Masacre de oficiales y civiles polacos ordenada por Stalin

 

La terrible matanza de Katyn.

Por Eduardo Palomar Baró. 08/04/2010.

 

Pacto Ribbentrop-Molotov

El 23 de agosto de 1939 se firmó un tratado de no agresión entre Alemania y la URSS que se conoció con el nombre de Pacto o Acuerdo Ribbentrop-Molotov, y que contenía un protocolo secreto adicional, firmado en Moscú por el ministro de Asuntos Exteriores del III Reich, Joachim von Ribbentrop, y el comisario soviético de Asuntos Exteriores, Viacheslav Molotov. Además de establecer una mutua garantía de no agresión, las dos naciones se comprometían a consultarse sobre asuntos de interés común y a abstenerse de unirse a cualquier alianza entre potencias que fuera hostil a alguna de ellas. El protocolo secreto dividía la Europa del Este y Central en esferas de influencia rusa y alemana, permitiendo al dirigente soviético Iósiv Stalin mantener una política de ‘manos libres’ en Finlandia, los Países Bálticos y Besarabia.

Desde comienzos de 1939, cuando empezó a delinearse el acercamiento entre Stalin y Hitler, la situación internacional se ponía cada vez más tensa.

La Alemania de Hitler, después de ocupar la región del Sarre, Austria y Checoslovaquia, casi sin obstáculos, se dirigía hacia Polonia. La economía germana iba por delante de la francesa y la inglesa y, al igual que antes de la Primera Guerra Mundial, se convirtió en el enemigo número uno para Londres y París.

La mejor salida a la situación para los políticos de Occidente era el enfrentamiento militar entre Alemania y la URSS. Sin embargo, sus errores políticos provocaron lo contrario: una alianza provisional entre Hitler y Stalin. El dirigente alemán necesitaba, por su parte, neutralizar a la URSS en su inminente conflicto con Polonia; en tanto que Stalin deseaba extender sus fronteras hacia el Oeste por razones de seguridad y evitar cualquier implicación en una guerra para la que Rusia no estaba preparada.

La guerra contra Polonia duró menos de un mes: del 1 al 28 de septiembre de 1939. Los ejércitos alemanes habían ocupado la mayor parte de Polonia Occidental y Central. En el día 17 del mismo mes, las tropas soviéticas invadieron Polonia desde el Este, por lo que las dos potencias invasoras se dividieron el país.

Polonia, al igual que Austria y Checoslovaquia, desapareció. Fue el cuarto reparto histórico de Polonia, solo que esta vez Austria no participó, por que ya estaba incluida en el III Reich.

Los polacos de las zonas ocupadas por los alemanes sufrieron duras represalias, mientras que en el territorio ocupado por los soviéticos, muchos miles de polacos fueron deportados a Siberia y otros muchos fueron eliminados, como en el tremendo y dramático episodio de las matanzas de Katyn.

Ya iniciada la II Guerra Mundial y con Francia a los pies de Alemania, el 12 de septiembre de 1940, Hitler y Molotov se encontraron en Berlín, donde el jerarca soviético no ocultó su preocupación por los triunfos militares de Alemania y su enorme poderío militar. Las relaciones entre Alemania y la URSS se volvieron tirantes. El 18 de diciembre de 1940, Hitler aprueba los planes de la “Operación Barbarroja” para la invasión de la Unión Soviética.

El pacto firmado para diez años duró muy poco. En junio de 1941, Hitler, desembarazado del frente occidental por el hundimiento de Francia y sin ver la posibilidad de éxito en la “Operación Otari”, que era como se llamaba en secreto la invasión de Inglaterra, atacaba a Rusia el 22 de junio de 1941 sin previa declaración de guerra.

Operación Barbarroja.

Cuando la Operación Barbarroja comienza en junio de 1941, Stalin se encontró en la paradójica situación de tener como aliados a los polacos, que habían sido sus enemigos poco tiempo atrás, al tener ambos países un común enemigo, la Alemania de Hitler. Así las cosas, el Gobierno polaco en el exilio en Londres, pidió a los rusos la puesta en libertad de los prisioneros polacos capturados tras la agresión soviética a Polonia, con el objeto de crear un ejército para combatir a los alemanes. Una comisión, dirigida por Joseph Czapski (1), viajó a Rusia para reclutar soldados entre los ya ex-prisioneros para prepararlos e integrarlos en las diferentes unidades a crear. Dicha comisión descubrió que no se conocía el paradero de varios miles de prisioneros, internados en los campos de Kozelsk, Starobielks y Ostashkov y que luego habían sido trasladados hacia un destino desconocido, sin que nadie, ni sus familiares, recibieran más noticias de dichos prisioneros. Cuando el teniente coronel Z. Berling, del Estado Mayor General polaco habló con el segundo jefe de la policía secreta soviética, Merkulov, al referirse a que con los internados en los campos de Kozelsk y Starobielsk se podrían formar los cuadros del nuevo Ejército polaco, Merkulov, de forma harto impulsiva replicó: “¡No, esos no! Hemos cometido un grave error con ellos.”

