Las Brigadas
Internacionales nacieron en la reunión celebrada el 26 de julio de 1936 en Praga
por el Komintern. En ella no solamente se decidió asignar mil millones de
francos franceses para ayudar a la causa republicana (siendo el Partido
Comunista de España el encargado de administrarlos junto con otras
organizaciones del mismo signo político), sino que ya se creó una pequeña
brigada a la que se apuntaron comunistas de diversos países de Europa.
El precedente
de tales brigadas puede remontarse a aquellos grupos de alemanes, italianos,
belgas, etc., de ideología afín al marxismo –socialistas y comunistas e,
incluso, anarquistas–, que con motivo de celebrarse en Barcelona la llamada
Olimpiada Popular 1936, que había de inaugurarse el 19 de julio de 1936 –para
sabotear, en lo posible, la Olimpiada a celebrar en el Berlín de Hitler–, con la
participación de unos 4.000 atletas y gimnastas, y que, por su militancia
antifascista, se sintieron moralmente obligados a alinearse junto a sus
correligionarios españoles, encuadrándose eventualmente en columnas, centurias y
batallones, bajo las órdenes de cualquier líder político erigido en capitán,
comandante o general más o menos improvisado.
En un titular
de “La Vanguardia” del 24 de julio de 1936, se podía leer: “Es tal el
entusiasmo que la causa republicana ha despertado en estos atletas, que muchos
de ellos se han alistado en las milicias populares para Zaragoza y otros puntos”.
Por otro lado,
Stalin no se decidía a mandar ayudar abiertamente, ya que entre otras cosas,
pensaba que la rebelión sería pronto sofocada, y prefirió ayudar a través del
Komintern, de los partidos comunistas de Europa y América, del Socorro Rojo
Internacional y del movimiento “Paz y Libertad”.
De acuerdo con
el PCE, los dirigentes comunistas Palmiro Togliatti, Maurice Thorez y André
Marty, presididos por el delegado general de Stalin en el Komintern, Jorge
Dimitrov, e inspirados por el principal emisario de las alturas rojas, Ernó Gerö,
decidieron enviar apresuradamente a la sucursal española –que por aquel entonces
radicaba en la madrileña calle de Francos Rodríguez, 5– los refuerzos aprobados
por Stalin.
El 6 de
septiembre de 1936, Rosenberg, recientemente nombrado embajador soviético en
Madrid, envió un despacho a Moscú indicando que le parecía había llegado la hora
de mandar, en apoyo a la República, a un verdadero ejército, ya que la situación
militar empezaba a ser desesperada.
ARRIBA
A
principios del mes de septiembre, están en Madrid Maurice Thorez,
secretario del Partido Comunista francés, y Luigi Longo. Éste
ayudaba a los comunistas españoles a organizarse militarmente, y
Thorez sostenía conversaciones con Francisco Largo Caballero, ya
primer ministro, y con Rosenberg para tratar de organizar la
llegada de ayuda a la zona republicana. A fines de septiembre se
trasladó a Moscú para informar al Politburó. Una de las ideas
que se forjaron allí fue la de que la creación de unas Brigadas
Internacionales que intervinieran en España podría ser el primer
paso hacia la creación de un Ejército Rojo Internacional que
operara posteriormente en otros países.
Así pues, las
Brigadas Internacionales fueron una fuerza soviética, en cuanto el Komintern fue
una entidad soviética. Comunista fue, por tanto, la idea y la inspiración de las
Brigadas Internacionales.
En contra del
tópico tantas veces repetido, el inicio de las Brigadas Internacionales no fue
un movimiento espontáneo de demócratas de todo el mundo, sino una campaña
llevada a cabo por el Komintern siguiendo órdenes directas de Stalin. Servían
también para eliminar a los disidentes del comunismo soviético. Había
instrucciones para adoptar “medidas apropiadas” contra un voluntario con
posibles conexiones trotskistas.
Los miembros de
las BI fueron voluntarios, sin embargo no pocas veces se recurrió al engaño para
lograr su reclutamiento. Generalmente, se les ocultó el carácter comunista de
los organizadores, si no eran simpatizantes del comunismo. En otras ocasiones,
se les prometió que sólo estarían en España unos meses. Hubo casos en los que se
les reclutó sin informarles de que iban a combatir y con la promesa de que
encontrarían un trabajo bien remunerado en España.
También eran
comunistas sus centros y sus canales de reclutamiento, centralizados en París,
rue Lafayette (para los comunistas de países totalitarios) y rue Mathurin-Modeau,
sede de los Sindicatos, para los comunistas de países democráticos. Comunistas
eran los organizadores y los enlaces, desde Josip Broz –el futuro mariscal
Tito–, se encontraba en París, organizando, desde un hotel de la margen
izquierda del Sena, el aluvión de voluntarios para la guerra civil española, por
medio del denominado ferrocarril secreto, por el que se expedían
pasaportes y dinero a los voluntarios procedentes de la Europa Oriental, hasta
los oscuros burócratas del oscuro comunismo americano, que trabajaban en franca
camaradería con la Embajada de la República en Washington.
Comunistas
eran, casi sin excepción, los jefes importantes de las Brigadas Internacionales
y la inmensa mayoría de los intermedios. Fervientes y viejos comunistas como
Manfred Stern “Kleber”, primer jefe de la XI Brigada; Zalka “Luckas”, primer
jefe de la XII; Zaisser “Gómez”, primer jefe de la XIII; el militar polaco Karol
Swierczewski “Walter”, primer jefe de la XIV, y Galicz “Gal” –ciudadano
soviético, como “Luckas”–, primer jefe de la XV.
Cuando un
voluntario no pertenecía al Partido Comunista, un representante de la NKVD (Narodny
Komissariat Vnutreenich Del) –el Comisariado Popular del Interior de la URSS,
órgano de la administración soviética del cual dependían la policía secreta y la
mayor parte de los servicios de información–, investigaba sus antecedentes y era
examinado por un médico comunista en la frontera hispano-francesa, aunque muchos
se saltaron dichos controles, especialmente quienes se incorporaban a las
brigadas en territorio español o sobre la marcha.
