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Actualizada: 26 de Febrero de 2.008. 

 
 
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  13-14 de febrero de 1945.


En el 63 aniversario del bombardeo asesino de Dresde.

Eduardo Palomar Baró.



Los medios de comunicación escritos y audiovisuales han recordado el 63 aniversario de la llegada del Ejército Rojo, el 27 de enero de 1945, al campo de concentración de Auschwitz, relatando con toda crudeza estremecedores relatos de la crueldad ejercida por los nazis para con los prisioneros de distintas nacionalidades. Pues bien, el 13 de febrero de 1945 conmemoración del 63º aniversario del Bombardeo de Dresde, ha pasado este terrible hecho, completamente desapercibido, no dando ninguna información la mayoría de periódicos, televisiones y radios. Nadie, o casi nadie han recordado el bombardeo continuo que durante casi 20 horas sufrió la ciudad alemana de Dresde, y que causó más víctimas que la bomba de Hiroshima. Da la sensación que a 63 años de la finalización de la terrible II Guerra Mundial, aún hay víctimas de primera y de segunda clase.

El bombardeo a Dresde fue inútil desde el punto de vista estratégico y militar, resultando un mero acto de venganza, realizado sobre la población civil. Sin embargo, los vencedores no tuvieron su “Nuremberg”. Aquí no hay dudas, ni revisiones posibles, 135.000 víctimas y familiares, esperan justicia y el reconocimiento por parte de los vencedores del error que supuso aquella acción criminal.

A principios de 1945, las fuerzas soviéticas avanzaban hacia Alemania desde el Este, empujando no sólo al ejército alemán, sino también a un gran número de refugiados que huían de las hordas rusas. Fue en este contexto en el que los Aliados se embarcaron en una política de bombardeos sobre ciudades alemanas, siendo los objetivos principales Berlín, Leipzig y Dresde. De estas ciudades, Dresde era por aquel entonces la menos industrializada. Era una ciudad histórica en la que estaban muchos de los más hermosos edificios del Renacimiento, del Barroco y de una mezcla de esas épocas en inmuebles edificados a fines de la Edad Media y poseedora de  maravillosos tesoros culturales. Había también zonas industriales pero la función de la ciudad principalmente era la administrativa, a la vez que era un centro de transportes y comunicaciones.

En dos noches consecutivas, la del 13 y la del 14 de febrero de 1945, los aparatos británicos llevaron a cabo bombardeos masivos sobre Dresde, siendo el objetivo el centro histórico de la ciudad. El daño en términos de pérdida de vidas y destrucción de propiedades fue catastrófico: hubo un elevadísimo número de víctimas, siendo la mayoría civiles habitantes de la ciudad y refugiados, y unos 15 kilómetros cuadrados del centro de la ciudad fueron totalmente arrasados.

La Altstadt ardió completamente en su mayor parte; en algunos casos se mantuvieron las paredes exteriores de unos pocos edificios terriblemente dañados. El arrabal Johannstadt y el del sudeste ardieron o fueron destrozados en gran medida. Entre las calles Schandauer Strasse y Bodenbacher Strasse quedaron completamente destruidas unas 800 casas en las que había unas 7.000 viviendas. El ataque aéreo arrasó muchos monumentos irremplazables del Barroco tardío de la “Florencia del Elba” (como se le conoce a Dresde), entre otros la Semperoper, la Frauenkirche, el Palacio de Dresde, la iglesia de Santa Sofía y el Palacio Zwinger. No hubo reconstrucción después de la II Guerra Mundial, ya que Dresde pasó a formar parte de la República Democrática Alemana (RDA), ignorando los comunistas los monumentos destrozados y dejando caerse muchos de ellos (como la iglesia de Santa Sofía, la calle Grosse Meissner Strasse, el Sekundogenitur y otras) reforzando con ello la impresión de devastación absoluta del centro de la ciudad.

