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Actualizada: 07 de Mayo de 2.010.  

 
 
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 Memoria Histórica.


Las fuerzas políticas en la Segunda República Española

Por Eduardo Palomar Baró.
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Introducción.

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Izquierdas y derechas en el periodo de la República.


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Partidos de Izquierdas:
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Acción Republicana (AR)

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Izquierda Republicana (IR)

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Partido Republicano Radical-Socialista o Partido Radical Socialista (PRS)

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Unión Republicana (UR)

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Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)

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Partit Republicà Català (PRC)

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Organización Republicana Galega Autónoma (ORGA)

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Partido Socialista Obrero Español (PSOE)

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Partido Comunista de España (PCE)

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Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM)

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Confederación Nacional del Trabajo (CNT)


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Partidos de Derechas:
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Partido Republicano Radical (PRR)

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Derecha Liberal Republicana (DLR)

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Partido Agrario (PA)

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Partido Liberal Demócrata (PLD)

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Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA)

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Lliga Regionalista de Cataluya (La Lliga)

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Partido Nacionalista Vasco (PNV)

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Renovación Española (RE)

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Comunión Tradicionalista (CT)

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Acción Española (AE)

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Falange Española (FE)


  Introducción.

Durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, como consecuencia de la identificación producida entre el régimen ordenancista y la monarquía, aparecieron un gran número de partidos políticos, la mayor parte de ellos abiertamente republicanos.

Tras la dimisión de Primo de Rivera se abrió el proceso de normalización constitucional.

Fueron los partidos políticos los que cuestionaron el modelo de transición que pretendían  realizar los gobiernos de Berenguer y Aznar, y así, iniciaron una disputa multitudinaria para diseñar el régimen venidero y dirigir el destino del país. Mientras esta disputa –aún en unos términos extremadamente crispados e incluso violentos–, se mantuvo dentro de los márgenes legítimos señalados por la Constitución, el destino fue encarado con relativa tranquilidad; sin embargo, la tentación de los extremismos, las ambiciones personales, los intereses corporativos, los maximalismos radicales y en último extremo el desprecio por el individuo y la democracia, conllevaron un traspaso de esos límites constitucionales, lo que hizo que se desencadenara la Guerra Civil.

El panorama político de la Segunda República fue extremadamente complejo. La multiplicación de grupos políticos se produjo no sólo, aunque en ocasiones lo hubiera, por un afán de diferenciación o descuello de personalidades; en este panorama contendieron grupos que eran estrictamente políticos, pero también sindicatos, o agrupaciones políticas juveniles claramente diferenciadas de sus partidos. Además, en el período republicano no sólo operaron fuerzas políticas de esta adscripción, de hecho, prácticamente la mitad del espectro político era ajeno, indiferente o claramente opuesto al régimen republicano o al menos al estilo de República instaurada en 1931. Por último, hay que señalar la enorme importancia que tuvo la composición de las Cortes, dado que ningún partido contó nunca con mayoría suficiente para gobernar en solitario, por lo que las coaliciones y pactos de legislatura fueron la práctica común.

Por todo lo anterior, sin un conocimiento de la evolución de cada una de esas grandes fuerzas políticas que protagonizaron el período republicano, resulta de todo punto incomprensible la evolución de la propia República y de su conclusión en la Guerra Civil.

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 Izquierdas y derechas en el periodo de la República

De izquierda se pueden considerar los partidos y organizaciones que reúnen las siguientes características: Adhesión manifiesta a la República como forma política; aspiración a conseguir transformaciones sociales más o menos intensas; rechazo de las viejas instituciones (confesionalidad del Estado, intervención del Ejército en la vida política, educación en manos de órdenes religiosas); aceptación de la personalidad diferenciada de las distintas regiones españolas y de su derecho al disfrute de un mayor o menor grado de autonomía. Sobre estos puntos se forjó el acuerdo de los grupos antimonárquicos en el Pacto de San Sebastián del 27 de agosto de 1930), aunque algunos de los firmantes, especialmente el Partido Radical evolucionó hacia el centro derecha.

Las características de los partidos de derechas pueden definirse como el antagonismo claro o velado a la forma republicana de Estado, o la aceptación de la misma sólo muy en los últimos tiempos del Régimen (ejemplo la CEDA) y siempre como un mal menor; los grupos derechistas se aferraron a la estructura económica y social entonces vigente o sus aspiraciones de transformación se canalizaron hacia fórmulas claramente antiparlamentarias; las formaciones de derecha reivindicaron el pleno valor de las viejas instituciones (Iglesia y Ejército) como salvaguarda del orden y de los valores tradicionales; rechazaban de forma abierta cualquier transferencia de poder del gobierno central a las organizaciones regionales.

A lo largo del periodo se observa la siguiente evolución: en la primera fase predominio de la izquierda que planteó, sin llegar a consumarlos, grandes proyectos de transformación económica y social; en la segunda fase, de gobierno de la derecha, tampoco se lograron llevar a cabo los programas políticos y económicos. La ineficacia de ambas etapas tuvo como consecuencia un enfrentamiento radical en las elecciones de febrero de 1936 que dieron finalmente el triunfo a la Izquierda, del Frente Popular.


  La Guerra Civil Española.


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Era la formación de Manuel Azaña Díaz (funcionario de Justicia, escritor de cierto prestigio y procedente del Partido Reformista de Melquíades Álvarez). Fundada en 1925 por Azaña y José Giral Pereira, y en el que figuraron gran número de afiliados a la Masonería.

Como asociación de encuentro entre tendencias republicanas se convirtió en partido político en la primavera de 1930. Sus militantes eran especialmente intelectuales y profesionales y sus votantes procedían de las clases medias. Fue el núcleo de los gobiernos republicanos de izquierda. Su principal aliado fue el PSOE. La filosofía política de Azaña giraba en torno a la necesidad de desmontar el ejército tradicional, supresión del poder de la Iglesia, aceptación de la reforma agraria, (pero con demasiadas ambigüedades y dilaciones), colaboración estrecha y de buena fe con los socialistas y admisión de las autonomías.

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Tras la derrota electoral de 1933, Azaña fundó en abril de 1934 un nuevo partido al que atrajo a la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga y al Partido Radical-Socialista Independiente de Marcelino Domingo. Así surgió Izquierda Republicana que en las elecciones de febrero de 1936 formó parte del Frente Popular, obteniendo 80 escaños en el Congreso de los Diputados.