Los efectivos
totales de las Brigadas del Komintern contaban inicialmente con un 65 por 100
aproximado de comunistas, que, al salir de España, se habían incrementado hasta
un porcentaje superior al 80 por 100. |
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ARRIBA
Respecto a la procedencia de los componentes de las Brigadas
quedaba así definido: Si los voluntarios de las Brigadas
Internacionales eran la espuma de la crisis mundial, fácil es
comprender que no formaban un conjunto de virtudes ciudadanas ni
personales. La inmensa mayoría de sus efectivos estaban formados
por emigrados políticos y obreros sin trabajo. Casi un 90 por
100 de los internacionales eran obreros que saltaron a España
desde las marchas del hambre. Este porcentaje también es válido
para los americanos, en quienes se ha querido ver un
destacamento de los intelectuales del mundo. No existió una sola
primera figura entre los intelectuales y universitarios, que
combatieron en las Brigadas Internacionales. De entre los
intelectuales que estuvieron en España, como Ernest Millar
Hemingway, Georges Bernanos, André Malraux y Arthur Koestler,
ninguno de ellos combatió en las Brigadas Internacionales.
George Orwell (pseudónimo de Eric Arthur Blair) se enroló en las
milicias del POUM, siendo destinado al frente de Hueca, donde
permaneció por espacio de 115 días en calidad de simple
combatiente
La inmensa mayoría de los internacionales
vinieron a España acuciados por el hambre y por la persecución
política. Las primeras remesas de “voluntarios” resultaron tan
desastrosas, que el complaciente control parisiense tuvo que
estrechar la admisión con una gran rigidez. La cifra de
pervertidos, de criminales, de cobardes y de inútiles entre los
legionarios del Komintern fue aterradora y muy superior a la de
cualquier otro ejército voluntario del siglo XX.
ARRIBA
Una vez que el Politburó estuvo enterado del informe de Thorez,
éste volvió a París, ya con la misión de organizar el
reclutamiento de voluntarios para las Brigadas. Junto a Longo,
André Marty (que posteriormente sería comisario general de las
Brigadas en Albacete) y el comunista polaco Karol Swierczewski
(después conocido durante la lucha como el general “Walter”),
montó las oficinas de la calles Lafayette y Mathurin. En las
delegaciones sindicales de otros barrios de París se instalaron
“sucursales”. Marsella, Orán, Lille, Perpiñán fueron también
ciudades de reclutamiento.
Finalmente Stalin se decidió a dar su visto
bueno a la formación de las Brigadas en una carta que dirigió al
secretario del Partido Comunista español, José Díaz. En ella
decía: “Los trabajadores de la Unión Soviética, al ayudar en
la medida de lo posible a las masas revolucionarias de España,
no hacen más que cumplir con su deber. Se dan cuenta de que
liberar a España de la opresión de los rebeldes fascistas no es
un asunto privado de los españoles, sino la causa común de toda
la Humanidad avanzada y progresiva”. La carta llevaba la
fecha del 16 de octubre de 1936.
ARRIBA
En Barcelona se formaron dos grupos de comunistas germánicos,
que se designaron, cada uno por su lado, con el nombre de su
jefe prisionero: Ernst Thaelmann. Este grupo partió los primeros
días para el frente, integrándose sus hombres en una de las
columnas de Aragón.
El segundo grupo fue mucho más importante. Al
mando del diputado comunista del Reichstag Hans Beimler, llegó
pronto a casi un centenar de hombres que se encuadraron en la
Centuria “Thaelmann”, saliendo a finales de agosto de 1936 para
el frente, y allí se les incorporó otro de los internacionales
alemanes más conocidos: “Ludwig Renn”, pseudónimo del escritor
alemán Arnald Vieth von Golssenan, que fue oficial del ejército
de su país en la I Guerra Mundial. Posteriormente se afilió al
Partido Comunista.
En agosto de 1936 se formó en la Ciudad Condal
la Centuria “Justicia y Libertad”, bajo el mando de Carlo
Rosselli, un militante socialista evadido de la isla de Lipari.
Los componentes de esta centuria eran la mayoría italianos, y
había desde anarquistas hasta republicanos moderados, pasando
por socialistas y comunistas. Hacia el 20 de agosto de 1936
partieron para el frente de Aragón. El 5 de septiembre lo hizo
la Centuria “Gastone Sozzi” con un centenar de hombres, casi
todos italianos, bajo el mando de un antiguo sargento “bersaglieri”,
Gotardo Rinaldi y del capitán Francesco Leone.
El 6 de septiembre, treinta y cuatro polacos, la
mayor parte de ellos de profesión mineros, residentes en Francia
y Bélgica, y dos húngaros formaron un grupo al que le dieron el
nombre de un revolucionario polaco: Jaroslaw Dombrowski. Al día
siguiente pasó a integrarse, como sección de ametralladoras, en
la recién creada “Comunne de París”, a cuyo mando estaba el
oficial del ejército francés Jules Dumont, conocido con el
sobrenombre de “coronel Kodak”, por la afición que tenía a ser
retratado. Afiliado al Partido Comunista, había participado en
la campaña de Abisinia.
