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Actualizada: 02 de Febrero de 2.010. 

 
 
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  69 Aniversario de la creación de la División Azul Española de Voluntarios


La División Azul

Eduardo Palomar Baró.



Cuando el 22 de junio de 1941, Alemania, Italia, Rumania y Finlandia deciden atacar a la URSS e intentar su invasión, se producen en España una serie de manifestaciones de miembros del SEU, de la Falange y ex combatientes, en la que expresan sus deseos de combatir contra Rusia.

La noticia de la declaración de guerra, la comunica a los periodistas el jefe del Gabinete de Asuntos Exteriores, Ximénez de Sandoval. Por encargo expreso de Von Ribbentrop, el embajador alemán en España Von Stonrer, comunicó verbalmente al ministro de Asuntos Exteriores español Ramón Serrano Suñer, la decisión del Gobierno germano de declarar la guerra a la Rusia soviética. El ministro se trasladó inmediatamente a El Pardo para informar al Jefe del Estado Generalísimo Franco. Hubo una reunión urgente del Consejo de Ministros para examinar en profundidad la nueva fase de la Guerra Mundial.

El día 24 de junio de 1941 hubo concentración de falangistas en la plaza del Callao, en Madrid. A las doce del mediodía se dieron cita, unos cinco mil hombres, entre los que se encontraba el delegado nacional del SEU, el del Frente de Juventudes, el consejero nacional conde de Montarco, camisas viejas, altos cargos de la Secretaría General y muchísimos estudiantes. En la Ciudad Universitaria, al enterarse de esta manifestación, los catedráticos, que habían fijado exámenes para ese día, los suspenden y aplazan. Van llegando más manifestantes, con pancartas en las que se lee: “Voluntarios falangistas contra Rusia”. Tras recorrer la Gran Vía madrileña, se dirigen hacia la calle de Alcalá y se estacionan ante el edificio en donde está la Secretaría General.

Ramón Serrano Suñer, se dirige desde los balcones de la Secretaría General del Movimiento a la multitud y pronuncia unas breves pero vibrantes palabras:

«Camaradas: No es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra guerra civil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa…».

El manifiesto de Serrano Suñer es constantemente interrumpido con grandes aclamaciones y gritos de “¡Muera el comunismo!”, “¡Viva España!”, “¡José Antonio, presente!”, “¡Viva Franco!”, “¡Muera Rusia soviética”! y “¡Arriba España!”.

Después el ministro dice a los manifestantes que, tras cantar el “Cara al Sol”, se disuelvan con orden, y les recomienda que estén atentos a la voz del mando, y vigilantes de las voces insidiosas y pérfidas de los enemigos para sellarles la boca.

El Gobierno accede a enviar una fuerza expedicionaria a luchar en la URSS. Estará compuesta por una división de infantería y una escuadrilla de aviación. Pero se discute sobre si es posible una división organizada del Ejército o de voluntarios falangistas. La solución final será mixta. La División estará integrada por voluntarios procedentes de las filas del Ejército y por voluntarios de Milicias, organizada de la siguiente forma:

– Jefes: General, coroneles, tenientes coroneles y comandantes, profesionales del Ejército.

– Oficiales: Capitanes, profesionales del Ejército, de los cuales el 60 por 100 procedían de las Academias Militares. El resto de las Milicias, tenientes y alféreces, el 67 por 100 profesionales del Ejército y los restantes de Milicias.

– Suboficiales: También el 67 por 100 profesionales del Ejército y los restantes de Milicias.

– Personal de tropa: La inmensa mayoría facilitado por las Jefaturas de Milicias.

Cuando se abren los banderines de enganche, la avalancha de voluntarios fue realmente abrumadora, pero el número de plazas fue limitado, quedando muchos aspirantes fuera de la expedición.

ARRIBA  



Camarada:

Desde el mismo instante en que fue público el ataque alemán sobre Rusia, millares de camaradas de nuestra Falange han manifestado clamorosamente su voluntad de intervención en la lucha. No se trata ya, como otras veces, de simples manifestaciones de simpatía a quienes compartieron el riesgo con nosotros en horas decisivas, encarnan ejemplarmente formas revolucionarias semejantes a las que apetecemos para nuestra Patria y sufren o han sufrido como nosotros la injusticia y el despojo. Se trata en este instante de algo más profundo y también más vivo: de sentir como rigurosamente propia la batalla que Alemania emprende contra el comunismo.

Si la finalidad última de los Movimientos Nacionales es revolucionaria, es evidente que fue la presencia de otra revolución adversa, aniquiladora y negativa quien produjo en las juventudes del mundo, con la conciencia del peligro, la sensibilidad heroica necesaria para tomar su propio camino.

Es, pues, natural que la visión de este peligro, aún vivo y encarnado en Rusia, sea el primer motor heroico que lleva a nuestra juventud a desear frente a ellos una actitud de beligerancia más real.