Sobre la base del informe redactado al respecto por Czapski, el profesor Jan Kot, embajador polaco en Moscú, pidió una entrevista con el ministro de exteriores ruso, Andrei Vichinsky, el 6 de octubre de 1941, para tratar de las desapariciones, y con el objeto de que le ayudara en la búsqueda de los soldados desaparecidos. Vichinsky aludió a la situación caótica existente en Rusia para intentar desentenderse del asunto, añadiendo que los prisioneros liberados estarían perdidos por algún lugar desconocido. Jan Kot le indicó que si alguno de los prisioneros indicados estuviera libre se habría puesto en contacto con las autoridades polacas. Al no haberlo hecho, consideraba que era imposible imaginarse que los aludidos no estuvieran en Rusia. Vichinsky, no sabiendo que decir, despidió a Kot, pero este, no dándose por vencido, pidió otra entrevista. Pero esta vez fue más arriba, esta vez pidió hablar con Stalin.

En el encuentro de Kot con Stalin, celebrado el 14 de noviembre de 1941, expuso que a comienzos de 1940 habían sido trasladados 40.000 oficiales polacos de los campos de concentración de Starobielsk y Kozelsk a otros centros desconocidos y que se ignoraba el paradero de esos hombres. Asimismo, le recordó que había concedido la amnistía a soldados polacos pidiendo al Gobierno ruso colaboración para localizar a todos los que aún no habían aparecido. Stalin se extrañó por la petición y dijo que ordenaría una investigación. Kot, hizo referencia a la urgencia de dar curso a la petición para organizar el Ejército polaco, a lo que Stalin replicó preguntando al embajador si tenían listas de los prisioneros, contestando Kot que sí y que las tenían de un modo detallado y por orden alfabético.

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(1)  Joseph Czapski, aristócrata de origen, notable pintor, narrador minucioso y soldado de circunstancias, escribió el libro “En tierra inhumana” en el que relata los horrores de la Rusia de Stalin, desde su posición de oficial del Ejército polaco derrotado. Narra sus años de cautiverio en las cárceles soviéticas y su papel posterior en la búsqueda de los miles de prisioneros polacos repartidos por los distintos ‘gulags’.

Estuvieron un rato hablando de otros temas hasta que llamó de nuevo el jefe policial a Stalin. Éste, una vez escuchó las explicaciones del policía, continuó con la conversación que tenían, sin mencionar a los prisioneros. Desde aquel momento el Gobierno polaco envió hasta 49 notas diplomáticas al Gobierno ruso relacionadas con el tema, sin obtener contestación alguna.

El Gobierno polaco en Londres hizo uso de sus contactos en los campos de prisioneros, para intentar descubrir si algunos de estos prisioneros polacos habían sido vueltos a capturar por los alemanes. Los resultados fueron negativos. Hasta que las fosas de Katyn fueron descubiertas el 13 de abril de 1943.

El general de división Kaczkowski y el capitán Eugene Lubomirski, directores del departamento que examinó las cartas de los familiares de los desaparecidos a sus familiares, testificaron que las últimas cartas y noticias de los oficiales desaparecidos llegaron en abril y mayo de 1940. Asimismo comentaron que todas las cartas enviadas por los familiares a los oficiales desaparecidos con posterioridad a mayo de 1940, fueron devueltas por las autoridades soviéticas con la inscripción de que se desconocía el paradero de esos oficiales.

Desaparecidos en 1941

En diciembre de 1942 el jefe del Gobierno polaco en el exilio, general Wladislaw Sikorsky decidió, de acuerdo con el presidente de la República polaca Raczkievick, discutir el problema personalmente con Stalin y se fue a Moscú acompañado del general Ladislaw Anders, nuevo comandante del Ejército polaco. Stalin estuvo evasivo añadiendo que en territorio ruso no había ni un solo polaco prisionero y además que quizás habían huido a algún lugar, después de concedida la amnistía. Anders preguntó que adonde podían haber ido y Stalin contestó que probablemente a Manchuria.

Entonces llegó el golpe demoledor: el martes 13 de abril de 1943, cuando Radio Berlín, tras las noticias de lo que ocurría en los diferentes frentes, informó que en Smolensk, la población local había indicado a las autoridades alemanas de la zona, el lugar donde la NKVD había cometido asesinatos en masa de 10.000 oficiales polacos y que en Kosogory y, más concretamente en el bosque de Katyn, cerca de Gniezdowo a 18 km. de Smolensk, en la carretera Smolensk-Vitebsk, habían encontrado una fosa de 28 metros de larga por 16 de ancha, llena con doce capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de 4.143 cuerpos, todos ellos con el uniforme militar y las manos atadas, y presentando heridas de bala en la nuca, causadas por pistola. La identificación no presentaba grandes dificultades ya que estaban enterrados con su documentación. El Ministerio de propaganda de Goebbels indicó como autor del crimen en masa, al NKVD, quien habría actuado por órdenes directas de Stalin.