En las sierras del Norte de Madrid lucharon
desde agosto el Batallón “Octubre”, que si bien estaba formado
mayoritariamente por españoles, también figuraban algunos
extranjeros, estando mandados por el socialista piamontés
Fernando Da Rosa, que marchó de Italia después de la victoria
del fascismo. Refugiado en Bruselas, cumplió dos años y medio,
de los cinco a que se le condenó, por un atentado fallido contra
el príncipe Humberto, hijo del rey Víctor Manuel de Italia. Se
exilió a España, participando en el levantamiento revolucionario
de octubre de 1934. Fue arrestado y condenado a 19 años de
prisión. En febrero de 1936 se benefició de la amnistía
decretada por el Frente Popular. En el Batallón “Octubre” estuvo
ayudado por el yugoslavo Mirko Turkovic y por el italiano
Bianchi. Fernando Da Rosa, a finales de julio, al mando de su
batallón partió al frente de la Sierra de Madrid, asentándose en
Peregrinos. El 16 de septiembre de 1936, en un contraataque
tratando de recuperar sus posiciones en el monte de Cabeza
Lijar, cayó herido mortalmente.
ARRIBA
La
comarca manchega tenía un gran valor estratégico y logístico, al
ser el centro de comunicaciones que enlazaban Madrid con Levante
y Andalucía, estando además alejada de los diferentes frentes de
guerra. Aunque Albacete y sus alrededores era aparentemente un
lugar inhóspito, sin embargo poseía suficientes recursos
agrícolas y ganaderos como para alimentar a un gran número de
hombres.
El día 12 de octubre de 1936 comenzó la transformación de
Albacete en base del Ejército para recibir a los primeros
voluntarios extranjeros. Ese mismo día llegaba a Figueras
(Gerona) el primer gran contingente compuesto por quinientos
hombres, franceses en su mayoría, alemanes y balcánicos. Al día
siguiente, otros quinientos desembarcaban en Barcelona,
procedentes de Marsella, llegando el 14 a Albacete. Urgentemente
se tuvo que formar el llamado “Comité de Organización”,
encargado de recibir a los voluntarios, vestirlos e instruirlos.
Al mismo tiempo que se organizaban las Brigadas, arribaban a
Cartagena y Alicante los primeros barcos rusos con carros,
tanques, municiones, etc.
En octubre de 1936, Stalin destinó como jefe de la base de
Albacete y de las Brigadas Internacionales a André Marty, que en
1935 había sido nombrado secretario general de la Komintern.
ARRIBA
Había nacido en Perpiñán en 1886, hijo de un revolucionario de
la Comuna de París, que tras la derrota de 1871 fue condenado a
muerte. André Marty en el año 1907, intervino en la rebelión de
viticultores franceses del Sur y después se alistó en la
escuadra francesa como mecánico. Fue destinado en el torpedero
Le Protée, que formaba parte de la flota francesa en el
Mar Negro, encargada de apoyar al ejército blanco al comenzar la
guerra civil de Rusia en 1919. Trató de hacerse con el barco
para entregárselo a la Marina revolucionaria rusa, pero
descubierto por el contraespionaje galo, fue trasladado a otro
navío, el Waldeck-Rousseau, donde se amotinó con el mismo
fin. Llevado ante un consejo de guerra evitó el fusilamiento,
alegando que un abuelo suyo había muerto de demencia, y pese a
una aparatosa condena fue indultado en 1923. Ingresó
inmediatamente en el Partido Comunista de Francia, que valoraba
como un gran mérito la doble traición de Marty a su patria.
Varias veces diputado, fue nombrado en 1932 miembro del comité
ejecutivo de la Komintern y recibió la Orden soviética de la
Bandera Roja.
André Marty llegó a Albacete acompañado por su esposa Pauline,
la única persona del mundo ante la que sentía miedo y aun cierto
respeto.
Marty instaló su cuartel general en el convento de las
Dominicas. Nombró jefe de Estado Mayor a Vital Gayman
“Comandante Vidal”, un individuo menudo e inquieto, hábil
organizador y fanático de la disciplina. Aunque era bastante
cruel, tapaba como podía las arbitrariedades y desatinos de su
jefe. También formaban parte del comité organizador de las
Brigadas, el comunista Luigi Longo, su colega Giuseppe de
Vittorio, alias “Mario Nicoletti”, encargado de asuntos
políticos, el comunista prusiano Hans Kahle, el aventurero
francés “Geoffroy”, el polaco “general Walter”, el jefe del
Quinto Regimiento Vittorio Vidali “Carlos Contreras”, secretario
de otro jefe de los servicios soviéticos, coronel Orlov y la
aristócrata Constancia de la Mora “Conniel”, intérprete en
varios idiomas, nieta de Antonio Maura Montaner (1853-1925),
–estadista, abogado y cinco veces Presidente del Gobierno–, y
esposa del coronel Ignacio Hidalgo de Cisneros, comunista como
ella y que sería nombrado jefe de la Aviación Republicana.
Pronto empezó André Marty a hacer honor a su fama de crueldad y
sadismo, al que al poco tiempo le llamarían “El carnicero de
Albacete”. Tales atrocidades cometió en nombre de la disciplina,
que fue llamado a rendir cuentas ante el Comité Central del
Partido Comunista de Francia al que pertenecía. Y el 15 de
noviembre de 1937 respondió a las acusaciones en los siguientes
e increíbles términos, que incluían un pavoroso retrato de las
Brigadas Internacionales bajo su mando:
«A España, con los buenos militantes comunistas,
socialistas, antifascistas italianos, emigrados alemanes,
anarquistas de todos los países y razas, acudieron muchos
centenares de elementos criminales y mientras parte de ellos
se limitaban a vivir cómodamente sin hacer nada ni combatir,
otros muchos, aprovechándose del desorden, iniciaron una
serie innumerable de abominables delitos: estupros,
violencias, rapiñas, homicidios por pura maldad, hurtos,
secuestros de personas, etc. No contentos con ello han
promovido sangrientas rebeliones contra las autoridades de
Valencia y hasta algunos se han dedicado al espionaje a
favor de Franco. A medida que la policía de Valencia se iba
haciendo dueña de la situación, tales elementos eran
detenidos y conducidos a Albacete, centro de formación de
las Brigadas Internacionales puestas bajo mis órdenes.