En las zonas habitadas, sobre un total de 222.000 pisos, en mayo de 1945 se contabilizaron de 60.000 a 75.000 completamente destruidos. Unos 18.000 estaban seriamente dañados y solamente unos 81.000 habían sufrido pocos daños. Las líneas eléctricas quedaron destruidas en un 75%, las calles llenas de escombros y grandes cráteres en el suelo debido a las bombas. Todos los puentes sobre el Elba quedaron terriblemente dañados. El centro de la ciudad, como nudo de comunicaciones de la circulación, quedó intransitable. La mayoría de fábricas tuvieron que parar su producción, o bien por estar destruidas o muy dañadas, o porque muchos de sus trabajadores habían muerto o bien porque no podían llegar de ninguna manera a sus puestos de trabajo. Quedaron interrumpidos los servicios de gas, agua y electricidad.   

ARRIBA  



El jefe del Comando de Bombardeo de la RAF era el mariscal del Aire Arthur T. Harris,  que en la noche del 13 de febrero de 1945 iba a lanzar un ataque contra Dresde, el cual sería el primero de una larga serie de incursiones sobre las principales ciudades del Este alemán, destinadas a dar el golpe final a la moral germana. A Harris se le atribuye la invención de los tristemente célebres ‘raids millenium’, oleadas de mil bombarderos que durante días y noches arrasaron las ciudades alemanas.

 

La «Operación Trueno», nombre clave de todos los bombardeos, era otro paso que daba el Gobierno británico en su proyecto de bombardear zona por zona, lo cual, según el parecer de Harris, era el mejor modo de terminar la guerra. Al mariscal Harris se le conocía como «Bombardero» Harris, mote que no le desagradaba, y algunos periódicos llegaban incluso a llamarle «Carnicero Harris», sin que él se diera por aludido. Pensaba que ése era su trabajo, acabar con la producción bélica alemana, y para ello tenía que destruir ciudades y matar gente, aunque no fueran esos sus deseos. Su forma de ser, y su agresiva manera de disponer el bombardeo de las ciudades, le hicieron antipático para algunos, pero también esto contribuyo a que fuera más apreciado entre sus hombres, ya que luchaba lo más enérgicamente posible para el equipo que tenía, mientras procuraba emplear los métodos más seguros en la realización de los bombardeos. Los antecedentes de la «Operación Trueno» fueron largos y complejos.

 

Dos meses después del día D, sir Charles Portal, jefe del Estado Mayor Aéreo, sugirió que en el momento en que Alemania se aproximase a su derrumbe militar, se lanzasen una serie de duras incursiones aéreas contra los centros alemanes de población, a fin de apresurar la rendición total. El Comité Conjunto de Inteligencia, integrado por un grupo de expertos británicos, no se mostró entusiasmado con la «Operación Trueno», ya que no era probable «que obtuviese un éxito aceptable».

 

Por otra parte, el general H. H. Arnold, jefe de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, se hallaba en principio contra tales bombardeos, y el Departamento de Guerra Psicológica de Eisenhower llegó a calificarlos como actos de terrorismo. Por consiguiente, la «Operación Trueno» fue archivada hasta diez días después de la gran ofensiva soviética del 12 de enero de 1945, en que el director de la sección de Operaciones de Bombardeo sugirió al ayudante de sir Charles Portal, Norman Bottomley: «Si el ataque se lanza en el momento en que la ofensiva rusa sigue en todo su vigor, ello dará la impresión de que existe un plan coordinado entre los rusos y nosotros».

 

Con objeto de revalorizar la «Operación Trueno», según este razonamiento, el Comité Conjunto de Inteligencia informó que una serie de bombardeos durante cuatro días, con sus noches, probablemente provocaría un éxodo de las ciudades alemanas, «lo cual crearía una gran confusión, impediría el movimiento ordenado de las tropas y obstaculizaría el mecanismo militar y administrativo alemán». Por otra parte, «ayudaría a los rusos en la trascendental batalla que se estaba desarrollando en el Frente Oriental, y justificaría que temporalmente no se realizasen ataques contra centros de comunicación u otros blancos que no fuesen refinerías o depósitos de combustible». Además, la operación seguramente tendría «valor político, al demostrar a los rusos, de la forma que mejor nos es posible, el deseo que tenemos los británicos y americanos de ayudarles en la batalla que se está desarrollando».

