Desde el primer momento, el territorio
nacional quedó dividido en dos zonas en función del éxito
que obtuvieron los militares sublevados. Prácticamente se
reproducía el mapa resultante de las elecciones de febrero
de 1936; salvo casos aislados, los militares triunfaron en
aquellas provincias donde fueron más votadas las
candidaturas de derechas, mientras que fracasaron en
aquellas donde la victoria electoral correspondió al Frente
Popular. El Alzamiento comenzó el 17 de julio de 1936 en
Melilla. Las unidades militares destacadas en Marruecos, que
no controlaba el gobierno republicano, se hicieron pocas
horas después con Tetuán y Ceuta. El general Francisco
Franco Bahamonde partió el día 18 desde las islas Canarias
hacia Tetuán, en la avioneta privada “Dragón Rapide”. Ese
mismo día se alzaron los mandos militares de otras
divisiones peninsulares; sin embargo, el levantamiento
fracasó en las principales ciudades del país, tales como
Madrid, Barcelona y Valencia. Por otro lado, el 20 de julio
de 1936, recién comenzada la sublevación, falleció en
accidente de aviación, al estrellarse la avioneta al
despegar de Estoril (Portugal) el general José Sanjurjo, que
había sido designado por los nacionales como jefe del
alzamiento.
Desde el día 18, ni el gobierno ni los rebeldes
controlaban la totalidad del país. En un principio, la zona
nacional comprendía Galicia, Navarra, Álava, el oeste de Aragón,
las islas Baleares, excepto Menorca, y las Canarias, así como la
zona del protectorado español sobre Marruecos, buena parte del
territorio de lo que hoy es la comunidad autónoma de Castilla y
León, casi toda la provincia de Cáceres y algunas poblaciones de
Andalucía.
El gobierno republicano conservaba casi toda
Andalucía, el País Vasco, salvo Álava, Asturias, excepto la
ciudad de Oviedo y Cataluña, así como la isla balear de Menorca
y los territorios de las actuales comunidades autónomas de
Cantabria, Castilla-La Mancha, Región de Murcia y la Comunidad
Valenciana. Conforme avanzó la contienda, el poder republicano
perdió zonas que, desde finales de marzo de 1939, pasaron
íntegras a disposición del Ejército Nacional.
El comienzo de la guerra estuvo vinculado al
asesinato de José Calvo Sotelo, líder del derechista Bloque
Nacional, que tuvo lugar la noche del 12 al 13 de julio de 1936,
en un execrable crimen de Estado.
Las operaciones militares permitieron establecer
un desarrollo cronológico, a partir del paso del estrecho de
Gibraltar por las tropas del Ejército de África mandadas por el
general Franco (julio-agosto de 1936), con tres fases
principales. La primera muestra la importancia que ambos bandos
otorgaron a la ocupación de Madrid, ciudad que, en consecuencia,
pronto fue motivo de asedio por las tropas nacionales, dando
lugar a la conocida como batalla de Madrid. La estrategia de los
alzados, que pretendían acceder a la capital desde el norte y
desde el sur, fracasó. Una acción importante en esta primera
fase, fue la liberación de los asediados en el Alcázar de
Toledo, que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1936, defendido
heroicamente por el coronel José Moscardó ante el acoso de los
rojos. Contando con las fuerzas de África, Franco había avanzado
previamente sobre Andalucía, consiguiendo ocupar en agosto las
plazas de Mérida y Badajoz, enlazando de esta manera con los
nacionales del norte a lo largo de la frontera portuguesa. Mola,
a su vez, había logrado cortar la frontera francesa al ocupar
Irún (Guipúzcoa) a principios de septiembre.
La segunda fase no abandonó la marcha sobre
Madrid. Pero la batalla de Guadalajara, a finales de marzo de
1937, se saldó con el éxito republicano, que tuvo presente el
plan de ofensiva previsto por el general José Miaja contra las
tropas enviadas por Italia. Los alzados decidieron entonces
centrar sus principales operaciones en el norte.
