Cuatro fuentes
distintas consultadas por El Mundo han resaltado una misma idea:
“Aquí han vendido a cazar Franco y el Rey y han estado todos juntos;
no se ha comido en la misma mesa, pero la gente se ha podido acercar
a saludarlos o a hacerse fotos. Con Garzón y el ministro, no. Cuando
Franco venía a cazar, nos trataban mejor”.
De hecho, a primera
hora de la mañana, cuando los apearon de los vehículos a un
kilómetro y medio del cortijo y sin posibilidad de asistir al sorteo
ni al desayuno, los batidores incluso llegaron a plantearse
abandonar y forzar la suspensión: “No se hizo así, por no dejar en
mal lugar al administrador de la finca. Paco Rodríguez”, afirma una
fuente, que asegura que “el trato no fue correcto”.
El secretismo, la
privacidad rayana en lo obsesivo con que se organizó la montería del
sábado 7 de febrero en la Sierra de Andujar fue extraordinaria. “Es
que prácticamente no nos dejaron verlos”, se lamenta un participante
en la batida.
Y ese excesivo celo
hace pensar a los que estuvieron en el coto Navaltorno el 7 de
febrero que existía alguna razón por la que se les negó el acceso a
los cazadores.
En la cacería del
día siguiente, el domingo 8 de febrero, en el coto Cabeza Prieta de
Torres (Jaén), el ambiente fue totalmente distinto: allí todos los
participantes comieron en el mismo salón, incluso las mujeres de los
cazadores locales prepararon el almuerzo. ¿Por qué entonces el
aislamiento del día anterior en la Sierra de Andujar?
Las monterías –en
realidad, la del coto Navaltorno fue un gancho, al participar en
ella sólo nueve cazadores- tienen dos momentos centrales en los que
se reúnen todos los participantes: las juntas.
La primera, la
junta de monteros, se celebra un par de horas antes de la cacería,
para desayunar y sortear los puestos; la segunda, la junta de
carnes, tiene lugar el término de la jornada, normalmente después
del almuerzo, donde todos los participantes en la montería
–cazadores, rehaleros, muleros, secretarios, guías …- disfrutan del
éxito y se fotografían junto a las reses cobradas.
Lo habitual es que
incluso el almuerzo reúna a todo el mundo. Pero en el coto de
Navaltorno no fue así. De hecho, hubo quienes participaron en la
montería, como los postores, que ubican a los cazadores en sus
puestos y, sin embargo, se volvieron del campo nada más terminar su
labor, antes del inicio de la montería en sí.
A 25 metros
Los únicos que
tuvieron el privilegio de rodear a los cazadores fueron sus
secretarios, es decir, quienes les asisten en el puesto, anotando
los disparos, las reses heridas o abatidas y su localización, para
poder cobrarlas.
Los secretarios
estuvieron dentro del cortijo para el desayuno, pero la cita fue muy
rápida. Tanto, que el ministro salió hacia el cazadero olvidándose
al secretario que le asignaron y tuvieron que nombrarle a otro sobre
la marcha.
Después, una vez en
los puestos, los escoltas impidieron a los secretarios que se
acercaran a los cazadores. “Estaban a unos 25 metros por detrás de
ellos, y eso es peligroso, porque si un venado se pasa del puesto y
el cazador dispara podría ocurrir una desgracia”, comentan las
fuentes.
Incluso, según
aseguran, se llegó a plantear la posibilidad de situar a un escolta
de uno de los cazadores oculto en el monte, pero divisando a su
protegido, posibilidad a la que se negaron los organizadores de la
montería por el riesgo que entrañaba.
Dos monteros que
han cazado en varias ocasiones con el Rey en Sierra Morena aseguran
que en esas cacerías los empleados han asistido tanto a los sorteos
como a la junta de carnes, previa acreditación antes de acceder al
coto. |