En 1942, unas brigadas de la Organización Todt (OT) (grupo de construcción y de ingeniería alemana) que trabajaban en la zona de Katyn, tuvieron noticia por un campesino de la zona, que entre las estaciones de Katyn y Gniezdowo se encontraban unas tumbas. Las brigadas excavaron en el lugar señalado y encontraron restos humanos, pero volvieron a cubrir los restos y colocaron en el lugar una cruz con ramas de abedul. Luego de la limpieza del bosque y cuando las fuerzas de ocupación tenían totalmente asegurada la zona, no había razones para revisarla nuevamente. Probablemente, nunca se hubieran hallado las fosas que ocultaban el crimen en masa, de no ser por un hecho fortuito que rebelaría uno de los crímenes de guerra más espantosos del siglo XX. A comienzos del año 1942, una jauría de lobos, que azotaba la zona, era rastreada por un oficial subalterno del Regimiento de Transmisiones 537, estacionado en el Bosque de Katyn en Rusia. En su búsqueda, se tropezó con lo que parecía una parte escarbada del terreno, al lado de una cruz hecha con ramas de árbol. En los alrededores había huesos. Comunicó el hallazgo a sus superiores, quienes enviaron una patrulla que incluía al médico de la unidad. El doctor confirmó que se trataba de huesos humanos. Para identificar los restos, se hicieron investigaciones con personal médico del Grupo de Ejército Centro, quienes realizaron excavaciones en los alrededores de lo que parecía una fosa común y confirmaban que se trataba de osamentas humanas. Se encontraron más huesos, correspondientes a varios cadáveres, lo que obligó a extender la búsqueda. Lo que hallaron fue espeluznante. Se trataba de enormes fosas con miles de cadáveres apilados, todos con uniformes polacos. Al lugar fueron enviados médicos forenses alemanes y polacos, grupo al que más tarde se unieron prestigiosos profesionales de varios países, para formar un equipo de investigación dirigido por la Cruz Roja Polaca. Su misión era elevar un informe completo sobre lo sucedido en la zona. Después de desenterrar todos los cadáveres y hacerles la autopsia, se contabilizó un total de 4.143 oficiales y profesionales polacos, y se determinó que eran los cadáveres de prisioneros procedentes de campos de concentración soviéticos, cuya población, a partir de un traslado, habían sido declarados desaparecidos. Las autoridades polacas, que participaron en las investigaciones, confirmaron que había suficientes evidencias que determinaban que los soviéticos fueron quienes cometieron el asesinato de todos los militares y civiles.

El general Wladislaw Sikorski, jefe del Gobierno polaco en el exilio

Tras la derrota de Polonia y la partición de su territorio entre Alemania y la URSS, el general Wladislaw Sikorski, antiguo primer ministro, logró escapar a Inglaterra, junto a su esposa Elena y de su hija Sofía, convirtiéndose en el jefe del Gobierno polaco en el exilio.

Gran Bretaña se vio obligada a jugar un difícil papel diplomático entre polacos y soviéticos, tras la invasión germana de Rusia en 1941. Lo rusos mantenían sus aspiraciones sobre el suelo polaco, una vez que concluyera la guerra, y por otra parte, eran muy remisos a la liberación de los prisioneros polacos capturados en 1939. Ante esta situación, Sikorski defendía valientemente, en la medida de sus posibilidades, los derechos de la sufrida Polonia, enfrentándose a un Gabinete británico demasiado transigente en esta cuestión.

Los polacos exilados en la capital británica recibieron la ratificación del hallazgo de las fosas de Katyn y de las atroces cifras. Sikorski se reunió con Winston Churchill y le manifestó que las evidencias encontradas indicaban, irrefutablemente, a los aliados soviéticos como los culpables del crimen en masa. Churchill hizo lo posible por evitar una confrontación entre los aliados, manifestándole –cínicamente– al Primer Ministro, que mejor era olvidar el asunto, en vista que nada le devolvería la vida a los oficiales asesinados. El 19 de abril de 1943, el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Anthony Eden, culpó a los alemanes, asegurando que habían hecho todo un montaje para enemistar a los aliados. No logró engañar a nadie; las pruebas eran demasiado indudables. Los polacos pidieron una investigación por un equipo internacional, mientras el Kremlin acusaba a los servicios de propaganda alemanes. El gobierno soviético acusó de mentirosos a los polacos exiliados en Londres y ratificaba sus imputaciones contra los alemanes. Churchill se dedicó a apaciguar a sus aliados, pero no lo logró, ante la cantidad de evidencias presentadas por los propios polacos.

Dentro de las certezas encontradas, se hallaron los uniformes de los oficiales polacos con sus insignias e identificaciones, condecoraciones, objetos personales, diarios, cartas, periódicos, fotografías, es decir, todo lo que cualquier soldado lleva encima. En el lugar se encontraron casquillos percutidos y de los cadáveres fueron extraídas balas. Los casquillos y las balas eran de fabricación alemana. Goebbels escribió en su diario, que lamentablemente se habían encontrado balas procedentes de la fábrica Genschow de Karlsruhe-Durlach y él mismo se preguntó, si las balas fueron usadas por los soviéticos para involucrar a Alemania o si fueron parte de las ventas de armamento a los países bálticos en cumplimiento del acuerdo de Rapallo. Posteriores investigaciones confirmaron que se trataba de las municiones vendidas a los soviéticos y que formaban parte del parque regular de sus fuerzas armadas.

