Documento hecho
público por el Frente Popular, fechado el 15 de enero de 1936, en el cual se
exponían las líneas maestras de la acción de gobierno para el caso de que
triunfasen los partidos de izquierdas coaligados que suscribieron dicho
Manifiesto.
«Los
partidos republicanos de Izquierda Republicana, Unión Republicana y el
Partido Socialista, en representación del mismo y de la Unión General de
Trabajadores, Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Partido
Comunista, Partido Sindicalista y Partido Obrero de Unificación Marxista,
sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado
a comprometer un plan político común que sirva de fundamento a la coalición
de sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral y de norma de
gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda,
con el apoyo de las fuerzas obreras en caso de victoria. Declaran ante la
opinión pública las bases y los límites de su coincidencia política, y,
además, la ofrecen a la consideración de las restantes organizaciones
republicanas y obreras, por si estiman conveniente a los intereses
nacionales de la República venir a integrar, en tales condiciones, el bloque
de izquierdas que debe luchar frente a la reacción en las elecciones
generales de diputados a Cortes».
A continuación
venía un extensísimo y variado articulado.
ARRIBA
Las elecciones de febrero de 1936 se
desarrollaron en medio de la violencia y los resultados fueron
falseados.
Ante la
violencia que lanzan en las calles los izquierdistas el mismo día de las
elecciones, exigiendo el poder y ante lo desfavorables que le son al gobierno
los resultados que van apareciendo de la primera vuelta, Manuel Portela
Valladares se desmorona y dimite.
Manuel Azaña es
nombrado Presidente del Gobierno el 19 de febrero de 1936, por Niceto Alcalá
Zamora, y, por consiguiente, el Frente Popular está en el poder en la segunda
vuelta de las elecciones y en la depuración de las actas.
En número de
votos los resultados de derechas e izquierdas son parecidos, con algunos más
para las derechas. Pero el número de escaños es muy superior al final para el
Frente Popular, y, no sólo porque les favorece la unidad de lista electoral
frente a la división de las candidaturas de derechas, sino por el falseamiento
con el que el Frente Popular amplifica su victoria.
ARRIBA
Los votos totales
fueron 9.716.705.
El Frente Popular
obtuvo 4.430.322.
Los de derechas
tuvieron 4.511.031.
Los votos de centro
fueron 682.825.
Los votos en blanco y
otros, 91.641.
Hubo
irregularidades contra las candidaturas de derechas en las provincias de
Cáceres, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Granada, Cuenca, Orense, Salamanca,
Burgos, Jaén, Almería, Valencia y Albacete, entre otras. Estas irregularidades
sirvieron para convertir en una victoria en escaños para el Frente Popular su
derrota en votos.
Niceto Alcalá
Zamora, presidente de la República en 1936, en declaraciones al “Journal de
Geneve”, publicadas en 1937, enumera las irregularidades electorales:
«A pesar
de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco
más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la
minoría más importante, pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin
embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad,
violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Primera
etapa: desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente
Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de
los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas
Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva
del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos
Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables,
la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas
localidades los resultados pudieron ser falsificados.
Segunda
etapa: conquistada la mayoría de este modo, fue fácil hacerla aplastante.
Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el Frente
Popular eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que
procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas
provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamó diputados a
candidatos amigos vencidos. Se expulsó de las Cortes a varios diputados de
las minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria; hacer en
la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar al grupo menos
exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de
izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de
las peores locuras».
Manuel Azaña
explica muy satisfecho cómo consiguieron la diferencia de escaños con los mismos
o menos votos:
«En la
Coruña íbamos a sacar cinco o seis (diputados). Pero antes del escrutinio
surgió la crisis, y entonces los poseedores de 90.000 votos en blanco se
asustaron ante las iras populares, y hemos ganado los trece puestos...
¡Veleidades del sufragio!... Han sacado al otro... para que no saliera
Emiliano, a quien metimos preso la misma noche de formarse el gobierno, para
salvarle la vida, decían los de allí... hemos sacado... otro en Guipúzcoa...
y no tenemos dos, porque los comunistas se llevaron las actas pistola en
mano».