Mientras una parte de los citados elementos consiguieron
lavar sus culpas, marchando a combatir valientemente y
cayendo en los más sangrientos encuentros que para la
defensa de Madrid han sostenido las Brigadas
Internacionales, otros han dado pruebas de ser
incorregibles. En Albacete pretendían continuar las
criminales empresas realizadas en otras partes; apresados,
se evadieron del campo de concentración, agrediendo o
asesinando a parte del personal de vigilancia. Ante todo
ello no vacilé y ordené las ejecuciones necesarias. Las
ejecuciones ordenadas por mí no sobrepasaron las quinientas;
todas efectuadas contra auténticos criminales enmascarados
de defensores de la libertad».
ARRIBA
El
Decreto constitutivo de las Brigadas Internacionales dentro del
Ejército republicano no apareció hasta el 27 de septiembre de
1937, pero venía a consagrar una situación que, sobre no ser ya
secreta, existía prácticamente desde la misma iniciación de las
Brigadas Internacionales en octubre de 1936.
Cuando las expediciones de voluntarios rendían viaje en la
estación manchega, se les conducía inmediatamente a la plaza de
toros, donde se realizaba una primera selección. Luego se les
alojaba y encuadraba, marchando seguidamente a los centros de
instrucción que estaban repartidos por pueblos de la comarca.
A La Roda iban los franceses y alemanes; a Madrigueras los
italianos e ingleses; a Tarazona de la Mancha los polacos y a
Villanueva de la Jara los balcánicos y americanos. La
instrucción en algunos aspectos fue muy difícil, pues estos
hombres venían con ideologías que no aceptaban la disciplina
militar, lo que obligó a tener que utilizar la fuerza e
imponiéndose la pena capital para delitos que se consideraban
graves. Por supuesto no faltaba una cárcel y una “checa”
particular que “ayudaron” a que se hicieran auténticos soldados.
El día 25 de octubre de 1936 ya estuvo formada la primera
Brigada Internacional –llamada primero IX Móvil e inmediatamente
XI Brigada Mixta–, a base del batallón que se llamó “Edgar André”
formado sobretodo por alemanes y austriacos y dirigido por Hans
Kahle, uno de los mejores oficiales que tuvieron las Brigadas
Internacionales. El batallón francófono se llamó “Commune de
París” al mando de Jules Dumont. El tercer batallón era el “Garibaldi”,
teniendo como jefe a Randolfo Pacciardi. El cuarto batallón
tendría el nombre del revolucionario polaco de la Comuna
parisiense de 1871 “Dombrowski” y estaba formado por eslavos y
magiares al mando del polaco comunista Boreslav Ulanowski.
El resto de las nacionalidades se incorporaron a estos cuatro
batallones.
El mando supremo militar quedó en manos de una de las figuras
más carismáticas y que fue exaltado por la propaganda: el
general Kleber, que había participado en la I Guerra Mundial,
cayendo prisionero de los rusos y enviado a Siberia. Allí, al
caer el régimen zarista fue puesto en libertad, uniéndose a los
bolcheviques en la guerra civil, terminada la cual ingresó en la
Academia Militar soviética. Kleber era uno de los hombres que
había mandado Moscú para controlar la marcha de la guerra
El 1 de noviembre, la XI Brigada Mixta se puso a las órdenes del
general Kleber y al día siguiente salían para Madrid,
participando en las batallas de Brunete y posteriormente en
Belchite. Opuesto, desde el punto de vista militar, a las
teorías del general José Miaja y del teniente coronel Vicente
Rojo, con los que sostuvo largas y duras controversias, fue
enviado a Valencia, donde durante algún tiempo desempeñó un
destino burocrático, al término del cual regresó a la URSS,
desapareciendo misteriosamente de la escena política, al parecer
víctima de una “purga” de Stalin.
ARRIBA
Ante la amenaza de los nacionales, el día 6 de noviembre de
1936, el gobierno de la República, dando por perdida la ciudad,
se trasladó a Valencia, dejando la defensa de la capital en
manos de la junta de Defensa de Madrid, que integraba a
representantes de las diferentes fuerzas políticas que defendían
la República, bajo el mando militar del general José Miaja
Menant. En compañía del jefe de Estado Mayor, el teniente
coronel Vicente Rojo Lluch, se apresaron a diseñar un plan de
defensa de Madrid, impidiendo la rápida caída de la capital de
España.
El 6 de noviembre de 1936, la XI Brigada se estableció como
reserva en el sector de Vallecas. El día 7, en pleno ataque del
Ejército de África sobre la Casa de Campo, los Internacionales
desfilaban por la Gran Vía, ante la multitud que los vitoreaba
al grito de “¡Viva los rusos!” Entraron en combate el día 8,
cuando el primero y decisivo empuje de los asaltantes había ya
sido contenido…por las brigadas y columnas españolas.
La XII Brigada Internacional, al mando del escritor
húngaro-soviético Maté Zalka (“general Luckas”) y con Luigi
Longo (“Gallo”) de comisario, entró en fuego aún más tarde y
fracasó estrepitosamente frente al Cerro de los Ángeles.
Sus tres batallones –el italiano “Garibaldi”, el germánico
“Thaelmann” y el francés-belga “André Marty”– huyeron como
bisoños milicianos en cuanto alguien gritó, chapurreando
español: “¡Moros, moros!”.
El 17 de noviembre, la XII Brigada salió para Madrid, donde los
tres batallones de la XI –“Edgar André”, “Dombrowski” y “Commune
de París”– lucharon con legionarios y regulares por cada palmo
de terreno en la Ciudad Universitaria. El 18 de noviembre, la
XII Brigada, rehecha tras el desastre del Cerro, llegó al sector
para reforzar a la XI.
El 21 de noviembre, con la batalla defensiva ya prácticamente
ganada por el nuevo Ejército de la República, las dos Brigadas
Internacionales contribuyeron a restablecer la situación después
de la espectacular desbandada de los anarquistas catalanes y
después de la misteriosa muerte del jefe de la “columna de
socorro a Madrid”, Buenaventura Durruti.