Periodistas noruegos acudieron a examinar el lugar y comunicaron del crimen a los periódicos de Oslo. Radio Berlín, como hemos dicho, informó el 13 de abril de 1943, del macabro hallazgo a todos los rincones del mundo y ese mismo día, a las 17:15 horas, añadía algunos comentarios a la primera noticia. Los oficiales asesinados habían sido todos sepultados en el bosque de Katyn a la derecha de la bifurcación que desde la carretera principal va de Smolensk a la residencia de verano de la NKVD. Las víctimas eran bajadas en la estación ferroviaria de Gniezdowo a cuatro kilómetros de Katyn y posteriormente llevadas en camiones cerrados, al lugar de las ejecuciones. El 14 de abril la agencia Tass emitió un comunicado de Stalin, según el cual los prisioneros mencionados habían sido internados en campos especiales en torno a Smolensk y empleados en la construcción de carreteras, y ocurrió que en el momento del avance de las tropas alemanas (julio de 1941) no les fue posible trasladarlos a otro lugar y que por lo tanto cayeron en manos de los alemanes, por lo que si habían aparecido muertos esas muertes eran cosa de los alemanes y que lo que estaban haciendo eran declaraciones falsas por razones propagandísticas.

Sikorski, en nombre del Gobierno polaco, publicó una nota en la que comentaba la gravedad de los hechos y al tiempo exigía una investigación exhaustiva y rigurosa por parte de la Cruz Roja Internacional.

Siguieron transcurriendo los días y Radio Berlín continuó dando boletines de noticias explicando detalles sobre los descubrimientos de las fosas. El 23 de abril de 1943, Molotov convocó al nuevo embajador polaco Romer para entregarle una nota en respuesta a la solicitud de la investigación sobre Katyn en la que decía que dada la actitud del Gobierno polaco al repetir las infames calumnias de los nazis se hacia cómplice de Hitler, por lo cual URSS rompía relaciones diplomáticas con el Gobierno polaco.

En ese momento Churchill y Roosevelt intervinieron en la cuestión, ya que no podían permitir que se abriese una fisura entre sus aliados, lo cual podía desembocar en una situación peligrosa. El mismo día de la ruptura de relaciones el embajador polaco en Washington, Ciekanoski, hablaba con el subsecretario de exteriores de los EE.UU, Summer Welles, quien le comentó que no alcanzaba a comprender porque pedían una investigación de la Cruz Roja, ya que se veía que era una maniobra de Goebbels. Ciekanoski le respondió que el Gobierno de EE.UU. sería mucho menos optimista ante la matanza de miles de oficiales americanos. Al día siguiente y en una rápida rueda de prensa leída por un diplomático, Sikorski –que se niega a hacer declaraciones posteriores– anuncia que el gobierno polaco en el exilio ha renunciado a hacer ninguna investigación sobre Katyn, lo que permite que las relaciones ruso-polacas se reanuden. Los alemanes siguen dando noticiarios durante todo el mes de abril sobre Katyn, en una maniobra de Goebbels para sacar partido del asunto.

Viaje de inspección de Sikorski a Oriente Medio y su trágica muerte

El Primer Ministro, el general Wladislaw Sikorski, el 24 de mayo de 1943, decidió inspeccionar las fuerzas polacas que combatían en Oriente Medio, al mando del teniente general Anders, recién liberado de una prisión rusa. Le acompañarían su hija, jefe del cuerpo auxiliar femenino polaco; su jefe de Estado Mayor, el mayor general Tadeusz Kimecki; su jefe de operaciones, coronel Andrzej Marecki: su ayudante naval; su secretario personal, y el coronel Victor Cazalet, oficial de enlace británico. Despegaron del aeródromo de Lyneham, cerca de Bristol, en un bombardero “Liberator” AL 523, pilotado por el teniente checo Edgard Prchal, y tras repostar en Gibraltar, llegaron el 26 de mayo a El Cairo, donde permanecieron seis semanas, repletas de contactos militares y diplomáticos. El viaje de regreso se realizó en la mañana del 3 de julio de 1943, llegando a Gibraltar en la tarde del mismo día. A la mañana siguiente, aterrizó en el aeródromo del Peñón, el embajador soviético en Londres, Ivan Maisky, que fue cumplimentado por el gobernador, quien no le comunicó la presencia de las autoridades polacas a fin de evitar un incidente diplomático.

A las diez de la noche del día 4, Sikorski se dirigió al aeropuerto para embarcar en el “Liberator” y partir hacia Londres. El avión recorrió los 1.650 metros de la pista, se elevó a una altura de 600 metros, cuando el avión picó de forma brusca y se estrelló contra el mar, a casi una milla de la costa. La muerte del general Sikorski, fue un misterio sin desvelar. Así desapareció el hombre que incansablemente se esforzaba por conseguir que se abriera una investigación sobre Katun y se castigara a los culpables.

Las ejecuciones en el bosque de Katyn

Abril normalmente trae la primavera a los bosques de Katyn, pero el invierno de 1939-40 había sido muy frío, y cuando los primeros soldados polacos llegaron de Kozielsk el 8 de abril de 1940, aún habían ocasionales parches de nieve sobre el terreno, y el barro cubría el camino que llevaba desde la estación a la Kosogory o Colina de las Cabras. En Gniezdowo los vagones de Kozielsk, Starobieisk y Ostashkov descargaban sus pasajeros en unas jaulas de alambre de espino rodeada de una fuerte escolta de soldados soviéticos. Esto no pudo resultar demasiado tranquilizador a los oficiales polacos, que seguro recordarían que el bosque de Katyn había sido usado ya 1919 para la ejecución de numerosos oficiales zaristas. Desde las jaulas los prisioneros fueron llevados en camiones hasta la Colina de las Cabras, y bajados con las manos atadas. Es fácil imaginar su desespero y horror ante el destino que les esperaba. Si un hombre luchaba o se resistía, sus ejecutores le ponían su abrigo sobre su cabeza, atándoselo alrededor de su cuello y llevado a rastras a la fosa, en la que caería una vez recibido el disparo en la nuca.

