LA TRÁGALA DEL «MATRIMONIO HOMOSEXUAL»

 

Por José Luis Muñoz.

 
Durante estos días se ha escrito largo y tendido sobre el mal denominado matrimonio homosexual, con opiniones para todos los gustos, -con las que legítimamente se podrá estar o no de acuerdo-, pero para los que nos consideramos católicos, la postura a seguir es la reiterada y constante Doctrina de la Iglesia que no deja lugar a dudas y en tal sentido se han pronunciado de forma clara y terminante el propio Papa y recientemente, dos Cardenales de la Curia Romana.
 
Independientemente del respeto que como personas merecen los integrantes del colectivo homosexual, se trata de imponer contra "viento y marea" el incorrectamente denominado "matrimonio homosexual" y en tal sentido, los españoles que pertenecemos a la Iglesia Católica no podemos dejar de considerar la unión de dos hombres o de dos mujeres como un acto moralmente desordenado, "contra natura", aberrante y contrario a los principios de la Moral Católica y del Derecho Natural, coincidiendo con los creyentes de otras Religiones Cristianas y de la Judía.
 
No se trata de discutir el derecho de cada persona a vivir su sexualidad como considere conveniente, y tampoco que el Estado reconozca efectos civiles y  beneficios sociales a la convivencia de los homosexuales pero sí  hay que afirmar con rotundidad  que ningún poder humano nos puede obligar a considerar acertadas y adecuadas esas uniones, a tratarlas como un matrimonio equiparable al del hombre y mujer. En consecuencia, ningún Régimen o Gobierno  puede violentar las conciencias e imponer la realización de actos contrarias a las mismas.
Viene ello a cuenta por la negación del derecho de objeción de conciencia para no celebrar "matrimonios homosexuales", proclamada por la izquierda gobernante, en contraposición a la postura favorable sostenida en otros temas. Se ve claro que cuando les interesa la objeción, hay que defenderla, pero ¡cuidado!, cuando sean otros los que se atrevan a invocarla, "nada de nada". Postura que en nuestro idioma tiene una conocida denominación.
 
Como muy bien decía nuestro amado Papa Juan Pablo II, una de las pretensiones más repulsivas del  socialismo marxista es su deseo de "robarnos el alma". En esa tarea se encuentran ahora ocupados Zapatero y sus aliados, imponiendo un sistema educativo con el que pretenden en un futuro no muy lejano, conseguir una infancia y una juventud que desconozcan los valores patrióticos y morales que tradicionalmente han imperado en España.

 

28 de Abril de 2.005.-


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OPINIÓN