Carta del Coronel Moscardo.
Alcázar de Toledo, 25 de Julio de
1936.
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Esta es la primera carta que el Coronel
José Moscardó Ituarte dirigió a su familia. Los originales
de tan apasionante correspondencia mantenida desde el 25 de
julio al 21 de septiembre de 1936, son de puño y letra de
Moscardó. Todas ellas se conservan en el Archivo Moscardó,
donde fueron encontradas hace pocos años, por el general
Fernando Esquivias Franco, cuya esposa era Marichu Moscardó,
la única hija del general Moscardó y la última de sus hijos
que le habían sobrevivido.
María de
mi alma, hijos de mi alma: Os escribo en son de despedida por
si esta situación no tuviera solución favorable.
Ya oiréis
el bombardeo del Alcázar, con piezas de artillería de todos
los calibres, aviación y además los carros blindados y
tanques que han venido de Madrid: pues a pesar de todo eso, no
pueden ni podrán tomar el Alcázar a viva fuerza; hace falta
mucho corazón para asaltarlo con la clase de gente que hay
dentro.
Hay
destrozos enormes, pero no han abierto más brecha que en la
puerta principal, que después se ha tapado perfectamente.
Pretenden que nos rindamos por hambre y desmoralización y no
lo conseguirán, pues sacaremos víveres de debajo de las
piedras y la moral está muy bien incluso entre las mujeres,
pues saben si se rindieren la muerte que les cabría.
No te
quiero decir la amargura que tengo sabiendo que nuestro Luis
está en poder de esa gente. Ya sabrás que el jefe me llamó
por teléfono el día 23 y me dijo que si en el término de
diez minutos no nos rendíamos, lo mandaba fusilar, y por si
yo dudaba, le hizo venir al teléfono y hablara conmigo para
convencerme de que era él. Excuso decirte, mi hijo de mi
alma, me habló con voz tranquila, y yo no hice más que
decirle que encomendara su alma a Dios si llegara el caso y
diera un Viva España muy fuerte. Yo espero que no sean tan
crueles que quieran vengarse en la persona de mi hijo,
completamente inocente en esta causa, y no pase de una
amenaza, pero no obstante no puedo estar confiado.
Sobre este
particular me he alarmado, porque ayer en una salida que se
intentó hacer para requisar víveres, la Guardia Civil tuvo
la malhadada ocurrencia de detener a la familia del concejal
Domingo Alonso y traerlos detenidos en rehenes. Me desagradó
hasta el extremo, pues creerán que la salida fue únicamente
para cogerlos como garantía, y yo no soy capaz de hacer eso,
es más, me repugna y de buena gana los soltaba; aquí están
bien cuidados y atendidos en lo que cabe, por lo menos igual
que las familias de los Guardias. Pero me temo que esta
detención haya provocado la de Carmelo y la tuya, y no lo
quiero pensar siquiera. Gracias a que Dios da fuerzas para
sobrellevar esta tragedia y parece como si se me hubiese
embotado el sentimiento.
Esto parece
un sueño, mejor dicho una pesadilla, pensando que hace 8 ó
10 días éramos una familia feliz, y hoy no sabemos los unos
de los otros, e incluso ignoramos si viven. Tengo confianza en
Dios y en sus manos he encomendado la solución, que os dé
vida a todos y que encontréis una manera decorosa de vivir si
la revolución roja triunfa, y nada digo de mí, pues yo no es
posible que me salve. No puedo comprender que no os voy a ver
más, me parece una cosa que no me puede pasar a mí, sino
algo que he leído.
Te pido
perdón, María, por mi incomprensión algunas veces, pues
reconociendo que eres la mujer más buena y virtuosa, no he
sabido estimar en su verdadero valor todo lo que vales, más
bien a causa de mi ligereza que de otra cosa. Sin embargo, tú
me perdonaste, aunque te digo solemnemente que jamás dejé de
quererte y estimar tu superioridad en todos los órdenes.
De nuestros
hijos qué he de decirte, si todos salís con vida de esta
situación trágica procurad adaptaros a las circunstancias
pero sin dejar nunca de ser religiosos y honrados, aun cuando
tuviereis que ocultar lo primero. Tengo la seguridad que los
chicos sabrán abrirse paso, pues son inteligentes y tan
honrados que se hacen querer de todo el mundo. No sé cuál de
ellos serás mejor, pero lo que se puede decir de todos es que
jamás nos dieron un solo disgusto, ni asomo de ello, sini únicamente
satisfacciones, tan orgullosos que estamos de ellos. De Pepe y
de Miguel sigo sin saber una palabra. ¡Qué pena! De mi Luis,
hijo de mi alma, después de su triunfo en las oposiciones es
posible que no le sirva si la revolución vence; hijo es un
verdadero santo. Pues y mi Marichu, ¡hija de mi corazón! Qué
tiempos tan amargos va a tener que vivir. Ella, mi alegría y
mi orgullo, tan buena y virtuosa como tú, tan guapa; no es
posible que no pueda volver a verla. Al fin y al cabo
acertamos en que fuera a Portugal, pues si le coge aquí todo
esto, lo que hubiera sufrido. De mi Carmelo, hijo de mi vida,
mi compañero inseparable, un verdadero santo que quisiera que
estudiase mucho o trabajase para salir adelante, o trabajar
con resolución que el hombre bueno se abre paso en todas
partes.
Yo creo que
nuestros hijos y tú sois tan buenos y ejemplares y formáis
una familia tan completa que Dios ha dispuesto que nos
reunamos en otro lugar más alto para gozar de nuestra
felicidad sin que nada pueda separarnos; tengo absoluta fe en
ello.
Creo que al
fin y al cabo ganará este pleito el partido del orden, pues
España ni puede caer bajo el mando del marxismo; somos católicos
amigos de la tradición y no puede ser que todo esto
desaparezca. Dios lo quiera y los que puedan verlo, que
disfruten de la paz.
No sé cómo
escribir, tengo los sentidos un poco embotados y en medio de
tanta angustia y preocupación por vosotros, y de temor ante
el porvenir, estoy bien físicamente, mejor de lo que podía
figurarme; este régimen de media comida me sienta muy bien.
Adiós María,
adiós Pepe, Miguel, Luis, Marichu, Carmelo, os doy un beso
con toda mi alma, mi vida y mi corazón y siempre y en todo
momento pienso en vosotros, que sois mi amor y mi ilusión.
Adiós.
Vuestro
Pepe
He hecho
comunión espiritual y me he preparado bien aunque no hay aquí
sacerdote.
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