 

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Creado en diciembre de 1929 por republicanos de izquierda, fue un grupo muy heterogéneo con un programa liberal muy avanzado. Estaba dirigido por Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Félix Gordón de Ordás y Juan Botella Asensi. El ideario del Partido Radical-Socialista recogía aspiraciones similares a las de Acción Republicana. Era republicano de izquierdas, defensor de un estado laico profundamente anticlerical, reformista en aspectos fiscales, agrarios y del ejército. Estaba muy ligado a la Institución Libre de Enseñanza, a la Masonería y al autonomismo catalán. Debido a su rápido crecimiento que imposibilitó su consolidación, sufrió profundas crisis. En la primavera de 1932 se produjo la primera escisión dirigida por Juan Botella Asensi que fundó Izquierda Radical-Socialista (IRS). En 1933 su ala izquierda (Domingo y Albornoz), que deseaba colaborar en el gobierno de Azaña con el PSOE, se enfrentó con el ala derecha Gordón de Ordás) que quería acercarse al Partido Radical y en septiembre de ese año los primeros fundan el Partido Radical-Socialista Independiente (PRSI).

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En septiembre de 1934 el PRRS de Félix Gordón de Ordás, la IRS de Juan Botella Asensi y el PRD de Diego Martínez Barrio se unen formando un nuevo partido la Unión Republicana, con la intención de recomponer la unidad republicana de 1931. A comienzos de 1936 se integró en el Frente Popular y, no obstante el escaso número de afiliados y carecer prácticamente de un ideario político diferente del de los otros partidos republicanos, en las elecciones de febrero de dicho año obtuvo 37 escaños en el Congreso de los Diputados.

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Fue fundada entre el 17 y 20 de marzo de 1931 por Jaume Aiguader, siendo el resultado de la unión del Partit Republicà Català de Lluís Companys, Estat Català de Francesc Macià y el grupo L’Opinió –que debe su nombre al del semanario homónimo– de Joan Lluhí. Con Macià al frente, ganó las elecciones de ese año, proclamando la República Catalana dentro de la Federación Ibérica. El Gobierno español provisional tuvo que enfrentarse a la crisis provocada con esta iniciativa y propuso acelerar el proceso de autonomía que resultó en el Estatuto de Autonomía de 1932. En el año 1934, Lluís Companys aprovechando la tensión obrera que deriva hacia la Revolución de Asturias de 1934 contra el gobierno radical-cedista, nuevamente proclamó el Estado Catalán dentro de la “República Federal Española”, quebrando la legalidad republicana y desafiando de manera armada al gobierno, el cual declara el estado de guerra y ordena la intervención del ejército, que acabó con el intento separatista. Companys fue detenido y encarcelado, y el gobierno autónomo suspendido. Con la victoria del Frente Popular en 1936, Companys fue puesto en libertad y asumió nuevamente el gobierno de la Generalidad de Cataluña. Durante estos primeros años, ERC llegó a superar los 100.000 militantes.

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Fue fundado en Barcelona los días 21 y 22 de abril de 1917 como consecuencia de la fusión entre el Bloc Republicà Autonomista de Francesc Layret y Marcelino Domingo, y la Juventud Republicana de Lleida. En la fundación del partido también participaron antiguos miembros de la Unió Federal Nacionalista Republicana, políticos reformistas como Lluís Companys, y federalistas como August Pi i Sunyer.

La primera directiva la formaron Marcelino Domingo (presidente), Ramón Noguer (secretario general), Alfred Perenya, y Pi i Sunyer. Sus bases programáticas se fundamentaban en la aceptación del programa federal de Pi y Margall de 1894, el laicismo, y el impulso de grandes transformaciones económicas y sociales. Su portavoz era el diario “La Lucha”, que se distinguió por campañas de agitación contra la monarquía de Alfonso XIII. Eran frecuentes los artículos antimonárquicos y antimilitaristas de Layret, Domingo y Companys.

En 1920 fue asesinado su líder Francesc Layret, lo que supuso un duro golpe para el partido. Durante la década de 1920 los dirigentes del partido, Companys, Joan Casanovas y Ernest Ventós, participaron en complots contra la dictadura de Primo de Rivera. En 1930, tras aproximarse al grupo de L’Opinió, participó en la firma del “Manifiesto de Inteligencia Republicana” y, posteriormente, en marzo de 1931, en la Conferencia d’Esquerres que dio lugar a la fusión de varios partidos y la fundación de Esquerra Republicana de Catalunya.

 

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Representaba el sentimiento autónomo de Galicia, menos acusado y extendido que el de Cataluña. Fue fundado por Santiago Casares Quiroga y Antón Vilar Ponte en octubre de 1929 en La Coruña. El 26 de marzo de 1930 organizó la Federación Republicana Gallega (FRG) mediante el denominado Pacto de Lestrove, en la que se integraron partidos republicanos como el Partido Radical y el Partido Republicano Radical Socialista. Tras la proclamación de la República en 1931, dejaron la FRG los radicales y los radicalsocialistas, aunque la FRG siguió existiendo hasta abril de 1932. Santiago Casares Quiroga formó parte de los gobiernos de la República entre 1931 y 1933. Disuelta la Federación, en mayo de 1932 la ORGA pasó a denominarse Partido Republicano Gallego (PRG) y en 1934 se unió a Acción Republicana y al Partido Republicano Radical Socialista Independiente para formar Izquierda Republicana bajo la dirección de Manuel Azaña Díaz.

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El partido fue fundado en Madrid en 1879 por Pablo Iglesias, Jaime Vera, Antonio García Quejido, José Mesa y otros socialistas pertenecientes a diversas asociaciones políticas y profesionales de ideología marxista, que inicialmente contó con cerca de un millar de afiliados, distribuidos entre Madrid, Barcelona y Guadalajara.

En 1888 celebraron en Barcelona su primer Congreso Nacional en el que se trazó el camino a seguir en el futuro y las bases de lo que poco tiempo después sería la Unión General de Trabajadores (UGT), central sindical que, para siempre, quedaría estrechamente vinculada al PSOE.

Si bien el número de sus afiliados fue aumentando constantemente desde la fundación del partido, hasta 1910, en que el citado Pablo Iglesias fue elegido diputado, no logró verse representado en las Cortes, desarrollando a partir de entonces una gran actividad en los medios obreros, especialmente en las grandes urbes: creación de casas del pueblo y de centros obreros de formación y esparcimiento, participación en el Instituto de Reformas Sociales y otras instituciones similares.

