OTRO PROBLEMA DE ESPAÑA Jaime
Campmany
El problema de España son dos. Uno se llama País Vasco, y es un
problema viejo, continuo y sin fin, y a veces, como ahora desde hace
treinta años, sangriento y sangrante. El otro se llama Cataluña, que
es una antigua erisipela que a veces se encona con erupción y otras
veces se inflama pacíficamente como en este caso al salir de las urnas.
España se hizo pegando trabajosamente pedazos sueltos, libres, indómitos
y guerreros, y hay algunos españoles, sobre todo vascos y catalanes,
que padecen la enfermedad del salto atrás, capricho patológico de la
naturaleza.
Con esos dos problemas tenemos que contar siempre los españoles que
queremos vivir con el tiempo en que vivimos, a su ritmo y a su paso, y
que no intentamos regresar a la tribu y al poblado desde la aldea global
en que nos ha metido el siglo XXI. Y sobre todo, tienen que contar con
esos dos problemas los políticos, porque se los van a encontrar a cada
paso, enredados en sus pies, y a los extraños españoles que los
plantean dándoles la tabarra de los derechos históricos, pidiendo a
gritos la libertad que gozan, exigiendo fueros, exenciones, preferencias
y privilegios y tratando a los hermanos de otras regiones y comarcas,
como maketos, charnegos y hasta inmigrantes. Todo eso proviene de una
antigua costumbre de mala vecindad, que a veces termina a garrotazos o a
tiros desde la terraza de cada vecino.
Pero a esos dos problemas, ya crónicos, se ha unido ahora otro que
puede dificultar la aplicación del tratamiento político adecuado y el
aislamiento cuidadoso de los enfermos. La izquierda española, ¡quién
lo diría!, se nos ha hecho nacionalista y aldeana. La complacencia con
los regionalismos y nacionalismos políticos era de derechas hasta el
fin de la guerra y el comienzo de la dictadura. Recordemos que la
derecha era regionalista y autonomista (la CEDA de Gil Robles:
Confederación de Derechas Autónomas), mientras la izquierda era
supranacional e internacionalista.
Bueno, pues la derecha se ha hecho españolista y europeísta, y ahora
la izquierda nos sale con los abrazos a la antigualla nacionalista. El
Partido Socialista catalán, al aire de Maragall, se hace «federalismo
asimétrico», o sea, insolidario, y mendiga la alianza con el
separatismo de una «esquerra» independentista. En Galicia se busca la
amistad del Bloque Galego, en Aragón quiere apoderarse del Ebro para
dejar a los demás sedientos, y en Baleares se alía, con tal de tocar
poder, con los enanos políticos de las Islas. En Vasconia, el
socialismo se muestra partidario de templar gaitas ante el sueño de
independencia de Arzalluz y el desafío de Ibarreche, aunque no llega a
la rendición de Madrazo, válganos todo el Olimpo marxista, lo nunca
visto: ¡un comunista en Ajuria Enea! Bien es verdad que también los
socialistas gobernaron allí y alguna responsabilidad tienen en algunos
desaguisados, como el de las ikastolas. Y ese nuevo problema que ha traído
el socialismo puede agravar de modo alarmante los dos problemas clásicos:
País Vasco y Cataluña. S.O.S. Que alguien asista a Zapatero. ABC. 18 de Noviembre de 2.003 |