Poco después, Kleber pasó a mandar el sector occidental de la
defensa, y Hans Kahle, el competente jefe del Batallón “Edgar
André”, le sucedió en el mando de la XI Brigada Internacional.
La primera fase de la lucha por Madrid, había terminado.
La resistencia de las milicias populares predominantemente
socialistas y comunistas, luego militarizadas para formar el
Ejército Popular, unida de forma decisiva a los refuerzos de las
Brigadas Internacionales, permitió que Madrid se convirtiera en
un símbolo de resistencia contra los nacionales. Famoso se hizo
el eslogan ¡No pasarán!, siguiendo Madrid en manos de los
rojos durante el resto de la contienda.
ARRIBA
La Batalla del Jarama se desarrolló entre el 6 y 27 de febrero
de 1937. La ofensiva fue iniciada por el ejército Nacional con
la intención de cortar las comunicaciones de Madrid. Para
algunos historiadores, esta ofensiva entra dentro de la Batalla
de Madrid. El diseño de la operación inicial era una acción de
gran envergadura por el este de Madrid que incluía la toma de
Arganda del Rey cortando las comunicaciones hacia Valencia y
subir hasta Alcalá de Henares para alcanzar la carretera de
Barcelona. La batalla tomó el nombre de las primeras ofensivas
con la conquista en poco más de cuatro días, de la zona del río
Jarama. Las unidades republicanas, dispersas en el inicio de la
ofensiva, se agruparon al mando del general José Miaja el día 15
de febrero de 1937, conformando en total cuatro Divisiones o
Agrupaciones que consiguieron evitar el avance hacia Arganda. El
ejército republicano contó con las Brigadas Internacionales XI,
XII, XIV y la XV, que combatieron entre el Jarama y Morata de
Tajuña.
La intervención militar de los americanos en el Jarama fue un
total desastre debido principalmente a la indisciplina y a su
ineptitud. El jefe del batallón, Bob Merriman, recibió la orden
de recuperar el Pingarrón. Se negó y forceó con Copic y con
“Gal” hasta que, amenazado de fusilamiento por motín, dio la
orden de ataque contra los legionarios, que acababan de instalar
un excelente sistema defensivo de fuegos cruzados. Los soldados
nacionales de Orgaz –el 95 por 100 de los legionarios del Jarama
eran españoles, en contra de tantas propagandas insidiosas–
frenaron en seco a los “Lincolns” que habían venido a España
huyendo de los coletazos de la crisis de Wall Street, no para
enfrentarse a unos soldados mucho mejores que ellos.
Este primer intento americano tuvo lugar el 23 de febrero de
1937. El día 27 Merriman herido, fue evacuado. Las
ametralladoras del negro Oliver Law, jefe del “batallón Lincoln”,
cayeron en poder de los legionarios. Al anochecer, sesenta
soldados, varios de ellos heridos, se arrastraron hasta sus
trincheras de partida. Unos cuarenta más se quedaron agonizando
en tierra de nadie, durante toda la noche. Del resto no se tuvo
noticias. Esto es lo que hizo el flamante batallón “Abraham
Lincoln” en la batalla del Jarama. En adelante la historia de
las Brigadas Internacionales –con la efímera excepción de
Guadalajara– fue una historia de desilusión, amotinamientos y
desastres. Aquello no era lo que les habían prometido; aquello
era mil veces peor que el hambre de casa.
Parece ser que fue Alex Mac Dade, que procedía de Glasgow, quien
escribió una nueva letra para cantar con la música del Red
River Valley, que con el título de Valle del río Jarama,
se convirtió en una especie de himno oficioso del “batallón
Lincoln” y, por extensión, de las Brigadas Internacionales. La
traducción del inglés es:
Fue en España en el valle del Jarama
lugar que
nunca podré olvidar
pues allí
cayeron camaradas
jóvenes
que fueron a luchar.
Nuestro
batallón era el Lincoln
luchando
por defender Madrid
con el
pueblo hermanados peleamos
los de la
Quince Brigada allí.
Lejos ya
de ese valle de lágrimas
su
recuerdo nadie borrará.
Y así
antes de despedirnos
recordemos quien murió allá.
Sin embargo, la realidad había sido más trágicamente prosaica.
El sacrificio de los interbrigadistas había resultado más bien
un ejemplo de hasta qué punto existían enormes deficiencias
logísticas, de entrenamiento y de mando en el seno de las
Brigadas Internacionales. No menos de 120 hombres del “Lincoln”
murieron frente al Pingarrón y el número de heridos llegó a 175.
La incompetencia fue una causa clara de este desastre.
ARRIBA
La Batalla de Brunete se desarrolló desde el 6 hasta el 25 de
julio de 1937, en esta población y otras aledañas del oeste de
Madrid. Esta ofensiva lanzada por el Ejército Popular tenía como
objetivo disminuir la presión ejercida por las tropas Nacionales
sobre Madrid y al mismo tiempo aliviar la situación en el frente
Norte. El enfrentamiento principal tuvo lugar en una localidad
muy próxima llamada Quijorna.
Todas las Brigadas Internacionales participaron en la batalla de
Brunete, excepto la XIV, que después del fracaso de La Granja se
separó de la División “Walter”, a instancias del coronel “Kodak”.
El balance final fue terrible, ya que aparte de las enormes
pérdidas, la indisciplina y el motín borraron del Ejército
gubernamental a dos de las Brigadas Internacionales.
El despliegue de las BI en vísperas de la batalla, fue el
siguiente:
XI Brigada “Thaelmann”, al mando de Richard
Staimler, con tres batallones; “Edgar André”, “Thaelmann”, “Beimler”,
nuevo “Doce de Febrero” (a base de voluntarios austriacos).