Coincidente, durante algún tiempo, al menos desde el punto de vista estratégico, con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), participó junto a ésta,, en la huelga general revolucionaria de 1917, a consecuencia de lo cual fueron encarcelados Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro, Daniel Anguiano y Andrés Saborit, todos ellos dirigentes de la UGT y del PSOE. Un año después alcanzaba éste una de las etapas más brillantes de su historia con 6 diputados en el parlamento, 144 concejales, más de 14.000 afiliados y 14 órganos de expresión: el diario El Socialista y 13 revistas semanales. Convocado en 1919 un congreso del partido, éste rechazó el ingreso del PSOE en la III Internacional, lo que provocó que la mayor parte de los elementos juveniles de la organización desertaran del socialismo y fundaran el Partido Comunista español. Al año siguiente, en un nuevo congreso extraordinario triunfaron los ortodoxos y el PSOE se adhirió a la Internacional Comunista.

Al advenir la dictadura del general Primo de Rivera adoptó una actitud de cautela, aceptando colaborar con el nuevo régimen, participando incluso en la constitución de algunos organismos estatales.

Con el triunfo de la República el 14 de abril de 1931, accedió por primera vez al poder, participando en los gobiernos que presidieron Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña, en los que Francisco Largo Caballero, Fernando De los Ríos e Indalecio Prieto desempeñaron sendas carteras ministeriales, y experimentando un espectacular crecimiento, que tuvo su reflejo en las Cortes con la presencia de 117 diputados socialistas.

Elegido Largo Caballero presidente del partido y secretario general de la UGT, se convirtió en el líder socialista al que seguía mayor número de afiliados, con los cuales constituyó el ala más radical e izquierdista de la organización, que tenía incluso un órgano de expresión: el periódico Claridad. Ello acentuó las ya existentes diferencias con el sector moderado (Prieto, De los Ríos, Jiménez de Asúa, Zugazagoitia) y el sector reformista de Besteiro, diferencias que pusieron en grave peligro la unidad socialista y minaron gravemente la cohesión de la organización.

Tras el triunfo de las derechas en 1933, tanto el PSOE como la UGT permanecieron en la vanguardia de las reivindicaciones sociales, desempeñando un papel destacadísimo en la revolución de Asturias de octubre de 1934.

En las elecciones de febrero de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular, el PSOE volvió a obtener un resonante triunfo, no obstante lo cual, Largo Caballero, campeón de la intransigencia, que había amenazado con sacar las masas a la calle si el resultado de los comicios no le eran favorables, se opuso a que los socialistas participasen en el poder, viéndose obligado su correligionario Prieto a rechazar el encargo de Azaña –convertido ya éste en presidente de la República– de formar Gobierno.

Al estallar la guerra civil y constituirse un nuevo gabinete, el PSOE volvió a rehusar toda participación en el poder, hasta que en septiembre de 1936, Largo Caballero aceptó la presidencia del Consejo de Ministros, constituyendo un Gobierno en el que, además de otros elementos socialistas, figuraban representantes de los principales partidos que habían constituido el Frente Popular.

A mediados de 1937, tras la dimisión de Largo Caballero de la jefatura del Gobierno y su sustitución por el socialista pro comunista  Juan Negrín –merced a una maniobra propia de bajos fondos, a la que no fue totalmente ajeno Indalecio Prieto– sean los comunistas los que, sin dar oficialmente la cara, asuman la dirección de la guerra y conduzcan a la República a la derrota final.

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Organización política, fundada en noviembre de 1921 por Óscar Pérez Solís, José Bullejos Sánchez, Daniel Anguiano Mangado, Manuel Adame Misa, Manuel Hurtado Benítez, Joaquín Maurín Julia y otros, como resultado de la fusión de diversos disidentes del Partido Socialista Obrero Español, e inspirada en los principios del marxismo-leninismo y en la experiencia teórica y práctica acumulada por los diferentes movimientos obreros de los siglos XIX y XX. Sometido a hibernación durante la dictadura del general Primo de Rivera, renace con verdadera vitalidad al proclamarse la II República el 14 de abril de 1931. El 17 de marzo de 1932 se celebró el IV Congreso del PCE en Sevilla que tenía como objetivo la construcción de un gran partido comunista de masas, como sucedía en la Unión Soviética. En esta labor jugaron un gran papel camaradas elegidos para el Comité Central como José Díaz, Dolores Ibárruri, Vicente Uribe, Antonio Mije, Manuel Delicado, Pedro Checa y otros.

El 3 de diciembre de 1933 Cayetano Bolívar Escribano fue elegido diputado por Málaga, siendo el primer diputado comunista de la historia, y saliendo de la cárcel para ocupar su escaño. Posteriormente, en la Revolución de Asturias de octubre de 1934 contra la política del gobierno radical-cedista, el PCE desempeñó un papel menor que el del PSOE. Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular, el prestigio del Partido Comunista creció rápidamente y en cinco meses pasó de 30.000 a 100.000 disciplinados afiliados y 16 diputados a Cortes.

Le expansión del PCE tuvo en los momentos previos a la guerra civil y en los inmediatamente posteriores dos grandes hitos: El primero fue la unificación de la Juventud Socialista Unificada (JSU), que eligió como secretario general a Santiago Carrillo, quien años más tarde se convertiría en secretario general del PCE. El segundo fue la constitución del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) el 23 de julio de 1936 tras un proceso previo a la guerra, pero que se aceleró al iniciarse ésta, y que fue la fusión de cuatro partidos: el Partido Comunista de Cataluña, la sección catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario.

Alineado junto al Gobierno republicano al estallar la guerra civil. En septiembre de 1936, cuando ya contaba con casi medio millón de militantes, al acceder al poder Largo Caballero, confiere las carteras de Agricultura y de Instrucción Pública a dos líderes del PCE: Vicente Uribe y Jesús Hernández.

Defensor, al menos desde el punto de vista estratégico, de la legalidad republicana, pospone todos sus proyectos políticos, incluso el de la instauración de la dictadura del proletariado, y pone todo el énfasis en conseguir rápidamente, a costa de lo que sea, sin ahorro de esfuerzos, la derrota del fascismo, para lo cual contará con el concurso de Moscú oficial y de numerosos extranjeros de merecida fama revolucionaria: Codovila, Vidali, Togliatti, Duclos, Marty, etc.