Los nazis convocaron una comisión dirigida por Leonard Conti, profesor de 40 años y responsable de los Asuntos de Salud del Reich. Dicha comisión estaba formada por científicos y médicos de Finlandia, Rumania, Hungría, Suiza, Holanda, Checoslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia, Bélgica y Dinamarca y que también incluía un periodista polaco. La comisión salió hacia Katyn a finales de abril. Al llegar a Katyn en La Colina de las Cabras descubrieron 8 fosas comunes de una longitud de unos 25-28 metros por 16 de ancho que contenían hasta 12 capas de cadáveres. Los trabajos de investigación fueron supervisados por los alemanes, pero el verdadero y propio trabajo estaba comandado por la Cruz Roja polaca, con el doctor Wodzinski como responsable de la investigación, que tenía a su disposición vecinos de pueblos cercanos y a un grupo de prisioneros de guerra rusos. Los cadáveres eran sacados y colocados en fila unos junto a otros, examinados y sacándoles los objetos que tenían en los bolsillos. Los uniformes, aún en buen estado, sólo habían perdido un poco el color y era imposible desabrochar los bolsillos ni sacar las botas. Para poder obtener los objetos personales y hacer un registro minucioso, procedieron a cortar las ropas con cuchillos. Como ya mencionó radio Berlín, los muertos presentan un tiro en la nuca. Además, numerosos prisioneros, ente ellos los generales polacos Smoravinski y Bohatyrewicz, presentaban también heridas de bayoneta. Todos los cadáveres tenían sus manos atadas con nudos especiales usados sólo en Rusia. Muchos de los cuerpos fueron enterrados sin quitarles sus pertenencias, posiblemente debido a la premura con que se efectuaban las ejecuciones.

Todos los objetos hallados (carteras, fotos, medallas, libros, anillos, encendedores, etc.) fueron numerados y el cadáver que los portaba recibía el mismo número. Entre los muertos se encontraron recortes de periódicos editados por los rusos en lengua polaca, postales, cartas, cuadernos y diarios. Todos ellos tenían fechas anteriores a abril de 1940.

Autopsias

Después de desenterrar todos los cadáveres y hacerles la autopsia, se contabilizó un total de 4.143 oficiales y civiles polacos y se determinó, que eran los cadáveres de prisioneros procedentes de campos de concentración soviéticos, cuya población, a partir de un traslado, habían sido declarados desaparecidos. Las autoridades polacas, que participaron en las investigaciones, confirmaron que había suficientes evidencias que determinaban que los soviéticos fueron quienes cometieron el asesinato de todos los militares y civiles.

Testimonio de Ernesto Giménez Caballero

Nacido en Madrid el 2 de agosto de 1899, se doctoró en Filosofía y Letras y en 1919 fue profesor de español en la Universidad de Estrasburgo y más tarde catedrático de Literatura en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid.

Su primer libro, Notas marruecas de un soldado (1923) le valió un proceso del que salió absuelto, y en 1927 fundó La Gaceta Literaria, revista de extraordinaria influencia en la España intelectual de su tiempo. Fundó también el primer cine-club de España y publicó diversos libros de carácter vanguardista.

Durante la Guerra Civil española fue oficial del Ejército Nacional y trabajó en los servicios de propaganda, y posteriormente, a partir de 1958, fue embajador en el Paraguay.

En la primavera de 1943, tuvo la oportunidad de ser testigo en Katyn del tremendo holocausto cometido por los soviéticos en el bosque de Katyn, escribiendo un estremecedor artículo desde el mismo marco de la horripilante matanza.

El bosque de Katyn

«[…] Ya a más de un kilómetro de la fosa donde estaban exhumados los polacos asesinados, la atmósfera había comenzado a cargarse de una pesadez hedionda.

Cuando salté del coche militar para saludar al famoso criminalista doctor Buhtz, que nos esperaba rodeado de oficiales y de auxiliares médicos, tuve que hacer un esfuerzo desesperadamente viril para no retroceder. No era un espectáculo –lo que me echaba atrás– de aquel cráter humano, donde lo humano había vuelto a ser humus, tierra, fiemo. Sino aquella tierra, aquel humus, humeaba con tal fetidez, que esa fetidez, era casi visible, tangible, pastosa, sápida. Se mascaba el hedor. Un olor que se me impregnó hasta el alma. ¡Pobre Polonia! El auténtico Finis Poloniae, aquel cráter humano.

Se me hizo recorrer el inmenso matadero. Contemplar estratos de cadáveres, unos sobre otros, aplastados, en una hoya redonda y vasta como una plaza de toros. Por el momento iban excavados cerca de 3.000 cuerpos. Con un profundo respeto los iban alineando soldados alemanes, en los claros del bosque: en formación bélica, en escuadrones funerales y solemnes, como tributo de honor a la hecatombe de todo un Ejército. ¡Pobre Polonia!

