo los porches de aquel puesto
–cercano a la carretera– se había improvisado una
galería de vitrinas con los documentos encontrados a las
víctimas. A pesar de estar bajo cristales –aquellas
cintas, estrellas, cartas y papeles, y carnés y fotos–
apestaban aún a cadaverina, y no se podía estar mucho
tiempo inclinado mirándolos.
Yo solicité algunos de estos testimonios
para llevarlos a España. Y recuerdo que, al abrir la
maleta en el hotel de Barcelona, el olor de Katyn
reapareció, se desenroscó serpentino, fétido, y como
estaba solo, caí ahora sobre la cama mareado, en
náuseas. ¡Vomitando a Katyn!»
ARRIBA
[Escudo de Armas de la
URSS]
URSS
Comisariato
Nacional para Asuntos Internos
5 de Marzo de 1940
No 794/
Moscú
A nombre de STALIN:
Un gran número de ex oficiales del
Ejército Polaco, empleados de la Policía Polaca y
servicios de inteligencia, miembros del Partido
Nacionalista Polaco, partidos contra-revolucionarios,
miembros descubiertos pertenecientes a grupos de
resistencia contra-revolucionarios, fugitivos y otros,
todos ellos enemigos jurados de la autoridad Soviética,
que odian el sistema Soviético, están actualmente en
campos de prisioneros de guerra de la NKVD de la URSS y
en prisiones de Ukrania y Bielorusia.
Los oficiales militares y de policía en
los campos están conduciendo actividades de propaganda
anti-Soviética. Cada uno de ellos esta esperando
solamente su liberación para comenzar sus actividades en
contra de la autoridad Soviética.
Los órganos de la NKVD en las provincias
occidentales de Ukrania y Bielorusia han descubierto un
número de organizaciones rebeldes contra
revolucionarias.
Ex oficiales del Ejército Polaco y
policía, así como también de gendarmería han mostrado
que están participando en espionaje y actividades
insurgentes.
Entre los detenidos (sin considerar los
soldados y oficiales subalternos) hay 14.736 ex
oficiales, funcionarios de gobierno, terratenientes,
policías, gendarmes, guardias de prisiones,
colonizadores de regiones fronterizas y oficiales de
inteligencia -más del 97% son de nacionalidad polaca.
De ellos:
295 generales, coroneles y tenientes
coroneles.
2.080 mayores y capitanes.
6.049 tenientes, subtenientes y
alféreces.
1.030 Oficiales superiores y
subalternos de policía.
5.138 Agentes de policía, gendarmes,
guardias de prisiones y personal de inteligencia.
144 Funcionarios de gobierno,
terratenientes, curas, colonizadores de regiones
fronterizas.
En la región occidental de Ukrania y
Bielorusia, hay 18.632 Detenidos, de los cuales 10.685
son polacos, incluyen:
1.207 Ex oficiales
5.141 ex oficiales de inteligencia
de la policía y gendarmería
347 Espías y saboteadores
465 Ex terratenientes, dueños de
fábricas y funcionarios de gobierno
5.345 Miembros de varias
organizaciones contra revolucionarias y otros
elementos contra revolucionarios.
6.127 Fugitivos
Sabiendo que todos ellos son enemigos
declarados de la autoridad Soviética, la NKVD de la URSS
considera necesario:
I) Autorizar
a la NKVD de la URSS para:
(1) Instruir los casos de los 14.700
ex oficiales de policía, funcionarios de gobierno,
oficiales de policía, oficiales de inteligencia,
gendarmes, colonizadores de las regiones fronterizas
y guardias de prisiones que están retenidos en
campos de prisioneros de guerra,
(2) Se debe incluir los 11.000 casos
de miembros de varias organizaciones contra
revolucionarias, espías y saboteadores, ex
terratenientes, dueños de fábricas, ex oficiales de
policía, funcionarios de gobierno y fugitivos que
han sido arrestados y que están detenidos en las
provincias occidentales de Ukrania y Bielorusia, y
se les debe aplicar la pena máxima: ejecución.
II) El examen
de los casos deberá ser efectuado sin instruir sumario y
sin levantar cargos. Los manifiestos con las
conclusiones de las investigaciones y los veredictos
finales deberán ser como sigue:
(a) para las personas detenidas en
campos de prisioneros de guerra, en la forma de
certificados emitidos por la NKVD de la URSS.
(b) para los arrestados en la forma
de certificados emitidos por la NKVD de la RSS de
Ukrania y de la NKVD de la RSS de Biolorusia.
III) Los
casos deberán ser examinados y los veredictos
pronunciados por un tribunal de tres miembros
consistentes de los camaradas Merkulov, Kobulov y
Bashtakov (Jefe del 1er Departamento Especial de la NKVD
de la URSS.)
Comisario Nacional de Asuntos Internos
de la URSS
L. Beria
La firma de L. Beria fue añadida a mano
y las firmas que siguen fueron borradas del original.
Firmado por: Stalin, Voroshilov,
Molotov, Mikoyan, Kalinin y Kaganovich
ARRIBA
Durante el juicio de Nuremberg se intentó,
bajo presión soviética y la indiferencia cómplice británica,
de investigar y acusar a los “culpables” alemanes del crimen
en masa de Katyn. Incluso se pretendió incriminar a
oficiales superiores incluso generales, que no habían sido
incriminados en otros supuestos actos criminales.