Desde que estalló la Guerra Civil, la estrategia del PCE fue formar un Frente Popular que aglutinara a todas las fuerzas leales a la Republica, incluyendo a la pequeña burguesía y a determinados sectores de la burguesía media.

En Madrid, la mayoría de los militantes del PCE colaboraron en el cierre de los caminos de acceso a la ciudad. Al mismo tiempo, el partido realizó un denodado esfuerzo para incorporar a la lucha, encuadrándolos en los primeros batallones de milicias, a millares de combatientes antifascistas. En Barcelona, tras derrotar a las guarniciones sublevadas, se constituía el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).

El PCE también fue responsable de la creación de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) y de la unidad sindical entre la UGT y la CGTU.

El 29 de julio de 1936, a los diez días de haber empezado la guerra, Dolores Ibárruri hace un llamamiento internacional por radio para defender la Republica. Comenzaron a formarse las Brigadas Internacionales de voluntarios, representantes de más de medio centenar de países, en las que había comunistas, socialistas, obreros, campesinos, intelectuales, aventureros, gentes del hampa, etc.

El Partido Comunista empezó a crear un Ejército Popular prácticamente apenas iniciada la guerra con las formaciones que constituyeron el Quinto Regimiento de Milicias Populares, que llegó a contar con 70.000 combatientes antifascistas y que echó los cimientos de la nueva organización militar. En el 5º Regimiento dotó de cuadros de mando al naciente Ejército del Pueblo.

Los postulados esenciales de esa política, fueron los siguientes: la utilización de los mandos que iban surgiendo del pueblo en los puestos a los que eran elevados por los propios combatientes; el desarrollo de un amplio trabajo de preparación y educación militar de nuevos cuadros, surgidos también del pueblo; la utilización simultánea en el nuevo Ejército de todos los antiguos militares fieles a la República; el nombramiento de comisarios políticos en todas las unidades de las fuerzas armadas.

Entre los combatientes populares figuraron muchos miembros del PCE como Santiago Aguado, Guillermo Ascanio, Bautista, José Bobadilla Candón, Cristóbal Errandonea, Valentín Fernández, Eduardo García, Enrique García, Enrique Líster, Manolín, Pedro Mateu Merino, Rafael Menchaca, Juan Modesto, Antonio Ortiz, Pando, Vicente Pertegaz, Polanco, Puig, Recalde, Joaquín Rodríguez, Francisco Romero Marín, Alberto Sánchez, José Sánchez, Eugenio R. Sierra, Ramón Soliva, Etelvino Vega, Agustín Vilella, Vitorero, Matías Yagüe y otros.

Al mismo tiempo, militares del antiguo ejército ingresaron en el partido para convertirse en su seno en cuadros y dirigentes del mismo, como Luis Barceló, Bueno, Francisco Ciutat, Antonio Cordón, José María Galán, Rodrigo Gil, Ignacio Hidalgo de Cisneros, Manuel Márquez, Matz, Pedro Prado y otros. Este empleo de los oficiales del antiguo Ejército en puestos de mando y responsabilidad de las Fuerzas Armadas se consideró que se ajustaba a los principios del marxismo-leninismo.

Pero la política del Frente Popular le llevó a conflictos con los anarquistas de la CNT-FAI y los trotskistas del POUM, los cuales no estaban de acuerdo con las alianzas con la pequeña burguesía ni en posponer la revolución a la guerra. Por otro lado, como artífice de la militarización de las milicias en el ejército republicano, el PCE también fue acusado de deshumanizar el proceso revolucionario.

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Organización política, de carácter comunista no estalinista, fue fundado en Barcelona el 20 de septiembre de 1935, merced a la unificación del Bloc Obrer i Camperol (BOC) y Esquerra Comunista, que tenía por objetivo la instauración transitoria de la dictadura del proletariado a través de la insurrección armada, la unidad sindical y, muy especialmente, la fusión del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Comunista de España (PCE).

Los principales líderes de tal organización fueron Joaquín Maurín Julia, Andrés Nin Pérez, Julián Gómez García (“Gorkin”), Pedro Bonet Cuito, Juan Andrade Rodríguez y Jorge Arquer Saltó, todos ellos ex comunistas. Se integraron en el Frente Popular y concurriendo a las elecciones de febrero de 1936 formando parte de dicho bloque.

Al estallar la guerra civil, el POUM tenía sólidas ramificaciones en Cataluña, Asturias, Levante y Aragón, llegando a tener cerca de 60.000 afiliados.

Con fuerte implantación en Cataluña, llegó a estar representado en el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña y, más tarde, en el Gobierno de la Generalidad catalana, en el que Andrés Nin fue nombrado consejero de Justicia y Derecho.

Partidario de llevar a cabo la revolución marxista más allá de las metas señaladas por la Internacional Comunista de Moscú, el POUM se convirtió, posiblemente, en el partido más radical de todas las izquierdas españolas, sobre todo su sección juvenil, la Juventud Comunista Ibérica (JCI) que propugnaba la constitución inmediata de soviets y la eliminación fulminante de todos los enemigos del pueblo. Con milicias propias –en las que se enrolaron no pocos extranjeros, entre ellos el escritor británico George Orwell–, albergadas en el cuartel Lenin de Barcelona, intervino en diversas operaciones militares, especialmente en la campaña de Aragón, en la sierra de Alcubierre, donde permaneció hasta mediados de 1937.

Rival del Partido Comunista, tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, la agresión de los comunistas ortodoxos al POUM ganó en virulencia, aprovechando cualquier coyuntura para desacreditar tanto a la organización como a sus hombres más representativos, a los que incluso se les acusó de ser agentes secretos al servicio de la causa nacionalista.

El choque ideológico y, dentro de la zona republicana, entre el Partido Comunista estalinista y el POUM, habría de concluir con la destrucción de este último y llegando al término de asesinar a su cabeza más visible, Andrés Nin.

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Sin ser un partido político, sino un sindicato de tendencias anarquistas, la importancia política de la CNT es tal que debe incluirse entre los diferentes partidos políticos españoles del periodo republicano. Esta central aglutinaba a los sindicatos anarquistas. Inspirada en las ideas de Bakunin, fue fundada en Barcelona a finales de 1910. Utilizó la táctica del sabotaje y de los disturbios, del antiparlamentarismo y, sobre todo, la de la huelga general revolucionaria, concienzudamente planeada y llevada a cabo sin piedad. Suspendida durante algún tiempo por la autoridad gubernativa, siguió actuando en la clandestinidad hasta que en 1914 volvió a aparecer en público, más radical en sus actitudes y con mayor número de afiliados.