El hecho había ocurrido en la primavera de 1940. Desde la estación de Gniezdowo fueron trayendo a los oficiales prisioneros hasta aquí, en camiones. El clásico paseo. Tal vez pensaran esos oficiales ir a un campo de concentración. ¡Y qué concentración! Mirarían, como yo miraba la libertad de los pinos en sus copas, ascendiendo al cielo y al aire de primavera donde augúrales volarían cornejas. Pero pronto sus ojos se bajarían a la cárcava silícea –como en una trampa para fieras– fueron cayendo las expediciones precedentes. La mayoría de estos cadáveres tenían el rostro desencajado de espanto y delirio, con muecas de sufrimientos inenarrables. Los cuerpos se habían calcificado, momificado, y muchos se conservaban enteros, pelado el cráneo, rotos dientes, la carne fibrosa, el ojo cristalizado, las manos engarfiadas, y los uniformes de plomo y barro como escayola pintada.

¿Fueron los cuervos quienes con sus graznidos y revoloteos sobre la fosa descubrieron la inmolación, al modo que en el célebre cuento oriental? ¿Fue este campesino viejo, de caftán verdoso y montera peluda, que relataría una vez más lo que ya relató a las autoridades alemanas? (Escondido por el bosque, oyendo los alaridos y los disparos, fue acercándose agazapado, hasta contemplar la histórica carnicería.)

El doctor Buhtz –imperturbable en su grave misión de reconocer muerto tras muerto– los iba haciendo traer en parihuelas hasta una mesa de autopsia, improvisada y de madera, al borde de la fosa.

Me mostraban constantemente documentos y más documentos. Nombres y más nombres. El del General de Brigada Smorawinsky, de Lublin. El del mayor Valeriano Orlowski. Cuentas de hotel, billetes de teatro, carteras de piel, medallas con la Virgen… ¡Pobre Polonia!

Polonia, Rusia y España

–Doctor –le dije de pronto al doctor Buhtz–, creo que no es necesario este trabajo fatigoso y tremendo que hacen ustedes. Creo –proseguí– que les bastaría a ustedes recordar la historia secular de Rusia contra Polonia para comprender que sólo la Rusia de Boris Godunof ha podido tramar esta venganza histórica. Era una vieja cuenta pendiente. Y Stalin la ha liquidado, heredero de los Zares asiáticos.

Un oficial alemán que me estaba escuchando, se me acercó y me ofreció un pitillo.

–Yo soy de su opinión –me dijo en lengua española. Ante mi sorpresa prosiguió–: Estuve en la Legión Cóndor, por eso hablo algo de su lengua. ¿Vamos a tomar una taza de té en la casa de la GPU?

Echamos a andar por el bosque. Entre olor de pitillo y el alejamiento de la fosa, los nervios se iban calmando.

El palacete de leño donde la GPU corría sus juergas tras las ejecuciones. En el vestíbulo había pinturas de mujeres en troikas, elegantes y provocativas. Pasamos a un comedor y nos sentamos esperando un almuerzo. 

–Me ha interesado eso que ha dicho usted, atribuyendo el caso de Katyn a una venganza secular de Boris Godunof.

–Es que nosotros, los españoles, tenemos también cuentas pendientes con aquel déspota. En sus tiempos, allá por el siglo XVI, quiso España, la austriaca España, a través de nuestros jesuitas, salvar a Polonia de la esclavitud rusa, terminando con el Cisma ortodoxo y devolviendo esa tierra eslava al catolicismo.

–Se refiere usted a lo del falso Demetrio?

–Sí. Fue muy popular en España, hasta nuestro teatro clásico llegó aquella tragedia. Según parece, un jesuita polaco se lo contó a Lope de Vega, quien escribió su Gran Duque de Moscovia, o el Emperador perseguido… Drama polaco fue La Vida es sueño de Calderón, con un Príncipe Polaco, Segismundo, el drama más universal de España. ¡Romántica Polonia! ¡Heroica Polonia! ¡Calderoniana Polonia!

Inolvidable almuerzo

En la gran isla lujosa del bosque de Katyn, donde tuvo su sede el NKVD o Comisariado del pueblo y luego la GPU, tomamos un almuerzo frugal, compuesto de sakuskas y té. Desde las ventanas se veía un paisaje encharcado, silvano y arenoso. Las nubes, entre los árboles aún sin brotes, parecían míticas rusalkas o ninfas del bosque ruso. Llovía suavemente. La primavera en Rusia es el barro.

El doctor Buhtz llegó aún remangado y sin lavarse las manos, impregnadas de cadaverina; se sentó. Tomó un pan de sandwich y, sobre él, exprimió un pus que dijo ser pasta de salmón. Y tras tener un rato tal bocadillo entre sus dedos para que se infestara de olor a cadáver, me lo ofreció con una mirada de desafío. Lo tomé. Y hasta lo mastiqué. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡El español siempre!

Salimos a la carretera de Vitebsk a Moscú, camino de Esmolensko.

Paramos un instante en el puesto de policía, transformado en museo de la matanza de Katyn.

Bajo los porches de aquel puesto –cercano a la carretera– se había improvisado una galería de vitrinas con los documentos encontrados a las víctimas. A pesar de estar bajo cristales –aquellas cintas, estrellas, cartas y papeles, y carnés y fotos– apestaban aún a cadaverina, y no se podía estar mucho tiempo inclinado mirándolos.

Yo solicité algunos de estos testimonios para llevarlos a España. Y recuerdo que, al abrir la maleta en el hotel de Barcelona, el olor de Katyn reapareció, se desenroscó serpentino, fétido, y como estaba solo, caí ahora sobre la cama mareado, en náuseas. ¡Vomitando a Katyn!»