Carta de Azaña a
su cuñado Cipriano Rivas Cherif (19-3-36). |
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ARRIBA
Las elecciones del Frente Popular en febrero de 1936 fueron
parte de un proceso revolucionario anunciado y de una guerra
civil anunciada. Un proceso revolucionario que había tenido ya
dos intentos fracasados en 1917 y 1934 y uno victorioso en 1931.
El gobierno de Frente Popular fue constituido por republicanos
de izquierdas con apoyo de los demás grupos de la coalición
desde las Cortes, bajo la presidencia de Manuel Azaña en febrero
de 1936, hasta que en mayo de 1936 pasó a ser presidido por
Santiago Casares Quiroga, porque Azaña fue elevado a la
presidencia de la República, sustituyendo a Niceto Alcalá Zamora
que, cómo él dice, fue revocado el 7 de abril de 1936. Los
izquierdistas decidieron ya prescindir de él, que tanto les
había servido, porque Alcalá Zamora era derechista y católico y,
por supuesto, lo seguían considerando un reaccionario.
Estos gobiernos del Frente Popular no impidieron la violencia
desatada contra las derechas y contra los edificios
eclesiásticos. Tampoco las ilegalidades. Y aseguraron la
impunidad de la revolución de 1934. Luis Companys, el golpista
del 6 de octubre de 1934, volvía triunfalmente a Barcelona y se
ponía de nuevo al frente de la Generalidad.
Los detenidos por la insurrección de Asturias eran excarcelados
y quedaban readmitidos obligatoriamente en las empresas incluso
en las que habían atentado y en las que habían cometido
homicidios.
Los socialistas lanzaban a los jornaleros a la ocupación de
tierras. Las huelgas se multiplicaban. El paro aumentaba en
otros cien mil parados hasta la mitad del año.
ARRIBA
En el diario británico “Evening Standard”
del 10 de agosto de 1936, Winston Churchill declaraba sobre
la España del Frente Popular de 1936, lo siguiente:
«¿Cómo sucedió? Sucedió “de acuerdo con el
plan”. Lenin afirmó que los comunistas debían prestar su
ayuda a todo movimiento hacia la izquierda y promover la
implantación de gobiernos constitucionales débiles, de signo
radical o socialista. Después socavarían esos gobiernos y
les arrancarían de sus manos vacilantes el poder absoluto
instituyendo un estado marxista. El procedimiento es bien
conocido y ha sido comprobado. Forma parte de la doctrina y
táctica comunistas. Ha sido seguido de manera casi literal
por los comunistas de España. […] Desde las elecciones
celebradas a principios de este año, hemos asistido a una
reproducción casi perfecta en España, mutatis mutandis del
período de Kerensky en Rusia.
ARRIBA
Manuel Azaña, el 19 de marzo de 1936, justo al mes de ser
proclamado Presidente del Gobierno, escribe a su cuñado Cipriano
Rivas Cherif, la siguiente carta:
«Creo que van más de doscientos muertos y
heridos desde que se formó el Gobierno, y he perdido la
cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias y
conventos: ¡hasta en Alcalá!… Habían comenzado los motines y
los incendios. En las cárceles andaban a tiros. Aquella
noche se escaparon tranquilamente de las de Gijón mil cien
presos… En Oviedo los imitaron…los republicanos empezaron a
enfadarse… Hasta los desórdenes me los perdonaban, y el que
más y el que menos los encontraba… naturales. Ahora vamos
cuesta abajo por la anarquía persistente de algunas
provincias, por la taimada deslealtad de la política
socialista… por las brutalidades de unos y otros, por la
incapacidad de las autoridades, por los disparates... en
casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a
decir algunos diputados republicanos de la mayoría. No sé,
en esta fecha como vamos a dominar esto».