Rusia quiso destruir a España y la destruyó en buena parte; quiso apropiarse de ella como palanca para hacer saltar al mundo occidental, y pasan de un millón los muertos que España tuvo que entregar en el rescate. Europa entera no tendrá paz ni sosiego mientras Rusia exista, y la verdadera revolución redentora del pueblo no triunfará del todo mientras persevere en las fronteras de Europa la sombra del comunismo. Tenemos que desagraviar a nuestros caídos y tenemos que asegurar la existencia de nuestros herederos. Tenemos que vengar a España y tenemos que estar presentes en la tarea de salvar a Europa. No habrá en esto olvido alguno de nuestros caminos naturales ni de nuestros legítimos intereses, pero España hoy se limita a libertar la pasión de su juventud para que entre en la batalla preferida, en la cruzada europea.

En virtud de estas razones, la Falange recoge en disciplina orgánica el voluntario entusiasmo, abriendo banderines de enganche para formar una legión de combatientes que habrán de luchar contra Rusia.

Por todo ello, te ordeno curses a todos los camaradas militantes la invitación a participar en la lucha y abras –de acuerdo con la Jefatura de Milicias y según las instrucciones que recibas– los centros para reclutamiento voluntario.

¡Arriba España!

Madrid, 26 de junio de 1941.

El secretario general del Movimiento, José Luis de Arrese.

Los banderines de enganche se crean en toda España. En Madrid, el 27 de junio, a las nueve de la mañana, una larga cola se formaba ante la Delegación Regional de Milicias de Falange. Otro banderín de enganche se abre en el SEU, y el 4 de julio de 1941, se concentran los alistados en la capital de España. En la Ciudad Universitaria, y a las siete de la mañana, se procede al encuadramiento, y son repartidos por diversos cuarteles hasta el momento de su marcha.

 

ARRIBA  



Por la estación del Norte madrileña, el día 13 de julio de 1941, parten hacia Irún, para seguir viaje después hacia Rusia, el mayor contingente de voluntarios –unos 18.000– que integran la llamada «División Azul», al mando de la cual es designado el general de Infantería Agustín Muñoz Grandes. Entre los mandos figura el coronel Miguel Rodrigo Martínez y los comandantes Jiménez de Cartagena y González Esteban.

Este primer batallón de divisionarios es despedido con todos los honores en la citada estación del Norte. Habló Ramón Serrano Suñer y estuvieron presentes en el acto el ministro del Ejército, general José Enrique Varela Iglesias, el de Agricultura, Miguel Primo de Rivera, y el ministro secretario, José Luis Arrese Magra, así como la delegada nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera. También acudieron a la despedida los generales José Moscardó Ituarte, Andrés Saliquet Zumeta, José Millán Astray Terreros, Ricardo Rada y Peral, Francisco de Paula Borbón y de la Torre, Camilo Alonso Vega y Elíseo Álvarez Arenas.

ARRIBA  



Llegados a Alemania, la División recibió instrucción en el campamento de Grafenwöhr, cerca de Bayreuth (Baviera), antes de partir hacia el frente. La fuerza española pasó a formar parte del Ejército alemán, con la denominación de «División Española de Voluntarios número 250». Se trataba de la única división extranjera integrada en el Ejército alemán, con la particularidad de que era netamente española. Todos los mandos lo eran y regía el Código de Justicia Militar español. Existía sólo una plana mayor de enlace alemana, que se encargó de coordinar toda la tramitación de órdenes entre el Alto Mando alemán y la División.

La fuerza fue equipada con armamento regular alemán, que incluye las armas de mano y armamento pesado de anticarro, morteros y obuses, tal como fueron dotadas todas las fuerzas de infantería alemanas. El transporte principal fue realizado con tracción animal, como solía hacerse en el Frente del Este.

La División Azul estaba compuesta por 641 oficiales, 2.272 suboficiales y 15.780 hombres de tropa.

A finales de agosto de 1941 la División Azul recibió la noticia de la partida para el frente. Se dirigieron desde Treuburg Suwalki-Grodno en Polonia, hasta Vitebsk, ya cerca de Smolensk, en Rusia. El recorrido fue de unos 1.000 km. que, como parte del entrenamiento, lo realizaron a pie durante 40 días. Durante esa caminata se registraron las primeras bajas debido a las minas.

En un principio, los españoles iban destinados al IX Ejército del general Strauss, que debía participar en la «operación Tifón» para la conquista de Moscú. Pero el mariscal Wilhelm von Leeb solicitó al Führer refuerzos en su avance sobre Leningrado y éste le cedió, entre otros, la División española.

ARRIBA  



La llegada al frente se produjo el 12 de octubre de 1941. Los españoles fueron desplegados a lo largo de la orilla occidental del lago Ilmen y la margen izquierda del río Volchov. Iban a participar en la «operación Tikvin» para enlazar con los finlandeses. Por este motivo el regimiento 269 del coronel Esparza cruza el río Volchov y establece una cabeza de puente en Smeiko. Sin embargo, el Alto Mando alemán aplaza la operación y los españoles quedan aislados y con un frente muy amplio a cubrir.