El 3 de junio de 1937, mientras el general
Emilio Mola sobrevolaba tierras burgalesas para inspeccionar el
frente, el aparato se estrelló contra el cerro de Alcocero,
muriendo en el accidente.
El Ejército Nacional rompió las defensas de
Bilbao, el llamado “Cinturón de Hierro”, el 19 de junio de 1937.
En agosto, un mes después de obtener la victoria
en la batalla de Brunete, esas mismas tropas entraron en
Santander y, en octubre, tomaron las ciudades asturianas de
Gijón y Avilés, con lo que los nacionales completaban la última
etapa de la ocupación de la zona norte.
A partir de finales de 1937 comenzó la tercera
fase. Los republicanos, siguiendo los planes del general Vicente
Rojo, conquistaron en enero de 1938 Teruel, ciudad que no
obstante perdieron al mes siguiente. En julio de ese año comenzó
la dura y decisiva batalla del Ebro, en la que la derrota del
Ejército republicano, ocurrida en noviembre de 1938, dejó
despejada la ruta para el avance del ejército de Franco hacia
Cataluña. El 26 de enero de 1939, las tropas franquistas
liberaron Barcelona, para avanzar en fechas sucesivas hacia la
frontera francesa y ocupar los pasos desde Puigcerdá hasta
Portbou (Gerona). La ofensiva final realizada entre febrero y
marzo de 1939, tuvo por objeto quebrantar las posiciones
republicanas todavía pendientes, situadas en la zona centro y en
el sur peninsular. A principios de marzo de ese año fracasó el
criterio de mantener la resistencia, defendido por el presidente
del gobierno frentepopulista, Juan Negrín López, debido a la
creación en Madrid del Consejo Nacional de Defensa. Este
organismo, que encabezó el jefe del Ejército del Centro, el
coronel Segismundo Casado, destituyó a Negrín y procuró alcanzar
una paz honrosa con el gobierno franquista de Burgos, después de
hacerse con el control de Madrid mediante un cruento
enfrentamiento entre las propias tropas rojas. Sin embargo, no
prosperaron sus gestiones encaminadas a lograr una paz acordada.
Las tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo de
1939. Tres días más tarde, el gobierno rojo perdió las últimas
plazas todavía fieles.
El Parte Oficial de Guerra correspondiente al
día 1º de Abril de 1939 – III Año Triunfal, decía:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el
Ejército Rojo, han alcanzado las Tropas Nacionales sus
últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
Burgos 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria. El
Generalísimo
ARRIBA
Por parte del gobierno frentepopulista, la jefatura pasó
sucesivamente de manos de José Giral (19 de julio de 1936) a
Francisco Largo Caballero (5 de septiembre de 1936) y de éste a
Juan Negrín (desde el 18 de mayo de 1937 hasta el final de la
guerra). Los tres pertenecían al Partido Socialista Obrero
Español (PSOE).
Manuel Azaña, presidente de la República, sustituyó el 19 de
julio de 1936 al presidente del gobierno Santiago Casares
Quiroga por Diego Martínez Barrio, quien no llegó a jurar el
cargo. No obstante, Azaña nombró ese mismo día a José Giral jefe
del gabinete. Tan pronto como este último asumió las
responsabilidades de gobierno, la autoridad del poder central se
descompuso y se crearon numerosos poderes locales de carácter
popular y espontáneo que generaron divisiones intensas y
supusieron la pérdida de la unidad política e incluso militar en
el ámbito republicano.
