Dos
brillantes militares.
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Tanto Francisco
Franco como Henri Philippe Pétain demostraron ser unos
brillantes militares y los dos alcanzaron las más altas cotas
de poder personal, político y de popularidad. Fueron unos
grandes soldados y unos extraordinarios patriotas. Y también,
tanto en vida como tras su fallecimiento, ambos fueron
ensalzados por unos y condenados por otros.
En
la entrevista que Franco concedió al periodista galo Serge
Groussard y que fue publicada el 12 de junio de 1958 en el
diario francés Le Figaro, el Caudillo relató sus opiniones acerca del que fuera
mariscal de Francia, así como sus relaciones con él:
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Me parece, Excelencia, que usted conoció muy bien
al mariscal Pétain
- Sí, y nuestros
encuentros se escalonan sobre muchos años. El primero tuvo
lugar en 1925; por entonces colaboramos en Marruecos. Más
tarde solía verle con motivo de mis visitas a París.
“Nos
volvimos a encontrar en Madrid, donde el Gobierno francés le
había mandado como embajador a principios de 1939. Manteníamos
relaciones excelentes.
“Cuando
el mariscal fue llamado para formar parte del Gobierno de Paul
Reynaud, en 1940, le aconsejé no aceptar. Se le impulsará a
desempeñar un papel de portaestandarte –le dije-.
Usted es el vencedor de Verdún, la máxima gloria viva de
Francia. Usted es el símbolo de la Francia victoriosa y
poderosa. Usted se va a convertir tal vez en el rehén de la
renunciación francesa. Francia parece deslizarse hacia la
derrota. Usted va hacia el sacrificio. Usted sufrirá
amarguras que no merece en absoluto”. Contestó con una
nobleza conmovedora. Estaba lúcido y sereno. “Sé lo que me
espera –me dijo-.
Pero tengo ochenta y cuatro años. No tengo nada que ofrecer a
mi país sino yo mismo. Mi elección está hecha. Puesto que
puedo aún ser útil a Francia sacrificándome, voy”. Tenía
un espíritu total de sacrificio. No se trataba de palabras.
¿Ustedes se han vuelto a ver aún una vez más
desde entonces?
- A mí regreso de
Bordighera me detuve en Montpellier, a petición del mariscal.
Almorzamos juntos. Estaba encantado de volver a verle. Fue una
entrevista muy amistosa, muy útil también, ya que nos dio la
oportunidad de dilucidar algunos malentendidos.
¿Cómo encontró usted al mariscal en Montpellier?
- Igual que
siempre, con un aspecto físico inmejorable, el espíritu
claro. Siempre lúcido y sereno. Pero le faltaban
conocimientos políticos. Y –viviendo en el recuerdo de la
gloria francesa-
no se daba cuenta de la situación presente en su país. Me
hablaba sin cesar del porvenir, del resurgir nacional, hacía
proyectos, decía: «Emprenderé esto, aquello...». Yo
pensaba en el presente de Francia, en su subordinación trágica,
en la división de su metrópoli. Acabé por exclamar:
“Pero, señor mariscal, es preciso ante todo que se preocupe
por los dramas del momento”. Se echó a reír y me dio la
razón, repitiendo: “¡Es verdad! ¡Es verdad!” El
mariscal Pétain fue un gran soldado y un gran francés.
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