El día 6 de noviembre de 1941 la División Azul releva a los alemanes en Possad, y a partir de este momento los divisionarios instalados en la cabeza de puente, deben sostener una dura lucha para la defensa de las posiciones conquistadas. Se combate ya a temperaturas de 15 hasta 20 grados bajo cero; las posiciones no forman una línea continua, sino “blocaos”, y entre ellos se filtran los soviéticos en emboscadas. Pese a todo, Possad sigue resistiendo los ataques masivos del Ejército Rojo, a cargo del 1º Batallón del 269 del comandante Tomás García Rebull, apoyado por el 2º de Román y otras unidades.  Los obuses enemigos despedazan las isbas de Possad, entre cuyos escombros e incendios se baten los españoles al arma blanca. La Infantería soviética arremete día y noche con su triple alarido de guerra: “¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!, llegando a penetrar en el círculo de trincheras, bunkers y pozos de tirador. Pero es rechazada. Docenas de cadáveres de jóvenes escuadristas del SEU y Falange van siendo apilados entre las ruinas. Aviones de combate soviéticos se precipitan en picado, provocando tifones de hielo, fuego y sangre.

El 7 de diciembre de 1941, después de veintiséis días de resistencia, Muñoz Grandes ordena el repliegue. Columnas de soldados heridos y exhaustos retroceden hacia la orilla occidental del río Volchov. Uno de ellos, Dionisio Ridruejo lleva en el macuto un cuaderno de versos, en el que refleja su estado del ánimo:

“Muertos míos de Rusia, heladas rocas/que fortifican una tierra ajena/bajo la vasta luz de la nevada./Bosques yertos de cruces, nombres míos,/de mi sangre y mi fe, crucificados…”

En Possad quedan los muertos. De mil seiscientos hombres, el Regimiento 269 ha sufrido quinientas sesenta y seis bajas.

Uno de los episodios más macabros de la campaña ocurrió en la Navidad de 1941, en Udarnik y la posición intermedia, el día 27 de diciembre. El general había dado la orden: “Defender el terreno como si estuvieseis clavados a él”. Las tropas de relevo consiguieron recuperar la posición intermedia, encontrando los cuerpos mutilados y desnudos del pelotón mandado por el alférez José Rubio Moscoso, quienes fueron crucificados con picos y sus propias bayonetas en el suelo helado. La orden fue cumplida. Poco después la División Azul cobró revancha con dos compañías del 262 Regimiento de Infantería, que dejó el congelado lago sembrado con los cadáveres de todo un batallón del Ejército Rojo.          

ARRIBA  



La llegada del invierno facilita al general soviético Leonid Aleksandrovich Govorov, que desencadena el 8 de enero de 1942 una ofensiva al sur del lago Ilmen, para recuperar la carretera y el ferrocarril Moscú-Leningrado. Un torrente de hombres, máquinas y animales se precipitan sobre los bosques, los pantanos y los afluentes del río Lovat. Los alemanes se baten en retirada, y sólo la aldea ribereña de Vsvad –quinientos cuarenta y tres hombres, al mando del capitán Pröhl– resiste la arremetida.

En la madrugada del día 10, la Compañía de Esquiadores de la División Azul parte del poblado de Spasspiskopez, al sudoeste del lago Ilmen, con la orden de romper el cerco. La Compañía de Esquiadores al mando del capitán José Manuel Ordás Rodríguez, secundado por el teniente José Otero de Arce, avanzan a la cabeza de doscientos seis hombres, por la superficie helada del lago. Tras una caminata de 30 km. con temperaturas de 50 grados bajo cero, al amanecer del día 11, la Compañía alcanza la orilla y enlaza con la guarnición alemana de Ustrika. Los españoles han sufrido ciento dos bajas por heridas y congelación. El resto profundiza en territorio enemigo, ocupando las aldeas de Sadneie, Pole, Pagost Ushin, Dubrovo, Bolshoy Utschno y Shiloy Tschernez. Extenuados, hambrientos, aspeados por la ventisca, combaten con la nieve a la cintura y 45 kilos de impedimenta a la espalda.

El libro “La batalla del lago Ilmen” de Eduardo Barrachina Juan, describe las tremendas penalidades sufridas bajo estas espantosas condiciones meteorológicas: «…Si en la orilla la temperatura había descendido a 40 grados, en el interior del lago se midieron con un termómetro finlandés 53 grados bajo cero. A esa temperatura se funde la grasa de los cerrojos de los fusiles y no se pueden utilizar. El agua se hace en el acto un bloque de hielo y para beber hay que calentarla previamente. El pan debe serrarse o cortarse con un hacha. La mayor parte de la comida se congela también con la gran dificultad de poder aprovecharla, pues encender fuego es extremadamente peligroso, ya que puede delatar la posición de las fuerzas españolas al enemigo. Y lo peor de todo, no se puede dormir. Dormir significa la muerte por congelación, incluso tumbarse un rato en un trineo puede suponer la pérdida de la vida».       

