ABC.
25/07/2006.
Cientos de calles, plazas, avenidas, estatuas, edificios y colegios
repartidos por casi toda España rinden homenaje a las personas o
acontecimientos más destacados de la II República, sin que su
permanencia se vea amenazada por la ley de Memoria Histórica que
prepara el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y
que pretende eliminar todo símbolo franquista.
Un texto que, en principio, se discutirá en el Consejo de Ministros de
este viernes, y que, según explicó ayer el ministro de Justicia,
Juan Fernando López Aguilar, pretende buscar una reparación moral
a las víctimas de ambos bandos. «Las víctimas de la Guerra Civil
fueron todos los españoles», afirmó, lo que implica «a quienes
combatieron por uno y otro bando», que podrán vivir «en paz y
libertad».
Aunque la intención de Zapatero es sacar adelante lo antes posible esta
ley, es probable que el jefe del Ejecutivo tenga que retrasar los
plazos, ya que IU y ERC -precisamente quienes le pidieron que
resucitara el recuerdo de la Guerra Civil- amenazan con votar en
contra si la ley no incluye la anulación de los juicios sumarísimos,
algo que descartan los juristas.
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Los símbolos republicanos de los que más se ha hablado últimamente son
las estatuas del ministro Indalecio Prieto y de Francisco Largo
Caballero, apodado el «Lenin español» por su radicalismo. Ambas
efigies, situadas en Madrid en los Nuevos Ministerios, han convivido
durante más de dos décadas con el monumento ecuestre de Francisco
Franco, hasta que este último fue retirado de madrugada en marzo de
2005. Sin embargo, casi toda la geografía española alberga
vestigios de ese periodo histórico. Hasta los propios Nuevos
Ministerios, diseñados en 1931 por Secundino Zuazo, presentan una
planta que, según algunas interpretaciones, se ajusta a una versión
rectangular de la hoz y el martillo.
De Pablo Iglesias a Montseny
Estos dos políticos, además de estatua, también tienen calle en
Madrid, donde otros destacados republicanos prestan su nombre a
distintas vías, como son Manuel Azaña, símbolo de este periodo
histórico; Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de UGT; la destacada
comunista Dolores Ibárruri (Pasionaria); la parlamentaria
republicana Clara Campoamor; Niceto Alcalá-Zamora, primer
presidente de la II República; la anarquista que llegó a ministra
Federica Montseny, u otros como José Prat, Luis Jiménez de Asúa o
Pedro Rico. En algunos casos el bautizo es muy reciente, como el de
la calle Arroyo de la Media Legua, que, a petición de IU, cedió el
pasado 28 de marzo parte de su recorrido al nuevo paseo de las Trece
Rosas, en homenaje a otras tantas muchachas fusiladas tras la Guerra
Civil.
En Barcelona, tras la muerte de Franco, la catalanización del nomenclátor
ha corrido paralela a la sustitución de los nombres vinculados con
la dictadura y la recuperación de personajes y figuras relacionadas
con la República, que dan nombre a al menos una veintena de calles
y plazas, según informan À. Gubern y A. Marín.
Los ex presidentes de la Generalitat Francesc Macià y Lluis Companys dan
nombre a una plaza (primero de Alcalá-Zamora y después de Calvo
Sotelo) y a un paseo y al Estadio Olímpico, respectivamente. También
a Josep Irla y Josep Tarradellas se les recuerda en el callejero de
Barcelona. A estos nombres se suman otros que por su trayectoria
pueden ser más controvertidos. Es el caso del dirigente anarquista
Buenaventura Durruti, fallecido durante la defensa de Madrid en
1936, y que cuenta con una plaza en el distrito de Sants desde 1990.
Durruti está acompañado por otras figuras del movimiento
libertario como Àngel Pestaña, Joaquim Maurín o Federica Montseny.
El recuerdo republicano en Barcelona se extiende a muchos otros nombres
de artistas e intelectuales que, si bien no actuaron en primera línea
de la acción política, sí pusieron su arte y trabajo al servicio
de sus valores.
En la Ciudad Condal también hay una docena de monumentos dedicados a
conmemorar aquella época. Por ejemplo, el pabellón de la República,
en el barrio de la Vall d´Hebrón, que acoge el Centro de Estudios
de Historia especializado en la Guerra Civil española; el monumento
de las Brigadas Internacionales, en el célebre barrio del Carmelo;
el de las víctimas de los bombardeos de mayo de 1938, en la Gran Vía
de las Cortes Catalanas o el dedicado a los fusilados en el Campo de
la Bota, instalado en el recinto del Fórum.
Actos de la Generalitat
La serie de actos programados en conmemoración del 75 aniversario de la
República le supuso al Ayuntamiento de Barcelona un coste de
800.000 euros, una cantidad considerada excesiva por parte del jefe
de filas del PP en el Consistorio, Alberto Fernández.
En paralelo, la recuperación de la Memoria Histórica ha sido una de las
prioridades del presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, que
el pasado mes de mayo reivindicó los valores republicanos en un
acto solemne celebrado en el Teatro Nacional de Cataluña. «Hoy nos
proclamamos herederos de la República», dijo el presidente catalán
entre los vítores y aplausos de los representantes de parte de la
sociedad civil catalana. A cien días de su extinción, el gobierno
catalán y, en concreto, el departamento de Relaciones
Institucionales que gestiona el líder de ICV, Joan Saura, ha
doblado los recursos destinados a la memoria histórica.
Los principales dirigentes republicanos, especialmente los catalanes,
figuran en el nomenclátor de todos los pueblos de Cataluña.
Incluso la figura institucional de la Republicana Catalana tendrá
una calle en el municipio de Reus (Tarragona) después de que el
Consistorio aprobara una moción de ERC, que contó con los votos
del PSC, CiU e ICV y el rechazo del PP.
Vecinos enfrentados
En Sevilla esta recuperación de la Memoria Histórica ha llegado a
enfrentar a los vecinos con el Ayuntamiento, según informa A. E. Yáñez.
El conflicto surgió después de que se aprobara el cambio de nombre
de la plaza Alianza -en recuerdo a un antiguo comercio- por el de
Indalecio Prieto, que se sumará a otros símbolos republicanos del
callejero sevillano, como la calle Dolores Ibárruri o la de Diego
Martínez Barrio, en homenaje al último presidente de la República.
Al igual que ocurre en Cataluña, en el País Vasco las calles se fueron
llenando de símbolos republicanos nacionalistas, como la avenida «Lehendakari»
Aguirre de Bilbao, en honor del primer jefe del Gobierno vasco, José
Antonio Aguirre Lecube, quien ocupaba este puesto cuando estalló la
Guerra Civil. Ahora el primer lendakari acompaña en el callejero al
fundador del nacionalismo vasco Sabino Arana, que también es
honrado con una calle.
En Asturias, el recuerdo de la República está presente en calles y
plazas, pero una de las denominaciones que más llama la atención
se encuentra en el municipio de El Llano, donde se le ha dedicado
una vía a uno de los republicanos asturianos más conocidos, pero
también más controvertido: Santiago Carrillo. El ex secretario
general del PCE participó como consejero de Orden Público en los
trágicos acontecimientos de Paracuellos del Jarama, en los que se
fusiló a entre 4.000 y 8.000 personas. En su Gijón natal se
encuentra la plaza de la República y en Avilés otra calle está
dedicada a las Brigadas Internacionales.
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