XII Brigada “Garibaldi”, con Randolfo
Pacciardi, casi intacta después de su actuación ante Huesca.
XIII Brigada, que ya no manda Zaisser-Gómez,
sino el italiano Vincenzo Bianco “Krieger”, con dos
batallones internacionales; “Henri Vuillemin”, “Tchapaiev o
de las 21 naciones” y los españoles “Otumba” y “Juan Marco”.
XV Brigada, al mando de Copic, con dos
subjefes de brigada: George Nathan (inglés) y Gabriel Fort
(francés), que conservaban cada uno el mando de sus
batallones. Los batallones de la XV eran el británico, con
el jefe adjunto Fred Copeman; el rehecho “Lincoln” mandado
por Merriman; el “Seis de Febrero” (Gabriel Fort); el “Dimitrov”,
el “George Washington” y el canadiense “Mackenzie Papineau”.
150 Brigada “Dombrowski”, creada en Huesca,
con cuatro batallones: “Dombrowski”, “Rakosi”, “André Marty”
y “Palafox”.
Durante el curso de la batalla, la Brigada XI actuó siempre en
apoyo de las demás fuerzas de la División de Líster y fue la
encargada de resistir los ataques más duros durante la
contraofensiva nacional en el Sector Centro. Su actuación fue
oscura y meritoria, siendo predominantemente defensiva, y como
unidad defensiva se acreditó una vez más.
La XII Brigada Internacional fue la única que en la batalla de
Brunete recibió una felicitación del jefe de Estado Mayor,
Vicente Rojo. Su actuación fue positiva y, en ocasiones,
brillante.
En cambio la Brigada Internacional 150, repitió en Brunete, su
pésima actuación inicial en Huesca. El 4 de agosto ésta Brigada
desaparecía del Ejército republicano.
Pero el verdadero desastre internacional de Brunete se debió a
las dos restantes Brigadas, la XII y la XV, a quienes tocó la
parte más difícil de la lucha, y que también fueron atacadas por
un enemigo terrible: la sed. Y en plena ofensiva nacional morían
casi a la vez los hombres de la XV que por su cargo y su valor
mantenían la disciplina: Oliver Law, Fred Copeman y George
Nathan.
Más grave aún fue el motín de la XIII Brigada. Los polacos de su
unidad se soliviantaron, afectados por la disolución del PC
polaco decretado por la Komintern. El día 26 se ordenó su
relevo, pero al producirse la desbandada de las unidades que
sustituyeron a los brigadistas, estos recibieron nuevamente la
consigna de regresar al frente. Uno de los soldados se negó a
obedecer la orden, Krieger le levantó la tapa de los sesos de un
tiro. Sólo la intervención de los oficiales le salvó de verse
linchado por sus hombres. Decididos a no regresar al frente, se
dirigieron a Torrelodones, donde se apoderaron de unos camiones
para marchar a Valencia. No lo consiguieron porque una compañía
de Guardias de Asalto enviada por Miaja los instó a entregarse y
procedió a desarmarlos. Los brigadistas, que vieron en aquel
episodio una oportunidad para no regresar al frente, no se
opusieron.
Brunete fue un golpe de gracia para la moral y la historia de
las Brigadas Internacionales.
En cuanto al cumplimiento de los objetivos señalados, no se
consiguió ninguno, pues el cerco de Madrid permaneció en la
misma situación y la ofensiva sobre Cantabria sólo se retrasó un
mes. Sin embargo, los costes humanos, para uno y otro bando,
fueron enormes, estando considerada esta batalla como una de las
más sangrientas de la Guerra Civil española.
ARRIBA
La Batalla de Belchite se inició el 24 de agosto de 1937, a
iniciativa del ejército rojo, que como en Brunete, perseguía el
propósito de distraer fuerzas enemigas operantes en el frente
del Norte, que amenazaban seriamente Santander. El objetivo, al
menos aparente, de esta ofensiva era el ataque y subsiguiente
ocupación de Zaragoza, en poder de los nacionales desde el
comienzo de las hostilidades.
Considerada en su conjunto, la operación no constituyó éxito
alguno para los rojos –aunque la propaganda, se encargara de
decir otra cosa–, pues Franco, avisado por cuanto había ocurrido
en Brunete, no se dejó engañar y, salvo la masa de aviación, no
distrajo fuerzas del Norte, sino que las llevó de Madrid, al
mando de Fernando Barrón Ortiz y de Eduardo Sáenz de
Buruaga Polanco, expertos y veteranos “africanistas” que
cumplieron su cometido a plena satisfacción de sus jefes.
Todas las Brigadas Internacionales participaron en el desastre
de Aragón. Tres de ellas –la XI, la XII y la XV– se situaron,
agrupadas en la División 35 de “Walter”, en el sector de
Quinto-Codo-Belchite. Saltó la sorpresa cuando estas Brigadas,
casi sin cuadros de mando, se encontraron no solamente
desbordadas, sino, en algún caso, dentro de las líneas enemigas
un día después de iniciado el gran ataque. Ni la XI pudo
defender Codo ni la XV Belchite, que cayó el 6 de septiembre,
con lo cual la República volvía a estar a la defensiva.
El fracaso de la ofensiva suscitó una irritada controversia
entre Indalecio Prieto Tuero y el general Sebastián Pozas Perea:
“Tantas fuerzas para tomar cuatro o cinco pueblos no le
satisfacían al Ministerio de Defensa ni a nadie”, telegrafió
aquél, que seguía atribuyendo el fracaso a los “manejos
políticos y a la cantidad enorme de oficiales rusos que
pululan en Aragón, tratando a los militares españoles como si
fueran elementos colonizados”.
Ante la ausencia de Copic tomó el mando de la XV Internacional
Bob Merriman, quien ordenó resistir a toda costa cerca de Híjar,
mientras que el grueso de la división se retiró sobre Alcañiz,
según mandó Vicente Rojo. Pero los jefes perdieron el contacto
con sus unidades. “Walter” desapareció en territorio que ya era
enemigo, lo mismo que Merriman. Cuando los batallones dispersos
de la XI y la XV llegaron a Alcañiz, los nacionales ya estaban
en la ciudad.