Después de tomar al asalto Shiloy Tschernez –a una docena de kilómetros de Vsvad–, el enemigo contraataca con esquís, ametralladoras y carros de combate. La Compañía, el día 17, retrocede diezmados sus efectivos. El 21 de enero de 1942 enlaza con los alemanes de Vsvad, que han abandonado la posición y se repliegan por la superficie del lago. El encuentro es patético: «Kameraden!...», «¡Arriba España!...».

El capitán José Manuel Ordás envía un radio al general Muñoz Grandes: «Salimos doscientos seis hombres y quedamos doce. ¡Arriba España!».

Estos doce hombres fueron condecorados por su valiosa acción.

ARRIBA  



El río Voljov –que fluye desde el lago Ilmen en dirección norte hasta desaguar en el lago Ladoga, el mayor de Europa– es el segundo mayor afluente del lago tras el río Svir. Es navegable en toda su longitud. Su caudal es muy variable dependiendo fundamentalmente del nivel del lago Ilmen. El río Voljov se congela a finales de noviembre y se deshiela a principios de abril.           

El 3 de enero de 1942, los soviéticos habían roto las líneas alemanas del ala izquierda de la División Azul, introduciendo enormes contingentes de tropas mecanizadas que profundizan a retaguardia y amenazan con envolver al Grupo de Ejército Norte. Los alemanes pierden Teremez, y los españoles –2º Batallón del 269– contraatacan, sufriendo importantes pérdidas.

Los soviéticos acometen las posiciones españolas de La Ermita, El Alcázar, Las Pilastras, Chutyni y El Mogote, mientras continúan introduciendo hombres, caballos, cañones y tanques en su cabeza de puente. Alemanes y españoles luchan por cerrar el “cuello de la botella”, de la que al poco tiempo se denominaría Bolsa del Voljov. El 2º Batallón del 269 de Román libera a los alemanes cercados en Malote Samoshie el 12 de febrero, y el 3 de marzo, el Batallón de Depósito (Fernando Osés Armesto) levanta el asedio a la posición alemana de Semitzy.

El general Andrei Vlasov asume el 21 de marzo de 1942 el mando de las fuerzas apresadas en la bolsa –doscientos mil hombres– que, a finales de mes, queda convertida en un lodazal. Se licuan pantanos y ríos, y la atmósfera apesta a cadáveres descompuestos y vegetación putrefacta. Oleadas de mosquitos martirizan a los soldados. Es la estación del deshielo, la “raputitsa” rusa.

El 27 de abril, Hitler pronuncia un discurso en la ópera de Kroll, de Berlín: «…y cuando la División Azul regrese a su Patria, no podremos darle a ella y a su general otro certificado, que el reconocimiento de su fidelidad y su heroísmo llevados hasta la muerte…»

Los españoles continúan luchando en el “infierno verde” de la Bolsa. El Grupo de Exploración (comandante Fernández-Cuesta), y el 3º Batallón del 262 (comandante Ramírez de Cartagena), penetran en la espesura el 31 de mayo, y tras entablar sangrientos encuentros, el 26 de junio de 1942 regresan a sus posiciones de partida. Han capturado cinco mil noventa y siete enemigos.

La Bolsa del Voljov ha dejado de existir y el general Andrei Vlasov, –al que Stalin le envió un avión para rescatarlo del cerco, a lo que el general se negó–, huye introduciéndose, con un grupo de cuarenta personas, en territorio ocupado por los alemanes, siendo denunciado, el 12 de julio de 1942, por un campesino al que había pedido comida, siendo apresado por los germanos. Al conocerse en Moscú su detención, su esposa fue detenida y ejecutada por la NKVD.

Enviado a un campo de concentración alemán, expresó su deseo de desertar, al no estar de acuerdo con el sufrimiento que padecía el pueblo soviético por los deseos de Stalin de adquirir más poder. Vlasov escribe a las autoridades alemanas sugiriendo una cooperación entre los rusos antiestalinistas y las fuerzas de ocupación. Los alemanes al darse cuenta de la buena propaganda que generaría la noticia de un general soviético cambiando de bando, le persuaden a Vlasov de liderar el llamado Ejército de Liberación Ruso (ROA). En los últimos días de la guerra, adivinando las intenciones de venganza soviéticas, Vlasov y sus hombres huyeron al oeste para entregarse a los ejércitos anglo-americanos, pero estos no querían provocar a Stalin y le negaron el asilo. Andrei Vlasov fue capturado y enviado a Moscú, donde fue juzgado y sentenciado a muerte, junto con otros once oficiales del ROA. El 2 de agosto de 1946 fue ahorcado. Los soldados de Vlasov fueron enviados de vuelta a la URSS, siendo ejecutados con ametralladoras al bajar del tren. El resto fue enviado a campos de trabajo forzado (Gulag), donde miles de ellos murieron.