 

El 25 de enero, Bottomley llamó por teléfono a Harris para tratar de hacer efectiva al fin la «Operación Trueno». –Ya he pensado en Berlín –contestó Harris, y sugirió que los otros centros podían ser Chemnitz, Leipzig y Dresde, tres ciudades que no sólo eran el albergue de los refugiados del Este, sino que eran también puntos clave de comunicación con el Frente Oriental.

 

Simultáneamente, Churchill hablaba de tales incursiones con sir Archibald Sinclair, secretario de Estado para la Aviación, y le preguntaba acerca de los planes que tenía la RAF para «castigar a los alemanes en su retirada de Breslau». No podía decirse que esto fuera una coincidencia, ya que Harris solía visitar con frecuencia a Churchill, con quien discutía las operaciones, habiéndole urgido a que se iniciase la «Operación Trueno». Al día siguiente Sinclair pasó la petición al Estado Mayor del Aire. Pero Portal, el autor de «Trueno» se hallaba poco entusiasmado en esos momentos con la operación, y en su informe hizo notar que los blancos petrolíferos tendrían prioridad, seguidos de las fábricas de aparatos de reacción y de los astilleros de submarinos. Una vez que esas tres actividades estuviesen bajo control, «dirigiremos todos nuestros esfuerzos contra Berlín, y también contra Dresde, Leipzig y Chemnitz».

 

Tal vez el repentino interés de Churchill en la «Operación Trueno» se debía a la conferencia que iba a celebrarse en Yalta poco después. Acaso estaba deseando demostrar a Stalin lo valiosas que las fuerzas aéreas aliadas podían resultar para ayudar a la ofensiva soviética. Así pues, Harris recibió la orden de atacar ciudades tales como Berlín, Dresde y Chemnitz lo más pronto posible. El ayudante de Harris, mariscal del Aire sir Robert Saundby, tenía algunas discrepancias al respecto, ya que no veía la razón de incluir a Dresde en el ataque, pues consideraba que la ciudad no tenía importancia, pues aunque fuese un centro ferroviario importante, no era un gran núcleo industrial, ni se empleaba en movimientos de tropas en gran escala. En consecuencia, pidió al ministro del Aire que excluyese a Dresde como blanco de la operación. Al cabo de unos días recibió la confirmación de que Dresde debería ser bombardeada. En la mañana del 13 de febrero de 1945, se informó que las condiciones climatológicas eran favorables, y poco antes de las nueve de la mañana, Harris ordenó que el grupo número 5 atacase a Dresde aquella misma noche, tras lo cual seguiría un segundo bombardeo que llevaría a cabo una fuerza combinada integrada por cuatro grupos.

 

En horas tempranas de la madrugada, las «Fortalezas Volantes» americanas atacarían la ciudad por tercera vez. Hacia el mediodía, sin embargo, los meteorólogos informaron que las condiciones atmosféricas habían cambiado. Las nubes se extendían por todo el centro de Europa, y el cielo no aparecería despejado sobre el blanco hasta las diez de la noche. Para Harris, ésta no era una razón suficiente para postergar el ataque, y aquella tarde el comandante Maurice A. Smith, jefe de la primera ola de ataque, solicitó órdenes de vuelo a la sección de Inteligencia de la 54.a base de Coningsby. Su peligrosa misión consistiría en permanecer sobre el blanco, a baja altura, dirigiendo el bombardeo. Pilotaría un «Mosquito», rápido aparato biplano de armazón de madera, que resultaba seguro a las elevadas altitudes por las que solía volar, pero peligroso a baja altura, a causa de carecer casi por completo de elementos protectores. Se ordenó a Smith que concentrase el ataque sobre los centros ferroviarios de comunicación de Altstadt (ciudad antigua) de Dresde, famosa por sus hermosos edificios y monumentos. Los primeros aparatos que alcanzasen Dresde serían dos escuadrillas de bombarderos «Lancaster». A las 22:04 lanzarían bengalas verdes en paracaídas, con el fin de señalar la situación de la ciudad. Seguirían luego ocho «Mosquitos», que guiados por las bengalas verdes lanzarían bombas rojas de situación en el Estadio deportivo, que se hallaba justamente a la derecha del blanco principal: el nudo ferroviario. Por fin, a la Hora Cero –las 22:15–, la fuerza principal se presentaría para bombardear el objetivo señalado con luz roja.