Luigi Longo, inspector general, ordenó la retirada hacia Caspe.
Llegaron primero los restos de la XI y XV a esta población,
tropezándose con el jefe de la división “Walter”, que tuvo que
cruzar a toda velocidad la ciudad de Alcañiz, totalmente ocupada
por el enemigo.
Poco después de la madrugada del 14 de marzo de 1938 arribaron
la XII y XIV. La XIII que fue la que menos sufrió, se
encontraron allí. Estaban, pues, juntas las cinco, dispuestas a
defender Caspe, aunque resultó un intento inútil ya que no la
mantuvieron en su poder ni veinticuatro horas. La misma noche
del 14 tuvieron que retirarse a la línea de Guadalope. Después
de algunos cambios de jefaturas, de un consejo de guerra
presidido por André Marty, de retirarse la XIII del sector y ser
enviada a las inmediaciones de Lérida en apoyo de la división de
“El Campesino”. El 21 de marzo apareció una nueva Brigada
Internacional: la 129 que había sido creada a toda prisa en
Tamarite de Litera, mandada por Wacek Komar y formada por
combatientes de cuarenta naciones. Desde luego fue la Brigada
más internacional de todas. Y la última.
El 22 de marzo de 1938, los Cuerpos de Ejército de Navarra,
Galicia, Castilla, Marroquí y la Agrupación Valiño,
desencadenaron una segunda oleada ofensiva, y el frente enemigo,
apenas apuntado, volvió a saltar en pedazos, que ya no se
soldaría bajo una línea única.
Gandesa fue, en cierto sentido, el final de las Brigadas
Internacionales. El primer final de una larga agonía. Disueltas
y aniquiladas la XII y la XIV, los restos de la XI y la XV,
trataron de salvar Gandesa, cuando esta población estaba ya a
punto de caer.
La definitiva aniquilación de las dos Brigadas tuvo lugar los
días 31 de marzo a 3 de abril. El recodo del Ebro es una inmensa
bolsa en la que la caballería va señalando, uno a uno, los
grupos de Internacionales, que suelen morir silenciosamente, sin
rendirse. Cerca de Gandesa pereció entero el veterano batallón
“Thaelmann” que desapareció de la guerra de España. El entonces
coronel nacional Rafael García Valiño Marcén, ocupó Gandesa el 3
de abril, haciendo prisioneros a 140 hombres de la Brigada XV.
El balance de la retirada de Aragón fue, por tanto, espantoso.
De unos quince mil combatientes encuadrados en las BI al
comienzo de la ofensiva, a mediados de abril quedaban algo más
de tres mil.
ARRIBA
El mes de septiembre de 1938 fueron retiradas de los frentes las
Brigadas Internacionales. El día 5 de julio de 1938 se celebró
en Londres una reunión del llamado Comité de No Intervención, en
la que se acordó la retirada de los voluntarios en ambas zonas.
El verano era extremadamente cálido y la guerra duraba demasiado
y el desgaste era enorme. En la zona republicana habían
disminuido extraordinariamente las ilusiones de victoria, y en
diversas ocasiones se habían producido intentos de buscar una
mediación para concluir la lucha mediante un armisticio.
Fracasado éste por la postura firme del Gobierno nacional, los
Gabinetes extranjeros pensaron que una retirada de voluntarios
aliviaría la crudeza de la lucha.
El Presidente del Gobierno republicano, Juan Negrín López,
planteó decididamente ante la Sociedad de Naciones la retirada
de extranjeros. Fijó la fecha del 23 de septiembre para el
acontecimiento. Hasta el día anterior la BI habían luchado en un
grupo conjunto. La sierra de Cavalls había sido uno de sus
últimos escenarios en la batalla del Ebro. Fueron relevados por
combatientes españoles, principalmente por la división de “El
Campesino”. Así pues, el sangriento frente del Ebro fue el
teatro del capítulo final de las Brigadas Internacionales.
El 10 de octubre de 1938, el puerto de Valencia era un inmenso
hormiguero donde pululaban hombres desarmados, hablando en
varias lenguas. Esperaban ser trasladados a Barcelona.
ARRIBA
Los ex combatientes quisieron tener su último acto militar antes
de partir hacia sus respectivos países. Ya en las propias
tierras del valle del Ebro, desfilaron ante los altos jefes
militares rojos: Líster, Modesto y Tagüeña. Después comenzó la
desbandada. Los italianos y franceses fueron enviados a Calella
(Barcelona) y los ingleses y americanos a Ripoll.
El gran desfile se celebró el 28 de octubre de 1938, cuando aún
no había terminado la batalla del Ebro, en la Diagonal, entonces
llamada Avenida del 14 de Abril, de la Ciudad Condal. El Partido
Comunista ofreció un gran banquete a los jefes de las unidades.
En él se dejó bien sentado que tanto desde los primeros momentos
como hasta los últimos, los comunistas habían sido quienes
habían preparado las Brigadas de voluntarios extranjeros. Todos
los jefes importantes comunistas asistieron al acto. También lo
hicieron el presidente del Gobierno, Juan Negrín, el de la
Generalidad, Luis Companys y el jefe del Estado Mayor Central,
general Vicente Rojo
La repatriación ofreció muchos problemas. Uno de ellos, la
acogida en territorio francés, se presagiaba áspera, ya que
muchos voluntarios eran galos y habían tomado ilegalmente las
armas para luchar en una guerra extranjera, lo cual constituía
un delito. El Gobierno de París puso dificultades, pero en
diciembre de 1938 terminó con una reunión del Parlamento, en la
que se concedía la amnistía a estos ex combatientes.