Por los archivos del juicio, en virtud de
los Estatutos de Nuremberg según los cuales los informes de
las comisiones de encuestas aliadas tenían el valor de
prueba, el informe soviético sobre Katyn, acusando a los
alemanes de la matanza de 11.000 militares y civiles polacos
fue aceptado por los vencedores como prueba auténtica,
indiscutible, el 8 de agosto de 1945. Finalmente, no hubo
pruebas suficientes y la causa fue sobreseída
ARRIBA
En 1945 se abre una nueva investigación
promovida por el ministro de Justicia Swiatlovski, dirigida
por el procurador general de Cracovia, Román Martini, que,
durante la indagación, descubre la relación de oficiales
rusos que dirigían los campos de Kozielsk y Starobielsk,
además de algo desconcertante: en las fosas habían sido
encontrados cartuchos de proyectiles –tal como hemos
mencionado anteriormente– de fabricación alemana, de la
empresa Gustav Genschow, ubicada en las proximidades de
Kalsruhe, cartuchos con la marca de la fábrica GECO 7,65.
Martini se preguntaba como era posible que si los alemanes
quisieran atribuir la matanza a los rusos hubieran empleado
proyectiles propios en vez de soviéticos, de los cuales
tenían abundante provisión después de la derrota del
Ejército ruso. Román Martini continuó la investigación y
descubrió que en 1924 Genschow había sido autorizado a
exportar municiones a la URSS en grandes cantidades, pero
también recibieron esa munición los países Bálticos y
Polonia.
Martini acabó la investigación en febrero de
1946. Volvió a Polonia y envió un memorial con sus
conclusiones al Ministro de Justicia, tras depositar
previamente una copia en un notario en Suecia, para “abrir
en caso de muerte o desaparición”. En la noche del 12 al 13
de marzo de 1946, Martini resultó muerto en su casa de
Cracovia por disparos de ametralladora por una pareja de 19
y 17 años, miembros del Comité para la Amistad
Soviético-Polaca. Fueron detenidos al día siguiente y
encerrados en la cárcel de San Miguel de Cracovia, una de
las más rigurosamente custodiadas; a los tres días se
fugaron de la prisión durante la noche. Nunca más se sabrá
de ellos. Nada sale de lo descubierto por Martini. Todo
ello no dejó de ser muy sospechoso…
ARRIBA
En 1989, después del colapso de la Unión
Soviética, el Primer Ministro Gorbachov admitió, que la NKVD
había ejecutado a los polacos y confirmaba la existencia de
otros dos lugares más de ejecución similares, donde
siguiendo las órdenes de Stalin, en marzo de 1940, la NKVD
había dado muerte a 25.700 polacos, incluyendo los
encontrados en Katyn.
En mayo de 1992, en un bosque cerca de
Kharkov, investigadores privados rusos descubrieron una fosa
común conteniendo 3.891 cuerpos de oficiales polacos
procedentes del campo de Starobielsk en Ukrania. En junio de
ese año, autoridades rusas descubrieron 30 fosas comunes en
Miednoje, 100 millas al noroeste de Moscú. Contenían los
restantes 6.287 prisioneros polacos del campo en la isla
Ostashkov en el Lago Seliguer. Antes de la masacre de 1940,
245 oficiales de Kozielsk, 79 de Starobielsk y 124 del campo
de Ostashkor, fueron trasladados, por razones no aparentes,
al campo de Pavlishchev Bor, a cien millas al noroeste del
campo de Kozielsk. Esos 448 oficiales fueron los únicos
supervivientes de la masacre de Katyn. En otros lugares del
bosque de Katyn se encontraron otras tumbas, conteniendo
cuerpos de políticos rusos prisioneros quienes fueron
ejecutados por la NKVD antes de la guerra. Parece ser que el
Bosque de Katyn fue el lugar principal de ejecuciones de la
NKVD de Stalin.
El 13 de abril de 1990, cincuenta años
después de la masacre, Boris Yeltsin oficialmente admitió la
responsabilidad de la Unión Soviética en el crimen de Katyn.
El 14 de octubre de 1992, el presidente ruso
Yeltsin había dado a conocer que mandaría a Varsovia un
enviado especial, el cual entregaría al presidente polaco
Lech Walesa documentos muy importantes. El delegado especial
era el profesor Rudolf Pijoya, presidente del Comité de los
Archivos Estatales de la Federación Rusa. Pijoya llevaba en
la cartera fotocopias de papeles originales relacionados con
el fusilamiento en 1940 de oficiales y otros ciudadanos
polacos, prisioneros de guerra.
Con su decisión, Yeltsin perseguía un doble
objetivo: aclarar la verdad y atacar a su adversario
político, Mijail Gorbachov. El deseo de Yeltsin era poner de
manifiesto que Gorbachov había mantenido en secreto el
carácter criminal del Partido Comunista de la URSS.
Al recibir los documentos, el presidente
Lech Walesa conteniendo las lágrimas, manifestó: “Somos
testigos de la entrega de los documentos más importantes
relacionados con los más crueles crímenes contra la nación
polaca”. Y añadió: “Me quedo sin habla cuando miro
estos papeles: me tiemblan las piernas”.
Según Pijoya, el expediente sobre Katyn, se
encontraban en el Kremlin, en el archivo del Politburó, y de
ahí pasó al archivo del presidente Gorbachov. De Gorbachov
lo había heredado Yeltsin.
ARRIBA
En el interior de esta hermosa iglesia
gótica de Santa Ana, ubicada en la Krakowskie Przedmiescie
68, calle principal de Varsovia, hay una capilla muy sobria,
dedicada a los polacos asesinados por los rusos en las
fosas de Katyn (5-III-1940).
También se pueden contemplar una serie de
lápidas, recordando a los 21.857 polacos asesinados por el
Ejército Rojo, de los cuales 14.552 eran oficiales del
Ejército polaco.
ARRIBA
Desde el año 1976 se alza en dicho
cementerio, un obelisco negro costeado por exiliados polacos
residentes en Inglaterra, en cuya base se leen dos frases
que sobrecogen: «Katyn 1940. Polonia no les olvida…»
ARRIBA
|