En 1916 se asocia, por dos veces, con su rival la UGT. Una, para luchar contra el incesante aumento del coste de la vida y otra para organizar una huelga general, a escala nacional, que tuvo una honda repercusión en todo el país. Aliada también con la UGT, concurre a la huelga general revolucionaria que tuvo lugar en 1917.

Con el advenimiento de la dictadura del general Primo de Rivera, entra en una especie de letargo, situación que se prolongará hasta que en 1931 sea proclamada la República. Desde entonces hasta 1936 está presente en todos y cada uno de los conflictos sociales de la época: en 1932, en las jornadas revolucionarias del Alto Llobregat; al año siguiente, en las huelgas de los campesinos andaluces; en 1934, en la revolución de Asturias. Tras el triunfo del Frente Popular en 1936, celebra en Zaragoza un congreso monstruo, calculándose en millón y medio el número de afiliados que por entonces tenía la confederación.

En mayo de 1936 organiza un sinfín de huelgas de no poca trascendencia: de camareros, de cerveceros, de obreros de la construcción, de ascensoristas, de calefactores, de sastres y de talleres de confección y de carpinteros.

De la mano de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), al estallar la guerra civil está presente en la mayor parte de los grandes acontecimientos iniciales, sobre todo en el aplastamiento de la sublevación militar de Barcelona y, subsiguientemente, en la fundación de las Milicias Antifascistas de Cataluña, de cuyo comité formarán parte sus líderes más representativos –García Oliver, Durruti, Ascaso y Asens–, así como en la colectivización de las grandes empresas radicadas en Cataluña, donde gran número de industriales catalanes fueron asesinados, encarcelados o se vieron obligados a huir al extranjero.

Durante las primeras jornadas de la guerra los hombres de la CNT y los de la FAI se hicieron temer por sus actos de vandalismo, especialmente contra la Iglesia y sus representantes y por los numerosos asesinatos que cometieron, especialmente en Cataluña y en Andalucía. En el pueblo de Ronda (Málaga) fueron muertas 512 personas durante el primer mes de la contienda, la mayor parte de ellas asesinadas por anarcosindicalistas.

Con el tiempo sus hombres más cualificados abandonaron un tanto su ideología, accediendo a formar parte tanto del Gobierno de la Generalidad de Cataluña como del Gobierno central, al que aportaron dos ministros, Juan García Oliver y Federica Montseny, en uno de los gabinetes presididos por Francisco Largo Caballero.

La CNT llevó a cabo los ensayos de comunismo libertario en tierras de Aragón, Cataluña y Levante. Tras los sucesos de Barcelona de mayo de 1937 tanto la CNT como sus figuras más conocidas fueron perdiendo sitio a lo largo de la guerra, espacio vacío que, usando toda clase de estrategias fue ocupado por el PSUC, en Cataluña, y por el Partido Comunista, en el resto de España.

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Partidos de Derechas:

 

 



El partido había sido fundado por Alejandro Lerroux en 1908 con unas bases ideológicas muy débiles. Originariamente era un partido muy anticlerical, caracterizado por su radicalismo y extremismo social y por su anticatalanismo, en 1930 se había moderado, estando interesado en llevar adelante la República siempre que no comportase profundas mutaciones. Firmó el Pacto de San Sebastián pero en el primer año de vida de la República quedó claro que el pretendido izquierdismo de Lerroux había desaparecido y se separó del gobierno buscando centrar el régimen combatiendo a la izquierda. Entró en el gobierno de nuevo en 1933 con el triunfo de la derecha, siendo Lerroux su presidente en varias ocasiones. En 1936, debido a los escándalos y a la corrupción en el ejercicio del poder de algunos de sus miembros (Estraperlo), el partido estaba completamente desacreditado. En abril de 1934 Martínez Barrió, segundo del partido, se separó con el ala izquierda del PRR y fundo el Partido Radical Demócrata (PRD), que luego entraría en Unidad Republicana. Esta escisión hizo que el PRR se abriese más a la derecha y buscara la colaboración de la CEDA.

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Este partido se fundó al final de la etapa monárquica en torno a Niceto Alcalá Zamora (terrateniente y ex ministro liberal) y Miguel Maura (antiguo conservador). Ambos se declararon republicanos sólo en 1930 y ambos firmaron el Pacto de San Sebastián. Era un partido conservador en el más estricto sentido de la palabra que deseaba una república moderada. Tras las elecciones de 1931 pasó a denominarse Partido Republicano Progresista (PRP) y en enero de 1932 su ala derecha, dirigida por Maura, se separó y formo el Partido Republicano Conservador (PRC). Alcalá Zamora fue presidente del gobierno provisional y, más tarde presidente de la República, cargo desde el que intervino de manera personalista en el gobierno. Así fue destituido por haber disuelto indebidamente las nuevas Cortes de 1936 y se marchó a Francia.

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Uno de los más claramente clasistas de la II República. Defensor de los pequeños y medianos agricultores, especialmente de Castilla la Vieja y León. A finales de 1934  pasó a denominarse Partido Agrario Español (PAE), declarándose republicano y participando en los gobiernos de derechas del bienio negro. Su actividad se centró en oponerse a la Reforma Agraria.

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Se creó al instaurarse la II República, como continuación del Partido Reformista existente desde 1912. Fundado y liderado por Melquíades Álvarez, se situó en el centro-derecha des espectro político de la Segunda República, y participó en los gobiernos republicanos de dicha tendencia del periodo 1933-1935.

Melquíades Álvarez, en su calidad de Decano del Colegio de Abogados de Madrid, ejerció como letrado defensor de José Antonio Primo de Rivera, cuando éste, junto con toda la dirección de Falange fue encarcelado en la primavera de 1936 por el Gobierno del Frente Popular. Lo cual quizá influyó en su propio encarcelamiento en agosto del mismo año en la Cárcel Modelo de Madrid, y en su posterior asesinato, junto con otros presos considerados de derechas, por milicianos izquierdistas

Uno de sus más destacados militantes del PLD, fue el médico ovetense Alfredo Martínez García-Argüelles, ministro de Trabajo-Sanidad-Justicia, entre el 14 y el 30 de diciembre de 1935, en el Gobierno que presidió Manuel Portela Valladares, pero la situación política era entonces tan tensa que no tardó en presentarse la crisis total.