 

Poco antes de las 5:30 de la tarde despegaron los ocho aparatos «Mosquito», cuyos pilotos recibieron la extraña orden de evitar a toda costa un aterrizaje forzoso al Este de Dresde. En lugar de ello, deberían poner rumbo al oeste, aterrizando en territorio enemigo, a fin de que el nuevo equipo electrónico no cayese en manos de sus aliados, los rusos. Algunos minutos más tarde, el primero de los 244 «Lancaster» comenzó a despegar del aeródromo del Grupo Nº 5, y hacia las 18:00 horas, todos los bombarderos estaban en el aire. A las 19:57 el comandante Smith, bombardero principal, abandonó Coningsby en su «Mosquito». Después de cerca de una hora de vuelo, comenzó a soplar un duro viento del Oeste, y ello le permitió reunirse con los otros ocho «Mosquitos», que habían seguido una ruta indirecta. A más de 5.000 metros de altura sobre Alemania Occidental, los nueve aparatos fueron empujados por un viento de cola de 85 nudos. A las 21:49 los navegantes vieron la primera señal en el «Loran», el aparato electrónico construido por los norteamericanos, que les guiaría directamente hasta el primer blanco. Ocho minutos más tarde deberían lanzar los primeros aviones las bengalas verdes. A las 22 horas apareció al fin la segunda señal, y el navegante de Smith localizó su situación a quince millas al sur de Chemnitz. Los nueve aparatos «Mosquito» viraron hacia el Noroeste, buscando las bengalas verdes lanzadas por los anteriores aparatos cuatro minutos antes.

 

Aunque Dresde no era una ciudad abierta, sólo había experimentado dos ataques aéreos de pequeña importancia, uno el 7 de octubre de 1944, cuando treinta bombarderos de los Estados Unidos atacaron sus nudos ferroviarios, matando a 435 personas. El otro bombardeo se produjo el 16 de enero de 1945, y en tal ocasión 133 aviones Liberator bombardearon el mismo blanco, y dieron muerte a 376 personas. Posteriormente se produjeron algunas alarmas aéreas, pero como todas resultaron falsas, en la ciudad se tuvo la convicción de que se había hecho un convenio secreto con los Aliados: si los alemanes no atacaban Oxford, los Aliados tampoco lo harían con Dresde. Después de todo, la ciudad poseía escaso valor militar, y sus numerosos museos, iglesias y otros edificios de estilo barroco, estaban reconocidos como un tesoro arquitectónico.

 

Así pues, los 630.000 habitantes de la ciudad, no tenían motivos para pensar en un ataque aéreo a su ciudad y a pesar de los desastres del Frente Oriental, Dresde tenía casi un aire festivo en aquella noche del 13 de febrero. Ello se debía a que era un martes Fasching, una de las fiestas favoritas de los alemanes, en que los niños se vestían –como lo estaban en aquel momento– con alegres ropajes de carnaval. Por consiguiente, hubo poca inquietud cuando se dejó oír la primera alarma aérea –el «cuco»–, hacia las diez de la noche. Pocos imaginaban que se trataba de una incursión devastadora contra la ciudad. Esta sensación de seguridad de los ciudadanos se extendió a los centenares de miles de refugiados procedentes del Este, así como a los que procedían de Berlín y de Alemania Occidental. Las salas de espera de los ferrocarriles se hallaban abarrotadas de estas gentes y de sus pertenencias. Los edificios públicos, igualmente, estaban atestados de catres y camas en los que dormían los refugiados durante la emergencia. El flujo humano era tan grande que hubo que habilitar el extenso parque de Grosser Garten con tiendas de campaña y chozas para unas 200.000 personas.

