Última
nota oficiosa de Primo de Rivera.
“La
madrugada del sábado en que, dando suelta al lápiz, escribí
a toda prisa las cuartillas de la nota oficiosa, publicada el
domingo y sin consultarla con nadie ni siquiera conmigo mismo,
sin releerla, listo el ciclista que había de llevarla a la
oficina de información de prensa para no perder minuto, como
si de publicarla en seguida dependiera la salvación del país,
sufrí un pequeño mareo que me ha alarmado y me obligó a
hacer todo lo posible para prevenir la repetición de caso
parecido sometiéndome a un tratamiento y plan que fortalezca
mis nervios y ya mi naturaleza domine en absoluto sobre ellos.
“Sin
propósito de disculpa he de declarar que no me pesa la
esencia de mi acto. Sin embargo, la forma verdaderamente extraña
que di a su desarrollo, puesto que yo, atacado insidiosamente
todos los días desde el punto de vista de imputarme la
usurpación de la voluntad y criterio de los cuadros de mando
militares y de cuya general confianza en mí vengo alardeando
desde el 13 de septiembre, lo quisiera comprobar, no creo que
sea injustificado, pero tomar por disculpa y medio de hacerlo
la publicación de una nota oficiosa con riesgo de alarmar al
país y de descomponer o, por lo menos, agitar el Ejército y
Marina, hoy tan ponderados y firmes en la disciplina, infiriéndoles
la ofensa de dudar de ellos por la acción de unos hechos anónimos,
unas hojas clandestinas y unos rumores, es inexplicable y yo
me lo sanciono.
“Mucho
he de agradecer, en primer término, a mis compañeros de
Gobierno la delicadeza con que se han hecho cargo de mi acto,
que no conocían hasta ser público, y mucho también a las
altas autoridades por mí requeridas, que en su contestación,
que en realidad por la forma del requerimiento podían haber
excusado, han puesto palabras de la mayor consideración, benévolo
juicio y concepto de firme lealtad y de preocupación para el
país, el rey y el Gobierno. Esto me proporciona la inmensa
satisfacción de contrastar en las instituciones militares un
grado de capacidad, la serenidad y unidad de doctrina de que
la Patria puede esperar mucho bien.
“Pero
todo lo anteriormente expuesto tiene de mi parte una
consecuencia inevitable e inaplazable, que es mi retirada del
Gobierno y mi apartamiento por el tiempo preciso de todo
trabajo y función. Más la dificultad no está en mi
sustitución personal, que muchos podrán suplir
ventajosamente, sino en la orientación política a seguir en
beneficio del país. Nunca como en este momento que me
desintereso de todo subjetivismo, creo que podré hablar con
igual sinceridad.
“Desgraciadamente,
los seis años de Dictadura, no cruel, pero sí muy celosa del
mantenimiento de la disciplina social y en la persecución del
hampa y gérmenes de perturbación y morbosidad, no han
logrado la total extirpación de esos males. En algunos
sectores, y dejo aparte los militares porque antes he
consignado mi juicio sobre ellos, se han notado enormes
mejoras, aludo a los obreros, que han superado a todos por su
comprensión y que no han provocado casi dificultades adhiriéndose
siempre a soluciones racionales.
“No
tengo por qué referirme a las teorías socialistas, que ya he
dicho muchas veces que no comparto, sino a la organización
social, capacidad profesional, progreso cultural y rendimiento
del trabajo. Pero sin ser socialista se puede realizar una
gran labor de paz social y progreso económico, poniendo interés
el Gobierno en los problemas que afectan al obrero;
cordialidad y comprensión libre de excesivo espíritu de
clases y sin olvidar que los factores economía y perfección
del producto son la base de la posibilidad comercial de ellas
y por lo tanto manantial que ha de surtir al bienestar de
todos y a la prosperidad económica nacional.
“Por
lo apuntado y otras muchas razones de peso que harían
interminable esta mi última nota oficiosa, creo, con el
pensamiento puesto en Dios y en España, que por muchos años
debe seguir gobernando la Dictadura o cosa muy parecida,
ejercida en forma de Consejo de Ministros, de labor colectiva,
pero con responsabilidad exclusiva del dictador ante el país
y el Rey.
“Creo
también indispensable la existencia de un órgano no
deliberante, en buena parte de origen electivo, que estimule y
fiscalice la labor gubernamental cooperando con sus
iniciativas a hacerla eficaz.
“Entiendo
que la dirección de la Dictadura puede encomendarse
igualmente a un hombre civil o militar, pero requiere completa
compenetración y asistencia de ambos sectores y que por su
proceder justo, claro y comunitativo, gane arraigo y simpatía
en el pueblo.