Alfredo Martínez García-Argüelles fue asesinado en la noche del domingo 22 de marzo de 1936 a la puerta de su casa.

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Surge en torno a Ángel Herrera Oria, dirigente de Acción Católica, y fundador del diario El Debate. A los pocos días de la proclamación de la República, Ángel Herrera forma junto a José María Gil Robles un partido conservador, católico y muy influido por el clero que se denominó Acción Popular (AP). En su seno se desarrollaron dos tendencias, la monárquica, dirigida por Antonio Goicoechea, y la accidentalista, dispuesta a actuar dentro de la República en defensa de sus intereses socioeconómicos, dirigida por Ángel Herrera y Gil Robles. En marzo de 1933 surge de la unión de Acción Popular  y la Derecha Regional Valenciana (DRV) de Luis Lucia, la CEDA.

Triunfadora en las elecciones legislativas de 1933 –formó coalición con Renovación Española, tradicionalistas, agrarios e, incluso, con radicales y republicanos conservadores–, bajo el liderazgo indiscutible de Gil-Robles, los 110 escaños que obtuvo, que la convertían en la minoría más numerosa de la cámara, no le permitían gobernar por sí sola o en unión solamente de los partidos que habían constituido la conjunción electoral, por lo que hubo de conformarse con prestar su apoyo condicionado a los distintos gobierno radicales presididos, principalmente, por Alejandro Lerroux, sin participar en ellos.

La CEDA comenzó una política revisionista que produjo los frutos a que aspiraba la confederación: la amnistía para los hombres que habían servido a la dictadura de Primo de Rivera y para aquellos otros que se habían sublevado el 10 de agosto de 1932; la devolución de las propiedades inmobiliarias que habían sido expropiadas a los grandes de España; el restablecimiento parcial de los emolumentos del clero, etc. En poco tiempo la CEDA vio incrementarse notablemente el número de sus afiliados, convirtiéndose en una auténtica fuerza política con notable influencia en los destinos del país.

Fue duramente atacada por los partidos de izquierdas, principalmente por el Partido Socialista, amenazando con desencadenar la revolución si los hombres de la CEDA accedían al Gobierno. En octubre de 1934, tras la constitución de un nuevo Gobierno encabezado por Lerroux, en el que se concedían tres carteras a sendos miembros de la CEDA, los partidos de izquierdistas cumplieron su amenaza y se alzaron en armas contra la legalidad republicana en Asturias y en Cataluña. Sofocada la rebelión, la conjunción radical-cedista siguió en el disfrute del poder. A finales de 1935, el ala extremista de la CEDA sintió algunas veleidades golpistas y trató de derribar la República, pero se opusieron a ello el buen juicio de Gil Robles, a la sazón ministro de la Guerra, y el general Franco, jefe del Estado Mayor Central.

En las elecciones de febrero de 1936, fue derrotada por la coalición de partidos de izquierda que constituyó el Frente Popular.

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La Lliga Regionalista de Catalunya (en español Liga Regionalista de Cataluña), fue un partido político de Cataluña que apareció gracias al triunfo de la candidatura de los “cuatro presidentes” el año 1901. Esta candidatura estaba formada por Sebastià Torres, Albert Rusiñol i Prats, Bartomeu Robert y Lluís Domènech i Montaner.     Desarrolló un papel protagonista en Cataluña hasta el estallido de la Guerra Civil Española, en 1936.

De ideología conservadora y democristiana, su principal tarea fue la creación de la Mancomunidad de Cataluña el 6 de abril de 1914. En sus filas militaron políticos que ejercieron cargos de poder como Juan Ventosa Calvell, Enric Prat de la Riba, Francesc Cambó, o Ramon d'Abadal i Calderó.

Su portavoz fue el diario La Veu de Catalunya (1899-1936). Con la crisis de la monarquía y a través de Francesc Cambó la Lliga acepta participar en el gobierno de España en noviembre de 1917. Ramon d'Abadal i Calderó, nuevo presidente, impulsó la extensión del ideario federativo por el resto de España, alcanzando un cierto eco en la Comunidad Valenciana, Galicia, el País Vasco y las Islas Baleares. Junto con Joan Ventosa i Calvell, Pere Rahola y Francesc Cambó organizaron reuniones y conferencias para predicar el regionalismo y obtener apoyo a la política de la Lliga. Sin embargo, los resultados de las elecciones de 1918 reflejarán poco apoyo fuera de Cataluña, y una nueva crisis de gobierno entre Santiago Alba y Cambó, entonces Ministro de Fomento, apartó al partido del poder, devolviéndolo a la oposición, donde cooperará en el movimiento a favor de autonomía de Cataluña en noviembre de 1918.

Cambó intentó mantener la Liga al margen de la pugna entre la izquierda catalanista y la monarquía (suya es la famosa frase “Monarquía? República? Catalunya!”), pero las revueltas obreras que culminaron con la huelga de La Canadiense (febrero-marzo de 1919) y la aparición de la Unión Monárquica Nacional, fundada y presidida por Alfonso Sala y Argemí, que quería ganarse el apoyo de los elementos conservadores de la Liga, lo dejaron en una posición muy difícil. A pesar de ello y de la crisis industrial de los años veinte, volvió a ganar las elecciones de 1920, 1921 y 1922.    Después del desastre de Annual en 1921 Francesc Cambó fue nombrado Ministro de Finanzas de un nuevo gobierno. Esto, sin embargo, provocó que en junio de 1922 se escindiera el sector más nacionalista, que formó Acción Catalana, restándole muchos votos en las elecciones provinciales de junio de 1923, pese al hundimiento de la Unión Monárquica Nacional de Sala.

Viendo en ello una liquidación de la política iniciada por Cánovas y una garantía contra el problema obrero, la Lliga observó con simpatía el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923. Pero cuando Primo mostró sus intenciones reales, el partido intentó entregar una protesta a Alfonso XIII, siendo posteriormente ilegalizado. Sus centros fueron disueltos o clausurados, y el diario La Veu de Catalunya sometido a la censura previa impuesta a la prensa.