Orden de Ejecución emitida por Stalin

[Escudo de Armas de la URSS]

URSS

Comisariato Nacional para Asuntos Internos

5 de Marzo de 1940

No 794/

Moscú

A nombre de STALIN:

Un gran número de ex oficiales del Ejército Polaco, empleados de la Policía Polaca y servicios de inteligencia, miembros del Partido Nacionalista Polaco, partidos contra-revolucionarios, miembros descubiertos pertenecientes a grupos de resistencia contra-revolucionarios, fugitivos y otros, todos ellos enemigos jurados de la autoridad Soviética, que odian el sistema Soviético, están actualmente en campos de prisioneros de guerra de la NKVD de la URSS y en prisiones de Ukrania y Bielorusia.

Los oficiales militares y de policía en los campos están conduciendo actividades de propaganda anti-Soviética. Cada uno de ellos esta esperando solamente su liberación para comenzar sus actividades en contra de la autoridad Soviética.

Los órganos de la NKVD en las provincias occidentales de Ukrania y Bielorusia han descubierto un número de organizaciones rebeldes contra revolucionarias.

Ex oficiales del Ejército Polaco y policía, así como también de gendarmería han mostrado que están participando en espionaje y actividades insurgentes.

Entre los detenidos (sin considerar los soldados y oficiales subalternos) hay 14.736 ex oficiales, funcionarios de gobierno, terratenientes, policías, gendarmes, guardias de prisiones, colonizadores de regiones fronterizas y oficiales de inteligencia -más del 97% son de nacionalidad polaca.

De ellos:

295 generales, coroneles y tenientes coroneles.

2.080 mayores y capitanes.

6.049 tenientes, subtenientes y alféreces.

1.030 Oficiales superiores y subalternos de policía.

5.138 Agentes de policía, gendarmes, guardias de prisiones y personal de inteligencia.

144 Funcionarios de gobierno, terratenientes, curas, colonizadores de regiones fronterizas.

En la región occidental de Ukrania y Bielorusia, hay 18.632 Detenidos, de los cuales 10.685 son polacos, incluyen:

1.207 Ex oficiales

5.141 ex oficiales de inteligencia de la policía y gendarmería

347 Espías y saboteadores

465 Ex terratenientes, dueños de fábricas y funcionarios de gobierno

5.345 Miembros de varias organizaciones contra revolucionarias y otros elementos contra revolucionarios.

6.127 Fugitivos

Sabiendo que todos ellos son enemigos declarados de la autoridad Soviética, la NKVD de la URSS considera necesario:

I) Autorizar a la NKVD de la URSS para:

(1) Instruir los casos de los 14.700 ex oficiales de policía, funcionarios de gobierno, oficiales de policía, oficiales de inteligencia, gendarmes, colonizadores de las regiones fronterizas y guardias de prisiones que están retenidos en campos de prisioneros de guerra,

(2) Se debe incluir los 11.000 casos de miembros de varias organizaciones contra revolucionarias, espías y saboteadores, ex terratenientes, dueños de fábricas, ex oficiales de policía, funcionarios de gobierno y fugitivos que han sido arrestados y que están detenidos en las provincias occidentales de Ukrania y Bielorusia, y se les debe aplicar la pena máxima: ejecución.

II) El examen de los casos deberá ser efectuado sin instruir sumario y sin levantar cargos. Los manifiestos con las conclusiones de las investigaciones y los veredictos finales deberán ser como sigue:

(a) para las personas detenidas en campos de prisioneros de guerra, en la forma de certificados emitidos por la NKVD de la URSS.

(b) para los arrestados en la forma de certificados emitidos por la NKVD de la RSS de Ukrania y de la NKVD de la RSS de Biolorusia.

III) Los casos deberán ser examinados y los veredictos pronunciados por un tribunal de tres miembros consistentes de los camaradas Merkulov, Kobulov y Bashtakov (Jefe del 1er Departamento Especial de la NKVD de la URSS.)

Comisario Nacional de Asuntos Internos de la URSS

L. Beria

La firma de L. Beria fue añadida a mano y las firmas que siguen fueron borradas del original.

Firmado por: Stalin, Voroshilov, Molotov, Mikoyan, Kalinin y Kaganovich

La patraña en Nuremberg

Durante el juicio de Nuremberg se intentó, bajo presión soviética y la indiferencia cómplice británica, de investigar y acusar a los “culpables” alemanes del crimen en masa de Katyn. Incluso se pretendió incriminar a oficiales superiores incluso generales, que no habían sido incriminados en otros supuestos actos criminales.

