Introducción.
Bastante poco se ha escrito
sobre don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, marqués de
Estella, y cuando se ha hecho ha sido casi siempre para
criticar, vituperar, agraviar y calumniar a este grandísimo y
ejemplar español, con una sarta de difamaciones, mentiras y
falsedades. Una gran injusticia se ha cometido con esta figura
señera de nuestra Historia.
Al caer la Dictadura todas las
fuerzas hostiles se dedicaron a ultrajar la memoria del
general Primo de Rivera. Fue una cobardía y un error, negar a
los restos de Primo de Rivera los honores que su alta
magistratura reclamaba. Ingratitud de la Monarquía encarnada
por Alfonso XIII con el general que con tanta eficacia le había
servido durante casi siete años.
Todo ello es lo que llevaría a
su hijo José Antonio a defenderle y para ello se presentó en
las primeras elecciones como diputado por Madrid. Para abogar
por su padre, tomó parte en una coalición de derechas con
Calvo Sotelo, Guadalhorce y otros, saliendo diputado por Cádiz.
Se presentó sin fe y sin respeto; pero una vez ante la
responsabilidad usó de aquel cabo como de todos los que se le
tendieron en la vida.
En los duros momentos por los
que atraviesa José Antonio, nace el embrión de lo que pocos
años más tarde será Falange Española.
Para ser sinceros hay que
reconocer que gran parte de los enemigos del general olvidaron
pronto su irritación contra él, porque el régimen de Primo
de Rivera fue en realidad una dictablanda y no una dictadura.
Las opiniones de la oposición dan sin duda el mejor retrato
de ese afable jefe autoritario que gobernó España durante
casi siete años.
Julián
Zugazagoitia, moderado
ministro socialista de Gobernación durante la guerra civil,
escribió: “Aquella dictadura a la que tantas agresiones
periodísticas le hicimos, circunstancia que prueba bastante
bien el tono liberal y un tanto paternal con que era ejercida
por Primo de Rivera, cometió atropellos..., pero a la vez
realizó algunas empresas bien dignas de loanza...”
Pocos días antes de su
fallecimiento en París, don Miguel hizo dos premoniciones:
“Como sigan así, antes de un año vendrá la República”.
El 14 de abril de 1931, o sea al año y un mes de su muerte,
se proclamaba la República.
Hablando el general con Calvo
Sotelo, dos religiosas y unos familiares, en una estación
fronteriza, pocos días antes de morir, los animó con estas
proféticas palabras: “Queda en la Patria quien sabría
salvarla. ¡Ah, si Franco quisiera!...¡Debemos esperar!”
Vale la pena recordar unas
bellas frases de don Miguel Primo de Rivera: “Los deberes
ofrendados a la Patria son lo más sagrado. ¿Qué mejor
siembra? ¡Es tan hermoso amar a España, que ese amor nos
recompensa de cualquier amargura! La Religión Católica
representa un vivo consuelo para las adversidades y una
esperanza compensadora de las penas que la vida lleva en sí”.
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