André Marty “El carnicero de Albacete”, que había organizado la
llegada de las Brigadas, también organizó la repatriación. Los
ingleses llegaron a Gran Bretaña sin mayores problemas, y los
americanos tampoco tuvieron dificultades. Pero la cuestión
residió en repatriar a alemanes e italianos, ya que París no los
quería. Pero se inventaron pasaportes. Como fuere que la tarea
era muy lenta, se quedaron en Cataluña más de tres mil ex
voluntarios de las Brigadas Internacionales, cuando llegaron las
tropas nacionales.
ARRIBA
«Es muy
difícil pronunciar unas palabras de despedida dirigidas a los
héroes de las Brigadas Internacionales, por lo que son y por lo
que representan.
Un
sentimiento de angustia, de dolor infinito, sube a nuestras
gargantas atenazándolas... Angustia por los que se van, soldados
del más alto ideal de redención humana, desterrados de su
patria, perseguidos por la tiranía de todos los pueblos...
Dolor por los
que se quedan aquí para siempre, fundiéndose con nuestra tierra
y viviendo en lo más hondo de nuestro corazón aureolados por el
sentimiento de nuestra eterna gratitud.
De todos los
pueblos y todas las razas, vinisteis a nosotros como hermanos
nuestros, como hijos de la España inmortal, y en los días más
duros de nuestra guerra, cuando la capital de la República
española se hallaba amenazada, fuisteis vosotros, bravos
camaradas de las Brigadas Internacionales, quienes
contribuisteis a salvarla con vuestro entusiasmo combativo y
vuestro heroísmo y espíritu de sacrificio.
Y Jarama y
Guadalajara, y Brunete y Belchite, y Levante y el Ebro cantan
con estrofas inmortales el valor, la abnegación, la bravura, la
disciplina de los hombres de las Brigadas Internacionales.
Por primera
vez en la historia de las luchas de los pueblos se ha dado el
espectáculo, asombroso por su grandeza, de la formación de las
Brigadas Internacionales para ayudar a salvar la libertad y la
independencia de un país amenazado, de nuestra España.
Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de
distinto color, de ideología diferente, de religiones
antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y
la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros incondicionalmente.
Nos lo daban
todo; su juventud o su madurez o su experiencia; su sangre y su
vida, sus esperanzas y sus anhelos... Y nada nos pedían. Es
decir, sí: querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de
morir por nosotros.
¡Banderas de
España!... ¡Saludad a tantos héroes, inclinaos ante tantos
mártires!...
¡Madres!...
¡Mujeres! Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se
vayan restañando; cuando el recuerdo de los días dolorosos y
sangrientos se esfume en un presente de libertad, de paz y de
bienestar; cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo
de la patria libre sea igualmente sentido por todos los
españoles, hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres
de las Brigadas Internacionales.
Contadles
cómo, atravesando mares y montañas, salvando fronteras erizadas
de bayonetas, vigiladas por perros rabiosos deseosos de clavar
en ellos sus dientes, llegaron a nuestra patria como cruzados de
la libertad, a luchar y a morir por la libertad y la
independencia de España, amenazadas por el fascismo alemán e
italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna,
madre, mujer, hermanos, hijos y vinieron a nosotros a decirnos:
«¡Aquí estamos»!, vuestra causa, la causa de España es nuestra
misma causa, es la causa de toda la humanidad avanzada y
progresiva..
Hoy se van;
muchos, millares, se quedan teniendo como sudario la tierra de
España, el recuerdo saturado de honda emoción de todos los
españoles.
¡Camaradas de
las Brigadas Internacionales! Razones políticas, razones de
Estado, la salud de esa misma causa por la cual vosotros
ofrecisteis vuestra sangre con generosidad sin límites os hacen
volver a vuestras patrias a unos, a la forzada emigración a
otros. Podéis marcharos orgullosos. Sois la historia, sois la
leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la
universalidad de la democracia, frente al espíritu vil y
acomodaticios de los que interpretan los principios democráticos
mirando hacia las cajas de caudales o hacia las acciones
industriales que quieren salvar de todo riesgo.
No os
olvidaremos, y, cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado
con los laureles de la victoria de la República española,
¡volved!...
Volved a
nuestro lado, que aquí encontraréis patria los que no tenéis
patria, amigos, los que tenéis que vivir privados de amistad, y
todos, todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo
español, que hoy y mañana gritará con entusiasmo: ¡Vivan los
héroes de las Brigadas Internacionales!»
Dolores Ibárruri,
Pasionaria. 1-XI-1938
ARRIBA
Tanto la
intervención de la NKVD como de las Brigadas Internacionales
reportaron considerables beneficios a la URSS aunque no a la
causa de la República española.
El entonces
oficial ruso Pavel Sudoplatov y más tarde director de la
Administración de Tareas especiales del KGB, se manifestó de esa
forma:
«Enviamos
a nuestros operativos de inteligencia jóvenes e inexpertos
al igual que a nuestros instructores experimentados. España
demostró ser el jardín de infancia para nuestras operaciones
de inteligencia futuras. Nuestras iniciativas posteriores en
el terreno de la inteligencia arrancaron todas del contacto
que hicimos y de las lecciones que aprendimos en España. Los
republicanos españoles perdieron, pero los hombres y las
mujeres de Stalin ganaron. Cuando la guerra civil española
concluyó, no quedaba lugar en el mundo para Trotsky».
En marzo de
1939, Stalin daba a Pavel Sudoplatov la orden de: “Hay que
acabar con Trotsky durante este año”.
Sudoplatov, como
gran jefe de las misiones especiales, asesinó al jefe
nacionalista ucraniano Konovalets. Organizó el asesinato de
Trotsky y se encargó del espionaje atómico en Estados Unidos.
Todo un
‘angelito’ a las órdenes del ‘padrecito de los pueblos”, el
mayor asesino mundial: Iósiv Vissariónovich
Dzhugashvili, llamado Stalin.
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