“Desaparecido
el obstáculo de mi persona, que aún sin ser ése mi deseo no
he podido evitar sucesión de agravios y molestias y sufrir
desgaste, deben, todos los políticos, viejos y nuevos y los
que nunca lo fueron, que sean monárquicos o que aún sin
serlo quieran servir al país sin otro afán que engrandecer
la patria y presentarla ante el mundo fuerte por la
homogeneidad del ideal y la Unión Patriótica y ciudadana de
una gran mayoría, apoyar al Gobierno prestándole la
asistencia que merezca, más por sus intenciones y buena
voluntad que por su acierto mismo, que éste es siempre
aleatorio y opinable. ¡Paz, españoles! Cordialidad de
clases, cultura y trabajo y adelante, adelante por el camino
emprendido hace seis años hasta que la nueva generación,
formada en las escuelas y colegios de primera enseñanza, en
los Institutos y en las Universidades, que son los verdaderos
cimientos del edificio social, permitan dar al país una
estructura más ciudadana y liberal; porque hasta ahora, es
preciso confesarlo, la verdadera libertad, la que garantiza la
propiedad, la vida, el pudor y la tranquilidad, necesitan ir
acompañadas de guardias civiles, de parejas de ese noble
instituto a que tanto debe España y que tanto la enaltece.
“¡Paz,
trabajo y cultura, que son la verdadera libertad que para
estimarnos cada día más vienen contrastando y apreciando
nuestros hermanos en América y los que, allí nacidos,
sientan aún el calor de las entrañas de la Madre Patria! En
muchos años de Gobierno de Dictadura justiciera, liberal,
culta, humana, considerada fuera y con consideración y
respeto, por el sentir de la conciencia universal, está la
salvación y engrandecimiento de España. Venga a realizarla
los hombres de toga y los hombres de ciencia por muy radicales
que sean, que sólo así, en la cordialidad de su radicalismo,
recogerán, acentuando con firmeza inconmovible, un sentido
fuerte, recio y culto de la ciudadanía capaz de digerir sin
daño las drogas políticas más fuertes, que ése es el sino
de la Humanidad.
“No
teman los hombres civiles el contacto con los militares; éstos,
salvo las características que reservan para su ejercicio, son
de valor civil inapreciable, incluso las más modestas clases;
únanse con ellos en fraternidad ciudadana y a servir todos
juntos a la Patria grande e imperecedera, lo mismo bajo un
gobierno dictatorial que de régimen común, que, cualquiera
que el procedimiento sea, no exculpa a nadie del deber de
adaptación al momento nacional y de asistencia al poder público.
“Y
vayan en esta mi última nota oficiosa unas palabras de
sinceridad y fervor para cuantos en los puestos oficiales o en
acción ciudadana me ayudaron ayudando a España, y muy
principalmente a la Unión Patriótica, que estoy seguro sabrá
responder a su carácter y credo, siendo firme apoyo de todo
gobierno digno de serlo y sostén de la monarquía, y al Somatén,
que con su doctrina y su lema encontrará siempre las normas
de su actuación; y a las mujeres españolas, que tan
relevante participación vienen alcanzando en la vida
nacional.
“Los
hombres del Directorio, como los del Gobierno, han sido
esclavos del cumplimiento de sus deberes, movidos siempre por
afán de acierto y estímulo de justicia, que el país ha de
reconocer y proclamar.
“Sean
mis últimas palabras nueva expresión de mis sentimientos
para el Ejército y la Marina, para los que a mis órdenes y a
las del general Sanjurjo pusieron fin al trágico problema
marroquí, y para los que ahora a las órdenes del general
Jordana cimentan la paz y propulsan el progreso, y para los
que antes, en días angustiosos, mantuvieron con derroche de
sacrificios y entusiasmos las yermas tierras fertilizadas a
fuerza de sangre.
“No
puedo saber qué suerte de actuación reserva el porvenir a la
Asamblea Nacional, pero es de justicia el tributar un elogio a
la labor importante que ha realizado, y más aún a sus
componentes, que se han mostrado laboriosos, asiduos y
puntuales en la asistencia a sesiones y plenos,
independientes, documentados, sobrios de palabra, corteses,
elocuentes y como hombres de corte gubernamental.
“Todos
sus miembros merecen de la Patria y merecen de la Dictadura el
reconocimiento de sus servicios y de mí la expresión de
eterna gratitud.
“Antes
de escribir esta nota, he sometido al Consejo de Ministros de
hoy la resolución de resignar en manos de S.M. el Rey el
poder que del Gobierno que he presidido tenía conferido.
“Ha
sido aceptada con las frases de mayor elogio que acrecen mis
sentimientos de gratitud para con el soberano. Y escribo “mi
última nota oficiosa”, estas notas de las que guardaré
siempre buen recuerdo, pues aunque una de ellas haya sido la
causa de mi dimisión, puede que para bien de la Patria y aún
mío, a ellas debo mi constante comunicación con el pueblo
español, y por ellas, tanto o más que por la
"Gaceta", me ha conocido y fortalecido la asistencia
suya, de la que me envanezco. Pero no puedo olvidar que la
Prensa ha sido el vehículo, unas veces voluntario, otras
obligatorio, que ha llevado mis palabras a través del país y
aún fuera de las fronteras, Prensa cuya actuación he
vigilado más que ningún otro elemento, porque sé bien por
afición periodística que ella hace y deshace hombres y
reputaciones y da color a las ideas, descubriendo unas veces
con sofismas y otras con argumentos una visión a los que
carecen de medios propios de pensar.
“Y
ahora a descansar un poco, lo indispensable para reponer la
salud y el equilibrio a los nervios, ¡2.326 días seguidos de
inquietudes, de responsabilidades y trabajos! y luego, si Dios
quiere, a volver a servir a España, donde sea y como sea,
hasta morir.
“29
de enero de 1930”.
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