El debilitamiento de autoridad, al que aludiría el propio Azaña
en su obra “La velada de Benicarló” (1937), y los avances de las
fuerzas nacionales, explican el cambio de Giral por Francisco
Largo Caballero (septiembre de 1936), que ejercía su prestigio y
autoridad sobre los obreros, principalmente desde la dirección
de la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato afín al
PSOE. Largo Caballero hizo cuanto pudo por controlar la
situación revolucionaria, formando un gobierno de concentración
con presencia de socialistas, comunistas, una minoría de
republicanos y nacionalistas vascos y catalanes. Dos meses
después incorporó a militantes de la central obrera
anarcosindicalista, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT),
cuya fuerza era destacada en Aragón, Cataluña y Valencia. Con
todo, el enfrentamiento entre las dos tendencias de revolución o
guerra –y ello pese a que durante el gobierno de Largo
Caballero mejoró la coordinación en el Ejército republicano– dio
al traste con esta experiencia, porque fue incapaz de hacer
amainar las disputas entre las principales corrientes políticas
de la coalición gubernamental.
Azaña puso las riendas del Gobierno en manos de Negrín en mayo
de 1937, quien a su vez ocupó la cartera de Economía-Hacienda.
Pronto sería acusado de estar dominado por los comunistas.
Negrín prescindió de inmediato de los anarcosindicalistas y
orientó su gestión hacia la victoria militar; la revolución
debía esperar. Pero los avatares bélicos desencadenaron una
nueva crisis gubernamental en abril de 1938. Desde entonces,
Negrín pasó a desempeñar también el cargo de ministro de la
Defensa Nacional (anterior Ministerio de la Guerra), que venía
ejerciendo el socialista Indalecio Prieto. Los “Trece Puntos de
Negrín”, –nombre por el cual fue conocido el acuerdo propuesto
por el presidente del Gobierno republicano a las fuerzas de
Franco, como base de una posible negociación–, promulgados el 30
de abril de 1938, en un afán por restablecer una democracia
consensuada sobre principios alejados del conflicto bélico, no
consiguieron recomponer la unidad del Ejército republicano ni
sostener el escaso apoyo internacional, debilitado a medida que
se retiraban los voluntarios extranjeros que habían formado
parte de las Brigadas Internacionales.
ARRIBA
-
La independencia de España.
-
Liberarla de militares
extranjeros invasores.
-
República democrática con un
gobierno de plena autoridad.
-
Plebiscito para determinar
la estructuración jurídica y social de la República
Española.
-
Libertades regionales sin
menoscabo de la unidad española.
-
Conciencia ciudadana
garantizada por el Estado.
-
Garantía de la propiedad
legítima y protección al elemento productor.
-
Democracia campesina y
liquidación de la propiedad semifeudal.
-
Legislación social que
garantice los derechos del trabajador.
-
Mejoramiento cultural,
físico y moral de la raza.
-
Ejército al servicio de la
Nación, estando libre de tendencias y partidos.
-
Renuncia a la guerra como
instrumento de política nacional.
-
Amplia amnistía para los
españoles que quieran reconstruir y engrandecer España.
El éxito definitivo de la ofensiva franquista sobre Cataluña, a
principios de febrero de 1939, impidió que dieran fruto las
garantías que el gobierno republicano pedía de cara a la paz:
independencia de España y rechazo de cualquier injerencia
exterior, que el pueblo pudiera decidir libremente acerca del
futuro del régimen, así como garantía de evitar persecuciones y
represalias después de la guerra. Estas condiciones propuestas
por Negrín en las Cortes reunidas el 1 de febrero de 1939 en
Figueras (Gerona) no fueron aceptadas por el gobierno de Burgos,
que presumía concluir la guerra en breves días. En efecto, la
reunión de las Cortes republicanas en Figueras fue la última que
tuvo lugar en suelo español. Antes de esa fecha se celebraron
reuniones de las Cortes en distintas sedes, dependiendo de las
propias circunstancias militares de la contienda. Las primeras
tuvieron lugar en Valencia en diciembre de 1936 y febrero y
octubre de 1937, en tanto que las postreras se produjeron en
distintas zonas del territorio catalán, tales como Montserrat
(febrero de 1938), San Cugat del Vallés (septiembre de 1938) y
Sabadell (octubre de 1938).