 

En la estación de ferrocarril casi no había cabida para más trenes, a consecuencia de todos los que habían llegado del Este, y al mismo tiempo, las carreteras procedentes del frente seguían enviando riadas de refugiados a pie, en carretas, coches y camiones. La ciudad crecía en población por momentos, y se calcula que al producirse el bombardeo había 1.300.000 seres humanos en Dresde.

 

El sistema defensivo contra los ataques aéreos en Dresde era sumamente deficiente. Los cañones antiaéreos que aparecían montados amenazadoramente en las colinas que rodeaban la ciudad, eran en realidad de cartón piedra, pues los verdaderos habían sido enviados a los frentes oriental y occidental, y sólo quedaban sus firmes bases de hormigón.  La 1ª División de Combate alemana situada en Klotszche, a unos pocos kilómetros al norte de Dresde, se preparó para defender la ciudad, pero como los germanos no sabían adónde debían enviar sus cazas, tuvieron que esperar hasta que se dijera algo en concreto. Sólo cuando los 244 «Lancaster» pasaron sobre Leipzig y pusieron rumbo a Dresde, los defensores supieron a qué atenerse, y no fue hasta las 21:55 que la Primera División de combate recibió órdenes de hacer despegar su escuadrilla de cazas nocturnos. Pero cuando estos aparatos estuvieron en el aire, ya era demasiado tarde, pues los primeros aviones ingleses habían lanzado ya sus bengalas verdes. Smith se estaba acercando a Dresde, y se puso en contacto por radio con el jefe de aviones de vanguardia, preguntándole si podía ver ya las bengalas verdes, a lo que le contestó afirmativamente. A 250 metros de altitud el jefe de vanguardia abrió las compuertas del aparato y su bomba indicadora de blanco, que pesaba media tonelada, salió despedida, dejando un vivo rastro rojo en su descenso. Eran casi las 22:07, y faltaban ocho minutos para la hora cero. Los otros aparatos «Mosquito» comenzaron a lanzar sus bombas indicadoras donde había caído la primera. A las 22:09, el locutor de una emisora de Dresde exclamó: 

 

–Achtung, Achtung, Achtung! ¡Se avecina un ataque aéreo! ¡Vayan a los refugios en seguida! 

Los ciudadanos hicieron lo que les ordenaban, pero de mala gana, ya que la mayoría dudaba incluso de que se tratase de una incursión real. En la ciudad antigua se procedió a apagar todas las luces. Como la ciudad se hallaba evidentemente indefensa, Smith ordenó a los bombarderos que descendiesen más bajo de lo previsto. Poco después la ciudad antigua se estremecía bajo el impacto de potentes bombas explosivas, a las que seguirían las bombas incendiarias.

 

A las 22:21, el bombardero principal Smith vio la ciudad envuelta en llamas. Llamó entonces a uno de los «Lancaster» y le ordenó que enviase el siguiente mensaje por radio a Inglaterra: «Objetivo atacado con éxito». La segunda oleada, integrada por 529 «Lancaster», o sea, más del doble de la primera, se hallaba ya en camino. Cuando las dotaciones de los aparatos supieron su objetivo, cundió la preocupación, ya que era un vuelo muy largo que llegaba casi al límite del radio de acción de los aviones «Lancaster». Luego el cielo se aclaró repentinamente, y las baterías germanas abatieron tres «Lancaster». En aquel momento ya se podían divisar las señales luminosas para la segunda oleada de aviones, pero cuando el jefe de estos bombarderos llegó sobre el objetivo, a la 1:28 de la madrugada, la ciudad antigua se hallaba convertida en una hoguera. Se había producido en aquel momento una tormenta semejante a la de Hamburgo. Era un fenómeno meteorológico causado al elevarse la temperatura ambiente a unos 5.000ºC., como consecuencia de varios grandes incendios simultáneos. Este enorme calor provocaba una succión de aire frío hacia el centro del fuego, originándose un viento de gran violencia. El resultado era un infierno rugiente. El jefe de bombarderos de la segunda oleada se decidió a actuar sobre las zonas que no había alcanzado la primera oleada. Emitió el mensaje correspondiente a sus aparatos, y pocos minutos más tarde comenzaron a caer las bombas. A diferencia del primer ataque, se emplearon bombas demoledoras para extender los incendios. Luego se lanzaron 650.000 bombas incendiarias con lo que el fuego se extendió con increíble violencia por toda la ciudad. El espectáculo era estremecedor con las calles envueltas en llamas.