La caída de la dictadura en enero de 1930 le permitió volver a la escena, pero la enfermedad de Francesc Cambó y la gran popularidad alcanzada por Francesc Macià, fundador de la Esquerra Republicana de Catalunya, le restaron efectividad. Se reestructura el partido, renovándose la estrategia, centrada en las tesis de Cambó en su libro Por la concordia. La Lliga participó, a través de Juan Ventosa Calvell (finanzas), en el último gobierno de la monarquía. Pero los resultados de las elecciones del 12 de abril de 1931, con victoria de Esquerra Republicana de Catalunya y el exilio de Alfonso XIII los obligó a cambiar de táctica. Ramon d'Abadal i Calderó ofreció su apoyo a Macià en la lucha por la autonomía catalana y aceptó el cambio de régimen.

La Lliga colaboró en el plebiscito a favor del Estatuto de agosto de 1931, y se aprovechó electoralmente del hundimiento de Lerroux y de las divisiones en Acción Catalana para mejorar posiciones en las elecciones al primer Parlamento de Cataluña, agrupando los sectores conservadores. En 1933 cambió su nombre por el de Lliga Catalana.

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Asociación de carácter político fundada en 1894 por Sabino Arana y Goiri, cuya doctrina podía resumirse en el lema Dios y ley vieja, que aspiraba, entre otras cosas, a constituir una confederación capaz de agrupar al pueblo vasco en una entidad nacional independiente de España, llamada Euzkadi, y cuyos rasgos fundamentales eran la confesionalidad católica, el conservadurismo social y la revalorización de la lengua y la cultura vascas.

Al triunfar la República en 1931, el PNV, dirigido por José Antonio Aguirre Lecube, formó bloque parlamentario con los carlistas navarros (minoría vasco-navarra), si bien dicha alianza duró poco tiempo porque no hubo acuerdo entre ambas partes en lo referente al Estatuto de Autonomía. Sufrió una escisión prorrepublicana que se denominó Acción Nacionalista Vasca (ANV).

Concurrente en solitario a las elecciones de febrero de 1936, al estallar la guerra civil permaneció fiel a la República y al Gobierno del Frente Popular, constituyendo a partir de octubre de 1936 el pilar máximo del Gobierno autónomo de Euzkadi, Gobierno que durante toda la contienda presidió el citado Aguirre.

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Se definía como un partido monárquico, defensor del legado de Alfonso XIII. Tuvo una representación en las Cortes no muy importante pero constante a lo largo de las legislaturas que configuran la II República. Su importancia se debía a que representaba los intereses de las clases altas, entre ellas la todavía pujante Aristocracia de la época. Además recogía parte de la herencia del maurismo.

El partido fue liderado en un principio por Antonio Goicoechea, hasta que en 1934 José Calvo Sotelo regresa del exilio e ingresa en Renovación Española. Calvo Sotelo había conseguido acta de diputado en las elecciones de noviembre de 1933 y su verbo fácil y sus incisivas invectivas contra el gobierno republicano en las Cortes le convirtieron en el líder natural de la derecha española. Propuso la creación de un Bloque Nacional, en la intención de unir a las derechas tras su ideario, pero sólo consiguió la adhesión de los albiñanistas y ciertos sectores del carlismo con los que había ya constituido una oficina electoral denominada Tradición y Renovación Española (TYRE).

La derecha más extrema ante el gobierno posibilista de José María Gil-Robles fue escorándose hacia la figura de Calvo Sotelo quien, tras las elecciones de febrero de 1936, a pesar de no haber obtenido buenos resultados electorales, actuaba ya como el líder parlamentario de las derechas, destacándose en los encendidos debates de la primavera de 1936 –entre los que destaca su famoso enfrentamiento con La Pasionaria–. El asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, fue uno de los detonantes  para el comienzo a la Guerra Civil Española.

Entre sus diputados en las Cortes, además de Calvo Sotelo, Maeztu y Goicoechea, se encuentran el Conde de Vallellano y Andrés Rebuelta Melgarejo. Manuel de Semprún y Alzurena fue vicepresidente del partido.

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El movimiento político que durante el siglo XIX había generado tres guerras civiles se encontraba al comienzo del período republicano en un estado muy débil. El acercamiento de la jerarquía eclesiástica a los alfonsinos, el fuerte dogmatismo arrastrado y las divisiones internas habían causado esta debilidad. Hacia 1931 el carlismo estaba dividido en tres grandes “familias”.

La más radical era la integrista, el sector ultra católico acaudillado por Cándido Nocedal que, tras romper con el pretendiente Carlos de Borbón por “excesivamente liberal”, había acabado formando el Partido Católico Nacional, grupo de intelectuales fundamentalistas con escaso apoyo electoral. Los que habían permanecido fieles a don Carlos y, desde 1909, a su hijo don Jaime, sí contaban con notables apoyos sociales en el País Vasco, Navarra, Cataluña y norte de Valencia; Juan Vázquez de Mella, su ideólogo más sobresaliente, renovó el carlismo, que basó en tres grandes principios: tradición monárquica, monarquía autoritaria y corporativa y autonomía regional (fuerismo). Mella, germanófilo, rompió con el aliadófilo don Jaime durante la Primera Guerra Mundial, y fundó el Partido Católico Tradicional (PCT). Sin embargo, en principio las bases carlistas siguieron fieles al pretendiente; los jaimistas tomaron entonces el liderazgo del marqués de Villores. La dictadura de Primo de Rivera terminó por enfrentar a las tres familias, pues si bien ninguna de ellas apoyó expresamente al Directorio, muchos de sus militantes colaboraron con él, especialmente Víctor Pradera, un seguidor de Mella que acabó por ser un puntal de la UP y uno de los ideólogos más importantes de la extrema derecha. La caída de la dictadura hizo romper el carlismo en mil pedazos y durante la dictablanda su desaparición era esperada.