En lo que respecta a la zona nacional se dictaron paulatinamente
medidas políticas al compás de las acciones bélicas, que fueron
aplicadas en los territorios ocupados desde el principio y en
todos aquellos que se incorporaban tras sus éxitos militares. La
primera y pronta medida adoptada fue la creación en Burgos de la
Junta de Defensa Nacional, el 24 de julio de 1936, que presidió
el general Miguel Cabanellas, por ser el militar más antiguo, e
integraron en calidad de vocales los generales Emilio Mola
Vidal, Fidel Dávila Arrondo, Andrés Saliquet Zameta, Miguel
Ponte Manso de Zúñiga y los coroneles Fernando Moreno Calderón y
Federico Montaner Canet.
A finales de septiembre de ese año, la Junta de Defensa Nacional
designó a Franco Jefe del Gobierno del Estado español y
Generalísimo de las Fuerzas Nacionales de Tierra, Mar y Aire y
se le confería el cargo de General Jefe de los Ejércitos de
operaciones. El 1 de octubre de 1936 se hizo oficial el
nombramiento.
Esta medida tuvo su complemento en el llamado “Decreto de
Unificación” del 19 de abril de 1937, por el que se fusionaban
Falange Española y la Comunión Tradicionalista Carlista,
creándose Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Esa
operación política agudizó las tensiones latentes entre los
falangistas desde que el 20 de noviembre de 1936, fuera
ajusticiado por los rojos José Antonio Primo de Rivera, fundador
y jefe nacional de Falange Española. El nuevo jefe nacional
falangista, Manuel Hedilla, se opuso al decreto unificador, por
lo que fue arrestado junto con sus seguidores.
El 30 de enero de 1938 se formó el primer Gobierno Nacional
presidido por Francisco Franco Bahamonde, tras la disolución de
la Junta Técnica de Estado, que había sido creada el 1 de
octubre de 1936 inicialmente como una entidad de apoyo
gubernamental a la primigenia Junta de Defensa Nacional. El
primer gobierno de Franco estuvo compuesto tanto por militares
como por figuras civiles falangistas, tradicionalistas y
monárquicas. Estuvo compuesto por: Francisco Gómez-Jordana y
Sousa, conde de Jordana (vicepresidente del gobierno y ministro
de Asuntos Exteriores); Tomás Domínguez Arévalo, conde de
Rodezno (ministro de Justicia); Severiano Martínez Anido
(responsable del Ministerio de Orden Público); Fidel Dávila
Arrondo (ministro de la Defensa Nacional); el ingeniero naval
Juan Antonio Suanzes Fernández (encargado del Ministerio de
Industria y Comercio); el abogado y cuñado de Franco, Ramón
Serrano Suñer (ministro de Interior y secretario del Consejo de
Ministros); el notario y falangista Raimundo Fernández Cuesta
Merelo (responsable del Ministerio de Agricultura); el escritor
y político monárquico Pedro Sáinz Rodríguez (Educación
Nacional); Andrés Amado y Reygondaud de Villebardet (Hacienda);
Alfonso Peña Boeuf (Obras Públicas)y Pedro González Bueno
(Acción Sindical).
ARRIBA
Si bien es cierto que la guerra comenzó como un conflicto
interno, en palabras de Salvador de Madariaga: “nacido en suelo
español y a la manera española”, no pudo mantenerse ajena al
entorno internacional debido a sus propias raíces ideológicas.
Ambos bandos reclamaron inmediatamente apoyos de otras potencias
extranjeras, según el panorama existente en la alineación del
mundo en la década de 1930, hasta el extremo de que algunos
vieron en el conflicto un prólogo de un nuevo enfrentamiento
mundial.
