En la noche del 1º
de octubre de 1936, Franco pronunció por los micrófonos
de Radio Castilla de Burgos un importantísimo
discurso programático –que mereció el expreso
elogio del rector de la Universidad de Salamanca,
don Miguel de Unamuno-
y que por su trascendencia nos disponemos a
reproducir. Esta alocución fue publicada
posteriormente en un volumen oficial titulado Palabras
de Franco, que al pasar a la imprenta sufrió
muy diversos retoques de estilo y hasta de concepto,
aunque sin afectar significativamente a su
contenido. |
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“¡Españoles!:
Los que escucháis en vuestros hogares las noticias de
Radio Castilla, los que, en el frente de batalla, escucháis
a los pequeños radiadores (sic)
que os llevan las
noticias de vuestros hogares y de la retaguardia. Españoles
que, bajo la horda
roja, sufrís la barbarie de Moscú y que esperáis la liberación de las
tropas españolas. Españoles que en América sufrís la
incertidumbre de la España grande. A todos los que,
unidos, lucháis por ella. A vosotros me dirijo, no con
arengas de soldado. Voy solamente a exponeros los
fundamentos de nuestras razones, no con tópicos ni
contumacias, sino con el propósito de hacer un breve
examen del pretérito y de lo que nos proponemos en el
porvenir.
No
se trata, por tanto, de invocar una situación que
justifique nuestra decisión. Lo que es nacional no
precisa razonamiento. España, y al invocar este nombre lo
hago con toda la emoción de mi alma, sufría la
mediatización más nociva de algunos intelectuales
equivocados, que tenían un concepto demoledor.
Permanecimos
en silencio mientras se iba inoculando el virus que jamás
debió atravesar las fronteras, para traer aquí lo que
hay en otros países de demoledor, aunque se revistiese de
literatura, y así se iba perdiendo el concepto de la
Bandera, del Honor, de la Patria y de los valores históricos.
Todo
eso, y mucho más, acabó por añadir, a la falta de
sentimiento patriótico, la pérdida del carácter
tradicional de nuestro pueblo, olvidadas nuestras pasadas
glorias y falto de conciencia para el porvenir, por ese
concepto moderno de las cosas.
Vivimos
de tal suerte sumidos, unos en el error y otros en la
incultura, que, obedeciendo órdenes secretas, no era de
extrañar que en un instante no tuvieran inconveniente en
destruir todo lo que fuera elemento diverso de los
factores de nuestra riqueza.
Después
del abismo en que aparecía sumida España, y siguiendo sólo
la potestad de una misma tendencia materialista, no era
difícil venderla al mejor postor extranjero. Tal es la
estampa que representábamos en el concurso de las
naciones.
Entre
tanto, nuestra balanza comercial era adversa y descendería
nuestro propio nivel desoyendo nuestras voces de todos los
días. Se creaban obstáculos a todos cuantos defendían
la personalidad de España, se enrarecía el ambiente
nacional, y, por medio de este comunismo, se destruía la
economía, se fomentaba el odio y se sustentaba la anarquía
en todas las provincias de España.
Por
esto se da cuenta España y acomete su liberación con
amplio espíritu de colaboración social para el
restablecimiento en el porvenir de la instauración de su
propia libertad, la cual, por ser suya, la reclamará
dentro y fuera del solar patrio. España se organiza
dentro de un amplio concepto totalitario de unidad y
continuidad. La implantación que implica este movimiento,
no tiene exclusivo carácter militar, sino que es la
instauración de un régimen de autoridad y jerarquía de
la Patria.
La
personalidad de las regiones españolas será respetada en
la peculiaridad que tuvieron en su momento álgido de
esplendor, pero sin que ello suponga merma alguna para la
unidad absoluta de la Patria.
Los
Municipios españoles también se revestirán de todo su
rigor como entidad pública. Fracasado el sufragio inorgánico,
que se malversó por los caciques nacionales y locales, la
voluntad nacional se manifestará oportunamente a través
de aquellos organismos técnicos y Corporaciones que
representen de manera auténtica sus intereses y la
realidad española.
Cuanto
mayor sea la fuerza del Estado español más se avanzará
y las regiones y los Municipios, las Asociaciones y los
individuos, gozarán de amplias libertades sin menoscabo
de los supremos intereses del Estado.
Dentro
del aspecto social, el capitalismo se encauzará y no se
regirá como clase apartada, pero tampoco se le consentirá
una inactividad absoluta. El trabajo tendrá una garantía
absoluta, evitando que sea servidumbre del capitalismo y
que se organice como clase, adoptando actitudes combativas
que le inhabiliten para colaboraciones conscientes. Se
implantará la seguridad del salario hasta que se pueda
llegar a la participación de los obreros, haciéndose
beneficiarios en el aumento de producción.
Serán
respetadas todas las conquistas alcanzadas legítimas y
justamente, pero al lado de estos derechos estarán sus
deberes y obligaciones, especialmente en cuanto afecta al
rendimiento de su trabajo y leal colaboración. Todos los
españoles estarán obligados a trabajar según sus
facultades. No puede el Estado nuevo admitir parásitos.
El
Estado nuevo, sin ser confesional respetará la religión
de la mayoría del pueblo español, sin que esto suponga
intromisión de ninguna potestad dentro del Estado.
En
su aspecto tributario evitará el aniquilamiento de la
riqueza, estableciendo una equidad en los impuestos y
contribuciones, haciéndose un justo reparto de las
cargas.
En
el aspecto agrario se llegará a la creación del
verdadero patrimonio familiar, merced a lo que el
campesino produce se le dará una ocupación permanente
para mejorar la vida campesina y al mismo tiempo la vida
de la Patria. Tal misión será llevada a la práctica con
preferencia.
En
el orden internacional, comercial, viviremos en armonía
con todos los demás pueblos, en especial con los de
comunidad de raza, de lengua y de idearios comunes, y
dentro de la más leal convivencia, siempre que no sean
incompatibles con nuestro sentido ideológico. Exceptuamos
de manera rotunda el contacto soviético.
Estoy
seguro que en esta tierra de héroes y de mártires que
vierte su sangre generosa para que el mundo encuentre en
España la más clara de las visiones, cuando escriba
sobre las páginas de su Historia, que no es Oriente ni
Occidente, sino genuinamente española, marcará el
ejemplo a seguir con este movimiento nacional. ¡Viva España!.”
Así pues,
este fue el primer mensaje con que Franco, como nuevo
Jefe, se dirigió a la nación. |