ARRIBA  



En la última decena de agosto de 1942, la División Azul es relevada por la 20 División Motorizada de la Wehrmacht. Son trasladados de frente, ya que el Führer la ha elegido, como “unidad de elite”, para participar en el asalto final a Leningrado, pero la operación fue suspendida, debido al fracaso del avance ante Stalingrado. Los divisionarios tomaron posiciones defensivas en los alrededores de Pushkin, donde sufrieron considerables bajas por parte de la artillería soviética y los francotiradores.           

Y no tardó en llegar la réplica soviética. Al sur del lago Ladoga se inicia una enorme ofensiva del Ejército Rojo para aliviar el cerco de Leningrado. En el sector español, el ataque soviético se centra en las posiciones del Regimiento 262, ala derecha del despliegue de la División.

El 7 de septiembre de 1942, la División Azul vuelve a cambiar de frente, integrándose en el XVIII Ejército del general Georg Lindemann, para tomar parte en la «operación Luz del Norte».

El 12 de octubre, la 10ª Compañía del 262 (capitán Juan José Portolés) rechaza uno de los primeros ataques importantes a la línea.

El día 12 de diciembre de 1942 se produce el relevo en el mando de la División. El general Agustín Muñoz Grandes recibe, aquella misma tarde, la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble de manos del Führer, en su casa cuartel de Rastenburg (Prusia oriental) conocida como “La guarida del lobo”, en el bosque de Gorlitz, una de las máximas condecoraciones por servicios al Reich. Es sustituido por el general Emilio Esteban-Infantes.

ARRIBA  



El 21 de diciembre de 1942, Muñoz Grandes se dirige a todos los españoles, en nombre de sus tropas con la siguiente alocución:

«Españoles:

En estos momentos tan críticos y difíciles en que, con la suerte del mundo, se ventila el porvenir de nuestra Patria, yo me dirijo a vosotros para –con frío en los huesos y mucho calor en el corazón– enviaros el saludo de mis Soldados, de estos Soldados buenos, sufridos y valientes que solo por ofreceros un día de orgullo están siempre dispuestos a dar su vida con alegría.

Duro es el enemigo y duro es también el invierno ruso. Pero… ¡no importa! Más dura es aún mi raza que, asistida por la razón, por la valentía de sus hijos y en abrazo estrecho con sus heroicos camaradas alemanes, logrará al fin esa victoria por la que sin cesar lucharemos. Conscientes de nuestra responsabilidad, cumpliremos el deber que nos habéis impuesto, sin aspirar a otra cosa que vuestra propia satisfacción y contento.

Desde estas tierras inhóspitas y lejanas, sin más calor que vuestro recuerdo, yo os pido de una vez para siempre, dando de lado rencillas y pasiones –que harto fomentaron los que tanto daño nos hicieron– os unáis fraternalmente, trabajando con constancia y afán. Pensad que el enemigo acecha, que el mundo entero se está jugando su suerte y que vosotros, hijos de un pueblo cuya historia nadie superó, no tenéis derecho a permanecer indiferentes ante la más grande tragedia que vivieron los siglos.

¡Españoles! Con el pensamiento puesto en Dios, nosotros aquí cumpliremos nuestro deber. Vosotros ahí, cumplid el vuestro. Por España y en nombre de mis bravos Soldados os lo pido. Por España y en nombre de los que cayeron os lo exijo».

Muñoz Grandes

Rusia 21-XII-42

ARRIBA  



El 12 de enero de 1943, el general Leonid Aleksandrovich Govorov desencadena un ataque masivo contra el cerco de Leningrado. El frente alemán se desmorona y el 2º Batallón del capitán Patiño es requerido para nutrir las fuerzas germanas al sur del lago Ladoga. El 21 de enero, ochocientos españoles penetran en los bosques de Posselok e inician la lucha en la maleza, infestada de enemigos. Se lucha árbol por árbol, matorral por matorral, zanja por zanja. A metrallazos, a bayonetazos, los españoles avanzan en la espesura, calcinada por los bombardeos. El día 22 de enero cae muerto el capitán Masip de la 7ª Compañía, y el 26 causan bajas veintisiete oficiales más. Ataca la aviación, ataca la artillería. Los divisionarios avanzan, retroceden, vuelven a avanzar. Finalmente el día 30, se ordena el relevo de los supervivientes: un oficial, el teniente Soriano, un brigada, seis sargentos y veinte soldados componen los restos de un total de ochocientos hombres…

ARRIBA  



La batalla de Krasny Bor, que tuvo lugar el 10 de febrero de 1943 fue la más cruenta de la División Azul. A las 6:10 horas tiene lugar una enorme preparación artillera contra el subsector del Regimiento 262 del coronel Manuel Sagrado, que abarca una línea de casi diez kilómetros de frente. Ciento ochenta y siete baterías artilleras, dos grupos de morteros y otros dos de antitanques rusos, despedazan en pocos minutos el sistema defensivo del subsector español.

