No cabe mayor alarde de desvergüenza
y cinismo políticos en la carta de Zapatero a Rajoy. Quien ha
incumplido de forma reiterada y persistente la Ley de Partidos
negándose a instar la ilegalización del Partido Comunista de las
Tierras Vascas, desoyendo las peticiones formuladas al respecto e
ignorando y ocultando las pruebas presentadas; quien ha convertido
el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo en un recuerdo
del pasado sin operatividad real, no se comprende que pase la pelota
al Partido Popular, dejando en sus manos la convocatoria de una
reunión del citado Pacto.
Cuando recientemente y
en diversas ocasiones, ha solicitado el Partido Popular la
convocatoria del Pacto, ha recibido la negativa como
respuesta, eso sí empleando como justificación el socorrido
recurso de atacar y derivar la responsabilidad de ello al
citado Partido, con la aparición en escena de ese peculiar
personaje socialista llamado José Blanco, adelantado de ZP.
Para rematar la desfachatez, ahora
que el inefable sectario se ve en dificultades por su reciente
enfrentamiento con la Iglesia Católica a propósito del amoral y
aberrante matrimonio homosexual, con las justificadas críticas
y condenas de dos ilustres representantes de la Curia Vaticana -
aunque el Gobierno no se quiera dar por enterado -, unida a la próxima
celebración del debate sobre el estado de la nación, no nos
sorprende que trate de desviar la atención de los españoles
acudiendo al recurso fácil de dar la vuelta a la tortilla y
descargar la responsabilidad de nuevo sobre el Partido Popular. Si
a eso unimos su reciente comparencia en un programa de la
Televisión Pública, donde ha puesto una vez más de manifiesto su
desmedida vanidad autocomplaciente carente de una mínima autocrítica,
es lógico y compresible que el único Partido de la oposición no
se preste a la componenda.
La respuesta del líder del
Partido Popular es acertada, justa y digna de todo elogio,
dejando claro que no va a dejar que se le siga tomando el pelo
ni tampoco a los más de diez millones de españoles que representa.
Clara, contundente y al propio tiempo con una elegancia digna de
quien en solitario ejerce la oposición contra un ¿ Gobierno ?,
cautivo de sus propias limitaciones y sometido al voluntario dictado
de unos socios que no se distinguen por su lealtad al vigente
sistema constitucional.
El Partido Popular en
reiteradas ocasiones le ha ofrecido su leal apoyo y colaboración,
recibiendo como respuesta el insulto y la burla más desdeñosos,
porque ZP prefiere seguir asociado a los enemigos de España
y continuar la vía demagógica que ha emprendido, - eso sí -,
bajo su única y exclusiva responsabilidad.