La intervención extranjera fue solicitada, ya en la primera fase
de urgencia (julio-agosto de 1936), por el presidente del
Gobierno José Giral Pereira. Pidió auxilio del Gobierno del
Frente Popular francés, presidido por el socialista Léon Blum. Y
así, el 19 de julio de 1936, Giral cursó el siguiente telegrama
a Blum:
“Hemos sido sorprendidos por peligroso golpe
militar. Solicitamos se pongan inmediatamente de acuerdo con
nosotros para su suministro de armas y aviones.
Fraternalmente, Giral”.
Los frentepopulistas españoles contaron con la ayuda de Francia,
México y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El apoyo
de la URSS, gobernada por el sanguinario dictador Iósiv Stalin,
resultó fundamental en blindados, aviones, equipos y asesores
militares. Estuvieron en España, como asesores militares,
hombres que más tarde fueron la elite del Ejército ruso en la II
Guerra Mundial, tales como: Aleksandr Ilich Rodimtsev, asesor
soviético en la batalla de Guadalajara; Dmitry Grigorevic
Pavlov, general de brigada del Ejército soviético, que usó los
apodos de “Pablo” y de “Pedro”, organizó una base de carros de
combate en Archena (Murcia) y participó en la batalla de
Guadalajara al mando de la 11ª División; Ivan Stepanovich Koniev,
que utilizó en España el apodo de “Paulito” y Rodino Yakovlevich
Malonovski, consejero militar adscrito a la Brigada mandada por
Líster, interviniendo en los frentes de Jarama y Guadalajara.
Usó los apodos de “Malino”, “coronel Malino” y “Manolito”.
Cabe destacar las Brigadas Internacionales: la III Internacional
(también conocida como Komintern) creó un Comité Internacional
para organizar a sus miembros, que contó con la participación de
los dirigentes comunistas Palmiro Togliatti y Josip Broz “Tito”.
Participaron en ellas voluntarios de distintos países movidos
por sentimientos antifascistas. El centro de reclutamiento
estuvo en París y entre sus gestores cobró especial relieve el
dirigente comunista francés André Marty, conocido con el
sobrenombre del “Carnicero de Albacete”, por su tremenda
crueldad. Los primeros brigadistas llegaron al puerto de
Alicante en octubre de 1936 para continuar hasta Albacete, en
donde se formó la XI Brigada, que pronto participó en la batalla
de Madrid. Su intervención al lado de la causa roja duró hasta
noviembre de 1938.
Los nacionales obtuvieron el apoyo de Italia, gobernada por
Benito Mussolini y de la Alemania de Adolf Hitler, recibiendo
aviones, armamento y combatientes italianos y alemanes, entre
estos últimos la famosa Legión Cóndor, con sus grandes pilotos
Adolf Galland y Werner Moelders
En medio de todo este proceso destacó de manera especial lo que
se conoció como la política de “No Intervención” asumida por la
Sociedad de Naciones, que, en principio, suponía la prohibición
de exportar cualquier material de guerra, sin más compromisos
por parte de los gobiernos. En septiembre de 1936 nació en
Londres el “Comité de No Intervención”, integrado por los
embajadores residentes en la capital británica con el objeto de
reducir el conflicto al ámbito nacional. Sin embargo, a la vista
de las numerosas violaciones del compromiso, las medidas
adoptadas por el “Comité de No Intervención” no resultaron
efectivas y, desde luego, no impidieron que las potencias
extranjeras apostaran por uno u otro contendiente.
Por lo que se refiere al apoyo soviético, la financiación de los
suministros bélicos entregados al gobierno republicano se
relacionó con las reservas del Banco de España. Dos terceras
partes del oro guardado en el Banco salieron hacia Moscú, en
concepto de depósito primero, y como pago por aquellos
suministros posteriormente. El famoso “oro de Moscú” fue uno de
los asuntos más escandaloso y vergonzoso realizado por el
Gobierno de la República.