Sin embargo, paradójicamente, fue la caída de la monarquía lo que le hizo renacer de sus cenizas. Jaime de Borbón poco antes de morir solicitó la creación de un partido “monárquico, federativo y anticomunista” y, aunque los alfonsinos no le prestaron mucha atención, esa pretensión se materializó con la reunificación de las tres familias carlistas en la fundación de Comunión Tradicionalista (CT), con la jefatura del jaimista conde de Rodezno. La CT tuvo un amplio respaldo en el País Vasco, Navarra, Cataluña y también en Andalucía, donde destacó rápidamente el integrista Manuel Fal Conde. Las elecciones de 1933 permitieron la entrada de monárquicos y carlistas en el Parlamento, pero la alianza radical-cedista empujó a CT (junto a RE y PNE) a una posición de extrema derecha, provocando la radicalización de sus bases. Esto condujo a Fal Conde al liderazgo indiscutible del carlismo; puso término a los contactos con los alfonsinos y centró su actuación en la consolidación del carlismo como fuerza política cohesionada y en la organización de su milicia armada, el Requeté. Tras las elecciones de febrero de 1936, la dirección carlista optó ya por preparar la insurrección armada, lo que facilitó extraordinariamente el golpe de Estado nacional en el norte de España.

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Constituyó Acción Española  un movimiento cultural inspirado en la doctrina tradicional del Derecho público cristiano, en el que las circunstancias del momento acentuaron su proyección política. Empezó a gestarse esta empresa por un grupo de monárquicos que, reunidos en casa del ex ministro Guadalhorce, decidieron elaborar una escuela de pensamiento contrarrevolucionario para oponerse a la recién implantada Segunda República (Maeztu, Calvo Sotelo, Eugenio Vegas Latapié, conde de Santibáñez del Río y Yanguas). La aportación de 100.000 pesetas de los marqueses de Pelayo constituyó el soporte económico inicial. La revista Acción Española hizo su aparición el 16 de diciembre de 1931, dirigida por el conde de Santibáñez del Río. El editorial en el que se hacía la presentación lo redactó Ramiro de Maeztu y le valió el premio Luca de Tena de 1931.

Con motivo de la sublevación de Sanjurjo, por la supuesta y posible complicidad de los miembros de Acción Española en los sucesos, fueron cerrados sus locales y la autoridad se incautó de sus ficheros. Desde el número 25, pasó la dirección de la revista a Maeztu que llevó el timón intelectual de la empresa. Para prestar atención a las exigencias de actuación política, que desbordaban los fines culturales de la asociación, se creó Renovación Española, organización distinta, pero que significaba la presencia en la lucha política de los ideales de Acción Española. Presidida por el lema “Una manu sua faciebat opus et altera tenebat gladium”, la asociación sobrevivió hasta 1936. Al iniciarse la Guerra civil española había aparecido el nº 88 de la revista, y en Salamanca apareció, en 1937, el nº 89, como “Antología de Acción Española”.

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Organización política fundada en 1933 por José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, Sancho Dávila, Julián Pemartín, Julio Ruiz de Alda, Alfonso García Valdecasas y Rafael Sánchez Mazas, que en un principio adoptó el nombre de Movimiento Español Sindicalista y que tuvo su más significativa expresión en el mitin pronunciado en el teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933, en un acto llamado de “Afirmación nacional”, en el cual intervinieron Ruiz de Alda y García Valdecasas, y muy especialmente Primo de Rivera, exponiendo éste, en el discurso que pronunció en dicho acto, lo que con el tiempo constituiría el ideario fundamental de la referida organización y, posteriormente, de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Rechazo del Estado liberal y del sufragio («… El sistema democrático es el más ruinoso sistema de derroche de energías… »). Reconocimiento de la justicia del socialismo («… Los obreros tuvieron que defenderse contra el sistema liberal, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa…»), aunque repudiando su interpretación materialista de la historia, su sentido de represalia y el dogma de la lucha de clases («… El socialismo no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos; lo espiritual se suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados… No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad… El socialismo no aspira a restablecer la justicia social, rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaron en la injusticia los sistemas liberales… El socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque… El socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres…»). Falange Española no es un partido sino un movimiento: no es de derechas ni de izquierdas («… En el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertirla se arrastren muchas cosas buenas… Nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas…»). La Patria es una unidad total, en que se integran los individuos y todas las clases («… La Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis individual, con fines propios que cumplir… He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla: que todos los pueblos de España se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino; que desaparezcan los partidos políticos… queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre: sólo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima portador de valores eternos, cuando se le estima envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y de salvarse… queremos que todos se sientan miembros de una comunidad seria y completa; es decir, que las funciones a realizar son muchas; unos, con el trabajo manual; otros, con el trabajo del espíritu; algunos, con un magisterio de costumbres y refinamientos…; queremos que no se canten derechos individuales de los que no pueden cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serlo, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana, justa y digna…; queremos que el espíritu religioso sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo… queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia…»). Apología de la violencia («… queremos que, si esto ha de lograrse, en algún caso, por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de “todo menos la violencia”– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad?... Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica de los puños y de las pistolas, cuando se ofende a la justicia o a la Patria…»).

En febrero de 1934 la organización recibió el nombre de Falange Española de las JONS, resultante de la fusión de Falange Española con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. Ciertos elementos jonsistas se resistieron a la amalgama, pero la buena voluntad de Ramiro Ledesma Ramos, por un lado, y la brillante personalidad de José Antonio Primo de Rivera, por otro, limaron asperezas y el milagro de la fusión se hizo posible.

Con el triunfo del Frente Popular la convivencia política se hizo cada vez más tensa. Perdida la inmunidad parlamentaria, José Antonio se convirtió en fácil presa de policías y jueces. A mediados de mayo de 1936, junto con otros falangistas, es detenido y conducido, primero a la Dirección General de Seguridad y, a continuación, a la cárcel Modelo. Acusado de conculcar la Constitución, el Tribunal de Urgencia de Madrid lo absuelve libremente. Recurrida la sentencia, la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la confirma en todos sus términos.

El 4 de mayo, Primo de Rivera dirige su conocida Carta a los militares de España, que solivianta a gran número de personas de dentro y de fuera del ejército.

La inseguridad reina por doquier. Los hermanos José Antonio y Miguel Primo de Rivera son trasladados a Alicante; los demás falangistas detenidos, unos a Vitoria y otros a Huelva.

El asesinato de Calvo Sotelo precipita el comienzo de la guerra civil. La Falange, que se incorpora al alzamiento con sus pocas pero eficaces y entusiasta fuerzas, se halla decapitada: José Antonio, su máximo líder, ha quedado preso en la zona dominada por la República; Onésimo Redondo es muerto violentamente a los pocos días de iniciarse la contienda; Julio Ruiz de Alda, preso en Madrid, es asesinado semanas después y Ramiro Ledesma Ramos, cae víctima de la represión frentepopulista.


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