José Mª Gil Robles denunciaba en las Cortes, el 16 de junio de
1936, –una de las sesiones parlamentarias más dramáticas de toda
la historia de España–, que desde el 16 de febrero de 1936 al 15
de junio de 1936, se habían producido los siguientes sucesos:
Iglesias totalmente destruidas: 160. Asaltos
de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de
asalto, etc.: 251
Muertos: 269. Heridos de diferente gravedad:
1.287. Agresiones personales frustradas o cuyas
consecuencias no constan: 215.
Atracos consumados: 138. Tentativas de
atraco: 23.
Centros de Acción Católica, políticos,
públicos o particulares destruidos: 69. Asaltados: 312.
Huelgas generales: 113. Huelgas parciales:
228.
Periódicos destruidos: 10. Asaltos a
periódicos, intentos y destrozos: 33.
Bombas estalladas y petardos: 146. Halladas
sin explotar: 78.
Seguidamente dio lectura a la relación de
los ocurridos desde el 14 de mayo de 1936 al 15 de junio de
1936 (desde que Casares Quiroga está al frente del Gobierno)
Iglesias totalmente destruidas: 36. Asaltos
de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de
asalto, etc.: 34.
Atentados personales: muertos 65. Heridos de
diferente gravedad: 230.
Atracos consumados: 24.
Centros políticos, públicos, particulares
destruidos: 9. Asaltos, invasiones e incautaciones: 46.
Huelgas generales: 79. Huelgas parciales:
92.
Centros clausurados: 7.
Bombas halladas y estalladas, petardos y
líquidos inflamables: 47.
Este Gobierno, añade Gil Robles, no podrá poner fin al estado de
subversión que existe en España, y no podrá hacerlo porque este
Gobierno nace del Frente Popular, y el Frente Popular lleva en
sí la esencia de esa misma política, el germen de la hostilidad
nacional. Mientras dentro del bloque del Frente Popular existan
partidos y organizaciones con la significación que tienen el
partido socialista (que acabará por tildar de fascistas a todos
aquellos que no piensen con el señor Largo Caballero) y el
partido comunista, no habrá posibilidad de que haya en España un
minuto siquiera de tranquilidad.
ARRIBA
Una serie de sectores derechistas políticos
y militares conspiran contra el izquierdismo revolucionario.
Entre ellos los carlistas, que preparan sus milicias de
requetés, los falangistas y los militares que organiza el
general Emilio Mola Vidal. Éste va captando militares, no
sólo derechistas, sino algunos de los que habían favorecido
el advenimiento de la república, como el general Gonzalo
Queipo de Llano y Sierra. El general Francisco Franco
Bahamonde, actuando con su habitual cautela, se mantiene
informado, pero no entra por el momento en la conspiración.
La conexión entre los requetés carlistas y el general Mola,
considerada indispensable por éste, se ve dificultada,
porque los militares no tenían más objetivo inmediato que
poner orden en la república y los carlistas tenían como
objetivo establecer una monarquía católica.
ARRIBA
El asesinato de Calvo Sotelo, verdadero crimen de Estado, que
era el diputado derechista más destacado por sus críticas al
gobierno, aparece el 14 de julio de 1936 con dos disparos en la
nuca, después de ser detenido en su domicilio por miembros de
las fuerzas armadas gubernamentales el 13 de julio de 1936. Ello
provoca el cierre de todos los acuerdos y decisiones entre los
que conspiraban contra el Frente Popular, y el inicio, el 17 de
julio de 1936, de la sublevación derechista, el Alzamiento, que
lleva a la Guerra Civil.
Julián Besteiro Fernández, uno de los pocos izquierdistas que
defendió la legalidad, desde 1933 pronosticó lo que iba a
suceder: «La verdad real: estamos derrotados por nuestras
propias culpas: por habernos dejado arrastrar a la línea
bolchevique, que es la aberración política más grande que han
conocido quizás los siglos».
El asesinato de Calvo Sotelo tenía la finalidad de provocar la
insurrección de los derechistas para aplastarla y hacer triunfar
ya la revolución. Pero desencadenar una guerra es correr el
riesgo de perderla, aunque se calcule que esto es poco probable.
Y lo que es seguro es la gran cantidad de padecimientos que
sufrirá la población.