Tres divisiones de Infantería soviética, la 45, 63 y 72, con un total de treinta y tres mil hombres apoyados por un centenar de tanques, asaltan las demolidas y ensangrentadas posiciones españolas, partiendo de Kolpino. A estas fuerzas se oponen los supervivientes de los dos mil quinientos soldados del Regimiento 262, a los que irán sumándose tres batallones de refuerzo, apoyados a su vez por seis baterías artilleras.

El terreno ha sido horadado por el bombardeo, rotos los cables telefónicos y voladas las centrales de radio. Las unidades divisionarias luchan desesperadamente por mantenerse en sus puestos, pero los tanques y la infantería enemiga rebasan las trincheras y envuelven a los defensores por la espalda. Los soviéticos, enloquecidos de sangre y embriagados de coñac –habían asaltado varios depósitos de víveres–, disparan a quemarropa sus ‘naranjeros’. Los oficiales españoles alientan a la tropa, batiéndose a pistoletazos, lanzando granadas de mano, y cuando carecen ya de municiones, luchando a punta de bayoneta.

El general Emilio Esteban-Infantes, que ha establecido su puesto de mando en Raikelevo –peligrosamente cercano al teatro de operaciones–, reclama del coronel general Georg Lindemann el apoyo de la Luftwaffe. Pero los “Stukas” y “Messerchmitt”, no aparecerían hasta cuatro horas después. El cielo es una enorme nube de polvo rojo. Retiembla la tierra al paso de las orugas de los tanques.

Un blindado T-34 ruso se presentó en la isba donde se encontraba el Hospitalillo de la División Azul, que estaba abarrotado de muertos y heridos, hasta el extremo que muchos de ellos se encontraban en el exterior. Con su gran peso, aplastó primero y masacró a la vez a todos los heridos que se encontraban en camillas y trineos, y después embistió contra las paredes. El edificio empezó a temblar, cuando aparecieron otros tanques para ayudar al trabajo de demolición. En el interior del Hospitalillo la situación fue de pánico. Intentaban tirarse por la ventana los heridos, médicos y enfermeros, por la parte de detrás para meterse en el bosque de Sablino, donde no podían los tanques perseguirles. Uno de los tanques dirigió su boca de fuego hacia el Hospitalillo para rematarlo. Fue cuando el zapador Antonio Ponte Anido –que había sido herido– de la 3ª Compañía de Zapadores, mandada por el capitán José Luis Aramburu Topete, cogió una mina antitanque, se adelantó por el ángulo muerto de tiro, y la colocó entre las cadenas, tirando de un cordel para hacer funcionar el fulminante, alejándose del mismo para que no le alcanzase la explosión, pero no pudo evitar que el ametrallador le enviase unas ráfagas que le ocasionaron su muerte, pero el tanque quedó deshecho por la explosión de la mina. Le fue otorgada la Cruz Laureada de San Fernando.

Se lucha dentro del casco urbano de Krasny Bor. Se defiende y evacua a los heridos del hospital, en trance de caer en manos soviéticas. Menudean las víctimas. El propio coronel Sagrado resulta herido en una mano. Los artilleros defienden sus piezas al arma blanca. Al anochecer decrece la potencia del ataque, pero la batalla continuará, –aunque menos intensamente– durante varios días. Unidades aisladas seguirán batiéndose sin retroceder un paso. Y otras se negarán a replegarse aun pudiendo hacerlo, como la 3ª Compañía de Zapadores de Asalto del capitán Aramburu Topete, o el 1º Grupo Artillero del comandante Guillermo Reinlein Calzada, uno de cuyos capitanes, Andrés y Andrés resistirá al frente de la 1ª Batería, dentro del infierno de Krasny Bor, durante setenta y dos horas más.

Trineos, carromatos y camiones transportaban centenares de heridos al hospital de campaña de Mestelevo. Trenes sanitarios trasladan cargamentos de cuerpos sangrantes a los centros sanitarios de retaguardia –Riga, Vilna (Vilnius), Koenisberg, Hof y Berlín–, mientras en el cementerio de Mestelevo se da sepultura a los cadáveres recuperados.

Han causado baja 1.125; heridos 1.036; desaparecidos más de 200. Han muerto el teniente coronel Santos Ascarza, el comandante Lavín del Río, los capitanes Ruiz de Huidobro, Miranda Labrador, Díez de Ulzurrum, García Segura, Cobián Iglesias, Castro Cardús, Losada Cabrera, Gómez Díez…

Caen prisioneros de los soviéticos los capitanes Teodoro Palacios Cueto y Gerardo Oroquieta Arbiol, y casi tres centenares de soldados, que parten rumbo a los campos de concentración en Siberia.