Por los archivos del juicio, en virtud de los Estatutos de Nuremberg según los cuales los informes de las comisiones de encuestas aliadas tenían el valor de prueba, el informe soviético sobre Katyn, acusando a los alemanes de la matanza de 11.000 militares y civiles polacos fue aceptado por los vencedores como prueba auténtica, indiscutible, el 8 de agosto de 1945. Finalmente, no hubo pruebas suficientes y la causa fue sobreseída

Nueva investigación

En 1945 se abre una nueva investigación promovida por el ministro de Justicia Swiatlovski, dirigida por el procurador general de Cracovia, Román Martini, que, durante la indagación, descubre la relación de oficiales rusos que dirigían los campos de Kozielsk y Starobielsk, además de algo desconcertante: en las fosas habían sido encontrados cartuchos de proyectiles –tal como hemos mencionado anteriormente– de fabricación alemana, de la empresa Gustav Genschow, ubicada en las proximidades de Kalsruhe, cartuchos con la marca de la fábrica GECO 7,65. Martini se preguntaba como era posible que si los alemanes quisieran atribuir la matanza a los rusos hubieran empleado proyectiles propios en vez de soviéticos, de los cuales tenían abundante provisión después de la derrota del Ejército ruso. Román Martini continuó la investigación y descubrió que en 1924 Genschow había sido autorizado a exportar municiones a la URSS en grandes cantidades, pero también recibieron esa munición los países Bálticos y Polonia.

Martini acabó la investigación en febrero de 1946. Volvió a Polonia y envió un memorial con sus conclusiones al Ministro de Justicia, tras depositar previamente una copia en un notario en Suecia, para “abrir en caso de muerte o desaparición”. En la noche del 12 al 13 de marzo de 1946, Martini resultó muerto en su casa de Cracovia por disparos de ametralladora por una pareja de 19 y 17 años, miembros del Comité para la Amistad Soviético-Polaca. Fueron detenidos al día siguiente y encerrados en la cárcel de San Miguel de Cracovia, una de las más rigurosamente custodiadas; a los tres días se fugaron de la prisión durante la noche. Nunca más se sabrá de ellos. Nada sale de lo descubierto por Martini.  Todo ello no dejó de ser muy sospechoso…

Epílogo

En 1989, después del colapso de la Unión Soviética, el Primer Ministro Gorbachov admitió, que la NKVD había ejecutado a los polacos y confirmaba la existencia de otros dos lugares más de ejecución similares, donde siguiendo las órdenes de Stalin, en marzo de 1940, la NKVD había dado muerte a 25.700 polacos, incluyendo los encontrados en Katyn.

En mayo de 1992, en un bosque cerca de Kharkov, investigadores privados rusos descubrieron una fosa común conteniendo 3.891 cuerpos de oficiales polacos procedentes del campo de Starobielsk en Ukrania. En junio de ese año, autoridades rusas descubrieron 30 fosas comunes en Miednoje, 100 millas al noroeste de Moscú. Contenían los restantes 6.287 prisioneros polacos del campo en la isla Ostashkov en el Lago Seliguer. Antes de la masacre de 1940, 245 oficiales de Kozielsk, 79 de Starobielsk y 124 del campo de Ostashkor, fueron trasladados, por razones no aparentes, al campo de Pavlishchev Bor, a cien millas al noroeste del campo de Kozielsk. Esos 448 oficiales fueron los únicos supervivientes de la masacre de Katyn. En otros lugares del bosque de Katyn se encontraron otras tumbas, conteniendo cuerpos de políticos rusos prisioneros quienes fueron ejecutados por la NKVD antes de la guerra. Parece ser que el Bosque de Katyn fue el lugar principal de ejecuciones de la NKVD de Stalin.

El 13 de abril de 1990, cincuenta años después de la masacre, Boris Yeltsin oficialmente admitió la responsabilidad de la Unión Soviética en el crimen de Katyn. 

El 14 de octubre de 1992, el presidente ruso Yeltsin había dado a conocer que mandaría a Varsovia un enviado especial, el cual entregaría al presidente polaco Lech Walesa documentos muy importantes. El delegado especial era el profesor Rudolf Pijoya, presidente del Comité de los Archivos Estatales de la Federación Rusa. Pijoya llevaba en la cartera fotocopias de papeles originales relacionados con el fusilamiento en 1940 de oficiales y otros ciudadanos polacos, prisioneros de guerra.

Con su decisión, Yeltsin perseguía un doble objetivo: aclarar la verdad y atacar a su adversario político, Mijail Gorbachov. El deseo de Yeltsin era poner de manifiesto que Gorbachov había mantenido en secreto el carácter criminal del Partido Comunista de la URSS.

Al recibir los documentos, el presidente Lech Walesa conteniendo las lágrimas, manifestó: “Somos testigos de la entrega de los documentos más importantes relacionados con los más crueles crímenes contra la nación polaca”. Y añadió: “Me quedo sin habla cuando miro estos papeles: me tiemblan las piernas”.

Según Pijoya, el expediente sobre Katyn, se encontraban en el Kremlin, en el archivo del Politburó, y de ahí pasó al archivo del presidente Gorbachov. De Gorbachov lo había heredado Yeltsin.

Iglesia de Santa Ana en Varsovia

En el interior de esta hermosa iglesia gótica de Santa Ana, ubicada en la Krakowskie Przedmiescie 68, calle principal de Varsovia, hay una capilla muy sobria,  dedicada a los polacos asesinados por los rusos en las fosas de Katyn (5-III-1940).

También se pueden contemplar una serie de lápidas, recordando a los 21.857 polacos asesinados por el Ejército Rojo, de los cuales 14.552 eran oficiales del Ejército polaco.

Cementerio londinense de Hammersmith

Desde el año 1976 se alza en dicho cementerio, un obelisco negro costeado por exiliados polacos residentes en Inglaterra, en cuya base se leen dos frases que sobrecogen: «Katyn 1940. Polonia no les olvida…»


Documento extraído de la página: www.generalisimofranco.com