El capitán de la Guardia Civil Fernando Condés Romero, que tomó
parte en la insurrección de octubre de 1934, por lo que fue
condenado a prisión y separado de su cargo, pero tras el triunfo
del Frente Popular fue amnistiado, volviendo al servicio activo.
Amigo personal de Indalecio Prieto e instructor de su escolta
motorizada, salió el 12 de julio de 1936 en una camioneta, con
guardias de asalto y pistoleros socialistas. Fueron a la casa de
Gil Robles, pero no lo encontraron por hallarse de veraneo.
Entonces se dirigieron al domicilio de Calvo Sotelo. Ya el 11 de
julio de 1936, Dolores Ibárruri Gómez “La Pasionaria” le amenazó
en el Parlamento.
Uno de los policías de su escolta había dicho al diputado
Joaquín Bau Nolla, que tenían orden de no intervenir si
intentaban asesinar a Calvo Sotelo.
Le montaron en la camioneta nº 17 y al poco lo asesinó el
pistolero socialista Luis Cuenca Estevas, jefe de la escolta
motorizada de Prieto, de dos tiros en la nuca. Después lo
dejaron en el cementerio del Este, situado a las afueras de
Madrid. Iba también el socialista confidente de Prieto, Santiago
Garcés Arroyo, que luego sería jefe del SIM (Servicio de
Información Militar) organizado por el ministro de Defensa
Nacional, Indalecio Prieto, que influido por sus asesores
soviéticos, creó una especie de policía política, que en pocos
meses contó con cerca de seis mil agentes, repartidos
principalmente en Madrid, Barcelona y Valencia, servicio que con
el tiempo, además de ser muy temido, llegó a ejercer una
notabilísima influencia tanto en la esfera militar como en la
civil. Poco a poco, la organización fue cayendo en manos de los
comunistas.
ARRIBA
El comandante Manuel Uribarri Barrutell, que
sucedió al primer jefe del SIM, Prudencio Sayagües, comentó
que Condés era amigo suyo y que “ejecutó” a Calvo Sotelo
para librar a la República de un enemigo peligroso.
Uribarri, en 1938 huyó a Francia con una respetable fortuna en
oro y alhajas, producto de sus requisas policiales…
Condés y Cuenca murieron poco después en el frente de Guadarrama
de forma extraña y el mismo día. El 25 de julio de 1936 los
documentos referentes a la investigación guardados en
Gobernación fueron robados por un grupo de milicianos
socialistas y desaparecieron.
El que fuera después ministro de Gobernación, Ángel Galarza
Gago, en la sesión del 1 de julio de 1936, dos semanas antes del
crimen, se dirigió al diputado monárquico en estos términos:
«La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en
Su Señoría encuentro justificado todo, incluso el atentado que
le prive de la vida». En septiembre de 1936, participando en
un acto público en Menorca, entre otras cosas, dijo: «A mí…el
asesinato de Calvo Sotelo me produjo un sentimiento…el
sentimiento de no haber participado en su ejecución”.
El diario “Ya” (14-7-36) fue multado con 50.000 ptas. por
describir el cadáver de Calvo Sotelo “con señales de violencia”.
Se prohibió emplear la palabra “asesinato”.
El asesino Fernando Condés pertenecía a la guardia personal de
Prieto. La interpretación que hizo Indalecio Prieto sobre la
actitud de Condés, arrepentido y queriéndose suicidar, es pura
falsedad, ya que lejos de denunciarlo lo escondió.
Un hecho muy significativo fue también el protagonizado por
Prieto en su discurso en las Cortes, ya que se equivocó por tres
veces al referirse al atentado, trastocando el nombre de la
víctima y pronunciando, en vez de Calvo Sotelo, el de Gil
Robles. El rostro del aludido, escribió Julián Zugazagoitia,
“denunció un sentimiento de malestar, como el de quien nota que
ha escapado, por azar, a un gravísimo riesgo”.
En enero del 1937 hubo una amnistía de los delitos anteriores al
15 de julio del 1936…
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