 

A las 4:40 de la madrugada las dotaciones de la Octava Fuerza Aérea de Estados Unidos recibieron la orden de atacar sus dos objetivos principales: Dresde y Chemnitz. La 1ª División Aérea debería atacar Dresde. 450 fortalezas volantes iban a bombardear algunos cuarteles y la estación de ferrocarril de Neustadt, situada en la orilla norte del Elba. Los navegantes recibieron instrucciones de seguir el rumbo hasta la ciudad de Torgau, y luego remontar el curso del Elba durante unos setenta kilómetros. La próxima ciudad importante que hallasen sería Dresde. Las dotaciones estaban prestas en sus aparatos a las 6:40 de la mañana, pero llegó una orden de esperar, y la primera fortaleza volante no despegó hasta las ocho de la mañana. A la oleada de bombarderos se unieron 288 «Mustang P-51». La mitad de los cazas debería permanecer con los bombarderos para evitar los ataques de la Luftwaffe; en tanto que los demás colaborarían en la destrucción de la ciudad. El grupo 457 dio dos pasadas más, sin hallar una abertura en las nubes inferiores. Por fin, en la cuarta pasada, hallaron un claro. Debajo, seguían elevándose las llamas de los incendios producidos en los dos primeros ataques. Nubes pardas y rojizas se extendían hacia Praga, esparciendo restos ennegrecidos a muchos kilómetros de distancia.

 

El famoso teatro de la Ópera, donde por vez primera se había puesto en escena Tannhaüser, estaba convertido en una fulgurante antorcha. El palacio Zwinger, uno de los más hermosos ejemplos de arquitectura barroca, no era más que una ruina humeante, lo mismo que el castillo y el Hofkirche. El Kreuzkirche, con su cúpula envuelta en humo, aparecía milagrosamente intacto. La Lindenauplatz estaba sembrada de cadáveres, los vestidos de los cuales aparecían quemados o habían volado con las explosiones. Varios centenares de personas aparecían ahogadas en una charca no muy profunda. En el parque Grosser Garten los árboles más robustos habían sido arrancados de cuajo. Otros estaban desgajados o cortados limpiamente en dos. La hierba aparecía cubierta de cuerpos. Esparcidos entre la gente se veían también los cuerpos de los animales del zoológico.

 

Al no existir comunicación entre Dresde y las demás ciudades, los detalles de la catástrofe no llegaron a Berlín hasta las últimas horas del día. Un informe oficial previo estableció que por lo menos cien mil personas –muchas más probablemente– habían perecido en las dos incursiones aéreas sucesivas y que una de las ciudades más antiguas y queridas del Reich había quedado totalmente destruida. Los ingleses se enteraron de lo ocurrido en Dresde hacia las 18 horas, cuando los boletines radiados anunciaron que se trataba de uno de los grandes ataques proyectados por Roosevelt y Churchill en Yalta.

 

«Nuestros pilotos declaran que hubo escaso fuego antiaéreo, por lo que pudieron hacer las incursiones sobre los blancos sin gran peligro, informó el locutor. En el centro de la ciudad se llevó acabo un ataque de gran eficacia».

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En la noche del 13 de febrero de 1945 comenzó uno de los peores ataques aéreos de la II Guerra Mundial. Todo el centro de la ciudad de Dresde, así como los barrios adyacentes fueron destruidos totalmente por los bombarderos de las Fuerzas Aéreas Americana y Británica.

           

Mientras las fuerzas angloamericanas arrojaron sobre Alemania casi 2.000.000 de toneladas de bombas, sobre Inglaterra cayeron, incluyendo las armas “V”, poco menos de 75.000 toneladas. Estas cifras reflejan claramente la enorme desproporción de fuerza y violencia con que fueron golpeadas las poblaciones germanas. El objetivo de la estrategia de bombardeo masivo, llevada a su máxima expresión por Sir Arthur Harris, era destruir la moral de la población. En Londres se sabía que estos bombardeos no cumplían su objetivo, pero a pesar de ello, se siguió castigando a la población civil.