Las pérdidas rusas fueron tan sensibles que, debido al desgaste, no pudieron profundizar más que 5 km. y no conseguir ningún objetivo táctico ni estratégico importante.

ARRIBA  



Con el fin de incluir en el voluntariado español que lucharía en Rusia a representantes del Arma de Aviación, se creó en España la «Escuadrilla Azul».

Formada por expertos pilotos, veteranos de la guerra civil y conocedores de la maquinaria aérea alemana, se pensó en un principio que la escuadrilla cubriría el sector asignado a la División en Leningrado, pero lo cierto es que nunca estarían juntas debido a que el mando alemán entendió que era más práctico llevar a la escuadrilla al sector centro de Rusia para apoyar la ofensiva hacia Moscú.

Con el objeto de dar entrada a otros voluntarios que se presentaron, se organizan cinco relevos sobre la marcha. Pero fueron, sin duda, las dos primeras escuadrillas las que más vuelos de combate realizaron. La primera, al mando del general Ángel Salas Larrazábal, estuvo destinada en Smolensk y en ella tuvo lugar la primera víctima de los voluntarios del aire español, Luis Alcocer, hijo del entonces alcalde de Madrid. La segunda escuadrilla, al mando del comandante Julio Salvador, fue la que ocupó el sector más avanzado en el frente, concretamente en Orel, en mayo-junio de 1942.

Y las tres escuadrillas restantes, mandadas por los comandantes Ferrándiz, Cuadra Medina y Murcia fueron ocupando zonas del frente durante la retirada alemana, hasta que fueron repatriados en abril de 1944.

La escuadrilla estuvo formada exclusivamente por aviones de caza. En un primer momento por los Messerschmitt 109, concretamente los modelos F y G, pero fueron reemplazados más tarde por los Focke Wulf 190, mejorando de este modo la potencia de fuego de la escuadrilla.

Desde octubre de 1941 a abril de 1944, la Escuadrilla Azul derribó 150 aviones, sufriendo 20 bajas de un total de 88 pilotos participantes.

ARRIBA  



El 7 de octubre de 1943, la División Azul comienza a salir de línea, relevada por las fuerzas de refresco de la 81 División alemana. Los españoles quedan acantonados al sur de la bolsa de Oraniembaun. Dicen que van a descansar, a reorganizarse y nutrirse de nuevos batallones de relevo llegados de España. Pero no es cierto. Motivaciones políticas han obligado al Gobierno de Franco a ordenar su retirada del frente.

La noticia estalla como una bomba entre los combatientes. Desde el general Esteban-Infantes hasta el último de sus soldados consideran el hecho como una deserción. Pero el general ha de obedecer la orden e incluso justificarla ante el coronel general Georg Lindemann: «A fin de cuentas, una sola división nada significa, en la inmensidad del Ejército alemán, para la buena marcha de las operaciones en el Este».

Se entablan conversaciones entre los Gobiernos de España y Alemania. Berlín desea la permanencia de una pequeña unidad española en el frente “por razones ideológicas”. Madrid accede, y el 17 de noviembre de 1943 se crea la «Legión Española de Voluntarios», la «Legión Azul», al mando del coronel Antonio García Navarro.     

La Legión queda constituida por dos banderas de Infantería más una bandera mixta, que suponen en total unos 2.133 hombres. Se integran en la 121 División de Infantería alemana y parten de nuevo hacia el frente.

El 15 de diciembre de 1943 entran en línea en el sector de Schapki, región pantanosa situada al sudeste de Leningrado. Pero la Legión Azul, que cubre un frente de 11 kilómetros, se verá pronto envuelta en una serie de acontecimientos que precipitan su retirada.

El 14 de enero de 1944, el XVIII Ejército Norte del coronel general Georg Lindemann, cede ante la embestida del 54 Ejército soviético (Leonid Aleksandrovich Govorov) y emprende el repliegue hacia el oeste. El día 19, la Legión Azul recibe orden de evacuar sus posiciones. La marcha es lenta y dificultosa. Nieva copiosamente y los guerrilleros cortan los caminos, vuelan los puentes y ferrocarriles, disparan desde las orillas de los bosques y toman al asalto algunos poblados del trayecto, que los españoles han de ir desalojando para abrirse paso en dirección sudoeste.

Aldeas y “koljoses” incendiados, depósitos de combustibles en llamas, cañones, tanques y trenes dinamitados, constituyen un espectáculo dantesco. El enemigo viene pisándoles los talones.

Trineos motorizados y carros de combate rebasan la columna por los flancos, y los españoles han de combatir heroicamente en la defensa de Ljuban, y romper el cerco a metrallazos y granadas de mano para continuar su repliegue hasta Luga y alcanzar –ya en ferrocarril– las bases de acantonamiento de la región de Tapa (Estonia), donde el 14 de marzo de 1944 formarán las banderas, con sus guiones al frente, para escuchar el discurso de despedida de Georg Lindemann:

«Sé que regresáis a España porque habéis recibido una orden, no por vuestra propia voluntad…, pero nadie podrá separarnos, somos camaradas, y durante más de dos años hemos compartido la alegría y el dolor, la lucha y la victoria, el sentimiento y la muerte… Más tarde dirán de vosotros: “¡Esos hombres fueron la vanguardia fuerte y audaz de una España juvenil, poderosa, digna y feliz!”».

El coronel Antonio García Navarro acentúa el patetismo de la escena con esta frase: «Hoy es día de luto para todos nosotros», y ordena que sus soldados lleven los fusiles a la funerala en señal de duelo y protesta silenciosa por la orden de repatriación

 

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Muchos de aquellos españoles se negaron a repatriarse. Combatirán, agrupados en cuatro compañías, al mando de una docena de oficiales –Ezquerra, Boté, Sastre, Ocaña, Zabala, Múgica, Fernández, Martínez de Alberich, García, Martín de Arrizubieta…–, en Yugoslavia, Rumania o Austria, cuando la guerra está ya prácticamente perdida.

Y aún lucharán en la defensa de la Cancillería del Reich, hasta romper el cerco, o morir, o caer en manos de los soviéticos, para luego volver algunos con la expedición de cautivos liberados de los campos de concentración, capitaneados por Teodoro Palacios y Gerardo Oroquieta.

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El 2 de abril de 1954 ancló en Barcelona el buque “Semíramis”, los que sobrevivieron a los terribles Gulags rusos, regresaban a España tras un cautiverio de más de diez años, entre vítores, lágrimas y abrazos de júbilo, en una memorable, emotiva y patriótica jornada.

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- 2 Cruces de Caballero de la Cruz de Hierro, una de ellas con las Hojas de Roble para el general Muñoz Grandes.

- 2 Cruces de Oro alemanas.

- 8 Laureadas Individuales.

- 42 Medallas Militares Individuales y 2 Colectivas.

- 135 Cruces de Hierro de 1ª Clase.

- 2.362 Cruces de Hierro de 2ª Clase.

- 16 Cruces del Mérito Militar con Espadas de 1ª Clase.

- 2.200 Cruces del Mérito Militar de 2ª Clase.  

 

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*Teniente Jaime Galiana Garmilla, de la Sección de Asalto del Regimiento 269, por sus acciones en la operación de la cabeza de puente del Volchov. Caído en combate. Concesión oficial: 5-XII-1973

*Cabo José Pérez Castro, por su participación en la batalla de Possad en la cabeza de puente. Caído en combate. Concesión oficial: 17-VIII-1944

*Cabo Generoso Ramos Vázquez, por su actuación en la batalla de Possad. Caído en combate. Concesión oficial: 1-XII-1944.

*Alférez José Rubio Moscoso, del II/269. Acción en la "Posición Intermedia". Caído en combate. Concesión oficial: 22-I-1954.

*Capitán Salvador Masip Bendicho, de la 7/II/269, por la acción de Posselok. Caído en combate. Concesión oficial: 26-IV-1944. Estaba en posesión de la Medalla Militar Individual por hechos de armas en la guerra civil.

*Soldado Antonio Ponte Anido, del Batallón de Zapadores, por su heroísmo en la batalla de Krasny Bor. Caído en combate. Concesión oficial: 17-II-1944.

*Capitán Manuel Ruiz de Huidobro, de la 3/I/262, por su papel en la batalla de Krasny Bor. Caído en combate. Concesión oficial: 16-XI-1945.

*Capitán Teodoro Palacios Cueto, de la 5/II/262. Por su participación en la batalla de Krasny Bor. Pasó once años de cautiverio en Rusia. Concedida el 17-XI-1944. Fue la única de las otorgadas a divisionarios que no lo fue a título póstumo.

En cuanto a las bajas sufridas por la División Azul se calcula que oscilan alrededor de cuatro mil muertos, 8.800 heridos –1.600 bajas por congelación, 1.300 mutilados–, 326 desaparecidos y 484 prisioneros. El total de bajas causadas a las tropas soviéticas se estima en unos 49.300.

*     *     *     *     *

«Y tengo que mencionar de una División venida del sur de Europa, que ha soportado junto al lago Ilmen, cuanto podíamos exigir de nuestros propios hombres».

Adolf Hitler

«Los voluntarios Españoles agrupados en la División Azul, luchan hombro con hombro con los soldados Alemanes en uno de los sectores más difíciles del frente oriental. La División Azul se encuentra sin interrupción en la primera línea de combate. Los Soviéticos han intentado constantemente romper el sector y en todas partes los Heroicos Voluntarios Españoles han rechazado los ataques ocasionando al enemigo grandes pérdidas».

Adolf Hitler

Un alto mando de la Wehrmacht, manifestó:

«Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español…»

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