 

Una pregunta que surge, es lo que habría ocurrido si el poderío anglo-estadounidense hubiese actuado desde el principio contra objetivos militares, fábricas y redes de transporte. Historiadores y estrategas coinciden en que la guerra hubiera terminado un año antes, y que las tropas aliadas hubieran podido ocupar la totalidad de Alemania y el resto de Europa Oriental. Pero el hecho de que los aliados occidentales mantuvieran la idea de que la guerra finalizaría mediante bombardeos masivos sobre civiles indefensos, no sólo retrasó el fin del conflicto, sino que también permitió que la URSS se adueñara de todo el Este de Europa originando así un problema político-militar de proyección mundial y de efectos completamente negativos para los países que se vieron sometidos a la brutalidad, a la falta de libertad, a la violencia, a los crímenes y a la miseria bajo la terrible dictadura del terror impuesta por Stalin, bajo la bota del Ejército Rojo y del comunismo.

 

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Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora) una vez desalojados los escombros para proceder a su reconstrucción.

Durante 200 años marcó la iglesia barroca de Nuestra Señora, con su cúpula en forma de campana, la maravillosa silueta de la ciudad artística de Dresde. Construida entre los años 1726 al 1743 con el apoyo de donaciones obtenidas de los ciudadanos, los dresdenses la querían de una manera especial, no sólo por ser una maravilla arquitectónica sino también por ser un símbolo de la creencia, de la fuerza y de la unión. La grandeza del conjunto cultural y artístico de la ciudad a orillas del Elba, y con la famosa iglesia Frauenkirche, se hundieron entre los escombros. El aspecto espantoso de las ruinas quemadas y la destruida iglesia se convertiría en lugar para la devoción y la exhortación. Los escombros de esa joya del barroco tardío, se convirtieron en los años de la desaparecida República Democrática Alemana en símbolo de guerra.

 

Tras el derrumbamiento del régimen comunista y la reunificación de Alemania en 1990, se puso en marcha una iniciativa ciudadana para reconstruir la Frauenkirche. Las obras se iniciaron en mayo de 1994 y se recuperaron 8.400 piedras ennegrecidas por el fuego, las cuales se midieron, catalogaron y almacenaron. Mediante un programa informático SIG diseñado a medida en gran parte con este fin, se pudo seguir la pista de muchas de estas piedras recuperadas encontrando el lugar original que ocuparon en su momento. De ese modo se rescataron de los escombros 8.400 piedras o trozos de ellas, y de éstas se incorporaron 3.539 a la fachada exterior.

 

Los 180 millones de euros que costó la reconstrucción procedieron en dos tercios de donativos de todo el mundo y los 60 millones restantes los aportaron el Gobierno Federal alemán, el Estado Libre de Sajonia y el Ayuntamiento de Dresde. Medio millón de euros costó la cúpula y los donaron en el Reino Unido, el país de donde procedían los bombardeos que asolaron la ciudad. La cruz dorada que corona a más de 90 metros de altura la cúpula, fue obra de Alan Schmidt, un artista de Londres y que su padre iba en unos de los aviones que bombardearon Dresde. No fue éste el único símbolo de la reconciliación entre los pueblos. La cruz de clavos del altar procede de la catedral de la ciudad de Coventry (Reino Unido), destruida por las bombas alemanas en 1940.

 

Coincidiendo con los 60 años del bombardeo, el 13 de febrero de 2005 se inauguró por último el interior de la Frauenkirche en una ceremonia silenciosa. Reabrió sus puertas el 30 de mayo de 2005 con una solemne ceremonia a la que asistieron 1.700 invitados, y otras 50.000 personas que se congregaron fuera del templo.

 

La reconstrucción duró algo más de 11 años. El 30 de octubre de 2005 se volvió a consagrar la iglesia y con ello se le dio su futuro destino como casa del Señor. (fotografía)

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